viernes, 5 de diciembre de 2008

¿EL UNDÉCIMO?: ¡NO AGOBIAR!

Rubios o morenos, fortachones o enclenques, con los ojos azules o marrones, tímidos o ‘echaos p’adelante’: hay muchos elementos de nuestro ser (y de nuestro ‘estar’) que no podemos elegir. Nacemos con ellos y, de hacer caso al refranero, “genio y figura, hasta la sepultura”. Cito una característica innata más con la que tenemos que pechar: unos vienen al mundo agobiados y, otros, con más cara que espalda.
Me hacen muchísima gracia los nombres que eligieron para sí algunos grupos musicales españoles en las últimas décadas: ''No me pises, que llevo chanclas'', ''Dinamita pá los pollos'',"Mojinos Escozíos"… No me digan que no hay un derroche de ingenio… Provocador, tal vez; pero a mi mente burguesa y adocenada no se hubieran ocurrido jamás esos nombres.

Sin embargo, hay un grupo cuyo bautismo, más que hacer reír, obliga a pensar un poco: ''Hijos del agobio''… ¡Exacto!: los vástagos de nuestros tiempos, de estos tiempos, vivimos con el agobio montado en la chepa independientemente de nuestra idiosincrasia. ¿O es que usted no ha oído decir alguna vez hasta a ese 'vivalavirgen' al que lo mismo le da ocho que ochenta lo de ''¡no puedo más: estoy agobiadísimo!''?

Y como yo soy un 'sufridor' frecuente de las presiones, los empujones, las angustias del agobio, he dedicado algunos ratos a pensar cuáles son las causas de esa sensación opresiva, como de falta de aire para respirar y de espacio para moverte…

Lo primero que se le viene a uno a la cabeza –creo, vamos- es que el agobio está directamente relacionado con las prisas… ¡Que no es lo mismo viajar pausadamente en diligencia, haciendo largas paradas en las posadas –que, por mucho que estuviesen pobladas de chinches, ofrecían jergón y almohada al viajero- que plantarte en Nueva York desde Madrid de una sentada de avión! Médicamente demostrado está, por el llamado jet-lag, que esos súbitos cambios de horarios, de estación, de ritmo de sueño y de alimentación son nefastos para el cuerpo; y, en mi humilde opinión, también para el espíritu… Pero como sarna con gusto no pica y todo acaba por hacernos callo, hemos asimilado que los nuestros son tiempos raudos, veloces, apresurados y eso ya no parece agobiarnos. Lo hemos incorporado, lo traemos debajo del brazo, como dicen que ocurre con el pan y los bebés…

¿Entonces?: entonces uno puede sentirse agobiado por exceso, por los excesos… A veces me imagino a las mujeres y los hombres de hoy como a esos prodigiosos malabaristas del maravilloso Circo del Sol: tratamos de mantener bajo nuestro control una veintena de pelotitas de todos los colores porque no nos queda más remedio… La familia, el trabajo, los puntos del carné de conducir, los ingresos, los gastos, el consumo de televisión, los niños, los padres que van envejeciendo, mantener al día nuestro cuerpo y nuestra mente, no perdernos nada, estar en todo… Y no, no es posible: como no nos transformemos en pulpos, nuestras manos no serán capaces de acudir a tanta pelotita. Así, no quedan más cáscaras que elaborar un férreo orden de prioridades: hacer gimnasia –por ejemplo- es estupendo; pero, evidentemente, no tan imprescindible como permanecer una noche en vela cuidando de un niño o un señor enfermo; cenar en un restaurante de moda es apetecible, incluso recomendable, pero no tan urgente como poner al día los documentos que necesitaremos para hacer una declaración de la Renta impecable… Y todo así, en ese plan.

Sin embargo, también es característico de nuestros tiempos el agobio por defecto… ''La soledad me agobia mucho'', oyes con frecuencia… Y es bien cierto: la opulencia material de nuestras sociedades desarrolladas enmascaran grandes carencias afectivas, de compañía, de compasión… Y esas carencias nos agobian, nos pesan en el alma como si lleváramos un yunque colgado del cuello.

¡Y lo que nos falta para el duro es que nos toque convivir – en casa, en el trabajo, en el círculo de amigos, en el viaje de fin de semana – con uno de esos 'plastas' cuyo programa de vida es dar órdenes a los demás, recordar constantemente a los otros lo que no se ha hecho y se tiene que hacer, dar la vara con requerimientos fútiles! ¡Hasta ahí podíamos llegar, hasta semejante sobredosis! En tales casos y circunstancias, yo suelo decir tajantemente al 'plasta': ''Recuerda el undécimo mandamiento, majo: ¡no agobiar!'' Y me quedo más ancho que largo, sin ningún agobio.

¡ALEGRA ESA CARA!

“Mustia la tez”, “ojos velados por melancolía”, “labios de hastío”, “taciturno”, “se aburre”… Este es el retrato que hace Antonio Machado, en su poema “Del pasado efímero”, del “hombre del casino provinciano”… No me extraña que el autor concluya esto, tan triste y patético, sobre el protagonista de sus versos: “No es el fruto maduro, ni podrido: es una fruta vana”. En efecto: el ‘hombre del casino provinciano’ amarga su vida –y se la amarga a los demás- ¡porque no sabe lo que es la risa!
Hacía mucho tiempo –demasiado…- que no cenaba con un grupo de amigos de esos que llamamos, con razón, ''de verdad''… O sea: amigos entre los que impera la buena educación, pero ante los que uno puede –y debe- comportarse con naturalidad, no con la rigidez de quien ''está de visita'', como dice mi santa madre… Amigos a los que no hay que dar demasiadas explicaciones sobre nada porque se comparten con ellos recuerdos, penas, felicidad… Y, también, ¡sentido del humor!
Recientemente, un viernes por la noche, volví a experimentar el regocijo de asistir a una de esas cenas de ''amigos de toda la vida'' y el recuerdo más grato y especial que guardo de esa velada –además del gusto que me dio volvernos reunir, por supuesto- es que reímos a carcajadas, hasta que se nos saltaban las lágrimas… Y no nos desternillamos por nada especialmente cómico sino, sencillamente, al evocar algún suceso simpático del que todos los presentes en la cena habíamos sido testigos: un gesto, una metedura de pata, una frase memorable… Y también soltamos nuestras grandes risas al aire gratísimo del salón por chistes inocentones… En resumen: todos nos sentíamos alegres por habernos reunido y cualquier pretexto, por nimio que fuese, era bueno para expresar nuestra alegría.
Más tarde, recordando esa cena, me di cuenta –casi con pavor- de la enorme cantidad de tiempo que había pasado sin que yo me riese con tanta fuerza, con tantas ganas, con tanto placer…
Y es ¡mira que los seres humanos, además de ''animales racionales'', somos ''animales raritos''!…
Porque me juego la uña del dedo meñique derecho a que cualquiera de nosotros puede recitar de un tirón, sin pararse siquiera a respirar, las múltiples razones que tiene para quejarse de esto, de lo otro, de lo de más allá (y de lo de más acá)… Las listas de 'ayes' y lamentos tienden a ser más largas que un día sin pan… En cambio, ¿podríamos dar tan inacabable nómina de razones por las que estamos alegres, por las que 'deberíamos' estar alegres?... Me temo lo peor… O sea: que no; que, habitualmente, no tenemos tan frescas en la mente las razones para las quejas como aquellas para la alegría, lo que nos lleva a fruncir el ceño con amargura como lo que sería causa sobrada para esbozar una amplia sonrisa…
Obviamente, tampoco es cuestión de ir por la vida con una 'chuleta', con una lista de los más que sobrados motivos que todos tenemos para mantener, al menos, una chispa de alegría en nuestro ánimo –aún en los peores momentos-… Pero, vamos, si hay que hacerla, se hace: porque nos hemos despertado con vida un día más… Porque, si nos duele algo al despertarnos, la farmacopea es capaz de aliviar nuestras molestias… Porque existen esas cosas tan ricas para desayunar que se llaman ''café'', ''fruta'', ''mermelada'', ''galletas-maría-fontaneda''… Porque disponemos de ropa para soportar el frío o aguantar el calor… Porque una parte de nuestro trabajo –aunque sea infinitesimal- nos gusta muchísimo… Porque las calles están llenas de gentes diversas y atractivas: niños, jóvenes, maduros, ancianos (y de árboles: no nos olvidemos de los árboles)… Porque podemos conocer a fondo el mundo en el que vivimos y no vegetar en la envilecedora ignorancia gracias a los medios de comunicación… Porque hemos querido, queremos y querremos… Porque nos han querido, nos quieren y nos querrán… Porque existen la Medicina y los médicos… Porque podemos disfrutar de inventos tan maravillosos como la radio, la televisión y -¡¡¡por favor!!!- los libros…
¿A qué seguir?... En cuanto conseguimos quitarnos de los ojos, de la inteligencia y del ánimo –con realismo, sin optimismos idiotas ni risitas de conejo- ese ''velo de melancolía'' del hombre del casino provinciano, que tanto se parece a una pegajosa, asquerosa y gris telaraña, comprobaremos –estoy seguro- que, incluso en momentos crudos, triste y difíciles, es posible mantener ardiente una chispa de alegría que impida el derrumbamiento total.

¿Que las risas provocan la aparición de arrugas, de patitas de gallo? Eso dicen… ¿Y qué?: son arrugas pícaras, atractivas… Y, en cualquier caso, más valen esas arrugas que ''una triste expresión, que no es tristeza, sino algo más y menos: el vacío del mundo en la oquedad de su cabeza'', como escribió Machado del deprimente y deprimido hombre del casino provinciano…

jueves, 27 de noviembre de 2008

A TI, MUJER MALTRATADA.

¿Por qué detienes el tiempo
en el reloj de su ausencia,
porqué pides clemencia
con palabras que se lleva el viento.
Porqué dices lo siento
cuando agotas tu paciencia,
cumpliendo una sentencia
cruel y sin fundamento?
¿Llora su arrepentimiento,
se esconde de su impotencia,
le golpea en su conciencia
el dolor de tu lamento?
Te dice que no es violento
pero exige tu obediencia,
y somete tu existencia
humillando el sentimiento.
Abre mujer ese cerrojo
pues tu vida no termina,
que donde alcanzan sus ojos
tu camino se ilumina.
Y ciérralo al salir,
ponte un traje de esperanza
que aun hay vida para ti;
has ganado en la balanza...

viernes, 24 de octubre de 2008

PODRÁS

Podrás tener a tu antojo otros amores,
que bajo la luna de plata creas que te llenarán.
Podrás tener mil ramos de falsas flores,
que en días felices por algo te regalarán.

Pero el fiel y eterno amor verdadero,
que sentías en tu alma junto a mí nacer.
Ése, lo dejaste consumir en el cenicero
y ya no lo volverás a tener.

Podrás guardar avariciosa otros besos robados,
amparada por la oscuridad de la noche.
Podrás disfrutar de tiernos abrazos enamorados,
en el asiento trasero de cualquier otro coche.

Pero las llamas que te abrasaban a mi lado
y que en tu lecho te lograban enloquecer.
Ésas, las apagaste en un océano olvidado
y ya no las volverás a tener.

Podrás sentir suaves caricias en tu piel,
que imagines soñadora que nunca cesarán.
Podrás escuchar dulces palabras de miel,
que finalmente los vientos se llevarán.

Pero el romanticismo puro que yo te regalaba
y que tú tanto miedo tenías a perder.
Ése, lo rechazaste mientras yo te amaba
y ya no lo volverás a tener.

Podrás suspirar creyéndote querida,
confiando ciegamente en que no te abandonarán.
Podrás tener cientos de alegrías en tu vida,
que con los años tristemente se esfumarán.

Pero la felicidad plena que fue tuya cada día
y que con tanto esmero para ti logré tejer.
Ésa, la perdiste tú sola, vaya ironía
y ya no la volverás a tener.

Podrás dormir en ásperas camas ajenas,
que con impostores hombres grises compartirás.
Podrás desear los latidos de sus corazones en tus venas,
mientras los ecos del más implacable de los silencio gritarás.

Pero el hombre que sin condiciones te dio su corazón
y al que le robaste sin piedad su única razón de ser.
Ese loco enamorado que en tus pupilas tenía su habitación,
ya nunca jamás lo volverás a tener.

LA UTOPÍA SIGUE AHÍ...

"Aún hoy recuerda los tiempos oscuros, llenos de nubes grises y de vientos que destruían todo.

Recuerda como se sentía años atrás, cuando parecía que nada tenía sentido, cuando buscaba una salida que no conseguía encontrar.

Aún no ha olvidado las miradas ansiosas, que esperaban verlo caer. Las miradas que lo empujaban a meter la pata, las palabras que lo hacían retroceder.

A veces incluso recupera aquellos episodios de rabia, de odio contenido, que tampoco le permitían avanzar.

