La vida es demasiado corta para pasar tiempo aburriéndonos.
Por definición, el aburrimiento es de por si un estado emocional de insatisfacción por una existencia que se percibe como insulsa, vacía y sin sentido. El aburrimiento se asocia a la apatía, la desmotivación y, a menudo, al víctimismo que hace que responsabilicemos a los demás de lo que nos pasa o deja de pasar.
Todos nos hemos aburrido de vez en cuando a lo largo de nuestra vida. Personalmente, se trata de momentos que no quiero recordar, en particular si yo mismo había sido la causa de esta situación.
Al hacernos mayores, el aburrimiento se hace todavía más peligroso, en particular, si se inserta en una situación de insatisfacción, desmotivación, frustración, etc. que nos viene del sentirnos marginados de las actividades a las cuales estábamos
acostumbrados.
La vida nos ofrece en cada momento una gran cantidad de posibilidades de disfrutar y de aprender como hacerlo. Después de la jubilación, si nos mantenemos en buena forma, nosotros podemos escoger las actividades que más nos motivan y llevarlas a cabo sacándole el mayor provecho.
Alguien dijo que del aburrimiento viene la tristeza, de la tristeza se deriva la melancolía, con la melancolía llegan las depresiones, con la depresión aparecen las tensiones y con las tensiones se producen el malhumor, el estrés, la agresividad, el insomnio, la minus-valoración, el conservadurismo a ultranza, la inseguridad, el infantilismo y todo tipo de conductas insatisfactorias. Nuestra salud física en estos casos se deteriora rápidamente.
Una reflexión por parte nuestra sobre la existencia de este peligro, nos puede ayudar a implicarnos para no asumir una actitud de aburrimiento y para que nos mantengamos activos y motivados en actividades y proyectos internos y externos a la familia, que nos permitan sentirnos cómodos con nuestra propia realidad diaria.
Como consecuencia del sentirse aburridos, muchas personas mayores han dejado de tomar las riendas de su vida y malviven haciendo algo que no les interesa ni motiva suficientemente. Como consecuencia, a menudo acaban dando muestras de impotencia, terquedad, intransigencia, alienación, vacío existencial, irritación, apatía y muchas otras anomalías que interfieren en su convivencia con su familia y con su entorno.
Cada uno de nosotros podemos hacer mucho al respecto generando situaciones de apertura a una mejor comunicación y dialogo dentro de la familia y entre amigos y sobre todo, con nosotros mismos, sobre lo que cada uno podemos hacer para crear una vida llena que nos lleve a una convivencia eficaz y participativa por parte de todos.
Cuando dejamos de trabajar, tenemos tiempo disponible y es importante que busquemos la forma más interesante de utilizar este tiempo del que por fin disponemos en beneficio nuestro y de los demás. Hay una gran cantidad de formas de hacerlo para la propia promoción personal, de grupo y comunitaria.
Descubrir lo que somos capaces de hacer y buscar respuestas críticas y creativas ante los problemas que afectan a nuestra edad y como aprender a envejecer mejor es la mayor de las sabidurías y uno de los más difíciles capítulos del gran arte de saber envejecer.
Se empieza a envejecer cuanto se deja de amar y de ser amado. Dar y recibir amor es el mejor antídoto al aburrimiento. Se aburre y envejece quien va perdiendo amigos de toda la vida. Por ello, es importante luchar contra la soledad que causa aburrimiento y toda la secuela de sentimientos y situaciones que la acompañan. Se envejece cuando uno deja de participar en la dinámica social del propio entorno. Envejecer es aislarse de la vida, desvincularse de cuanto nos rodea, reduciendo el campo vital o vivenciál propio de la persona. Podemos escoger entre un gran abanico de cosas; entre otras: salir a la calle, mezclarse con los demás, ir al cine y al teatro, al ballet a la zarzuela, al fútbol, a los conciertos, a la verbena popular, a las fiestas callejeras, a los museos, a la panadería, a la cafetería, a los restaurantes, a la iglesia y a los centros culturales.
Es importante tomar parte en las manifestaciones públicas contra el racismo, la guerra, la xenofobia, la pobreza, el terrorismo y otras lacras sociales y en pro de la justicia, la libertad, la solidaridad, la fraternidad, la paz, el medio ambiente. Colaborando con las instituciones democráticas, asistir a los plenos del ayuntamiento, y participar en la crítica de lo que no funciona a nuestro alrededor, conscientes de que si efectivamente ponemos nuestra experiencia y sabiduría acumulada en búsqueda de una sociedad más justa más libre y más humana, podemos continuar o, en algunos casos, empezar a marcar una diferencia con nuestra presencia y colaboración.
Estar presentes en todos aquellos sitios y reuniones donde se toman decisiones que afecten a nuestro bienestar personal, buscando la forma de participar en los medios de información colectiva para presentar una nueva imagen y una nueva realidad de los mayores y pensionistas en una sociedad democrática, con el fin de destruir los perjuicios, los estereotipos, los mitos y los tópicos peyorativos que existen en el tejido social sobre la vejez y la ancianidad como sinónimos de enfermedad, pobreza, inutilidad, fealdad, abandono, marginación, decrepitud y conjunto de todos los males.
A través de actividades sociales y culturales podemos desarrollar mejor nuestra personalidad y las capacidades, habilidades y destrezas que nos distinguen en cuanto personas. Haciéndolo desde el espacio de ser personas mayores, se defienden los derechos de los ancianos y su papel en la sociedad; se les permite estar presentes en el tejido social, en las instituciones democráticas, en los medios de comunicación, en la cultura, en el ocio creativo y en el tiempo libre que tenemos ganado después de trabajar tantos años.
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