martes, 29 de diciembre de 2009

LOS VILLANCICOS

Creo que la primera vez que escuché que los peces bebían y bebían en el río por ver a Dios nacido era ya un adolescente y había comprendido que la vida era absurda, de modo que no opuse resistencia alguna al hecho de que los peces bebieran de forma compulsiva, como el que se da un chute, por ver al niño Jesús. Lo que hace absurdo al mundo es lo mismo que lo hace hermoso, profundo y excitante. Imaginen un pez bebiendo y bebiendo en el río por ver a Dios nacido. ¿Es o no es fantástico? Es más que fantástico: se trata de una imagen fabulosa que ha hipnotizado ya a varias generaciones. Y lo que te rondaré.
Pero comprender que la vida era absurda y por lo tanto fabulosa no fue sencillo. Requirió un proceso con tramos en los que hubo angustia, inquietud, ansiedad, zozobra. El otro día, en la radio, escuché que a alguien le preguntaban por ese villancico en el que una tal Marimorena no para, la pobre, de caminar porque es la Nochebuena (ande, ande, ande la Marimorena, ande, ande, ande, etcétera). De pequeño, imaginaba que la Marimorena era una chica de 15 años ataviada con un vestido regional de no sé dónde (todos se parecen) y condenada a caminar, a caminar, a caminar (camina o revienta). Iba la Marimorena por una especie de descampado, empujada a moverse sin parar por las voces que cantaban ese villancico. En ocasiones, yo abría la boca fingiendo que cantaba, pero no pronunciaba palabra alguna, pues me dolía formar parte de aquella conspiración. Me agobiaba que la chica no pudiera sentarse. ¿Y todo por qué? Porque era la Nochebuena. ¿Qué relación había entre una cosa y otra? Ninguna, pero jamás me atreví a preguntar a mis padres el porqué de aquel destino cruel.
Había otro villancico conflictivo también: el titulado "Adeste, Fideles" ("Acudid, fieles"). Lógicamente, en aquella época no sabía latín, ahora tampoco. Nadie tampoco me explicó que tal era el idioma del Villancico. De modo que yo, para darle sentido, en vez de decir "Adeste, fideles", decía "Al este, Cibeles", señalando con la mano esa posición geográfica. Estas fiestas tan señaladas, en fin, tienen la virtud de recordarnos, por un lado, que la vida es absurda y, por otro, que, por eso mismo, es maravillosa. Feliz 2010

miércoles, 23 de diciembre de 2009

DECÁGOLO DEL VINO ESPAÑOL

Se aproximan esos días en que todo el mundo abusamos un poquito más de las comidas, y las mismas indudablemente tienen que ir "regadas" de un buen caldo, o sea de un buen vino. Pero sabemos cual es el más indicado para cada ocasión?. Si estamos en un Restaurante, posiblemente nos dejemos aconsejar por el maitre del mismo, aunque siempre nos quedará la duda si es el mejor para esa ocasión, o por el contrario es el que más les interesa vender por muy distintos motivos, pero bueno, aquí no suelen haber muchas dudas.
Las dudas surgen en casa que casi nunca sabemos que vino es el mejor para según que comidas, no sabemos a la temperatura que deberemos servirlo y casi nunca tenemos la copa adecuada al mismo. Yo desde aquí voy a intentar (si teneis la suficiente paciencia de leerme) ayudaros. Esto por supuesto no es la opinión de un gran experto y por supuesto no he estudiado para somelier, aquí simplemente está reflejada la experiencia de 40 años comprando y vendiendo vinos y lo que es más importante, escuchando a los clientes que es como más se aprende.
Si con ésto puedo ayudar a alguno de vosotros en la elección del vino adecuado, servido a la temperatura correcta y con la copa que le corresponda, habrá valido la pena el trabajo y la dedicación, y si no, lo siento por la pérdida de vuestro tiempo.

MARIDAJE VINOS GENEROSOS:
Los vinos de aperitivo, llamados generosos por el alto grado de alcohol, casan perfectamente con almendras tostadas, tapas de jamón y cualquier alimento graso; interactúa con estos vinos, potenciando los sabores de ambos.

COPA:
La copa debe ser pequeña, estrecha y ligeramente alta, para permitir beber el vino a pequeños sorbos que es la forma de apreciar sus cualidades. Hay una copa, llamada jerezana, que es la idónea para vinos de aperitivo.

TEMPERATURA:
La temperatura apropiada de servicio, para finos y manzanillas, está entre los 6º y 9º C. Los dulces, olorosos y amontillados, entre los 14º y 15º C. Servidos más fríos, dejan de apreciarse sus virtudes.


MARIDAJE VINOS BLANCOS:
Un blanco cuya característica principal es la frescura y su frutosidad, es el más indicado para acompañar platos que no llevan demasiada elaboración ni ingredientes. Por eso son perfectos para acompañar mariscos y pescados a la plancha o al vapor. En el fondo; una cocina que permita apreciar de forma directa, la materia prima.

COPA:
La copa debe ser transparente, de tamaño medio; un poco más pequeña que la que se emplee para vinos tintos, pero de capacidad suficiente como para que el vino se mueva dentro de ella. No debe llenarse más de un tercio de su capacidad porque en la copa, el vino gana temperatura y es preferible ir rellenando con el vino mantenido fría en cubitera.

TEMPERATURA:
Los vinos blancos deben beberse fríos, pero nunca helados. La temperatura idónea para preciarlos ronda los 8º a 9º C.


MARIDAJE VINOS GALLEGOS:
Los maridajes naturales de vinos gallegos con materia prima proveniente del mar es una de las alianzas más irrefutables. Mariscos y pescados a la brasa o plancha, con un cierto recuerdo a lumbre, leña o carbón que da un toque ahumado, gana en abanicos de matices cuando el albariño es capaz de soportar el envite aromático sin perder protagonismo.

COPA:
La complejidad aromática de un blanco gallego, donde reina la variedad albariño, aconseja utilizar copas ligeramente curvadas hacia adentro en la parte superior, con el fin de “aprisionar” los fragantes aromas y dejar que se abran gradualmente.

TEMPERATURA:
Estos vinos requieren de una temperatura de servicio en torno a los 10º a 11º C. Si los servimos más fríos, las moléculas de los aromas no se volatizan y quedan adormilados en el vino.

MARIDAJE BLANCOS Y JÓVENES:
Los blancos jóvenes, son aptos y recomendados para las comidas propias del verano. Verduras a la plancha, pasta en ensaladas, sopas frías, carpaccios, fiambres, y platos de elaboración sencilla y simplificada.

COPA:
Una copa de tamaño medio, pero con un tallo suficientemente alto como para no desequilibrar el peso al girar el contenido es la indicada para blancos frescos. La percepción del vino en este tipo de copas destaca los aromas primarios propios de la variedad.

TEMPERATURA:
Un blanco seco, joven, con un carácter propio de la uva con el que está elaborado, necesita servirse frío, en torno a 8º C. Es la temperatura con la que es posible apreciar correctamente sus notas más frescas.


MARIDAJE VINOS ROSADOS:
El rosado es el gran conciliador y negociador. Versátil y plural, es un vino que va bien con una gran cantidad de platos. A la menor duda; un rosado. Especialmente cuando hay muchas salsas o mezclas de mar y montaña.

COPA:
Con virtudes de los tintos jóvenes y la frescura y frutosidad de los blancos, el rosado se mueve en el mejor de los mundos. No necesita de grandes despliegues para expresarse y una copa sencilla y amplia, pero siempre transparente que le permita exhibir su mejor virtud; un vibrante y seductor color rosa que se mueve en la gama de los fresas a los más rabiosos rosa picota.

TEMPERATURA:
El rosado es un vino que permite beberse en un amplio espectro de temperaturas frías según el momento y la variedad con la que esté elaborado. Lo más recomendable es moverse siempre entre los 9º y los 11º C.


MARIDAJE RIOJAS JOVENES:
Guisos de cuchara, chacinería, carnes de sabor marcado por el ahumado de la brasa y un sinfín de platos donde el punto graso o altamente proteínico es evidente, carnes, guisos, son los más indicados para acompañar un tinto joven.

COPA:
Directo, fresco y frutal, los vinos jóvenes necesitan expresarse espontánea y rápidamente. Para ellos, una copa no excesivamente grande, pero ancha y con una boca amplia que permita una rápida expresión aromática. La juventud permite algunas licencias e, incluso, un pie o tallo de color y un cristal grueso y divertido le da algo de empaque y estilo.


TEMPERATURA:
Aunque es un tinto, el frío le viene de maravilla. Admite lo que equivale a una temperatura de frigorífico, lo cual lo sitúa entre los 12º y 15º C. El carácter afrutado resiste bien las bajas temperaturas.


MARIDAJE RIOJAS CRIANZA:
Él crianza es el tipo de vino más versátil porque va bien con una gran cantidad de platos. Tiene aromas y sabores suficientes como para no quedarse atrás con la potencia y los sabores de un plato muy elaborado, y tampoco pierde un ápice de personalidad ni le resta valores a las materias primas más ligeras.