Ahora, en ocasiones, se mira el espejo y ve quién era: observa a aquel niño con granos, que soñaba con cazar mariposas, que soñaba con ser cogido de la mano por aquella inalcanzable Venus de Milo, que lo llevaría a un lugar mejor... Recuerda a aquel niño, y mira las cicatrices que dejaron sus heridas...

Entonces le vuelve la tristeza. Y piensa que vuelve a sus poco añorados quince años. Y se siente tan solo, tan perdido, tan inexistente... como lo estaba entonces.

Pero las heridas acaban convirtiéndose en cicatrices. Y, al fin y al cabo, son marcas de guerra, que nos dicen lo fuertes que podemos llegar a ser, que nosotros tenemos la capacidad de llevar la luz a esas tardes grises.

Hoy, delante del espejo del baño, recuerda sus tardes grises. Y sí, por qué negarlo, es posible que la tristeza le invada, pero sólo por un instante. Porque enseguida recuerda todo... Recuerda que las heridas han cicatrizado, y que no hay razón para preocuparse. Y recuerda que ya caza mariposas, y que ya abraza a la Venus de Milo.

Y sabe, además, que aunque las heridas se puedan volver a abrir, aunque desaparezcan las cicatrices, aunque el hombre del traje gris le vuelva a alcanzar... nunca dejará de haber un rayo de luz, que se cuele entre los nubarrones oscuros, y que nos indique que la utopía sigue ahí, a un paso, y que nos está esperando...".

jueves, 16 de octubre de 2008

LA IMPORTANCIA DE UN ABRAZO

El abrazo es parte del lenguaje de los sentimientos. Cuando nos tocamos y nos abrazamos, le damos vida a nuestros sentidos y reafirmamos la confianza en nuestros propios sentimientos.

Algunas veces no encontramos las palabras adecuadas para expresar lo que sentimos y el abrazo es una magnífica manera de hacerlo. Hay veces que no nos atrevemos a decir lo que sentimos, ya sea por timidez o porque los sentimientos nos abruman; en estos casos se puede contar con el idioma de los abrazos.

Los abrazos, además de hacernos sentir bien se pueden emplear para aliviar el dolor, la depresión y la ansiedad. Provocan alteraciones fisiológicas positivas en quien toca y en quien es tocado. Aumentan la voluntad de vivir en los enfermos.

Parece que cuatro abrazos al día son necesarios para sobrevivir, ocho para mantenerse y doce para crecer como personas.
Un abrazo nos proporciona:

• Protección. El sentirnos protegidos es importante para todos pero lo es más para los niños y los ancianos quienes dependen del amor de quienes los rodean.

• Seguridad. Todos necesitamos sentirnos seguros. Si no lo conseguimos, actuamos de forma ineficiente y nuestras relaciones interpersonales declinan.

• Confianza. La confianza nos puede hacer avanzar cuando el miedo se impone a nuestro deseo de participar con entusiasmo en algún desafío de la vida.

• Fortaleza. Cuando transferimos nuestra energía con un abrazo, aumentan nuestras propias fuerzas. El contacto físico y el abrazo imparten una energía vital capaz de sanar o aliviar dolencias menores.

• Autovaloración. Mediante el abrazo podemos transmitir un mensaje de reconocimiento al valor y la excelencia de cada individuo.
Un abrazo hace y dice muchísimo en las relaciones; cada vez que puedas, abraza a un amigo, a tu ser querido, a tus niños, a tus mayores, a tu mascota. Busca a personas importantes de tu vida y dales un abrazo.

Por fin, abracémonos a nosotros mismos como señal de aprecio, de cariño y de confianza en quienes y como somos como personas. Nos va a caer muy bien para nuestra propia autoestima y nos lo agradeceremos. Cualquier ocasión vale nos refuerza y nos motiva.
Como en todas las cosas, podemos crear el hábito de dar abrazos practicándolo y es una habilidad importante para nuestro propio bienestar y él de los demás. Además, haciéndolo podemos trasmitir el ejemplo a las demás personas de nuestro entorno y motivarlas a hacerlo ellas mismas.

No hay contraindicaciones y los efectos secundarios son positivos.
A lo mejor, si no estamos acostumbrados a hacerlo, puede que nos cueste empezar, pero nos acostumbramos rápidamente si nos damos el permiso de hacerlo. Merece la pena que no tiene porque ser pena sino solo placer.

miércoles, 1 de octubre de 2008

A PARTIR DE LOS SESENTA...

Estoy a punto de cumplir los sesenta y dos años. Es una edad que de haberla alcanzado en la época de de Atapuerca sería, cuanto menos, el anciano más venerable de la barranca.

Los muchachos trogloditas no hubiesen ganado los suficientes nummulites para ponerme las velas de sebo de mamut en la tarta. Y la fiesta se recordaría como el hito más sonado desde el descubrimiento del fuego. Me habrían ofrecido puré de hígado, al carecer de dentadura, y la gruta se encontraría repleta de colegas de poderosas mandíbulas llegados de Altamira y de Cogúl (Lérida) para felicitarme. Estoy seguro, incluso, que el pintamonas del clan me habría obsequiado con un retrato, sobre la pared de los bisontes, en recuerdo de mis grandes gestas juveniles como cazador. “¿Ve usted este garabato con el arco y la flecha apuntando hacia su propio esternón? –comentaría Gluk, con el pincel en la mano- pues es usted, mi querido homo sapiens Gómez”.

Y es que la tercera edad –la tercera y noble edad, amigos- ya no es lo era. Gracias a los adelantos de la genética, llegar a los sesenta se ha convertido en el momento adecuado para operarse de fimosis, abandonar la casa paterna y empezar a buscar novia. Es más, llegar a centenario, según leemos en la prensa, se encuentra a la vuelta de la esquina de cualquier laboratorio que tenga latas de ADN y una buena gama de antibióticos y vitaminas. Con decir que a las ratas que superan las pruebas de rejuvenecimiento las mandan directamente a una guardería, está todo, prácticamente, dicho. Solo falta que estos adelantos lleguen a los centros de salud y los pobres facultativos dejen de firmar recetas para practicar la medicina. El señor Bernat Soria tiene la palabra en esto de quitarle el prestigio a Matusalén.

En lo que a mi respecta, si no estoy hecho un roble, me encuentro, al menos, como un chopo si juzgamos por el diámetro de la cintura ¿Cuál es el secreto de ésta prolongada juventud? No lo sé a ciencia cierta, porque exceptuando las doce o trece pastillas que me tomo a diario por prescripción facultativa, (aunque eso en el aspecto exterior no se percibe) y alguna que otra partida al dominó, no gozo de hábitos muy saludables. Pero es probable que algo del asunto tenga que ver con una metedura de pata del famoso agente 007, a la hora de preparar el Dry Martín. James Bond, a partir de “Goldfinger”, se divulgó la tontería de agitarlo en una coctelera –como si el barman fuese el tipo de las maracas de la orquesta de Pérez Prado- en lugar de moverlo suavemente, en el vaso mezclador, a ritmo de vals, como indicaba William Powell en “La cena de los acusados”, el auténtico vademécum cinematográfico de la coctelería.

Los esnobs de la época nos apuntamos a la moda de Bond, sin pensar que estábamos acabando con el clasicismo e inaugurando la etapa, no menos trascendente en la historia de la cultura, del Mambo y de la Rumba. Y aquí se encuentra la clave de todo. Un estudio de la Universidad de Western Otario, publicado en la revista “British Medical Journal” (1999 descubrió que el martín de Bond –agitado no batido- reforzaba las propiedades antioxidantes del combinado, y que, ingiriéndolo se reducían, de forma notable “los riesgos de enfermedades cardiovasculares y de ataques cerebrales”. El famoso agente británico había cambiado su “licencia para matar” por la de “curar”.

lunes, 15 de septiembre de 2008

VEINTITRÉS...

(Esto corresponde a un pequeño homenaje que le hicimos ayer a mi esposa, y digo pequeño, porque todo lo relacionado con ella siempre me parece poco. El homenaje era para celebrar el resultado de su operación y su pronta recuperación).

Veintitrés años tenías cuando decidiste
compartir conmigo toda una larga vida,
gracias a ésta tu decisión me permitiste
vivir con la persona para mi más querida.

Veintitrés años muy rápidos han pasado
del anterior susto y su intervención,
creíamos que todo estaba ya finiquitado
y que habían encontrado la solución.

Veintitrés de julio todo se vuelve a repetir
no, no nos lo podíamos creer… otra vez,
afortunadamente se vuelven a confundir
le dieron importancia a sólo una pequeñez.

Veintitrés grapas avalan dicha intervención
los dos damos por bien hecho el sufrimiento,
si con esta operación agotamos la colección
y que sólo ya nos llamen a reconocimiento.

Veintitrés rosas no son quizá suficientes
para mitigar el dolor y tanta incertidumbre,
espero sean con nosotros consecuentes
y que lo tuyo no se convierta en costumbre.

Veintitrés personas hoy aquí nos reunimos
porque queremos celebrar tu recuperación,
y quedará sólo en anécdota lo que comimos
y que estábamos todos en tu celebración.

Te quiero.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

MI MADUREZ

Por las mañanas...
al despertar...
me reflejo en el espejo...
.. me asusta mi imagen...
no me gusta lo que veo...

Mi semblante...
cansado...apagado...
me miro y apenas me conozco...
que cruel es la vida...
no respeta razas, ni condición.

¿Dónde quedó mi juventud....
y... mis ojos brillantes?
¿Aquélla amplia sonrisa,
aquél firme semblante?
me voy apagando...
como ley de vida es,
no me quejo no,
solo que... duele, llegar a la madurez.

Que cruel eres vida...
y los años también,
van llegando sigilosos... silenciosos,
no concibo éstos cambios...
que contradicción tan grande
ver, como va pasando la vida,
como... me voy apagando...
ya no puedo no,
no puedo... con mis años.

Aunque siempre ha sido así,
el mundo yo no puedo cambiar...
y... como siempre, los años;
seguiré esperando el día
en el que tú, Vida...
seas... la que decidas
el cómo y el porqué...
para esto eres la vida, vida...
solo tú, tienes este poder.

jueves, 7 de agosto de 2008

¡¡YA HA DESPERTADO DAVID!!

Ha despertado mi nieto
de sus merecidos sueños
y empieza a llorar;
y yo soy su abuelo.

Pero es tan pequeño
que apenas lo entiendo;
no sabe de risas,
ni sabe de cuentos,
ni sabe de bromas,
ni sabe de versos;
solo llorar sabe
con sus ojos abiertos.

Yo buscaré el chupete,
el engaño y remedio,
que hace de madre,
que imita su pecho,
y ya en su boquita
se callará al momento.

Será tan pequeñito
que apenas lo entiendo,
pero, cuando crezca
y escuche a su abuelo,
oirá muchas cosas
de mis pensamientos:
y le contaré fantasías
y algún que otro cuento,
donde haya Princesas
y Reyes muy serios
con hadas madrina
y enanos discretos;
y estrellas que bailan
de noche en los cielos,
jardines con flores
y pájaros bellos,
lindas mariposas
llenas de misterio;
caballos con alas
que llevan en vuelo
Príncipes que tienen
lejanos imperios;
y perros que hablan
que cuentan secretos
y rojos bufones
que se está, riendo.

Veras querido David
cuando tengas tiempo
las cosas que sabe
por viejo tu abuelo,
que solo ya espera
que vayas creciendo,
hasta que tu rías
la gracia de un cuento;
hasta que tu sepas
lo que dice un verso;
que muchos te guarda
la voz de tu abuelo;
todos los que quepan
en mi pensamiento;
pero ahora pequeño,
como no entiendo,
toma este chupete
y además un beso.

martes, 5 de agosto de 2008

MIENTRAS PODÁIS.

"Coged las rosas mientras podáis / veloz el tiempo vuela. / La misma flor que hoy admiráis, / mañana estará muerta..."

Levántate del asiento, escapa de esa aburrida y teórica vida. Sal a la calle, conoce gente, mira más allá de ti mismo... Rompe con el etnocentrismo, ten claros tus principios, ponte una meta, alcánzala...

Escoge qué personas son las adecuadas para ti, escoge quiénes quieres que sean adecuadas... No des por hecho absolutamente nada. No dejes que, analfabetos funcionales, te digan lo que debes o no debes hacer...

Respeta a los demás, como te gustaría que te respetaran... Vete a lo tuyo, sin hacer daño a nadie más... Te encontrarás con muchos a los que no les guste tu forma de ser, tú forma de diferenciarte de las demás "ovejas": que te sean indiferente...

Viaja, conoce, investiga, aprende, experimenta, valora, critica, auto critícate, duda... Prueba, vive al día, no lo dejes todo para mañana, sé cómo realmente quieres ser...

Coge un lápiz y una libreta; coge una guitarra, atrévete; coge un pincel, déjate llevar...