COPA:
Lo mejor son las copas transparentes para evitar distraer del verdadero contenido. Si es cristal fino, mejor que mejor, teniendo en cuenta que a mejor vino, el cristal debe ser más fino. Una forma bastante buena, es la que recuerda un tulipán: ligeramente más cerrado por la boca que por el cuerpo central.

TEMPERATURA:
Los tintos de crianza o jóvenes pero con cierto cuerpo, se expresan mejor a una temperatura que ronda los 14º a 17º C.


MARIDAJE RIOJAS CRIANZA:
No hay contrincante del recetario tradicional que le pueda. Los platos sencillos, caseros, que responden a un recetario familiar, verduras, carnes, siempre y cuando no haya presencia de vinagres, adobos, ni encurtidos, serán los que mejor se acompañan de crianzas riojanos.


COPA: Siempre es deseable que la forma de una copa se cierre ligeramente hacia adentro, pero en el caso de los crianzas, soporta perfectamente una copa cuyas paredes vayan casi en paralelo. Es un vino que se expresa más directamente y no necesita reconcentrarse para desplegar sus características aromáticas de forma natural.

TEMPERATURA: En torno a los 15º C. será la temperatura correcta para apreciar mejor este tipo de vinos. Si la temperatura es más alta, aparecerá mucho menos intenso y más alcohólico de lo que en realidad es.


MARIDAJE RIOJAS RESERVA:
Los vinos que han pasado un tiempo en barrica desarrollan notas más complejas que requieren también de una cocina más elaborada que admite un grado de creatividad, guisos y verduras.

COPA: El formato mágnum es una botella que permite que el vino evolucione muy lentamente. Cuando el vino llegue a la copa, necesita de un contenedor que le permita “respira” y abrirse. La copa llamada de “balón”, amplia, redonda y ancha, permite que el vino se airee y gane en profundidad de forma rápida.

TEMPERATURA:
Como todos los tintos deben de estar en torno a los 15º a 17º C. El volumen de vino que se maneja en los magnums es el de dos botellas tradicionales, por lo que tardará más en enfriarse o calentarse a la temperatura idónea de servicio y, esto, es algo que hay que prever antes de sacarlo a la mesa.



MARIDAJE RIOJAS RESERVA: La cocina elaborada tiene muchos matices y para que esté bien acompañada debe tener un vino que no se quede atrás. Los reservas son vinos perfectos para acompañar carnes, verduras y platos con salsas y con una importante mezcla de combinación de ingredientes.

COPA:
El vino ha permanecido mucho tiempo dentro de una botella y necesitará de una buena oxigenación para que empiece a desplegar sus virtudes. Una copa grande, de boca ancha, de cristal fino y con un tallo amplio que permita mover el vino, será el idóneo siempre y cuando no sea exagerada en las medidas.

TEMPERATURA:
Cuando el vino ha pasado por una crianza prolongada, necesita tiempo para expresarse. Conviene ser muy cuidadosos en la temperatura de servicio que debe de estar entre los 16º y 18º C.


MARIDAJE RIOJAS RESERVA:
Guisos de carne, asados y carnes al horno o a la parrilla, son perfectos para un rioja de reserva que no se amilanará ante la fortaleza de sabores que estos platos ofrecen.

COPA: La copa más habitual para un tinto de reserva es la tipo bordelesa que cumple con el formato más habitual que encontramos en hostelería; equilibrada, con cuerpo suficientemente amplio y forma ligeramente más estrecha en la boca.

TEMPERATURA:
La temperatura perfecta está en los 16º c. pero considerando que tras servirse inmediatamente sube un par de grados para ponerse a temperatura ambiente, conviene servirlo en la copa ligeramente por debajo de la temperatura aconsejada para beberlo y que la temperatura ambiente haga su trabajo.


MARIDAJE GRANDES RESERVA:
La elegancia de un vino con larga crianza y la complejidad que ofrece en nariz y boca obliga a emparejarlo con alimentos que tengan las mismas características. Caza mayor, confitados, platos muy elaborados y de materias primas mimadas y especiadas.

COPA:
Un vino que ha estado muchos años en botella, necesitará más tiempo para abrirse y demostrar sus valores. En esto, la forma de la copa y su tamaño pueden ser de gran ayuda. Lo más aconsejable es una copa borgoña; grande, con un cuerpo ancho y un tallo alto pero con pie firme que lo sustente cómodamente,

TEMPERATURA:
Es un vino delicado que muy frío ocultará sus virtudes y, si se sirve a temperaturas altas, la propia volatilidad del alcohol hará que aparezca apagado, No conviene superar los 17º a 18º C. en la copa, por lo que debe salir a la mesa en torno a los 15º a 16º C.


MARIDAJE VINOS NAVARROS:
La variedad con la que está elaborado un vino, tiene mucho que decir con respecto al acompañamiento de la comida. A mayor cantidad de aromas y sabores del vino, mayor complejidad de elaboración.

COPA:
Las nuevas corrientes se dirigen a buscar copas especialmente diseñadas para destacar virtudes concretas y resaltar características positivas. Lo más importante es tener en cuenta que las copas grandes son más importantes para los vinos tintos y las medianas y pequeñas, sirven para destacar las notas frutales.

TEMPERATURA:
Los tintos jóvenes, ligeros y del año, deben moverse en temperaturas que rondan los 12º a 14º C. A medida que la añada del vino se aleja del momento de su degustación, aún siendo joven, se puede subir la temperatura de consumo a 15º y 16º C.


MARIDAJE VINOS CATALANES:
La cocina tradicional de una localidad concreta siempre va bien con los vinos que se elaboran en esa misma zona. Un bacalao a la catalana, con pasas y piñones, por ejemplo, encontrará buen aliado en un tinto de de la zona, con una ligera crianza.

COPA:
Cuando el vino no ha pasado por un período largo de envejecimiento, es probable que podamos apreciarlo en nariz y boca casi de forma inmediata. Para esto, las copas más indicadas son las de cuerpo medio, tipo Burdeos, donde la diferencia del volumen del cuerpo y la boca no es excesiva.

TEMPERATURA:
Al beber un vino, éste entra en contacto con las papilas gustativas del paladar y la lengua. El aumento de la temperatura de la cavidad bucal desprende elementos volátiles que suben por las fosas nasales y que pueden llevar a percibir una sensación ardiente si el vino está a una temperatura elevada.



MARIDAJE VINOS CATALANES:
Un tinto joven de Cataluña con un xató o unos calxots pueden ser buena pareja. Igualmente, un crianza del Penedés donde reina la variedad ull de llebre, con un plato más elaborado da un magnifico resultado. Asimismo, una receta con más ingredientes pide un reserva de un coupage con cabernet sauvignon catalán.

COPA:

Los aromas de flores y frutas de vinos jóvenes suben rápidamente por las paredes internas de una copa, los crianzas exhiben notas más minerales y especiadas que se concentran en el centro de la copa y los aromas más intensos y de madera, más propios de vinos envejecidos, se quedan en la base interior.

TEMPERATURA:
Al beber un vino, éste entra en contacto con las papilas gustativas del paladar y la lengua. El aumento de la temperatura de la cavidad bucal desprende elementos volátiles que suben por las fosas nasales y que pueden llevar a percibir una sensación ardiente si el vino está a una temperatura elevada.

MARIDAJE SOMONTANO:
El gusto se relacionaron las sensaciones que se perciben por la boca, por lo que es importante que a la hora de buscar un vino que acompañe por ejemplo unas típicas chiretas o un suculento recao que además son muy aromáticos, lo emparejamos con un sabroso y equilibrado reserva del Somontano.

COPA: Un tinto con cuerpo y de gran constitución tánica es un vino que puede encontrarse en las zonas elaboradoras aragonesas, en Toro, en grandes reservas catalanes o tintos poderosos del Levante, por citar sólo los más obvios. En ellos, una copa tipo Burdeos ayuda a dirigir el vino hacia el centro de la lengua donde se apreciará mejor, y armoniza los sabores primarios con los taninos y la acidez.

TEMPERATURA:
Un tinto, por lo general, debe beberse entre los 16º y los 18º C. Si la temperatura peca por exceso, la sensación alcohólica es elevada y tapa las virtudes de aroma y sabor.



MARIDAJE CRIANZA RIBERA DEL DUERO:
Un crianza de la Ribera del Duero en compañía una carne con cierta cantidad de grasa, como puede ser un asado castellano, añade una sensación aterciopelada muy agradable a la combinación. Con el queso semi-curado, este tipo de tintos ribereños crean igualmente la misma sabrosa impresión.

COPA:
El vino joven no necesita de grandes rituales para beberse; una copa sencilla de boca ancha es suficiente para degustarlo correctamente. Lo único que no se debe hacer es decantarlo ya que no le hace ninguna falta oxigenarse, ni tampoco tiene necesidad de dejar atrás posibles posos que por edad no los tendrá.

TEMPERATURA:
La más idónea está entre los 15 y 17 º C. Con esta temperatura de servicio no hay margen de error, aunque distintas elaboraciones, requieren de ligeras variaciones. Como no hay leyes escritas infalibles, la experiencia es muy importante para calibrar el punto exacto.



MARIDAJE BARRICA RIBERA DEL DUERO:
Los tintos con un paso de barrica de aproximadamente un año, son vinos que conservan notas de fruta combinados con los aromas de su ligera crianza. Estas dos características son perfectas para acompañar estofados y carnes a la parrilla donde la concentración de sabores es alta. En éste maridaje, es donde mejor se lucen los Riberas del Duero.

COPA:
El tamaño de una copa es importante porque influye en la intensidad y la calidad de los aromas que queremos apreciar. Debe tener una capacidad suficiente como para inhalar cómodamente los aromas que van desprendiendo tras el servicio del vino.

TEMPERATURA:
Al servir un vino tinto de crianza, a una temperatura en torno a 15º C. se está potenciando la sensación equilibrada de alcohol, acidez y dulzor, a la vez que se mitiga la sensación de amargor.


MARIDAJE COSECHA 2OO3 RIBERA DEL DUERO:
La cosecha 2003 en la Denominación de Origen Ribera del Duero, fue calificada como “Muy Buena” por el consejo regulador. Hoy, esta añada se muestra plena de aromas y sabores con una complejidad que la botella ha ido redondeado. Se presenta como gran compañera de platos de cuchara, de guisos de carne y asados.

COPA:
La forma de una copa puede variar el sabor de un vino porque la mayor o menor abertura de la boca, dirigirá el vino hacia un punto u otro del paladar y las zonas donde se reconocen los sabores en la boca, están perfectamente delimitadas y localizados.

TEMPERATURA:
La temperatura hace mucho en la apreciación del vino: a bajas temperaturas la nariz no es capaz de percibir el olor, aumenta la sensación de amargor y aunque disminuye el efecto alcohólico, también solapa la percepción de acidez y dulzor.


MARIDAJE VINOS DE D.O. TORO:
Un vino tinto de variedades autóctonas y de carácter peninsular como un tempranillo, una tinta de Toro, o una tinto fino, darán vinos perfectos para acompañar guisos de cuchara, caza y legumbres.

COPA: El diámetro del borde de una copa determina la forma en que ponemos la cabeza para beber el vino. Las bocas muy anchas obligan a acercarse e inclinarse hacía delante, mientras que las pequeñas, hacen echar la cabeza hacia atrás. Estas posturas conducen el vino hacia una u otra zona de la lengua donde registramos los sabores y hacen que percibamos unos sabores antes que otros.

TEMPERATURA:
Si la botella de vino está demasiado fría cuando llega a la mesa, lo mejor es servir las copas donde rápidamente ganará un par de grados de temperatura para adecuarse a la temperatura ambiente. Esto será suficiente para su correcto servicio.


MARIDAJE V.T. CASTILLA Y LEON:
Los buenos vinos se ven en compañía de platos sencillos porque con éstos, es imposible disimular imperfecciones, defectos y notas discordantes. El enorme potencial aromático de la tempranillo castellana, llamada también cencibel, consigue unos vinos con un aporte frutal que armonizan maravillosamente con la cocina castellana tradicional, las legumbres, cocidos, así como con los embutidos y quesos semi curados y maduros.

COPA:
El 90% de las cualidades de un catador radican en la nariz por lo que hay que servir el vino en copas que faciliten la percepción de aromas, y cuyo peso esté bien compensado para evitar derramar el vino al hacer girar la copa para percibirlos.

TEMPERATURA:
Las alteraciones en la temperatura de los vinos provocan distintas sensaciones. Por esto, no es extraño comprobar como un vino se “comporta” de manera distinta a medida que transcurre el tiempo y va adecuándose a la temperatura ambiente del comedor.


MARIDAJE VALDEPEÑAS:
La ternera, el buey y, en general las carnes sabrosas, se acompañan perfectamente de vinos que tengan buenos taninos y ciertos aromas vegetales y recuerdos herbáceos.

COPA:
Una copa de balón, tipo borgoña, donde su boca es también ancha pero con los bordes ligeramente curvados hacia fuera, es una copa donde el vino gana en luminosidad aunque falsea ligeramente su color, clareándolo.

TEMPERATURA:
Los vinos tintos con cierta edad no deben sobrepasar los 18º C. porque los aromas desarrollados en su fase de envejecimiento, son más delicados y pueden apagarse a temperaturas más altas.


MARIDAJE LA MANCHA:
Los crianzas de la D.O. La Mancha han demostrado ser vinos complacientes, gustosos y con muchas características positivas que, además envejecen muy bien y ganan en complejidad. La alianza más tradicional de un gazpacho manchego con un crianza del mismo origen no tiene rival.

COPA:
Las copas labradas o de color son muy decorativas, pero no benefician la valoración de los vinos. El color de un vino habla de la edad, el momento de evolución en el que está y la limpidez y brilo de su vivacidad. Toda esta información que recibimos a través de la vista; en copas tintadas p biseladas, nos llevarían a confusión.

TEMPERATURA: Aparte de la temperatura de consumo de un vino, conviene tener en cuenta la temperatura del momento en que se va a beber un vino. En verano, no apetecen los vinos envejecidos y en el otoño e invierno, sin embargo se agradecen los vinos con una crianza más prolongada.


MARIDAJE VARIOS EXTRANJEROS:
Hasta no conocer las cualidades de un vino no se puede saber con que alimento casa mejor. Lo que sí es preciso es jamás acompañarlo de platos elaborados con vinagre, sabores amargos como el apio, las alcachofas, o los berros; o platos excesivamente especiados.

COPA:
Lo más interesante de probar vinos distintos es descubrir aromas, sabores y sensaciones diferentes. Una copa de tamaño medio, con un cuerpo amplio, permite revelar los aromas primarios, propios de la uva, al agitarla. Si se repite el movimiento, se potencian los aromas secundarios, propios de la elaboración y, por ultimo, otro movimiento más, evidenciará los aromas propios de la crianza.

TEMPERATURA:
Cuando se trata de catar un vino, conviene hacerlo a la temperatura recomendad exacta, para que no sea la temperatura la que lleve a una impresión equivocada.


MARIDAJE VARIOS EXTRANJEROS:
Lo que peor sienta a los vinos tintos es acompañarlos de alimentos amargos o astringentes, como la berenjena si no está bien preparada, la escarola, o los pepinos y el apio. Con los salados hay que tener cuidado también, porque si el arte del salazón no está equilibrado, el vino aparecerá acre.

COPA:
Una cuestión a tener en cuenta es que los vinos tintos, por su alto contenido alcohólico, piden ser servidos en copas grandes, mientras que los vinos blancos, se lucen más en una copa más pequeña donde se realzan las notas frutales.

TEMPERATURA:
Los vinos jóvenes, con menos cuerpo y que no han pasado por barrica, se beben a temperaturas más frescas que los vinos de más edad y que han permanecido en barrica de madera para su crianza.



MARIDAJE VINOS D.O. JUMILLA:
Los crianzas de l a D.O. Jumilla han demostrado ser vinos complacientes, gustosos y con muchas características positivas que, además envejecen muy bien y ganan en complejidad. La alianza más tradicional de un gazpacho manchego , arroz con conejo y caracoles o simplemente carne a la brasa, con un crianza del mismo origen no tiene rival.

COPA:
Las copas labradas o de color son muy decorativas, pero no benefician la valoración de los vinos. El color de un vino habla de la edad, el momento de evolución en el que está y la limpidez y brilo de su vivacidad. Toda esta información que recibimos a través de la vista; en copas tintadas p biseladas, nos llevarían a confusión.

TEMPERATURA:
Aparte de la temperatura de consumo de un vino, conviene tener en cuenta la temperatura del momento en que se va a beber un vino. En verano, no apetecen los vinos envejecidos y en el otoño e invierno, sin embargo se agradecen los vinos con una crianza más prolongada.



VALENCIA:
Los vinos valencianos cubren un amplio espectro de matices y tipologías. Los más característicos se elaboran con monastrell, bobal y garnacha. Son sabrosos, redondos, cálidos y con notas de fruta madura como en Valencia, o con más nervio como en Utiel-Requena. Los aromáticos rosados, de hermoso color y claro carácter mediterráneo, son frescos y envolventes. Tantos vinos como arroces, se suele decir y, en general, para acertar con el maridaje se debe atender a los ingredientes. Para un arroz de mar y montaña u hortelano; desde un blanco ligero, de macabeo o merseguera, un moderno chardonnay, o un rosado o tinto joven, afrutado y fresco. Una paella con su garrofó y azafrán, gana majestuosidad con un gran reserva de Utiel-Requena o un reserva de la D.O. Valencia. Ambos untuosos y de larga persistencia..



MARIDAJE VINOS DULCES: El chocolate deja de ser enemigo del vino cuando está en compañía de uno dulce. La combinación de ambos termina siendo una alianza suntuosa, acariciante, donde tanto el vino como el chocolate ganan en matices y texturas.

COPA:
La copa conocida como de oporto; pequeña, redonda y de tallo alto, es muy indicada para los vinos dulces. En general, una copa pequeña cuyo tallo permita sujetarla cómodamente es una buena elección para los vinos de postre.