“EN UN LIBRO VACÍO”

"Hacía tiempo que lo había visto allí sentado; en aquella taberna perdida en la ciudad, perdida en una ciudad cuyas calles contaban historias de un pasado extraordinariamente mejor, de un pasado vivo, con librerías repletas, charlas interminables, intelectuales reflexionando, mentes inquietas..., se encontraba aquel hombre..

Este anciano, que parecía ya parte del mobiliario, no se apartaba de un libro gordo, erosionado por el paso del tiempo, un libro que guardaba todas las historias que contaba a los transeúntes porque a sus paisanos, quizá cansados, quizá ignorantes, no les gustaba escuchar una y otra vez las batallitas de aquel ciego que, alrededor de aquella mesa, compartía su sabiduría, su conocimiento, sus ganas de soñar...

Este viejo leía historias de un diario que relataba días y días en aquel mismo lugar, cuando todavía se respiraba vida en todas las calles, cuando las colegialas se emocionaban por encontrarse, por tercera vez en una mañana, a aquel pintor que las dibujaba pasando por delante de la iglesia, cuando aquel barbudo se sentaba en el parque a recitar poemas y enseñaba a los más pequeños juegos tradicionales, viejas canciones, viejos himnos..., cuando el consistorio era un lugar de reunión, de discusión de los temas cotidianos, y estaba vetado a toda clase de contratistas... cuando, en definitiva, a este pequeño viejo le hubiera gustado quitarse el antifaz y observar lo que ocurría a su alrededor, cuando maldecía a una ceguera que lo había acompañado desde siempre, porque no le permitía vivir aquellas calles, con aquellos bohemios, con aquellos faranduleros, vivir aquella vida...

Lo único que le quedaba, años después de pasar aquellas tardes en las que se imaginaba el bullicio de las calles, las horas de diversión, las horas de revolución, era relatárselo a los nuevos, a aquellos que no podían siquiera imaginar, como tuvo que hacer él en su día, imaginárselo, cómo podían ser aquellos momentos llenos de esperanza, utopía... y cómo podía ser la mente y el corazón de aquel viejo que sabía ilustrar, con un libro abierto, vacío, blanco, entre las manos cómo había sido todo aquello... cómo le hubiera gustado que fuera...".

viernes, 1 de agosto de 2008

MI PLUMA Y MI RIMA...

Mi pluma cansada un día
de escribir poemas hipócritas,
sintió en ella a la rebeldía
cuando me dijo estás cosas.

Tú no le escribes al amor
estas son letras robadas,
no hay permiso del corazón
de esto él no quiere saber nada.

Tus rimas son rebuscadas
no hay verso que haga mella,
juras tener alma enamorada
pero eso no lo sabe ella.

Absorto ante tal rareza
puse a mi lengua en acción,
no reaccionó mi cabeza
pues no fue buena mi dicción.

Pero enjugué unos versos
y a mi pluma le contesté,
sabe que en mi universo
existe una gran mujer.

Una para cada poema
no hace falta una pareja,
eso no es un gran problema
pero entiendo a tu queja.

Y para tu entendimiento
he de dar una explicación,
todos estos sentimientos
si nacen de mi corazón.

No hace falta de un beso
para escribirle a una boca,
ni tener amores secretos
para sentir ansías locas.

Pues el amor está en el aire
rodeando todo mí ambiente,
cuando yo voy por la calle
y me saluda la gente.

En el canto de un ave
en las guitarras sonando,
no hace falta estar con alguien
para saber que se está amando.

Amigo, tú no eres poeta
solo un simple soñador,
que te trazas una meta
de reír con el dolor.

Y si sufres lo describes
y si lloras te desahogas,
es entonces que me esgrimes
y haces amargar a las hojas.

Es por eso que estoy en huelga
pues no entiendo tu proceder,
un día solo con amor sueñas
pero en otro no hay un querer.

Un día escribes de amor paternal
y luego dices que te engañaron,
que una mujer determinó abortar
aquel bebé que tanto planearon.

Eres una mezcla de verdad absurda
y de mentiras que parecen reales,
a veces creo que de mi te burlas
por eso hoy te pido que eso acabes.

¡Oh, pluma amiga! ¿Acaso no entiendes?
que las historias tú las haces vivir,
yo solamente narró lo que mi alma siente
inspiración que brota dentro de mí.

Yo estoy solo, pero siento amor
y escribo así todo lo que veo,
cuando aire tibio a mi alrededor
me susurra al oído un te quiero.

Ahora entiendo y pido perdón
tú escribes cosas que suceden,
pues todo el mundo pide amor
y también algunos se hieren.

Esto es abstracto pero real
es un compendio de locuras,
tú amas y no hay a quien amar
pues no encuentras a quien dar ternura.

Es muy confuso cuando tu puño
escribe un te amo al final de una página,
y entonces escribes luego algo muy crudo
cuando tu firma la forman dos lágrimas.

Pero ya ahora encajan las piezas
se ama todo, aún sin tener nada.
Eso se vuelve un rompecabezas
Es más real un cuento de hadas.

Tienes razón mi pluma amiga
pero en la vida nada es lo que parece,
el corazón se conforma con migas
y miga a miga el amor crece.

Y sin tristezas no habría cariño
y sin dolor no habría amor,
sin la sonrisa no habría niños
todo es sencillo para el corazón.

Yo amo cuando pienso en mi madre
cuando imagino lactar de su pecho,
y siento tristeza cuando cae la tarde
y bajo la noche fría habrá niños sin techo.

Entiende ahora que en tu tinta
yo a todos siembro nuevas vidas,
cuando con historias distintas
les sonrió y muestro mis heridas.

Cuando amo a mi Dios en el cielo
cuando en mis letras se identifican,
entonces es cuando yo pienso
que la vida es magnifica.

Por eso defiendo mis letras
y todo a lo que yo hago,
por eso me siento poeta
porque sufro, sueño y amo.

Escribo en las estrellas
desayuno en la piedad,
descubro cosas bellas
cuando escribo mi verdad.

Y siento el cielo y el mar
mientras floto en su espuma,
ahora tú puedes ver que todo es real
tanto que hable de amor con mi pluma.

POEMAS EN MI JARDIN.

Ese jardín que yo escribo
ese que no tiene color,
que en cada uno de ellos
nace un jardín sin flor.

Un jardín imaginario
de embrujo cautivador.
Que pueda que no haya rosas
para oler su olor.

Su aroma no lo hueles
ni ves su gran colorido,
pero lees sus escritos
de muchos poemas floridos.

Un jardín de poemas
de estrofas, y versos son,
son como historias vividas
del alma de algún soñador.

Un jardín de poemas.
Eso es, lo que yo escribo,
entra tú en ese jardín
de ensueño y pasión.

Y leerás mis poemas.
escritos de corazón.

martes, 29 de julio de 2008

LA PELICULA DE MI VIDA.

Tengo sueños en los que soy un niño, veo cosas que recuerdan mi infancia que ahora miro como algo normal, esas simples cosas que me mantenían feliz, como estar con un simple juguete, mi cuerpo a crecido, mis días se acortan cada vez mas, el reloj marca la cuenta atrás, he pasado momentos que nunca imagine, mi mente también se a hecho grande con tantas experiencias, si el tiempo se detuviera por un momento, me pondría a ver la película de toda mi vida y ver que hubo errores, que hubo alegrías, decepciones, enojos, pero no hay forma de editar de nuevo esa película, en ese transcurso gente querida desapareció físicamente, en mi corazón se quedaron para siempre, siempre buscando ser feliz, y como yo digo, la alegría es como una ciencia que para entenderla tienes que estudiarla todos los días de tu vida.

Prueba tras prueba, en el concurso de la vida cotidiana, una lucha insaciable por ser el mejor, una lucha por tener todo, en esta escuela que te enseña de todo, a ser un buen humano, a ser una bestia, a ser simplemente tu, si supieras las respuestas antes que las preguntas no tendría chiste, me pasan circunstancias, pero encuentro la respuesta, eso es la vida, un mar de sueños y un río de realidades cumplidas.

Y siempre me pregunto, por que no se escribió un manual para vivir, y ver el índice en el que consultes "Precauciones" "Solución de problemas" ,"errores y sus correcciones", "detalles", "ficha técnica", "modelo", "numero de serie", pero no es así, cada quien busca su mejor forma de vivir día a día, así que cometer un error es normal, solo anótalo en ese manual que tu escribes con la pluma que se llama "Experiencia" y si vuelve a pasar sabes de que manera actuar.

Eso es la vida, te mandan a vivir, no a lamentar, te mandaron a amar, no a odiar, te mandaron a ser exitoso, no a que seas un simple objeto más.

domingo, 27 de julio de 2008

TÚ Y YO.

Tú eres la nave...yo soy el puerto
tú eres la ola...yo soy el mar
tú eres la rosa...yo soy el huerto
somos dos cosas sin separar.

Yo soy el cuerpo tú eres la vida
tú eres el eco... yo soy la voz
yo soy la sangre...tú eres la herida
tú eres la virgen...yo soy tu Dios.

Yo soy la planta...tú la simiente
tú eres cariño...yo soy amor
yo soy el agua...tú eres la fuente
tú eres angustia...yo soy dolor.

Yo soy tristeza...tú eres lamento
tú eres la suerte y yo el azar
tú eres la brisa...yo soy el viento
somos dos cosas...sin separar.

lunes, 21 de julio de 2008

¡¡Y TU COMO TE LO MONTAS!!