TEMPERATURA:
La temperatura de consumo de un vino dulce no debe sobrepasar los 8º o 9º C. porque, si es mayor, termina resultando pesado.


MARIDAJE CAVAS:
Un vino extraordinario para la antesala de una comida, es el cava. Sus notas características gana en compañía de los aperitivos salados y sus virtudes de ligereza, sabor y persistencia se ven reforzadas con salsas y preparaciones cremosas. Todo esto, sin olvidar que es un gran amigo de pescados y carnes blancas durante una comida.

COPA:
Una copa tipo flauta es la más indicada para degustar un espumoso. En ella se observa perfectamente el ascenso de la burbuja y no se dispersan los aromas delicados que estos vinos tienen.

TEMPERATURA:
La potenciación del carbónico para el desarrollo de aromas en un vino espumoso permite consumirlos más fríos que un vino tranquilo blanco. La temperatura de consumo idónea está entre 4º y 6º C.

VIVENDO EN UN POEMA

Así como un verdor en el desierto,
con sombra de palmeras y agua caritativa,
quizás ser tu amor lo que me sobreviva,
viviendo en un poema después que yo haya muerto.

En ese canto, cada vez más mío,
voces indiferentes repetirán mi pena,
y tú has de ser entonces como un rastro en la arena,
casi como una nube que pasas sobre un río...

Tú serás para todos una desconocida,
tú que nunca sabrás cómo he sabido amarte;
y alguien, tal vez, te buscará en mi arte,
y al no hallarte en mi arte, te buscará en mi vida.

Pero tú no estarás en las mujeres
que alegraron un día mi tristeza de hombre:
Como oculté mi amor sabré ocultar tu nombre,
y al decir que te amo, nunca diré quién eres.

Y dirán que era falsa mi pasión verdadera,
que fue sólo un ensueño la mujer que amé tanto;
o dirán que era otra la que canté en mi canto,
otra, que nunca amé ni conocí siquiera.

Y así será mi gloria lo que fue mi castigo,
porque, como un verdor en el desierto,
tu amor me hará vivir después que yo haya muerto,
pero cuando yo muera, ¡tú morirás conmigo!

LA SIEMBRA

Alza la mano y siembra, con un gesto impaciente,
en el surco, en el viento, en la arena, en el mar...
Sembrar, sembrar, sembrar, infatigablemente:
En mujer, surco o sueño, sembrar, sembrar, sembrar...

Yérguete ante la vida con la fe de tu siembra;
siembra el amor y el odio, y sonríe al pasar...
La arena del desierto y el vientre de la hembra
bajo tu gesto próvido quieren fructificar...

Desdichados de aquellos que la vida maldijo,
que no soñaron nunca ni supieron amar...
Hay que sembrar un árbol, una ansia, un sueño, un hijo.
Porque la vida es eso: ¡Sembrar, sembrar, sembrar!

jueves, 26 de noviembre de 2009

QUIEN SE ACUERDA DEL CAMPO?

Con la autoridad de quien nació y se crió en una familia que ha vivido, (aunque tal vez debiera decir sobrevivido) del campo, hablo sobre la protesta con la que el fin de semana pasado, los agricultores tomaron el centro de Madrid para reclamar precios más justos y hacer visible la agonía de un sector tan básico como maltratado. Lo hago también con la fuerza moral que da haber sido testigo de cómo una tormenta de pedrisco, una helada o un largo periodo de sequía acababan, además de con el trabajo de todo un año, con el sustento familiar. Y con la rabia de quien ha visto llorar de impotencia a sus padres, mientras los consorcios de seguros (si es que existían), racaneaban un par de puntos porcentuales en la inmensidad de una tragedia ante la que el gobierno de turno se cruzaba de brazos. Reflexiono sobre las miserias que han sacado a la calle a este colectivo de natural pacífico y sufridor, desde la constatación en tiempo real del desplome de unos precios que, en el tránsito hasta el consumidor, pueden acabar multiplicándose por mil sin que nadie mueva un dedo. Con la legitimidad que da haber compartido la angustia por no llegar a fin de mes, después de jornadas de sol a sol sin más horizonte que la tierra y el cielo. Me acerco al justificado enfado de estos productores desde la experiencia en carne propia del sacrificio que conlleva obtener un kilo de patatas, un racimo de uvas o unas hebras de azafrán. Desde la perspectiva que dan los años de gobiernos de todos los colores sordos a los reclamos de unos trabajadores tradicional e injustamente olvidados. Desde el balance de demasiadas promesas incumplidas, tanto por los que ahora son el blanco de las quejas, como por los que se acercan hasta la cabeza de la manifestación para convertirse en defensores a tiempo parcial, y por interés propio, de las gentes del campo. Y lo hago desde el enfado de intuir que, pese a todo, protestas como la de ayer no sirven en realidad para nada.

EL ADELANTO DE LA PRIMAVERA

No me lo podía creer. Nada más levantarme y asomarme a la ventana las vi brillar como estrellitas recién caídas del cielo, espejeando como escamas de imposibles peces mágicos bajo la luz, todavía tímida y contenida, del primer sol mañanero. Ciertamente no eran una eclosión total y absoluta, un desparrame incontenible de natas hernandianas; pero sí un pespunteo de nácares recién amanecidos, unos desplegados ya en pétalos arrogantes, otros encogidos aún sobre sí mismos en apretado y sedoso botón. No me lo podía creer, pero era cierto: en los bancales han empezado a florecer los almendros. Y ya que estamos en fin de semana vosotros mismos podéis salir a comprobarlo, distracción más barata para tiempos de crisis que un paseo por el campo no lo vais a encontrar.
Os sugiero hacer lo que yo, que tiré de móvil sin pensármelo dos veces y me arrimé a los árboles para recoger en primer plano una de las tempranas flores de almendro, tan a destiempo brotadas. Estos aparaticos son chivatos así que, mientras no borre la imagen para liberar espacio, allí está grabada la fecha inusual de esta hermosura: 24 de noviembre, un día para mi importante al celebrar mi sesenta y tres cumpleaños, a justo un mes de Nochebuena. La memoria más temprana que guardo de la floración de los almendros fue justamente un 24 de diciembre, en el que con total inconsciencia sentí una alegría irreprimible al contemplar tan inesperado regalo, que ni siquiera había que colgar en ningún árbol de Navidad porque venía incorporado a su propio árbol, el de todo el año. Me despertó mi padre y pese a ser muy temprano me hizo salir para disfrutar del milagro, aunque fuera renegando por el madrugón. Pero no habían pasado dos semanas cuando cambió repentinamente el tiempo, y después de una noche de belleza rotunda que cortaba el aliento, con un cielo negrísimo claveteado de estrellas que alumbraban como millones de faroles de plata, llegó el cataclismo. Porque después de aquella noche rasa, transparente, purísima, el campo amaneció con una espesa costra de escarcha endurecida y los árboles, bruscamente encanecidos, supieron que toda su arrogancia floral había sido condenada a morir cuando apenas había empezado a nacer.
Durante lo poco que quedaba de diciembre y durante todo enero y parte de febrero, exceptuando alguna escasísima etapa pasajera de blandura, todas las noches heló. Todas las mañanas amanecieron blancas. Y todo lo que había venido al mundo antes de su tiempo natural (flores, frutos, insectos, pájaros), murió de forma tristísima arrasado por las escarchas, rajado y aniquilado por el implacable filo verdugo del hielo. Así que aquel año, al llegar la primavera, en las ramas verdecidas de los árboles no alcanzó a sobrevivir ni una sola esperanza de almendra, porque no hubo una sola flor capaz de cuajar el fruto.
De manera que este año, que ni siquiera ha habido que esperar a diciembre para que los árboles latan desorientados por una climatología en la que el calentamiento global ya es algo más que una fantasía de agoreros, los almendros se han dislocado suicidamente, y se han echado a florecer cuando deberían permanecer todavía en letargo, haciendo acopio de savias y jugos para alimentar la futura plenitud frutal. Una plenitud nonata, abortada, condenada a una muerte segura porque los fríos llegarán, y caerán las escarchas, y los hielos acuchillarán las ramas de los almendros llevándose por delante hasta el último rastro de flor.
No sé por qué, el sinsentido de esta temprana floración inútil me ha llevado a pensar en esas adolescentes, esas niñas, sorprendidas por un embarazo no deseado antes de su tiempo natural. Y en esos pétalos de nácar y esos botoncitos de seda que, por las leyes lógicas de la naturaleza, están condenados a morir acuchillados por el hielo. A lo mejor, si a esas niñas se les hubiese hablado más (y sin tanta hipocresía) de sexo, sus vientres no se habrían echado a florecer tan temprano. Y, en consecuencia, las flores podrían haber llegado a ser fruto.

sábado, 7 de noviembre de 2009

A TÍ MUJER MALTRATADA

A ti, mujer maltratada
sangre de amor derramada,
puños cerrados desafiantes
crujidos de cama rasgada,
desgarros de ayes nocturnos
dolor, miedo, rostros desafiantes...
y muerte esperando su turno.

Lágrimas por ti derramadas
¡compañera de mi alma!,
odio las manos alzadas
cubro de seda tu cama,
vuelvo tus ayes a la calma
y hago de tu voz mi proclama.

Demonios que disfrazados
fuisteis de amor bebedores,
de amores hoy desgarrados
que sangran a borbotones,
mientras sois navegadores
de esos ríos desbordados.

No olvides jamás varón,
que, en cada "hazaña tuya",
destrozas mi corazón.
maldigo tu proceder,
que tu sexo no me incluya,
antes que hombre, mujer

Usas tus manos para herir
yo para tenderlas a la mujer,
tú, para ahogarla hasta morir
yo para enseñarlas a querer,
tú para cortarles sus tallos
yo, para ayudarlas a vivir.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

SOY FELIZ SIENDO UN INDOCUMENTADO

Allá por los primeros 70, Gabriel García Márquez publicó un libro de título harto explícito: "Cuando era feliz e indocumentado". Como sucede con frecuencia en los escritores que se reparten entre literatura y prensa, alternando ambas dedicaciones o superponiéndolas, la obra no es otra cosa que una recopilación de artículos ya publicados sobre los más dispares y variopintos temas, como corresponde al vasto campo que abarca el mundo periodístico.
O sea que, salvando las enormísimas distancias entre don Gabriel y servidor, es algo parecido a lo que el bueno de Mariano Selles, librero y editor inasequible al desaliento, me lleva pidiendo ya ni sé cuántos años con encomiable e infinita paciencia: lo que en mi pueblo llamarían "un juntao y pegao de sucedíos y pensamientos mentales". Y el título del de García Márquez viene a incidir en lo que el que más y el que menos nos hemos visto obligados a reconocer alguna vez: que cuanto menos sepas de lo que te rodea más a gusto vivirás, o lo que es lo mismo: que cuanto más indocumentado seas, más posibilidades de ser feliz tendrás. Aunque no sea más que por aquello tan manido del refrán de "ojos que no ven, corazón que no siente".
Ahora bien, lo realmente perverso de esa actitud surge cuando, voluntariamente y con empecinamiento digno de mejor causa, el personal se obstina, no ya tanto en no ver ni saber (y por lo mismo no reconocer ni aceptar) unos hechos, cuanto en negarlos contra viento y marea con el mayor de los bríos y el más escandaloso de los acaloramientos. Por no mentar cuando, con un descaro y una desvergüenza que harían enrojecer hasta a las montañas, a esos mismos hechos a todas luces cualquier cosa menos edificantes y admirables se les da limpiamente (o mejor dicho, suciamente) la vuelta, con la artera intención de que lo miserable parezca honroso, y lo punible, premiable. Y buscando, de paso, cabezas de turco (seguramente no mucho más culpables que otras, y a lo mejor bastante menos) sobre las que descargar responsabilidades. No sé si me entienden, imagino que sí.
Aquí el que suscribe, con la que ya ha caído, la que está cayendo y la que queda por caer, lo que mayormente se le cae es la cara de vergüenza; ajena, sí, pero tan próxima que no queda más remedio que asumirla siquiera en parte porque los pueblos, las naciones, las comunidades autónomas, los municipios y hasta las pedanías tienen su ración de responsabilidad en lo que sus jerifaltes hagan y deshagan. Ya que, por si alguien no había caído en ello, con las urnas los han (los hemos) autorizado a hacer y deshacer. Al igual que, con las herramientas legales que la democracia proporciona, cuando una trayectoria política no responde a las expectativas que en ella se habían puesto fundándose en los compromisos y promesas de las campañas electorales, se puede (es más: se debe) levantar al político de su poltrona quiera o no quiera, es decir, con su aquiescencia o por la fuerza, colocar en el puesto a otro que lo haga mejor, y aquí paz y después gloria. Lo que pasa es que eso, por las muestras, con la Comunidad Valenciana no es que rece mucho que digamos.
De manera que es, como poco, entristecedor recibir noticias de alguien que ahora mismo anda moviéndose entre Buenos Aires, Méjico DC y la Patagonia (o sea, por aquí al ladito), en el cual nos dice que "lo que de verdad asombra y acojona es comprobar que los valencianos andan diciendo que, se descubra lo que se descubra con lo de la trama Gürtel, y aunque se demostrara que del más alto al más chico está pringado hasta el lucero del alba, la intención de voto a favor del PP no sólo no decae sino que aumenta". Claro, hace unos años lo primero que una hubiera pensado habría sido: ¿y tú como lo sabes, si te pilla tan lejísimos y las novedades se están superponiendo con la velocidad del rayo? Pero es que estamos en la era digital, lo cual que prácticamente al tiempo de que las cosas estén pasando la noticia ya ha dado tres veces la vuelta al mundo y la ha desmenuzado y comentado media Humanidad, tirando por lo bajo.
¿Quiere eso decir que esa media Humanidad esté documentada? Pues tampoco. Sobre todo, porque no quiere estarlo: prefiere seguir en la inopia. O fingir que sigue en ella, que al cabo es igual de cómodo y da los mismos resultados (buenos, por regla general). Así que me estoy planteando aprender a poner cara de pánfilo, hacer como que me creo a pies juntillas todo lo que afirmen y aseguren los que manejan el poder (cualquier poder, me refiero), y mirar para otro lado tarareando la musiquilla de "Heidi" cuando los enjuagues, intercambios de cromos y pagos de servidumbres múltiples afloren a la luz con más claridad que el sol de mediodía. Lo malo es que a estas alturas no sé yo si seré capaz de aprender. O sea que me temo que por mucho que me empeñe yo no voy a poder ser feliz ni por chamba, ea, qué le vamos a hacer.

domingo, 25 de octubre de 2009

17 DE OCTUBRE, DÍA DE LA POBREZA.

La reconocerán al primer golpe de vista por la infinita tristeza de sus ojos: por la torpeza con que alarga la mano para mendigar, inexperta en tales lances humillantes; por el desamparo de su figurilla enclenque, como a punto de romperse, sin un gramo de grasa ni una mancha en la ropa; por la desolación de su gesto al recontar la exigua recaudación, evaluable en céntimos, que ha logrado reunir en un par de horas junto a las puertas del Hospital General.
No puedo consentir que nadie le haga fotografías para plasmar su tragedia desconocida, de esas que, por pudor y decencia, no saltan a la arena del circo de los realitys televisivos. Tragedia de andar por casa, o mejor dicho por cuarto alquilado de pensión seguramente sin declarar en Hacienda, porque Hacienda somos todos, pero unos menos que otros, y en los tiempos que corren, ya se sabe. Sé perfectamente que la garra y el morbo y el gancho de una crónica de tipo humano está en la foto, que la imagen de María con su mano extendida a las puertas del Hospital no necesitaría de mis comentarios. Lo sé. Pero me niego, alguien tendrá que velar para que entre todos no terminemos de pisotear las últimas hilachas de dignidad que le quedan.

María tiene 25 años. Y una niña de 4 de la que el padre se desentendió antes de que naciera, hay muchos hombres así: aquí te pillo, aquí te preño, aquí te abofeteo cada vez que vengo con mal vino, que es una noche sí y la otra también, aquí te parto el lomo a puñetazos y si alguno te cae en la barriga, ya hinchada de ocho meses, pues a joderse tocan y no haber sido respondona, las tías es que no tenéis enmienda, cagondiós. Así que María, con su niña arrugadita de miedo dentro de la barriga y sus moratones en la piel y en el alma, un día abrió la puerta y se fue. Total, ni aquel bestia era su marido ni se iba a ocupar de la criatura, más se perdió en Cuba.
Lo cual que, para María, desde mucho antes de nacer su niña fue principio y fin de todas las cosas, razón de vida y faro de esperanza. Porque a ella, cuando nació, su madre la abandonó en un orfanato y su padre tampoco hizo nunca nada por buscarla. Así que desde su cuna inclusera María sabe mejor que nadie lo que es la soledad, y la falta de caricias, y el no dormirse acurrucada contra una teta tibia, y el no sentir el roce de pluma de un beso en la raíz del pelo justo antes de apagar la luz. Y porque lo sabe también quiere que todo eso lo tenga su hija, y desde que nació se lo ha dado, y se lo piensa seguir dando hasta que sea mujer crecida y aún después, si puede.
De manera que María, mientras no ha apretado la crisis, ha mantenido bien a su niña. Trabajando. Sin puteos, sin drogas, de frente y por derecho. Trabajando. Pero hace ya meses que no le dan curro, se le están acabando los ahorros y la asistenta social, en vez de gestionarle una ayuda, le ha dicho: pues nos llevamos a la niña a un colegio y en paz. Así que María de la asistenta social ya no quiere ni oír hablar.
El que se ha muerto hace seis meses de un cáncer malo ha sido el padre de María. Aquí, en el Hospital. Y ella, que ya de mayor lo buscó y lo perdonó, ha estado a su lado hasta el final, como hacen las hijas a las que su padre protegió siempre. Pero él se ha muerto, y ella está sola otra vez.
Le vi al vuelo esa soledad el otro día, entrando a desayunar en la cafetería del Hospital. ¿Me acepta que la invite a desayunar? “Si usted quiere…” Le pedí el bocadillo más grande que había, pero no lo tocó: “lo guardo mejor para cuando mi niña vuelva del colegio”. Le pedí otro, y un bollo. No quería. Se echó a llorar: “¡me da tanta vergüenza pedir”…! Porque ha echado solicitudes de trabajo en mil sitios, para hacer lo que sea y por lo que sea, y nada. Sepan, por si no os acordáis, que el otro día fue el Día de la Pobreza. Y saber que la pobreza tiene ojos. Por ejemplo los de María, mater dolorosa. Buscarla cuando paséis por el Hospital. Y a poder ser, marcaros un bocadillo de tortilla para que la niña pueda comer, que eso no arruina a nadie. María si no come es lo mismo: ya está hecha a ello y, total, otro día en ayunas que más dará.

miércoles, 21 de octubre de 2009

¡NO PUEDO OLVIDAR!