Si no tienes un mueble montado por ti mismo es que no estás a la última en decoración
Hace años, pongamos cincuenta, las tiendas de muebles eran unos establecimientos amplios, muy mal iluminados, donde se almacenaban dormitorios, comedores, salas de estar, tresillos, percheros, butacas, etc. Entrabas, observabas el género acompañado por el vendedor que te asesoraba y si algo te interesaba lo pagabas al contado, a plazos (o pagabas a la entrega) y al día siguiente lo tenías en casa, protegido de cualquier golpe con mantas. Montado, como es lógico, por unos profesionales del ramo. Aquello desapareció y hoy esas tiendas, sin apenas espacio, te presentan un catálogo sobre el que escoges, encargas el mueble elegido, entregas una señal generosa y con un poco de suerte dos meses después lo recibes.
Ante este panorama apareció, en plan competitivo total, el diseño y el montaje Ikea, una compañía sueca dedicada a solucionar todas las necesidades de acomodo en un hogar de nuestros días, cuyo nivel de implantación queda confirmado con los 145 millones de ejemplares que publican de su catálogo. Compras el artículo, te lo llevas tú mismo (como puedas, ése es tu problema) y lo montas tú mismo (como puedas: mitad hoja de instrucciones, mitad intuición). Bajo estos principios es como la compañía se ha introducido en el mercado de todo el mundo. Cualquier hogar cuenta con algún elemento de esta empresa, pero hasta poder disfrutarlo y ser apreciado por las visitas (que además tienen otro igual o muy parecido) hay que someterse a un proceso que se aproxima mucho al masoquismo.
Lo de estar jubilado tiene ventajas pero también inconvenientes como el que alguno de tus hijos te involucre para que le acompañes a comprar en Ikea. ‘Es que a la niña ya le hace falta una cuna y un armario para su habitación y como tu coche es más grande caben mejor’. Y tú cedes aún sabiendo lo que te espera porque ya lo has experimentado y has jurado, en falso, que no serías reincidente. Son sacrificios que se hacen por los hijos aunque, no obstante, tengo entendido que en muchos casos se crea adicción. Es el llamado ‘ikeadictismo’.
Antes de llegar al centro elegido y que tratas de que no sea alguno de los conocidos anteriormente para no repetir los inconvenientes de la experiencia, te encuentras con el gran atasco de la carretera -Ikea siempre está en las afueras- ya que el propio comercio, en su publicidad, te sugiere que llegues pronto para evitar aglomeraciones. Refiriéndose a las de dentro, debe ser, pero no a las de fuera ya que es cuando todo el mundo se dirige a sus respectivos trabajos. Una vez que consigues aparcar, a una distancia considerable de las puertas de acceso al inmenso local, penetras en él sintiéndote como debió sentirse Jonás al ser engullido por la ballena. ‘Coge una bolsa -te aconseja tu hija- por si vemos algo’. Una enorme bolsa que, efectivamente, se va llenando poco a poco de cosas que para nada te hacen suponer su necesidad dado que ya forman parte del ajuar casero y creo que están en buen uso. Unos manteles individuales, un sacacorchos, unas bombillas, unas cucharas de madera. “Pero si ya tienes / Ya, pero están muy bien de precio, total por un euro”. Ante semejante ganga la esposa no se queda atrás: “Coge otro juego porque las nuestras están ya muy viejas”. El peso de la bolsa va aumentando y el departamento de cunas no aparece en ninguno de los pasillos recorridos que se me antojan laberintos, trampas instaladas para que te quedes allí eternamente. Alguna de las dos sugiere tomar un café porque “además, como es entre semana, te invitan a desayunar, me parece”, y debe ser cierto porque la cafetería está a rebosar de gente. Por tanto hay que soportar una enorme cola para conseguir un café, en un vaso de plástico, tras haber aguantado otra para obtener el ticket que te permite solicitar el café. Otro aspirante a comprador tropieza levemente y te derrama el café; no pasa nada grave pero hay que enfrentarse de nuevo a la cola para conseguir otro o renunciar a entonar el cuerpo. Qué se le va a hacer.
La información de los vendedores no es muy precisa ya que mientras uno considera que ya hemos pasado el departamento de ¡¡Albricias, ahí están!! observo, suponiendo que Rodrigo de Triana tuvo una alegría similar cuando descubrió la primera tierra americana. las cunas, otro nos recomienda que sigamos la línea de flechas hasta encontrarlas. Y además, los armarios y estanterías están a continuación. Por fin se va a acabar la odisea de sentirse privado de libertad, pero no pasa de ser una ilusión porque es en ese momento cuando comienza la verdadera odisea.
Ahora que nos hace falta no encontramos ningún vendedor y si te desplazas te expones a perderte y no volver a ver a la familia nunca más. Vislumbro uno relativamente cerca y me lanzo, literalmente, sobre él, del mismo modo que lo hacen otra media docena de clientes que, por la foto finish, se comprueba que han formulado antes su pregunta. Veinticinco minutos después se dispone a atenderme. “Pues queríamos esta cuna y este armario”. El dependiente, que me supone instruido en las normas de la casa me pregunta el código. “Pues…no le puedo decir… es esta cuna y ese armario”. Me mira haciéndome sentir insignificante por desconocer el código y él mismo lo consulta y anota. El dependiente se aleja y creo que ha decidido dejar de atenderme. “¡¡Eh, oiga…!!” No me da tiempo a terminar mi reclamación. “Un momento voy a consultar si hay existencias”. Teclea ante la pantalla del ordenador, insiste haciendo gestos extraños y se vuelve a mi que observo atentamente el proceso. “El armario sí, pero la cuna no hay ese modelo, creía que había pero se han agotado; este otro modelo es prácticamente igual y tenemos existencias”. Se da cuenta de que en la pantalla no aprecio sus características y me indica que le acompañe a donde está en exhibición. Mi hija no está conforme con el cambio y considera si hacer o no la compra, cosa que mientras ocurre, facilita la fuga del vendedor para atender los problemas de otros clientes abandonados a su suerte. Mi hija decide que el nuevo modelo ofrecido también le sirve y opta por la compra, pero el vendedor ya no está. Veinte minutos después vuelve a aparecer y le confirmo la compra además de, en esta ocasión, facilitarle el código. Me extiende un recibo. “Tienen que pasar por caja para pagarlo y recogerlo, con este ticket en el departamento de entregas, en caja les dirán donde se encuentra”. Llegar hasta la caja no es fácil ya que todavía queda medio establecimiento por recorrer y en el camino hay muchas trampas en forma de jarrones, pinzas para la ensalada, tazones, cojines, saleros, cuchillos de cocina… Hay que hacerse con otro bolsón donde introducir las nuevas e inútiles adquisiciones.
Por fin llegamos a las cajas, muchas cajas, pero pocas cajeras, lo que equivale a que multitud de personas deseando pagar para poder salir a la luz y el aire libre, se amontonen de forma más o menos ordenada. O sea, otra cola. Empujando un poco no consigues que pase el tiempo más deprisa pero te ilusionas pensando que estás más cerca de la caja y de la cajera hasta la que, por fin, llegas y exhibes ante ella todas las menudencias adquiridas además del ticket que demuestra tu interés por la cuna y el armario. Todo parece haber terminado. “Un momento, por favor, es que hoy van muy los datafonos y las tarjetas se tardan en leer”. Los que me suceden en la cola se inquietan, se les oye murmurar, creo que contra mi, no contra la compañía telefónica. El pago es aceptado y me entregan el justificante de pago. “Con este ticket tiene que ir a recepción de compras para que le entreguen su compra; está al fondo”. Vuelta a empezar; el nuevo departamento posee un dispensador de tíckets con la intención de mantener un orden, pero no deja de ser otra cola. Además el ticket en cuestión hay que entregarlo en el mostrador, junto al comprobante de pago y para ello hay que ponerse tras de quienes intentan la misma operación. Diez minutos de nada. Una vez conseguido, me indican que debo esperar unos veinte minutos para que preparen el pedido, pero que puedo acudir al bar para hacer tiempo. “Cuando su pedido esté preparado su número aparecerá en la pantalla”. Ni bar ni nada, me quedo observando la pantalla, sin pestañear, para que cuando aparezca mi número –que no paro de repetir mentalmente- no me encuentre ausente y tenga que volver a esperar quién sabe cuánto tiempo más. No son veinte los minutos esperados hasta que mi número aparece en la pantalla, sino treinta y cinco. Entrego el ticket y me entregan un voluminoso paquete. “Oiga, que son dos cosas, una cuna que debe ser esto y un armario”. El empleado verifica los datos y se aleja desapareciendo en las interioridades del departamento. No me queda más remedio que esperar acontecimientos. Esta vez la cosa ha sido más rápida; a los cinco minutos el empleado que me dejó con la palabra en la boca aparece empujando un carromato. “Su armario, es que se había traspapelado el pedido, como eran dos artículos, puede llevarse el carrito hasta el coche, gracias”. Estoy tratando de cubicar el espacio de mi coche para ver la manera de introducir en él las compras, pero no me salen los cálculos. Decido, no obstante, intentarlo y me dirijo a él empujando el carrito que se va de un lado para otro a la vez que los bultos me impiden ver cuanto me rodea. “¿A dónde vas?, el coche está aquí”. Al coche, le bajo los asientos traseros y lo convierto en furgoneta, aún así, se me antoja mínimo el espacio. Es imposible que consiga introducir en él aquella compra. Lo intento de una manera, de otra, saco un paquete para introducir otro pero, entonces, el sacado no hay donde colocarlo. Al final y con grandes sudores consigo colocar los dos bultos más grandes. “Ahora. ¿Qué hacemos con todo esto?, además vosotras tampoco tenéis sitio”. A grandes males grandes remedios: “Bueno, eso no importa, cogemos un taxi y las cosas pequeñas las llevamos con nosotras”. A todo lo padecido hay que añadir, ahora, el importe del taxi con lo que los muebles se alejan del inicial precio razonable.
Una vez trasladado todo hasta la casa de mi hija, me comprometo con ella: “el sábado vengo y os ayudo a montarlo”, mi mujer no lo cree ya que sabe lo manitas que soy. El sábado me presentó dispuesto a, en un santiamén, dejar todo en orden para su uso. Lo de la cuna no ha sido difícil, aunque con la ayuda de mi yerno. Pero el armario… ¡¡Ay, el armario!! Aquello es un rompecabezas donde, a simple vista, nada coincide entre sí. Todos los tableros son aparentemente iguales y ni siguiendo el papel en que están indicadas las instrucciones de montaje hay forma de organizarse. Paso 1: ensamblar la pieza 17 con la 22 utilizando el tornillo 5. Pero es que el tornillo 5 es igual que el 6, o a mi me lo parece. Como buenamente podemos vamos avanzando en el montaje, pero no conseguimos terminarlo; debemos continuar el día siguiente, el domingo. Más que continuar, empezar, ya que no comenzamos el montaje a partir de la base y resulta imprescindible. De tanto poner y quitar los tornillos equivocados, la llave allen pierde sus ángulos y menos mal que nos queda la de la cuna, apenas usada. La conseguimos terminar y me lo quedo mirando con cara de odio. Lo que nos ha hecho padecer. Mi hija lo contempla sin que asome en ella ningún atisbo de emoción: “Está bien, para salir del apuro; el año que viene a ver si compramos un dormitorio más en serio porque esto de Ikea, además, lo tiene todo el mundo”.
El año que viene, o cuando sea, que le traslade los muebles un transportista y se los monte un profesional. Yo, después de la experiencia de Ikea, que no cuenten conmigo, me haré el sueco y me quedaré esperando en el coche mientras escucho a Abba, que también son suecos, igual que los dueños de Ikea.

lunes, 7 de julio de 2008

EL ABURRIMIENTO DE LOS MAYORES

La vida es demasiado corta para pasar tiempo aburriéndonos.
Por definición, el aburrimiento es de por si un estado emocional de insatisfacción por una existencia que se percibe como insulsa, vacía y sin sentido. El aburrimiento se asocia a la apatía, la desmotivación y, a menudo, al víctimismo que hace que responsabilicemos a los demás de lo que nos pasa o deja de pasar.

Todos nos hemos aburrido de vez en cuando a lo largo de nuestra vida. Personalmente, se trata de momentos que no quiero recordar, en particular si yo mismo había sido la causa de esta situación.

Al hacernos mayores, el aburrimiento se hace todavía más peligroso, en particular, si se inserta en una situación de insatisfacción, desmotivación, frustración, etc. que nos viene del sentirnos marginados de las actividades a las cuales estábamos
acostumbrados.

La vida nos ofrece en cada momento una gran cantidad de posibilidades de disfrutar y de aprender como hacerlo. Después de la jubilación, si nos mantenemos en buena forma, nosotros podemos escoger las actividades que más nos motivan y llevarlas a cabo sacándole el mayor provecho.

Alguien dijo que del aburrimiento viene la tristeza, de la tristeza se deriva la melancolía, con la melancolía llegan las depresiones, con la depresión aparecen las tensiones y con las tensiones se producen el malhumor, el estrés, la agresividad, el insomnio, la minus-valoración, el conservadurismo a ultranza, la inseguridad, el infantilismo y todo tipo de conductas insatisfactorias. Nuestra salud física en estos casos se deteriora rápidamente.

Una reflexión por parte nuestra sobre la existencia de este peligro, nos puede ayudar a implicarnos para no asumir una actitud de aburrimiento y para que nos mantengamos activos y motivados en actividades y proyectos internos y externos a la familia, que nos permitan sentirnos cómodos con nuestra propia realidad diaria.

Como consecuencia del sentirse aburridos, muchas personas mayores han dejado de tomar las riendas de su vida y malviven haciendo algo que no les interesa ni motiva suficientemente. Como consecuencia, a menudo acaban dando muestras de impotencia, terquedad, intransigencia, alienación, vacío existencial, irritación, apatía y muchas otras anomalías que interfieren en su convivencia con su familia y con su entorno.

Cada uno de nosotros podemos hacer mucho al respecto generando situaciones de apertura a una mejor comunicación y dialogo dentro de la familia y entre amigos y sobre todo, con nosotros mismos, sobre lo que cada uno podemos hacer para crear una vida llena que nos lleve a una convivencia eficaz y participativa por parte de todos.

Cuando dejamos de trabajar, tenemos tiempo disponible y es importante que busquemos la forma más interesante de utilizar este tiempo del que por fin disponemos en beneficio nuestro y de los demás. Hay una gran cantidad de formas de hacerlo para la propia promoción personal, de grupo y comunitaria.

Descubrir lo que somos capaces de hacer y buscar respuestas críticas y creativas ante los problemas que afectan a nuestra edad y como aprender a envejecer mejor es la mayor de las sabidurías y uno de los más difíciles capítulos del gran arte de saber envejecer.

Se empieza a envejecer cuanto se deja de amar y de ser amado. Dar y recibir amor es el mejor antídoto al aburrimiento. Se aburre y envejece quien va perdiendo amigos de toda la vida. Por ello, es importante luchar contra la soledad que causa aburrimiento y toda la secuela de sentimientos y situaciones que la acompañan. Se envejece cuando uno deja de participar en la dinámica social del propio entorno. Envejecer es aislarse de la vida, desvincularse de cuanto nos rodea, reduciendo el campo vital o vivenciál propio de la persona. Podemos escoger entre un gran abanico de cosas; entre otras: salir a la calle, mezclarse con los demás, ir al cine y al teatro, al ballet a la zarzuela, al fútbol, a los conciertos, a la verbena popular, a las fiestas callejeras, a los museos, a la panadería, a la cafetería, a los restaurantes, a la iglesia y a los centros culturales.

Es importante tomar parte en las manifestaciones públicas contra el racismo, la guerra, la xenofobia, la pobreza, el terrorismo y otras lacras sociales y en pro de la justicia, la libertad, la solidaridad, la fraternidad, la paz, el medio ambiente. Colaborando con las instituciones democráticas, asistir a los plenos del ayuntamiento, y participar en la crítica de lo que no funciona a nuestro alrededor, conscientes de que si efectivamente ponemos nuestra experiencia y sabiduría acumulada en búsqueda de una sociedad más justa más libre y más humana, podemos continuar o, en algunos casos, empezar a marcar una diferencia con nuestra presencia y colaboración.

Estar presentes en todos aquellos sitios y reuniones donde se toman decisiones que afecten a nuestro bienestar personal, buscando la forma de participar en los medios de información colectiva para presentar una nueva imagen y una nueva realidad de los mayores y pensionistas en una sociedad democrática, con el fin de destruir los perjuicios, los estereotipos, los mitos y los tópicos peyorativos que existen en el tejido social sobre la vejez y la ancianidad como sinónimos de enfermedad, pobreza, inutilidad, fealdad, abandono, marginación, decrepitud y conjunto de todos los males.

A través de actividades sociales y culturales podemos desarrollar mejor nuestra personalidad y las capacidades, habilidades y destrezas que nos distinguen en cuanto personas. Haciéndolo desde el espacio de ser personas mayores, se defienden los derechos de los ancianos y su papel en la sociedad; se les permite estar presentes en el tejido social, en las instituciones democráticas, en los medios de comunicación, en la cultura, en el ocio creativo y en el tiempo libre que tenemos ganado después de trabajar tantos años.

jueves, 3 de julio de 2008

EL ARTE DE ESCRIBIR


Escribir es una tarea de júbilo, a veces de dolor, angustia y sosiego.
Cuando se escribe, la mente la tienes ocupada en lo que escribes y olvidas por unos instantes la realidad de la vida
Cuando se toma ese camino se echan al viento las cartas, esperando ser aceptados, esperando que un alma noble las recoja y aprisione en su pecho.
Se siente necesidad de saber llegarle a alguien sin eliminar un verso, sin quitar una palabra, se busca ser alquimista de las letras y construir un mundo bello, obviando la tristeza, tratando de acallar la congoja del momento.
El riesgo de hacerlo es hermoso, se siente un gozo infinito, y la obra pasa a manos del público convirtiéndose en un acto social, ya no es propiedad del escritor, ahora es de todos.
Como decía Rimbaud..."quisiera llegar a ser poeta para convertirme en vidente, llegar a lo desconocido por el desbarajuste de los sentidos".
Es emocionante sentir un alma que destila calidez,
tanteando entre la ruinas de la vulgaridad existente y sacar con ello lo máximo.
Sintiendote en cada instante al lado de la persona amada, no haría falta el libro de poemas, rompiendo el frágil velo de la aurora, mirando de nuevo con anhelo el agua, abierta la piel a la mirada, sintiendo que es amor lo que acompaña.
Extender la mano con las letras y sentir que entre nosotros no hay distancia.

sábado, 14 de junio de 2008

NO, TÚ NUNCA SERÁS...

Iba yo caminando sin rumbo fijo, cuando me encontré con una pequeña manifestación, no era muy grande ni tampoco muy habitual, pero no por ello menos importante, y de pronto me fijé en ti. No sé tu nombre ni cuantos años tienes, aunque con seguridad son pocos porque tu cuerpo es aún pequeñito; tanto, que tus ojos quedan a la altura de las piernas de la gente, sin alcanzar siquiera su cintura. La gente que se mantiene en posición erguida, me refiero, la que anda dando pasos instintivamente sin darse cuenta que los da, primero un pie, después el otro, ahora levanto el derecho, ahora el izquierdo, ahora me paro a ver un escaparate, ahora echo a correr para alcanzar el autobús. Tú también andas. Pero para hacerlo necesitas un aparato muy grande y muy negro, todo de hierro, con unas barras rígidas y gordas a las que te aferras desesperadamente porque sin ellas te caes de bruces.
No sé tu nombre, ya digo. Sí sé que tienes el pelo de un rubio pálido como las gavillas de trigo de los campos sin sol, y que se te desploma sobre la frente cuando te cansas de mantener levantada la cabeza. Me pareció que te cansabas demasiado. Más de lo que tus fuerzas podían soportar. Pero te empeñaste durante mucho rato en someter al cansancio y te vi negarte varias veces, con resuelta firmeza y hasta con rabia, creo, a que tu padre te cogiera en brazos. A mí la delgadez extrema de tus piernas blancas, abrazadas también por dos hierros muy negros para que no se te doblaran con el liviano peso de tu cuerpo, se me metió corazón adentro y me lo apretó tanto que se me encogió. Entonces miré tus ojos. Y descubrí que en ellos llevabas enganchado todo el azul del cielo.
Tu formabas parte de un escuadrón sin armas que se había echado a la calles de la ciudad para reclamar justicia. No caridad, ni compasión, ni lástima: justicia. Ibas con tus padres y un hermanito o hermanita todavía bebé, dentro de un cochecito. Alrededor tuyo había coches más grandes, sillas de ruedas las llaman, con personas de las que no se mantienen erguidas ni pueden andar echando primero el pie izquierdo y luego el derecho, o al revés. Y habían más niños, unos pequeños como tú, otros mayores, sujetos a sus sillas rodantes por correas dulcificadas con almohadillas, con el cuello vencido hacia un lado y los ojos muy abiertos, la mirada colgada en las fachadas de los edificios y las copas de los árboles, sin entender nada. Pero yo, desde que te vi, no sé qué me pasó que ya no pude dejar de mirarte. Por eso, ¿sabes?, estoy seguro de que sonreíste en varias ocasiones, coincidiendo con el trueno rabioso que los chavales de la colla musical, esos del peinado con rastas a lo Bob Marley, arrancaban de sus instrumentos de percusión buscando agujerear los oídos empecinadamente sordos de nuestros políticos. Y los de la gente que iba por las aceras tan contenta, también.
Como la manifestación fue bajando y subiendo por plazas y calles y se paró delante de la Subdelegación del Gobierno, antes de llegar a la torre vacía e indiferente de la Generalitat, el recorrido se alargó en exceso y en algún momento tu padre te alzó del suelo, aunque tú no querías. Te recostaste sobre su cuello, casi vencido por el agotamiento, y desde aquella altura lo contemplabas todo con tus ojos azules desmesuradamente abiertos, como queriendo abarcar la ciudad entera. Tu padre necesitaba los dos brazos para sujetarte bien, y tu madre no podía empujar sola el carrito de bebé y tus negros hierros de andar. Una señora se acercó y empuñó tu andador. Entonces tú te enfadaste mucho. Mirabas a tu padre, mirabas tu andador y con tu puñito cerrado empezaste a golpearte el pecho. Tu padre explicó: dice que es suyo y quiere llevarlo él. De repente comprendí que tampoco hablabas. Y me fijé en que tus brazos, frágiles como alas de mariposa, se movían con esfuerzo, desmayo y cierta descoordinación. Está claro, lo tuyo no es polio. Puede que sea parálisis cerebral de nacimiento. O una enfermedad degenerativa, una de esas distrofias bordes que día a día, con empecinamiento silencioso, se van apoderando de los cuerpos hasta transformarles la carne y los huesos en algodón.
O sea que tú, niño con ojos de cielo, nunca serás capitán del equipo de futbito de tu barrio. Nunca correrás detrás de una pelota, ni treparás por las piedras persiguiendo una lagartija, ni les harás ahogadillas a tus compas en la Malvarrosa, ni te subirás a un árbol buscando nidos, ni tampoco podrás participar en una maratón, ni serás campeón de judo en el cole. Supongo que todavía no lo sabes. O sí. A lo mejor ya te has dado cuenta de tu diferencia, a pesar del cariño con que en casa tratan de paliar tus limitaciones. Y por eso eres tan fuerte en tu debilidad, tan firme en tu determinación, tan gigantesco en tu pequeñez. Por eso obligaste a tu padre a bajarte, y volviste a agarrar con tus bracitos de junco el andador de hierro para seguir la manifestación andando. Con un esfuerzo titánico, pero andando.
Tú no sabías que tu figura pequeñita y vacilante era la estampa de la dignidad. Y un bofetón sobre la cara de los políticos que racanean la aplicación de la Ley de Dependencia. Tú no sabes que vives en una tierra jacarandosa donde importan más los eventos deportivos, los banquetes, las alharacas y los halagos a los ricachones, que los derechos básicos de las personas. Tú no sabes que tu alcaldesa se gasta los millones que hagan falta en competiciones de vela, en circuito urbano para la competición de formula uno, y no encuentra cuatro euros de mierda para rebajar las aceras y que los que van en sillas de ruedas puedan transitar por la ciudad sin depender de nadie. Tal vez por eso, viéndote, me acordé de un padre, Miguel se llamó, que como el tuyo quería otra España para el hijo. Y supe que lo que él escribió para el suyo te sirve lo mismo a ti: “¡No te derrumbes! No sepas lo que pasa ni lo que ocurre”.

domingo, 8 de junio de 2008

CICLOS LABORALES

Para muchos, levantarse prontito cada mañana para ir a trabajar supone una auténtica faena. Sin duda, para todos ellos el trabajo tiene que ser un auténtico castigo, o como se suele decir "un mal necesario". Esto no deja de ser un tópico que para mi no tiene cabida ya que el trabajo es mucho más que esa actividad que realizamos a cambio de una remuneración, el trabajo tiene una función; es una actividad social de primer orden y una fuente innegable de posibilidades de crecimiento personal.
El panorama que ofrece el mercado de trabajo actual es sencillamente desalentador en este aspecto, ya que la mayor parte de los puestos de trabajo no solo no dan respuesta a su función de garante del sustento personal y familiar, sino que además tampoco son capaces de favorecer el desarrollo personal y profesional de los empleados.
A pesar de ello, el trabajo continúa contemplándose como una actividad necesaria para el ser humano por su capacidad para generar nuevos objetivos y facilitar las relaciones personales. Sin embargo, la realidad hace que se cuestione que esto se tenga que dar siempre, y el sentido común sugiere una teoría en la cual todo trabajador en cualquier empresa pasa por un ciclo que le lleva desde la adaptación al puesto de trabajo, hasta la salida de la empresa para volver a comenzar el ciclo. Este ciclo incluiría fases de satisfacción, desencantamiento e insatisfacción. Llegado a este punto se buscaría la salida de la empresa.
El ciclo propuesto se iría repitiendo una y otra vez a lo largo de la vida de los profesionales en un periodo aproximado de unos cinco años.
Cierto que hay casos en los cuales el trabajador se estanca en la fase de insatisfacción y es capaz de permanecer en ella durante mucho tiempo, aunque esto sea únicamente por la ausencia de oportunidades de cambio o de mejora.
Esta realidad ha sido constatada a lo largo de mi vida profesional, aunque ello no quiere decir que las empresas no puedan hacer nada. Existen alternativas que en la práctica totalidad de los casos pasan por ofrecer nuevos caminos para los empleados -ya sea dentro de la organización o fuera- y que nos permitirán poner freno a una dinámica tan destructiva como esta. Como propuesta concreta, la mejor alternativa que tenemos en nuestras manos consiste en disponer de un plan de carrera en el que se fijen los objetivos que debería alcanzar el empleado para dar el salto a un nuevo puesto de una responsabilidad superior. De esta forma estaríamos truncando este ciclo tan negativo y pasaríamos del punto de mayor satisfacción y motivación, al punto de partida de adaptación a otro puesto que supusiera nuevos retos y nuevas oportunidades de desarrollo profesional y personal.
Evidentemente, para entrar en esta nueva dinámica sería necesario que el trabajador estuviera dispuesto a ello pero, por encima de todo, es necesario que el trabajador espere de su trabajo algo que vaya mucho más allá de una mera remuneración. La empresa además, debería pensar menos en los beneficios inmediatos y un poquito más en garantizar a largo plazo el continuo desarrollo de sus recursos humanos, ya que sin ellos difícilmente alcanzará un modelo de negocio basado en el crecimiento sostenido.
Dicho de otra forma: el trabajador y la empresa deben entrar en una dinámica de compromiso mutuo y desarrollo de los objetivos de cada una de las partes ya que en ausencia de este acuerdo tácito la empresa no solo perderá el rumbo y a sus principales activos, sino que todo su conocimiento se irá a un puesto similar en una empresa de la competencia.

sábado, 7 de junio de 2008

SOY UN DESEMPLEADO, QUE TRABAJO.