Puedo acariciar tu mano sin que tiemble la mía,
y no volver el rostro para verte pasar.
Puedo apretar mis labios un día y otro día…
y no puedo olvidar.

Puedo mirar tus ojos y hablar frívolamente,
casi aburridamente, sobre un tema vulgar.
puedo decir tu nombre con voz indiferente…
y no puedo olvidar.

Puedo estar a tu lado como si no estuviera,
y encontrarte cien veces, así, como al azar…
Puedo verte con otro, sin suspirar siquiera,
y no puedo olvidar.

Ya ves: Tú no sospechas este secreto amargo,
más amargo y profundo que el secreto del mar…
Porque puedo dejar de amarte, y sin embargo…
¡no te puedo olvidar!

domingo, 18 de octubre de 2009

LAS INTERRUPCIONES

A menudo me asombro de poder acabar cualquier texto, de tener la casi imposible tranquilidad necesaria para concentrarme en su desarrollo y llegar al final. En cierta medida, la historia de la escritura consiste en la historia de los esfuerzos del escritor por conseguir aislarse de todos aquellos elementos que amenazan con no dejarle escribir. Una verdadera vocación literaria también es la aptitud para saber dejar a un lado los mil estímulos, las mil tentaciones, las mil molestias que pretenden que una vocación literaria no se cumpla. Sin necesidad de caer en la paranoia (pero sí en una cierta hipérbole muy veraz), se podría decir que el universo conspira contra el arte, contra el artista. El mundo, aunque los disfruta y los reclama, jamás facilitará la tarea del artista y del arte, porque está acostumbrado a que ambos obren contra los elementos, a pesar de las dificultades, frente a las adversidades.
Se diría que los escritores, que por lo común trabajan robándole el tiempo que no tienen a su misma vida, deben defenderse de la vida misma, que conspira para robarles ese escaso tiempo.
A veces he soñado con el imposible de conocer la intrahistoria de la redacción de algunas obras maestras; es decir, con estar al tanto de las interrupciones que las retrasaron, que las molestaron, que a punto estuvieron de conseguir que no existiesen (pero que a la vez, por paradójico que parezca, también contribuyeron a su existencia, porque la literatura también supone una forma de sobreponerse a todo lo que significa su obstáculo, su perdición). ¿Cuántas veces, por ejemplo, abandonó Dostoievski sus novelas para abismarse en los garitos de juego de San Petersburgo (y que por otra parte lo obligaban a escribir a destajo para pagar las deudas contraídas)? ¿Cuántas borracheras de Faulkner, cuántas resacas, le hicieron levantarse de la mesa y dejar su vieja Underwood a un lado (esas resacas y borracheras que, por otro lado, dotan a su fraseo, a su estilo y a su visión del mundo de una cierta pátina alucinada y alucinatoria que le son tan sustanciales)?
A mi manera, practico una variedad muy modesta de la escritura interrupta. En realidad, vivo permanentemente interrumpido, y de vez en cuando consigo escribir algo, para ser justos con la proporción, esa magnitud que suele convertir nuestra vida en desproporcionada. Me interrumpen mis hijos, que siempre tienen una necesidad inaplazable, que da paso a otra no menos urgente, y así hasta el infinito. Me interrumpen los ruidos: ¿Por qué siempre hay una vecina que conoce todos los éxitos del verano de todos los veranos? ¿Por qué siempre hay un vecino de obras en su casa?, ¿Por qué siempre en la finca hay una niña que practica escalas con el clarinete? Me interrumpe el teléfono: si ya sé que lo podría descolgar, pero entonces me interrumpiría la preocupación de estar incomunicado. Me interrumpe mi mujer para planificarme el día y recordarme cien obligaciones: ya sé que me podría divorciar, pero entonces me interrumpiría la peor de las interrupciones: la infelicidad. Me interrumpo yo; la conciencia es una fábrica de estorbos: ya sé que me podría suicidar, pero en este caso me interrumpo y prefiero estar vivito para seguir escribiendo el tiempo que me dejen.

LA RUTINA

La mayoría de personas vivimos nuestro día a día acompañados por la rutina y, sobre todo, sometidos al totalitarismo impuesto por un reloj, que como buen tirano, nos impide pensar. Y es que la reflexión no sólo necesita de libertad, sino también de tiempo. Así las cosas, las prisas se han convertido en las cadenas de nuestros días; y, paralelamente, la dependencia de la agenda, del teléfono móvil o de Internet, en una nueva forma de esclavitud. Nos levantamos a la misma hora (aunque no tengamos nada importante que hacer a esa hora), fijamos un tiempo para comer, para cenar e incluso para leer, y programamos nuestro ocio con tanto tiempo de antelación que, en muchos casos, llegado el momento, las apetencias iniciales ya han pasado a mejor vida.
Al final, la tiranía del tiempo impone una planificación de las cosas más cotidianas, de aquellas pequeñas cosas que diría Serrat, y hasta una comida familiar o un café con un viejo amigo, se ven obligados a pasar por el sesgo de una agenda y, por tanto se transforman en rutina y nos convierten en seres muy predecibles a corto e incluso a largo plazo.
Sin embargo, un buen día el olor a tierra mojada y la imagen de varios niños jugando frente al cobertizo de una vieja casa de campo, te devuelve a ese tiempo en el que no existían ni relojes, ni agendas, ni teléfonos móviles, ni Internet. Eran tiempos en los que tampoco eran necesarios porque la luz del día marcaba los tiempos, la programación de la jornada se improvisaba sobre la marcha, sin necesidad de acudir a un aburrido dietario y sólo la lluvia tenía la capacidad de frustrar los planes, las voces de los abuelos y de los padres hacían las veces del teléfono móvil, y no había ningún tipo de dependencia hacia la pantalla del ordenador porque un par de ramas caídas de los árboles y cuatro piedras tenían la capacidad de recrear un mundo de corsarios, de princesas y de dragones. Es entonces cuando te das cuenta de que las hojas del calendario han ido cayendo poco a poco, apenas sin darte cuenta, y que la obsesión por el futuro se ha impuesto en su particular batalla contra el presente, pero también contra el pasado.

viernes, 16 de octubre de 2009

VOLVER A EMPEZAR...

He esperado cerca de dos meses intentando que la depre pos-vacacional pasara, para entretenerme con estos comentarios, y es que quien más y quien menos, “todos volvemos al cole”, no solamente los más pequeños y los jóvenes; cada uno tiene su septiembre particular a la vuelta de las vacaciones. Para una gran parte de la población, no son estas las mejores fechas para mantener arriba el ánimo. A ello ayuda, y no poco, la crisis (esta crisis está en todas partes), las cartas de la entidades financieras que nos recuerdan los gastos diferidos del verano, la vuelta al trabajo si es que aún lo conservamos…
Es un buen momento para volver a nuestros mejores propósitos, empezando por los más pequeños, porque la esencia de la vida está hecha de mucho pocos.
Fijémonos en un día cualquiera que hayamos sentenciado a priori, al levantarnos por la mañana. En el transcurso de las horas, aparece el apoyo de un compañero del trabajo, la inesperada llamada de alguien que siente nuestra ausencia y quiere saber de nosotros en forma de compartir un café… Signos pequeños, pero imprescindibles que hablan un lenguaje que estamos perdiendo, abrumados por tantas cosas que impiden el disfrute de la sonrisa dibujada en los ojos de nuestro interlocutor, la ausencia de juicios de valor donde esperábamos un reproche o una simple palabra amable cuando más la necesitábamos. Cualquiera puede reescribir una jornada que habíamos tachado anticipadamente.