Dada mi situación de “sujeto pasivo” converso más con cierto nivel de ciudadanos, los desempleados, ya que obviamente el resto está ocupado en sus menesteres diarios, “disfrutando” más o menos, en función de sus aspiraciones, prioridades y nivel de exigencia. Dichas conversaciones me llevan a emitir un juicio que creo se ajusta a la realidad, o a la triste realidad, del peor mal de nuestros días y de nuestros jóvenes, que lejos de mejorar va en aumento día tras día sin visos de mejora.
Distintos estudios señalan que el desempleo involuntario se sitúa entre uno de los principales estresores a los que puede verse sometido un ser humano, y más o menos al mismo nivel que la muerte de un familiar o el cambio de casa.
Y realmente, el gran problema que tiene el desempleo es que, con el tiempo, va deteriorando nuestra autoestima y supone un fuerte mazazo a nuestra red social de apoyo. Si partimos de un enfoque bio-psicosocial de salud, el desempleo afectará de una forma directa a dos de los tres factores más importantes para el individuo, y por lo tanto, el paro debe contemplarse como un auténtico problema de salud pública.
En el plano social, los efectos del desempleo se centran en la reducción de interacciones sociales. El trabajo es una importante fuente de relaciones personales. Además de esto, se producen a nivel social una serie de situaciones que van desde la falta de seguridad que provoca la incertidumbre que se tiene con respecto al futuro, hasta la inhibición social provocada por la “vergüenza” y el estigma social que supone para el propio individuo encontrarse en una situación de desempleo. Si a todo esto, le sumamos Las dificultades económicas que suelen acompañar al desempleo y la forma en que estas dificultades afectan a nuestras relaciones sociales, tenemos como resultado un serio golpe a nuestra red social de apoyo. En lo referente a los aspectos psicológicos, los resultados no son mucho mejores. En primer lugar, al perder el empleo se produce un fuerte shock, se produce una sensación de desamparo y nos sentimos muy mal.
Sin embargo, en este momento, el trabajador todavía conserva su autoestima profesional, y por ello comienza una etapa activa de búsqueda de empleo. La cuestión, es que esa actividad no se va a mantener siempre a menos que tengamos una metodología de búsqueda de empleo a largo plazo. El tiempo es nuestro enemigo, y pese a mantener el mismo perfil profesional que unos meses atrás, nuestra percepción de las posibilidades de encontrar empleo son mucho más limitadas. Y es que, los esfuerzos infructuosos no dejan de ser percibidos como “pequeños fracasos”, cada candidatura no contestada se transforma en una pedrada contra nuestra autoestima, porque pensamos que lo normal es que nos llamen, y una vez nos han llamado para la entrevista pensamos que lo normal es quedarnos con el puesto. Nada más lejos de la realidad. Muchos de los contactos que se establecen, no dejan de ser contactos para averiguar la disponibilidad del trabajador, o para indagar en algún aspecto de cara a perfilar el currículo de cara a futuras disponibilidades de personal. Sin embargo, como digo, cuando los esfuerzos no dan frutos, el individuo se vuelve pesimista, experimenta ansiedad y sufre malestar: éste es el resultado crucial.
Pero este “bajón” no es lo peor. Tras el viene una etapa en la que el individuo se vuelve fatalista, se siente “gafado” e incapaz de sentirse útil para la sociedad. Pese a lo drástico que parece lo que he expuesto hasta el momento, es una situación que se produce cotidianamente, pero que es muy fácil de evitar. Simplemente hemos de ser capaces de plantearnos la búsqueda de empleo como nuestro trabajo. Igual que éramos capaces de levantarnos a las siete de la mañana para ir a trabajar, incluso cuando no apetece, hemos de ser capaces de levantarnos a las siete para ir a buscar trabajo, para relacionarnos con nuestro círculo social, para no escondernos y decir por todas partes que estamos buscando trabajo. De ésta forma, al incrementar el número de interacciones sociales, se incrementan nuestras posibilidades de descubrir alguna oferta de trabajo, y al mismo tiempo, nuestra eficacia es mayor, por lo que podemos huir de esa situación de fatalismo que he comentado anteriormente.

viernes, 30 de mayo de 2008

LAS ARDILLAS Y LOS DIOSES

Y lo sabes. Lo sabes en cuanto le ves ahí sentado en el salón con los pies encima de la mesa, mientras tú te mueves silenciosa por la cocina. Ya lo sabías antes; lo sabías desde que llegó a la casa sin saludar: Lo sabías ya oyéndole moverse por el pasillo, en el baño, bajo la ducha, buscando la ropa para vestirse. Y lo sabes ahora, cuando sigue ahí sentado en silencio, con la mirada turbia y los músculos tensos bajo la ropa. Eres capaz de oler su rabia como él es capaz de oler tu miedo. Y también sabes que necesita una excusa, pero que si no se la das la va a encontrar igual. Así que te arriesgas, y te acercas andando como una geisha, y dejas la bandeja de la cena sobre la mesa, y no quita los pies, y te sientas a su lado ¿ni demasiado lejos ni demasiado cerca?, con los nervios de punta y la tensión en el cuello, y miras sin ver la televisión. Notas el latido en las sienes, y empiezas a oír el sonido del corazón, y el no tardará en oírlo. Le miras de reojo. Ese silencio, todo ese silencio, va dejando sin oxígeno la habitación.
Y lo deberías de haber sabido desde que conociste a su madre, con su perfecto andar silencioso, con su inquietud de ardilla, con su sonrisa entre tímida y miedosa. Lo deberías haber sabido en esa primera comida en casa de sus padres de la que saliste entre incrédula y avergonzada pensando cómo puede aguantar eso.
Lo deberías haber sabido en esa primera comida, cuando no entendías por qué su madre no terminaba de sentarse y no empezaba a comer; ¿qué estaba esperando? Entonces, los dos pequeños dioses indolentes sentenciaron: le falta sal. Y la pequeña ardilla acepta: otra vez saldrá mejor. Y la imaginabas multiplicada toda la mañana entre el mercado, los tres pisos de interminables escaleras de un edificio sin ascensor; los tres platos de alta cocina y las exigencias continuas de su pequeño dios entronizado en un sillón del salón.
Los indolentes enseñaban al cielo sus botellines de cerveza vacíos, y la pequeña ardillita preguntaba: “¿Qué quieres, otra cerveza?” Y uno u otro, daba igual, ya se confundían, decían: “No, espero a que venga sola desde la nevera”. Y la ardillita se levantaba y traía más cerveza que nunca estaría suficientemente fría, pero ella ya sabíamos que no hacía nada bien… porque después de tantos años relacionándose con un dios, la obicuidad casi ya la dominaba, pero aún tenía serias dificultades con la omnisciencia.
Y lo sabías todos y cada uno de los días que siguieron. Pero hoy, mientras sigue en silencio rumiando su rabia, y tú sigues pensando en cuál puede ser el problema: el trabajo, el jefe, un compañero o todos, el coche, las camisas si planchar o el universo todo que confabula contra él, y concluyes que no tienes ni idea, porque, porque sí, tú también tienes muchas dificultades con la omnisciencia… Hoy, precisamente hoy, no tienes ninguna duda. Sabes perfectamente cuál es el lenguaje que entienden los dioses. Y entonces te levantas y en un perfecto castellano le dices: voy a recoger tus cosas que te vas.

ESPOSA, QUE NO ESCLAVA.

La melena le cubre parte del rostro, mientras metida de lleno entre los fogones cocina, con cansancio, la cena de su marido y sus hijos.
No es precisamente con agrado que lo hace, sino envuelta en miedo, dudas y desidia.
Su rutina consiste en ser perfecta ama de casa, esposa, madre y no malhumorar, ni alterar, el agrio y rudo carácter que, en ocasiones, tiene su marido; cada vez con más frecuencia y peligrosidad.
En más de una ocasión le puso la mano encima y le cruzó la cara. Ella, temiendo por sus hijos, prefería tragarse su rabia e impotencia, sin ningún ruido; no fuera que los vecinos supieran y fuera aún peor.
Siempre acababa dando la razón a todos esos desatinos, pensando que ella era la culpable de todo, por torpe e ignorante, y por no haber sabido hacer las cosas de otro modo.
No es un mal hombre –pensaba- después de todo, sólo se enfada y tiene un “mal pronto”, nada más; pero en el fondo sigue creyendo que los quiere bien.

Sin embargo, juega con fuego, sólo está echando una palada más de tierra sobre su propia fosa; teme que, antes o después, un mal golpe puede llegar cualquier día.
Pero se calla, porque cree que así protege mejor…

Hasta ahora nunca ha tocado a sus hijos, aunque les grita constantemente y el maltrato psicológico empieza ya a hacer mella en ellos.

Pedro, de siete años, ha vuelto a orinarse en la cama y la profesora de Alba, la mayor de diez años, le ha dicho que se pelea constantemente con otros niños y que roba algunas cosas de sus compañeros.
Hasta ahora nunca ha dejado de darles dinero para la comida y otras cosas; aunque ella había pensado ir uno de estos días a la peluquería, pero como le enfadó tanto la noche anterior, mejor si no lo pensaba, ni lo decía.

Su madre, que sabe sólo una parte de la verdad, está cansada de decirle que se busque un trabajo y lo abandone; pero ella, como tantas otras antes de ella, no tiene ninguna preparación ni experiencia laboral, además está completamente segura de que él los seguiría hasta la muerte, si hiciera falta; claro, que así ella, también, muere un poco más cada día.
Teme por sus hijos, sobre todo; cualquier día les pega a ellos también.
Pero ella, una anónima mujer más, continúa planchando como si nada, no sea que él necesite alguna de esas camisas para mañana…
Mejor no pensar, mejor no…

lunes, 26 de mayo de 2008

CIUDAD TRISTE, TRISTE CIUDAD.

Recuerdo una ciudad triste y una noche de frío
y las iluminadas ventanillas de un tren.
Y aquel tren que partía se llevaba algo mío,
ya no recuerdo cuando, ya no recuerdo quien.

Pero sí que fue un viaje para toda la vida
y que el último gesto, fue un gesto de desdén,
porque dejó olvidado su amor sin despedida
igual que una maleta tirada en el andén.

Y así, mi amor inútil, con su inútil reproche,
se acurrucó en su olvido, que fue inútil también.
Como esas ciudades tristes, donde llueve de noche,
como esas ciudades tristes, donde no para el tren.

miércoles, 7 de mayo de 2008

LOS HOMBRES

Dicen que, a cierta edad, los hombres nos hacemos invisibles, que nuestro protagonismo en la escena de la vida declina, y que nos volvemos inexistentes para un mundo en el que sólo cabe el ímpetu de los años jóvenes
Yo no sé si me habré vuelto invisible para el mundo, es muy probable, pero nunca fui tan consciente de mi existencia como ahora; nunca me sentí tan protagonista de mi vida, y nunca disfruté tanto de cada momento de mi vida.
Descubrí que quizá no soy el héroe que me hubiese gustado ser; descubrí al ser humano que sencillamente soy, con sus miserias y sus grandezas.
Descubrí que puedo permitirme el lujo de no ser perfecto, de estar lleno de defectos, de tener debilidades, de equivocarme, de hacer cosas indebidas, de no responder a las expectativas de los demás. Y, a pesar de ello, quererme mucho.
Cuando me miro al espejo ya no busco al que fui en el pasado… sonrío al que soy HOY…. me alegro del camino andado, y asumo mis contradicciones.
Siento que debo saludar, al joven que fui, con cariño, pero dejarlo “a un lado”, porque ahora me estorba. Su mundo de ilusiones y fantasía ya no me interesa.
¡Qué bien no sentir ese desasosiego permanente que produce correr tras los sueños!
La vida es tan corta y el oficio de vivirla es tan difícil, que cuando uno comienza a aprenderlo, ya hay que morirse.
El ser humano tarda mucho en madurar, ¿verdad? TENER-RETENER. Las realidades más grandes y más bellas tanto más las tendrás cuanto menos las poseas y retengas.
Si quieres tener el mar, contémplalo, y abre tus manos en sus aguas, y todo el mar estará en ellas. Porque si cierras tus manos para retenerlo, se quedarán vacías.
Si quieres tener un amigo peregrino, déjalo marchar y lo tendrás… porque si lo retienes para poseerlo, lo estarás perdiendo, y tendrás un prisionero.
Si quieres tener el viento, extiende tus brazos, abre tus manos y todo el viento será tuyo, porque si quieres retenerlo, te quedarás sin nada.
Si quieres tener a tu hijo, déjalo crecer, déjalo partir y que se aleje… lo tendrás maduro a su regreso, porque si lo retienes poseído, lo pierdes para siempre.
Si quieres tener el sol y gozar de su luz maravillosa, abre los ojos y contempla… porque si los cierras para retener la luz que ya alcanzaste, te quedarás a oscuras.
Si quieres vivir el gozo de TENER, libérate de la manía de poseer y RETENER. Goza de la mariposa que revolotea, goza del río que corre huidizo.
Goza de la flor que se abre cara al cielo. Goza teniendo todo, sin poseerlo y sin retenerlo.
Sólo así gozarás de la vida, sabiendo que la tienes sin poseerla, y dejándola correr sin retenerla.

jueves, 24 de abril de 2008

CUANDO LLEGUE EL MOMENTO

Cuando llegue el momento...
de encontrarme con Dios...
sumiso y callado...
... le diré...
como me fue en la vida
con toda mi sensatez,
de lo que fui capaz
y lo que la vida me enseñó.
Antes de llegar el día,
tengo mucho que hacer...
...mucho que aprender.
Cuando llegue el momento,
de estar con Dios...
quisiera que los lazos
que me han atado a ésta vida
se acerquen mas a mí;
...sigo... sembrando todavía...
... antes de partir.
Amo demasiado a la vida,
con todo mi ser...
tanto... que no quiero pensar,
en que este día llegue
y tener que llorar;
quiero vivir en paz,
no quiero ahora...
atormentar mi alma,
y dejar de soñar.
Soy sincero conmigo mismo,
me prolifero todo lo que puedo,
aunque los años pasen
llevados de la mano
por la vida...
sigo mi ritmo, sin prisas...
en sosiego.
Cuando... llegue el momento...
de pasar cuentas con Dios...
deseo que sea benevolente conmigo,
quiero ser eterno,
en la otra vida...
imploro... su perdón.

martes, 22 de abril de 2008

MI AMIGO ES AQUEL…

Aquel cuyo apretón de manos es un poquito más firme.
Aquel cuya sonrisa es un poquito más luminosa.
Aquel cuyos actos son un poquito más diáfanos.
Ese es a quien yo llamo un amigo.
Aquel quien más pronto da que pide.
Aquel quien es el mismo hoy y mañana.
Aquel quien compartirá tu pena igual que tu alegría.
Ese es a quien yo llamo un amigo.
Aquel cuyos pensamientos son un poquito más puros.
Aquel cuya mente es un poquito más aguda.
Aquel quien evita lo que es sórdido y mísero.
Ese es a quien yo llamo un amigo.
Aquel quien, cuando te vas, te extraña con tristeza.
Aquel quien, a tu retorno, te recibe con alegría.
Aquel cuya irritación jamás se deja notar.
Ese es a quien yo llamo un amigo.
Aquel quien siempre está dispuesto a ayudar.
Aquel cuyos consejos siempre fueron buenos.
Aquel quien no teme defenderte cuando te atacan.
Ese es a quien yo llamo un amigo.Aquel quien es risueño cuando todo parece adverso.
Aquel cuyos ideales nunca has olvidado.
Aquel quien siempre da más de lo que recibe.
Ese es a quien yo llamo un amigo.

lunes, 21 de abril de 2008

ELLOS/NOSOTROS, LOS ABUELOS.

La burocracia oficial, desde hace muchísimos años ya, tiene para ellos/nosotros, una calificación que como poco podríamos tildar de desafortunada: clases pasivas. Desafortunada y a más inexacta, porque no encaja con la realidad que pretende recoger. El concepto de pasividad, la misma palabra lo expresa, se sitúa exactamente en las antípodas de la actividad, por lo que se suele asociar a todo lo pasivo la idea de algo, o alguien encastrado en una postura quieta, receptiva, recibidora podríamos decir; contrapuesto, por tanto, a cualquier idea de movimiento, acción o productividad.
La burocracia oficial, con su definición, a lo que se refiere mayormente es a lo último, o sea: a la productividad. Los abuelos ya no están en condiciones de contribuir con su trabajo a reforzar las arcas del Estado. Ya no pueden subirse a un andamio, bregar con las artes de pesca en una barca o bajar al vientre oscuro y húmedo de una mina. Ni tampoco fregarse en un pis pas las escaleras de un edificio de diez pisos sin dejar de cantar “La bien pagá” o “Mi jaca galopa y corta el viento”. Después de cuarenta o cincuenta años de dejarse la piel en el tajo por un salario de mierda, han entrado en la etapa de la jubilación. Ahora cobran del Estado sin tener que mover un dedo. Pensiones que casi siempre, por los escuetas, hay que mirar con lupa para que parezca que se agrandan, pero pensiones al fin. Y con la jubilación han alcanzado también un tiempo distinto, con perspectivas diferentes del tiempo de los jóvenes, en el que el pasado es un terreno amplísimo salpicado de accidentes orográficos variopintos (penas, alegrías, sueños, amores, desencantos, proyectos, logros y fracasos), y el futuro apenas un huertecito pequeño y recogido, manejable, limitado por la valla siempre a tiro de piedra de la muerte.
Tradicionalmente, los viejos que llegaban a esa etapa en condiciones aceptables se dedicaban a ayudar en la casa, a guisar, quitar el polvo de los muebles, hacer las camas, bajar a hacer la compra al mercado, llevar al colegio y al parque a los nietos para que la mamá pudiera estar tranquila en su puesto de trabajo. Los abuelos, cuando les quedaba un rato, se iban despacito, apuntalados en su gayato si era menester, a echarse una partida de petanca o jugarse un dominó con los antiguos conocidos. Las abuelas, más caseras, se quedaban en el sofá delante de la tele, pegando cabezaditas al amor del culebrón con la aguja del ganchillo entre los dedos artríticos. Abuelos y abuelas tenían en su mesita de noche, tan pimpante en su marco, la foto de la mujer o del marido que les había tomado la delantera en lo de irse para el otro barrio, y de vez en cuando le echaban una ojeada teñida de nostalgia: mira tú que joven te conservas, anda que si me vieras a mí. Y enseguida volvían a la faena, a hacer cualquier cosa que se notara para que los hijos vieran que en casa eran de más utilidad que en el asilo.
Sin embargo, de unos años acá esos esquemas han cambiado. Se inventaron el Inserso, los viajes baratos y los paquetes turísticos para la tercera edad en los hoteles. Y a los abuelos, de repente, se les abrió un horizonte inesperado de maravillas. A partir de ese momento sus vidas cambiaron, y un latigazo inesperado de ilusiones casi juveniles les recorrió las carnes amojamadas: más allá del cristal de sus gafas de vista cansada se extendía un paisaje de infinitudes de alegres colores. Y los viejos metieron en su maletica cuatro prendas de ropa, un tarro de loción para el sol, las pastillas limpiadoras de la dentadura postiza y una batería de píldoras, pastillas y linimentos para la tensión, el corazón, el azúcar y el reuma, y se subieron la mar de felices en el autobús de Benidorm.
Es una gloria verlos disfrutar. Bailan como peonzas, hacen gimnasia en la arena mostrando sin falsos pudores sus mollas y sus arrugas, se ponen rojos como gambas por quedarse dulcemente dormidos bajo la sombrilla, sin pensar que los rayos del sol van mudando de sitio y acaban cebándose en sus frágiles pieles desnudas. Luego, cuando llega la noche, los viejos se trasmutan en faunos y ninfas, desentierran del fondo del olvido el deseo carnal y hacen secretos cambios de habitación para entregarse al furor del sexo. Incluso se enamoran y hacen planes: casarnos no, que perdemos una de las dos pensiones; quita, quita de casorios, buenos se iban a poner los hijos. Alguna vez un abuelo se pasa con la viagra, le da un jamacuco en mitad de un polvo glorioso y se queda tieso con cara de éxtasis, ¿habrá forma más hermosa de morir? Y a la mañana siguiente su ocasional pareja, por no estropearle las vacaciones a nadie, explica discretamente: lo llamó su familia, que había no se quien malo, y se fue anoche deprisa; ah, que lo despidiera de todos, dijo.

lunes, 14 de abril de 2008

EL OTOÑO DE NUESTRAS VIDAS

Ni tu amor ni el mío tienen arrugas, están limpios, claros a la luz de nuestros ojos. Tu cuerpo y el mío hace mucho que dejaron de ser niños; pero tienes los ojos alegres de niña traviesa, y mi alma corre todas las tardes hacia donde tu estás resistiéndose día a día a madurar, para poder volver pasear juntos, e ir caminando serenamente contemplando lo bonita que es la vida. Pero no recuerdes, no quiero recordar el pasado, ni el bueno, ni el malo. Quiero vivir el ahora, el ya, contigo abrazados.
Vivir nuevas emociones, inventar nuevos besos, recorrer nuevos senderos. Antes para mí solamente existía el trabajo, pensaba que el mismo conduciría a mi familia a una mejor forma de vida. Es cierto que sin ese sacrificio posiblemente hubiésemos tenido otro tipo de problemas, pero no habríamos perdido tanto tiempo aunque yo creo que aún estamos a tiempo de recuperarlo. Por todo ello ahora tú eres mi faro, mi razón única, mi esencia. Quiero volver a pasear mis dedos por tu pelo, a que vuelvas a sonreír con mis tonterías, a tomar un helado compartido, a acariciarnos en la oscuridad y abrazarnos hasta el amanecer.
No me hables de los años pasados y perdidos, el único tiempo para mi baldío es el que pasa sin estar a tu lado, sin poder decirte que te quiero, sin querer amarte, sin amar hasta querer morir en tus brazos, sin morir por tu querer, sin querer que me ames como yo te quiero, y te amo, y muero. Y sé que me quieres; porque la luz de tus ojos es la misma de siempre y tus ojos nunca han mentido.
El tiempo ha pasado y nuestras vidas han corrido y tropezado muchas veces. Maldigo a la parca que ha jugado con los hilos de nuestro destino. Pero ahora volvemos a unirnos, no en nuestra hora final, sino en una nueva hora primera.
Que digan lo que digan nuestros hijos y nietos, que puede que lleven nuestra sangre; pero no nuestros sentimientos. Que a tus años y a los míos vamos a amarnos hasta el último suspiro.

martes, 8 de abril de 2008

MIS AÑOS

Aquellos días pasados
correteando por mi calle...en mi niñez...
donde la huella del tiempo
va borrando los años...
mis recuerdos se estremecen...
cuantos recuerdos añorados!
Mi piel perdió tersura...
unos pliegues le acompañan
mis cabellos blancos...
esas huellas que te va dejando la vida
esas añoranzas que te hacen sentir
esas pisadas...en tu corazón
en el día a día...y
con tesón.
Aportas sabiduría en la rueda de la vida y,
yo quiero decir
que no me asustan los años...
más triste es sentir
algunos desengaños.
Voy llegando a mi vejez...
con calma y sosiego
puedo decir y digo
que... todavía sueño...
son sueños distintos,
pero siguen siendo hermosos.... y tiernos.
Con el amor de los míos
que me cuidan con amor
quizás... recuerden, que por aquel entonces
les entregué todo mi ser...
sin egoísmos ni condición.
Ahora... cuando va llegando
...el ocaso de mi vida...
me veo recompensado
por este amor que me profesan,
cuando... orgulloso recuerdas que has cumplido en la vida...
con fuerza y entereza.

lunes, 7 de abril de 2008

GRACIAS, TE DOY MIL GRACIAS.

Gracias por todos los momentos
que hemos compartido
momentos llenos de sentimientos
y pensamientos compartidos,
sueños y anhelos,
secretos, risas y lágrimas,
y sobre todo, amistad.
Cada preciado segundo quedará atesorado
eternamente en mi corazón.
Gracias por dedicarme tiempo
tiempo para demostrar tu preocupación por mí,
tiempo para escuchar mis problemas
y ayudarme a buscarles solución,
y sobre todo,
tiempo para sonreír y mostrarme tu afecto.
Gracias por ser lo que eres
una persona maravillosa.
Pude contar contigo
cuando necesitaba en quien confiar
y pedir consejo.
Gracias a ti comencé
a conocerme
e incluso a apreciar lo que soy.

A MIS AMIGOS

Los amigos, a veces
no necesitan palabras,
solo con mirarse
se dicen mil cosas
y comparten, una manera
especial de ver la vida.
Los amigos, a veces,
se dicen palabras duras,
se discuten, se hieren
y se reconcilian con un abrazo.
Los amigos
siempre dicen la verdad,
aunque duela,
aunque no sea sencillo.
Los amigos
son dos almas
que aprenden juntas
la sinceridad,
la solidaridad, la alegría.

LA LOCURA DE QUERERTE

Tus ilusiones se esfuman
como niebla con la brisa
Abrazada a la soledad
como tu única amiga.

Maraña de pensamientos
tu mente abriga.

Quieres correr tras el amor
pero te alcanza la fatiga.

Tu corazón se descompone
por la espera que te castiga.

Envuelve tus pesadumbres
con el manto del olvido.

Mírame, yo estoy aquí
para suplir tus ausencias.

Soy el extraño que mira
con calma y con paciencia
el devenir de tu vida.

Rogando que algún día
me regales tu mirada
y también veas en la mía
este amor que me desangra.

Anímate y emprende el vuelo
desde lo alto
de la cima de tus miedos.

Yo estaré con pie firme
y con los brazos abiertos.