Ningún periódico ha publicado recientemente que un marido llamó a su mujer para preguntarle cariñosamente qué tal le va en su primer día de vuelta al trabajo. Ni tampoco que una madre agotada tras una dura jornada, le leyó un cuento a su hija para que se durmiera rodeada de cariño. Ni tampoco el efecto que tuvieron estos gestos en los destinatarios…
La actitud generosa en el trato con los próximos educa nuestros menguados límites impuestos, quizá porque toda generosidad, por pequeña que sea, aumenta la autoestima.
Nadie nos va a ahorrar el esfuerzo por recuperar la normalidad en medio de la vorágine cotidiana que nos ha tocado en suerte, pero es posible hacerlo menos difícil cuando se afronta con un ojo puesto en los demás. Y septiembre suele ser un mes propicio para agrandar fantasmas en nuestras relaciones cotidianas en la medida que nos vemos como agentes pasivos sin capacidad para influir en nuestro alrededor.
Sin embargo, a pesar del tiempo glacial en que nos ha tocado vivir, influimos en los otros más de lo que sospechamos. Nuestro contacto con los demás transforma a otras personas. Para bien y para mal. En el curso de nuestra vida cotidiana, tenemos la oportunidad de influir en los demás y en nosotros mismos, y por consiguiente, de cambiar el mundo, el pequeño mundo que podemos abarcar cada día. Nadie está excluido de esta posibilidad (tan ligada a la autoestima) mientras pueda despertarse cada mañana ¿Qué otra cosa es triunfar sino acertar en nuestra respuesta? No me parece una mala lección para el nuevo curso que acaba de empezar.

jueves, 1 de octubre de 2009

COMO TODOS LOS SEPTIEMBRES...

Puntuales y exactas, como todos los años se han presentado las lluvias en nuestra comunidad reclamando una vez más sus caminos reales, antiquísimo derecho que la madre tierra les reconoció desde tiempo inmemorial, firmándolo a perpetuidad con tinta indeleble de violentas espumas desbocadas. Y, como todos los septiembres, las aguas han ido dejando a su paso un reguerón de destrozos, un desconsuelo de cimientos arrancados de cuajo, una infinita angustia de viviendas inundadas, garajes convertidos en lagos, calles condenadas al desastre por la irresponsable construcción de muros que se transforman en diques suicidas, encajonando el caudal de la lluvia y haciéndolo subir de nivel hasta cotas de verdadero pánico.

Como todos los septiembres, miles de ojos temerosos han pasado horas pendientes del cielo, siguiéndoles el rastro lívido a los zurriagazos terribles de los rayos, calculando la distancia del núcleo central de la tormenta por el tiempo transcurrido entre la fogarata del relámpago y el estallido tremendo del trueno, más largo y rodante cuanto más lejano, más breve y espantoso cuanto más inmediato. Miles de agricultores han estado calculando el tamaño y la fuerza de las gotas con el estómago encogido y el corazón en un puño, temblando ante la posibilidad de una mutación repentina en la que la lluvia, de golpe y sin avisar, se vistiera de pedrisco inclemente con su larga cola de encajes destructores bordados de miserias. Miles de mujeres que tenían fuera de casa a alguien de la familia, han sentido estrujárseles la garganta por un dogal áspero de inquietudes difusas, las mujeres ya se sabe, en habiendo un peligro que pueda amenazar a los suyos ellas lo presienten tal que si fueran brujas, esos puentes subterráneos, esos túneles, esos vados modernos, esas vaguadas…

Porque lo malo de las lluvias violentas, esas como las recién pasadas que llegan de septiembre en septiembre, es que su potencial de destrucción se nos olvida de una año para otro. A lo mejor por eso se nos caen los palos del sombrajo, de pura desesperación, a los que no tenemos capacidad de decisión alguna a la hora de trazar las infraestructuras que ciegan barrancos y bloquean las salidas naturales del agua, que permiten la construcción de viviendas en avenidas donde a poco que llueva rápidamente se anegan. Pero aún no ha pasado septiembre. Aún estamos en plena época de riadas, de lluvias torrenciales, de gotas frías, de tormentas rabiosas… Aún no ha pasado “la Sanmiguelá”.

De la Sanmiguelá podéis preguntarle a cualquier huertano de la ribera, y que os cuente lo que es ir con los chiquillos subidos en el carro, la mujer y la agüela empujando, la burra con las patas empantanadas en el engrudo del barrizal, y el rugido, más ronco y profundo que el de un dragón infernal, de la riá que viene bajando en la oscuridad, a media tarde pero con el cielo ennegrecido de tempestad, la riá que viene, que rula sierras abajo que ya está encima mismo, Virgencica, que llega, y el carro con la burra que no hay forma humana de desatrancarlo, y donde estará Santa Bárbara, con estos rayos y estos truenos y este miedo, ahora que tanta falta nos hace su protección.

No, aún no ha pasado la Sanmiguelá. Ni tampoco es menester que se presente para que corran riesgo, riesgo de muerte, los que alegremente se aventuran por carreteras comarcales, y hasta por autovías, cuando se rompen los cielos y desploman toda su fuerza sobre la tierra, ya incapaz de absorber más liquido, las aguas desmadradas, buscando sus caminos reales. Porque el agua, y eso la sabe el labrador más analfabeto, no entiende de escrituras. No sabe, ni quiere saber, de contratos con urbanizadoras, ni de promotores, ni de planos, ni de ingenieros. El agua busca siempre sus caminos. Y siempre acaba encontrándolos para ir por ellos. Por las buenas, o por las malas.

Tal vez por eso, a los del campo (y a los de ciudad), nos da tanta lástima y tanta rabia el empecinamiento de los que mandan en cerrar los ojos a la realidad, empeñándose año tras año en proyectar y construir sin respeto ninguno hacia los caminos reales del agua. Porque no habría que gastar ni un euro de los fondos públicos en reparar, año tras año, los destrozos del agua: con dejarle libre su espacio natural, todo resuelto. Y encima, gratis.

viernes, 18 de septiembre de 2009

LAS BOLSAS "CACA"

No seré yo quien me descuelgue poniendo a parir a esa cadena comercial que, a su vez, se ha descolgado con la encomiable iniciativa (publicitada a bombo y platillo, por supuesto) de ir suprimiendo una parte de esos plásticos que, bajo las más diversas formas, contribuyen poderosamente a envenenar un poco más nuestro sufrido planeta, a punto ya o casi de reventar definitivamente de una indigestión de mierda enconada.
Y no la voy a poner a parir (a la cadena comercial, digo) porque siempre es de agradecer que alguien empiece a plantearse ir suprimiendo porquería, sobre todo si es de las que tardan la friolera de de 400 años en desintegrarse; que parece ser que es lo que viene tardando en desaparecer una bolsa de plástico de esas que nos dan cuando compramos algo, lo que sea, en cualquiera de los grandes (o pequeñas) superficies comerciales sin las que ya no somos capaces de vivir.
Y siempre es de agradecer, digo, aunque se antoje meridianamente claro que semejante decisión tan ecológicamente beneficiosa no ha sido tomada basándose en parámetros de ética medioambiental, por así decir, sino posiblemente la misma sea debida a la “iluminación” de algún gran directivo (los grandes directivos jamás descansan) que en alguno de sus paseos por el campo, en su segunda, tercera o cuarta residencia, vio una bolsa de plástico colgando de un árbol y clamó al cielo al deducir que eso era la causa real del cambio climatológico. Automáticamente pensó, “aquí hay negocio vamos a darle publicidad al tema”, porque verdaderamente los criterios que sustentan esta publicidad con tan drástica decisión son meramente económicos. Vamos, que no suena mucho lo que se dice a casualidad que sea justamente ahora, coincidiendo con la crisis que aprieta a las empresas comerciales amenazando con mermar el capítulo de sus esplendorosas ganancias, cuando se les haya despertado una aguda conciencia ecológica a los mandamases de sus consejos de administración, llevándoles a decidir de un plumazo que hay que quitar de la circulación, pero ya mismo, esas bolsas tan contaminantes que se venían proporcionando al cliente (de forma gratuita, téngase bien en cuenta ese detalle) a la hora de pagar la compra en las cajas registradoras de los establecimientos. Que si a eso vamos las dichosa bolsitas tampoco nos salían gratis, porque su precio ya se nos cargaba por otra parte y bajo otros conceptos en los que comprábamos, lo mismo que se nos cargan las pérdidas (mejor dicho las no-ganancias) fruto de hurtos, deterioros y mermas, que así son las leyes del comercio, pero ésa es otra historia.
Decía, y digo, que no seré yo quien vaya en contra de la supresión, siquiera sea mínima, de guarrísimos elementos altamente contaminantes; pero digo al mismo tiempo que no se nos pretenda vender esa iniciativa como consecuencia directa de un acto de concienciación medioambiental, ni se nos presente a los “padres” de la idea como ángeles benefactores, sinceramente preocupados por la salud de nuestro muy martirizado y preagónico planeta. (Por cierto: no se me tache de tremendista por llamar preagónico al estado de salud de la Tierra). Nada menos que Miguel Delibes, hace ya bastantes años, fue más lejos que yo titulando un estremecedor libro suyo (que debería ser de lectura obligatoria) así: “El mundo en la agonía”.
Decía que iniciativas del tipo de lo de las bolsas siempre tienen recámara; en este caso, suprimir gastos y, ya que estamos, forzar al público a que se deje las perricas comprando otro tipo de bolsas mucho más ecológicas; que pone a la venta, faltaría más, la misma cadena que retira las gratuitas. Cadena que sigue vendiendo, faltaría más también, cientos, si es que no miles, de productos de plásticos tan contaminantes, o si me apuran hasta más, que las repajoleras “bolsas caca” que con tanta alharaca publicitaria uno de estos días se van a retirar de la circulación.
Y es que a mí, con perdón, desde que empecé a recibir el machacón mensaje publicitario de la “caca” bolsífera no se me va de la cabeza esa frase típica que estamos todos hartos de oír, poniéndola más o menos metafóricamente en boca de los angelitos en edad infantil, y que encadena ingenuamente las palabras feas que jamás debe decir en público un-a, niño-a como Dios manda. Ya sabéis aquello tan archiconocido de: caca, culo, pedo, pis. De manera que, me parece a mí, si queremos ser medianamente consecuentes no podemos quedarnos en las bolsas caca, sino que hay que arremeter también contra todos los otros productos culo, y pedo, y pis que emponzoñan el medio ambiente y nos envenenan cada vez que abrimos la boca para respirar, y que no es que tarden 400 años en desintegrarse sino que muchos ni se sabe si llegarán a desintegrarse nunca, léase los residuos nucleares, sin ir más lejos.
Bienvenida se pues la iniciativa de retirar bolsas de plástico… pero sin hacerles el juego a las cadenas comerciales. Sin comprarles después a ojos cerrados lo que ellos quieran vendernos.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