Para darte mi calor, mí ternura
y mi afecto
pensaras que es locura
solo se... que te quiero

A TODA PRISA

Acaso el defecto más notorio de muchos de nosotros, es ir tan aprisa que no podemos detenernos a mirar, a respirar, a sentir la vida infinita que se refleja en cada detalle, en cada pequeño guijarro, en cada extraña flor. Es preciso un descanso para meditar, para tomar aire.
A toda prisa se llega también al destino, pero una vez allí hay que regresar de nuevo, desandar los pasos, para encontrarle sentido a la aventura. Lo prematuro pasa pronto, el paso del tiempo no es tan fugaz en lo que dura.
Para seguir escribiendo hay que arder, volverse brasa y cenizas y esperar que esas cenizas se las lleve la brisa, para que un día cualquiera la simple luz de una luciérnaga vuelva a encender los dormidos carbones.
Amando el principio y el fin, sin cambiar para nada las cosas que ya existen, rosas, sonrisas, labios encendidos, ansias de verdad, estrellas fugaces. Encontrar ese gratísimo lugar, propicio para escuchar nuestras voces, sencillas pero... tan gratamente humanas!.

sábado, 5 de abril de 2008

EGO PERSONAL

Nuestro sentido del "yo" nos da una exagerada complacencia en relación con nuestra persona, con nuestra forma de comportarnos.
Cuantas veces decimos " tengo ese modo de ser, reaciono así" y mostramos con mucho orgullo, casi con un sentimiento de satisfacción, nuestro desprecio inconfesado por los que piensan o actuan diferente a nosotros. Como si por diferentes fuesen menos importantes o inferiores.
Quien está centrado en sí mismo, en sus propios sentimientos, en las propias necesidades, no puede comprender a los otros. No puede olvidarse de sí , no sabe superar el egocentrismo, no sabe comprender..."es necesario entrar en el corazón de nuestro hermano, identificándonos con él".
Evitar esa incapacidad de salir de nosotros mismos . Cuando nos olvidamos de nuestro ego , cuando necesitamos comprender a otra persona, ir en su ayuda, percibimos cual es la verdadera naturaleza de lo que significa la fusión de la mente y el corazón.
Comprender conlleva también la buena voluntad de amar y ayudar, ese es el amor del alma. Para ello es necesario que la mente y el corazón colaboren.
La mente sirve para entender y el corazón para sintonizar, identificarse con la otra persona.
Comprender es tratar de superar las barreras de la separatividad y convertirnos en verdaderos canales para la felicidad de todos.

jueves, 3 de abril de 2008

AMOR SIN FECHA DE CADUCIDAD

Han cumplido ya los ochenta y llevan queriéndose desde los catorce, ayer como quien dice. El noviazgo duró más de diez años y era de los de entonces, guiñarse un ojo desde lejos, asomarse con disimulo a la ventana o decirse una palabreja al vuelo cuando se cruzaban por las calles de La Gineta, su pueblo. La costumbre antigua era que el mozo cargara al hombro una escalera para apoyarla en la pared de la casa de ella y así, sin posibilidad de más proximidades, echar una plática. Ellos no lo hicieron porque muy pronto, en cuanto estuvieron seguros de que lo suyo era amor de ley, él pidió entrada en la casa y como demostró llevar buenas intenciones, se la concedieron. Así que a partir de entonces ya pudieron verse y hablarse más de cerca aunque solos nunca, que siempre estaba la madre, o la abuela, o una tía o un familiar encargado de que el aire corriera entre los enamorados. Sentarse uno junto al otro, vamos, ni por pienso, que ya se sabe que el hombre es fuego, la mujer estopa, se acerca el diablo y sopla.
Ayer hizo sesenta años que se casaron y lo van a celebrar en Valencia con un convite de postín justo el sábado, que por ser festivo al día siguiente toda la familia puede acudir sin problemas. Saturnino Iniesta y Ramona Romero tuvieron cuatro hijos, uno detrás del otro porque entonces no había tele con que ocupar las noches, y al más chiquitico con siete meses apenas se lo llevó al cielo Dios, la pena más grande que ha tenido en su vida, dice Ramona. Los partos fueron como eran entonces, en casa con doña Enriqueta la comadrona, y les dio la teta a los cuatro, al Miguelito sólo siete meses porque se quedó preñada otra vez y se le amargó la leche, pero a la Maria Dolores y a la Josefina dos años largos, y como rosa se criaron. Menos el pequeñín, que se les fue.
Pero el sábado, que es de fiesta grande, a la mesa se sentarán los tres que viven, y sus parejas, y sus seis nietos, uno varón y el resto hembras, y el biznieto, que cumplió dieciocho años y da gloria el verlo, ¡Que buen mozo! Saturnino anda una miaja duro de oído y a Ramona el corazón le da algún susto que otro porque se le desmanda sin avisar, pero vaya, cosa sin mayor gravedad, se comprende que con los años algo habrá que tener.
Ramona se casó de blanco y de largo como una princesa, que ahí están los retratos, y aún se acuerda de los zapatos de novia con madroños que Saturnino vio en el escaparate y dijo: ésos, para ella. Lo cual que cuando iban a ir juntos a comprarlos, a una semana de la boda, su tía se le encaró: ¿Qué te pensabas, ir sola con tu novio?, no, no lo verán tus ojos. Y los acompañó, más faltaría. Lo mismo que el día que echaban en el cine una de Manolo Escobar y la tía se sentó abajo con la sobrina y a Saturnino lo mandó arriba, al gallinero, que quien quita la ocasión quita el peligro. Alguna vez, de refilón, llegaron a cogerse un dedo por una ventanica aprovechando un descuido de la vigilancia, para lo otro hubo que esperar a que les echaran las bendiciones. Y es viaje de novios no fue uno, sino dos: el segundo cuando las bodas de oro, que se fuero ocho días a Palma y otros ocho a Tenerife; el primero más corto, a la finca de unos tíos que está a doce kilómetros de Albacete, primero a lomos de caballería hasta la finca El Toscal y luego a pie por la carretera, con los zapatos de tacón en la mano.
O sea que la señora Ramona no ha conocido más hombre que el señor Saturnino, ni falta que le ha hecho: en siendo bueno con uno sobra, dice. Y dice lo mismo el marido, que no le ve mayor con qué a seguir queriéndose los dos después de setenta años como el primer día que empezaron a festear, ya que eso no es otra cosa que prueba de que acertaron. La vida la han dedicado a su familia y a darle una situación a los hijos, hasta carrera a una, que es médico y de las buenas. Y dicen que, a lo mejor por eso, no los dejan ni a sol ni a sombra, siempre ocupándose de que estén y no les falte un capricho, si se les tercia. En el 61 se vinieron por delante de La Gineta el padre, a trabajar en la construcción y el Miguelito, que con trece años entró en una fabrica de prendas deportivas. Y a los nueve meses, no más volvieron al pueblo con un camión, lo cargaron con los bártulos de la casa y se vinieron todos para Valencia. Nunca tuvo el matrimonio una mala palabra con nadie así que enemigos, ni en La Gineta ni aquí. Y dice la señora Ramona que ella sin su marido no sale ni a la puerta de la calle; y él tan conforme, que los que están hechos a ir juntos, por lo suelto se sienten en desamparo. Eso ahora ya no pasa, le señalé. Y me contestó: porque como cuando se casan ya van hartos, no se quieren como hay que quererse.

miércoles, 2 de abril de 2008

DESPUÉS DE QUE?

Nos convencemos a nosotros mismos que la vida será mejor después…
Después de terminar la carrera, después de conseguir trabajo, después de casarnos, después de tener un hijo y entonces… después de tener otro.

Luego nos sentimos frustrados porque nuestra carrera no tiene la salida laboral que nosotros presentíamos, porque tardamos demasiado en encontrar trabajo y cuando lo hacemos no es el que a nosotros nos hubiese gustado.
Y cuando llegan los hijos nos quejamos porque no son lo suficientemente grandes, y pensamos que seremos más felices cuando crezcan y dejen de ser niños, después nos desesperamos porque son adolescentes, difíciles de tratar.

Pensamos: seremos más felices cuando salgan de esa etapa.

Luego decidimos que nuestra vida será completa cuando a nuestro esposo o esposa le vaya mejor, cuando tengamos un mejor coche, cuando nos podamos ir de vacaciones, cuando consigamos el ascenso, cuando nos retiremos, cuando…

La verdad es que. NO HAY MEJOR MOMENTO PARA SER FELIZ QUE AHORA MISMO.

Si no es ahora, ¿Cuándo? La vida siempre tiene alicientes más que suficientes, bien sea de noche o hasta el domingo por la mañana; hasta la primavera, el verano, el otoño o el invierno, o hasta que te mueras, para decidir que no hay mejor momento que justamente ÉSTE, PARA SER FELIZ…

LA FELICIDAD ES UN TRAYECTO, NO UN DESTINO.

TRABAJA COMO SI NO NECESITARAS DINERO.

AMA COMO SI NUNCA TE HUBIERAN HERIDO, Y BAILA COMO SI NADIE TE ESTUVIERA VIENDO.

Este mensaje va dirigido a todas las personas que considero amigas, a las cuales deseo toda LA FELICIDAD DEL MUNDO.

martes, 1 de abril de 2008

POLÍTICAS DE EMPRESA

Va a hacer ya dieciocho meses que me prejubilé y aún creo que tengo el “mono”, siento nostalgia de los buenos momentos que he pasado a lo largo de mi vida profesional y los malos, si es que los ha habido, apenas si me acuerdo de ellos, no obstante, uno que ahora tiene tiempo, visita periódicamente a sus amigos en los centros donde están y los mismos le cuentan anécdotas y vivencias del día a día. Sin quererlo uno se preocupa por las situaciones tan curiosas, que seguramente no serán distintas a las vividas en mi tiempo laboral y en la misma empresa, pero que ahora y desde fuera, se ven magnificadas, por todo ello, a mi me gustaría hacer alguna que otra consideración con el fin de intentar mejorar las relaciones laborales, con lo que todo ello redundaría en una mayor productividad y un mejor ambiente laboral y social, porque estamos en los tiempos modernos y tenemos unas practicas ancestrales dentro de las empresas y si no decirme si os suena a chino lo que a continuación os detallo.
¿Cuándo fue la última vez que vuestra empresa se preocupó por la formación y que no fuera para conseguir los beneficios fiscales que se tienen por tal concepto? ¿Cuántas veces te has sentido incentivado por ser mejor profesional? ¿En cuantas ocasiones te han pedido opinión para una decisión importante para la empresa? Lamentablemente, ante todos estos interrogantes, la respuesta más habitual es “pocas” o, en el peor de casos “ninguna”.
El modelo organizativo tradicional, y que además es el más utilizado en las empresas de nuestro entorno, se basa en el control exhaustivo del trabajo que realizan los empleados y donde la limitación de las tareas a realizar por un determinado empleado es, cuanto menos, difusa. La mayor parte de los empleados son “chicos para todo” y deben “currárselo porque las cosas están muy mal y si no realiza bien su trabajo posiblemente haya que cambiarlo de sección y pasarlo a frescos”. Difícilmente una empresa en la que los empleados viven siempre bajo la amenaza de la espada de Damocles y en la que todos sus movimientos son fiscalizados por el ojo inquisidor del Gran Hermano puede ser productiva. Y es ahí precisamente donde toma fuerza la sombra de la desaceleración económica y va ganando terreno la constante amenaza de la recesión. Los empleados que también son consumidores, han visto y llevan mucho tiempo viendo, que las cosas no pueden continuar de esta forma. La práctica totalidad de los empleados ven la situación económica de una forma negativa y es así, entre otras cosas, porque no han experimentado mejoría alguna año tras año, para ellos todos los años son iguales sin importar si se han conseguido objetivos o no. Cuando las cosas iban bien, a los trabajadores les iba mal. Así que ahora que pintan bastos, la confianza de los consumidores --que también son trabajadores- está bajo mínimos.
Al margen de que la situación macroeconómica sea una u otra, lo cierto es que el modelo de organización de nuestras empresas debe de cambiar si queremos que nuestra economía sea alguien en el mercado global. Mientras nuestros empleados siguen conviviendo con los informes de actividad que apenas sirven para cumplimentar unos gráficos para evitar salir mal en la fotos, con la responsabilidad por los objetivos que se imponen y tragándose las decisiones estratégicas, casi todas ellas, bajando los gastos o lo que es lo mismo, reduciendo la plantilla, tomadas por algún mandamás “iluminado”, nuestros competidores se dedican a formar a sus trabajadores, a potenciar su talento y a hacerlo partícipe de la dinámica de la empresa. Quizá algún día dejemos de tener miedo al tránsito de la información en el seno de nuestras empresas y nos atrevamos a hablar, a dejar opinar, a contar con nuestros colaboradores y escuchar sus propuestas. Quizá en ese momento, dejemos de tener gerentes y supervisores en nuestras empresas –entendidos como profesionales que se limitan a la gestión administrativa de la organización y al control de las tareas- y comencemos a tener Directores coordinadores-entendidos como profesionales que se encargan de crear equipos de trabajo y organizarlos para obtener un rendimiento óptimo-. Quizá en ese momento las frases como “políticas de igualdad”, “formación continua”, “integración de la vida personal y profesional”, “dirección por competencias”, “gestión del talento”, “autonomía en la toma de decisiones”, “responsabilidad social corporativa” o “ecorresponsabilidad”, dejen de tener ese tufillo populista y al mismo tiempo poco realistas que tienen en la actualidad para convertirse en la piedra angular sobre la que gire cualquier política de la organización. Y no olvidemos que un empleado contento posiblemente nunca exteriorice su bienestar a su familia, amigos y vecinos, aunque siempre habrá comentarios agradables, pero si es un empleado descontento, rápidamente lo sabrá todo su entorno con todo lo que ello conlleva.