A MI QUERIDO AMIGO ALFONSO

Hoy te fuiste viejo amigo
no dejo de recordar,
los momentos que contigo
tuve para disfrutar.

Tantos tiempo compartido
unidos por la amistad,
tu pérdida la he sentido
en mi alma de verdad.

Recuerdo cuando decías
esto debe de durar,
lo que duren nuestras vidas
y así ha sido en realidad.

Pero yo me quedo solo
sin mi amigo mas leal,
quién escuchó mis problemas
y compartió mi soledad,
en los peores momentos
a mi lado supo estar.

Hoy te has ido viejo amigo
y con pena te digo adiós,
labraré con letras de oro
tus consejos que ya añoro,
forman parte de la razón
por la que fuiste mi amigo,
mi gran amigo del corazón.

En la lápida yo te lloro
te lo pido te lo imploro,
que donde quiera que estés
me guíes aquí en la tierra,
y me lleves hasta tu diestra
que quiero contigo compartir,
si es que la vida es eterna.

martes, 18 de agosto de 2009

LAS PERSEIDAS

Me estoy planteando más que seriamente apostatar de esta tierra, de gran parte de la gente que la puebla y de la mayoría de los valores que actualmente se cotizan en su ámbito autonómico, provincial y local. Y reconozco que es triste llegar a semejante planteamiento, sobre todo porque es una provincia donde no nací sino que vine de fuera, de lo que se desprende que en principio no me atan a ella raíces antiguas, de esas que son difíciles de arrancar, sólo lo hacen mis hijos, a los que yo arrastré hasta aquí por motivos laborales hace ahora diecisiete años, mis nietos y mis buenos amigos. De manera que no sé dónde habría que firmar mi desvinculación con el espíritu actual de la Comunidad Valenciana, ni si ello sería factible, pero repito que mis ganas de apostatar de ella van increscendo. Con perdón para aquellas personas que se despegan de la pauta comunitaria, que algunas quedan. Aunque que sepa Dios por cuánto tiempo, ni cuanto van a tardar en quitarlas de en medio para que no desentonen del paisaje (y sobre todo del paisanaje) general.
Valga decir que estoy cada día más hastiado y más harto de lo que veo alrededor mío. Que el desmoronamiento general de los más elementales valores, y todo lo que ese desmoronamiento arrastra consigo y tras de sí, me revuelve las tripas. Que las prepotencias, las desvergüenzas, las insolencias y las burlas descaradas a la ciudadanía me han acabado produciendo un cansancio tan absoluto que ya casi no creo en nada y mucho menos en nadie; y eso supongo que es lo peor que le puede pasar a alguien. Porque es un estado de, digamos, “nirvana negativo” que te vampiriza las energías, te agosta las ilusiones, te pulveriza las fuerzas. Te neutraliza, te incapacita, te deja fuera de combate. ¿Para que luchar, si sabes que la batalla está perdida de antemano? ¿Para qué defender causa justas, si la justicia misma se encarga, cuando es menester, de amoldar sus planteamientos para encajarlos como mejor acomoden? Cuando ya no queda nada a lo que agarrarnos, cuando lo más (teóricamente) sagrado y respetable le falla de plano al pueblo que le entregó su confianza, y encima de ese fallo hace jactancia y escarnio, apaga y vámonos.
Los últimos acontecimientos jurídico-políticos de esta nuestra Comunidad (y los que siguen saliendo y los que quedan por salir) estaban tan cantados, se conocía con tanta seguridad cuál iba a ser el resultado, que hasta casi era un aburrimiento seguir las noticias diariamente. Para qué, si ya nos sabíamos el final. Llevamos años (y lo que te rondaré morena, que esto va para largo) en que no cabe sorpresa alguna: las cartas están repartidas y la partida no admite cábalas, señores, hagan juego sin miedo que ya saben ustedes que van a ganar. Son los mismos nombres, las mismas caras, las mismas impunidades, los mismos repartos de beneficios, los mismos enriquecimientos opacos.
Así que yo estos días, que se conoce que ando algo depre, no paro de acordarme de Jorge Manrique y su celebérrimo “si juzgamos sabiamente daremos lo non venido por pasado”. Y ya puestos a recordar, su “Non se engañe nadie, non, pensando que ha de durar lo que espera más que duró lo que vio, pues que todo ha de pasar por tal manera”. O sea, que no hay cambios ni los va a haber: cetrería, amiguismo, enchufes, apaños, untes, lo que haga falta. Y si algún incauto intenta tirar de cualquier manta creyéndose, el muy iluso, que esto es EE UU y que por estos lares también se puede montar un Watergate de andar por casa, ahí está la pura y dura realidad para apearlo de su burra: pon los pies en la tierra, amiguito, que esto es España y más aún: esto es la Comunidad Valenciana, ahí es ná. De la cual como al principio decía, me estoy planteando la manera de apostatar. Por ética, pero mayormente por estética. No me preguntéis para donde pienso tirar, si es que al fin puedo acabar apostatando y, en consecuencia, emprendiendo el voluntario camino de un exilio cuanto más lejano mejor, pero desde luego lejos. Lo más lejos posible.
Estos días, he estado tirándome por el bancal cara al cielo cada vez que las nubes han dejado un resquicio, para tratar de encontrarme un año más con mis viejas amigas las Perseidas. Que mantengo yo con ellas un prologadísimo idilio, inasequible al desaliento y refractario a cualquier desengaño, que me pienso llevar hasta el mismísimo cementerio, cuando me toque irme. Porque qué mejor que poner tu confianza en el polvo de estrellas que cruza los cielos en las madrugadas cálidas alrededor del día de San Lorenzo.
Esas Perseidas refulgentes que no hay dinero en el mundo para comprarlas y por tanto son y seguirán siendo intrínsicamente limpias. Qué descanso, algo realmente incorruptible por fin, menos mal.

jueves, 13 de agosto de 2009

EL BORDILLO

Hubo un tiempo en el que cuando no podía más o “me podían”, me escapaba a un bordillo que estaba, justo, en una plaza por donde los coches pasaban a cierta distancia, ya que enlazaba con las avenidas que juntaban y separaban la ciudad. Allí estaba yo, pequeño, triste y sólo, pero en aquel lugar me era imposible escapar hasta de mi, e hincharme a llorar sin poner excusas. Además mis lágrimas me impedían ver a los otros y me permitían creerme “invisible”, lo que de vez en cuando es saludable si es por decisión propia. Ya que lo duro es cuando eres el “auxiliar” de las necesidades cotidianas o no se comparte nada más que las cosas y empiezas a dialogar con ellas y las haces tus amigas.
Una noche, fría como casi todas en ese lugar, pero no más que en otros en donde la temperatura de los termómetros marca máximas, después de la llantina habitual y las mil dudas unidas al miedo (maldito sentimiento que solo me daba valor, para quitarme el mío) ante lo que tocaba por delante, me di cuenta de que mi bordillo tenía una ocupa, justo en la parte interior donde un árbol centenario se encargaba de resguardarnos de los malos vientos. Entre cartones, plásticos y bolsas de Carrefour medio rotas, algo se movía. Era alguien tan invisible que ni la vi. y digo “la”, porque volví y ya no sólo para lamentarme por las indecisiones que habían dirigido mi vida, sino también por la curiosidad. Esta vez me acerqué. Era noche cerrada y no facilitaba el encuentro, por lo que tuve que aproximarme bastante.
Una mujer de pelo blanco desgreñada y completamente envuelta con ropas de abrigo, seguramente mucho más viejas que ella, era mi vecina. Al principio se cubrió del todo, tapándose el rostro con las manos, como si se protegiera o esperase ser agredida, pero, al poco tiempo, me dejó ver sus ojos. Profundos, grandes, azules y ausentes, tanto que por unos instantes olvidé mi “yo”. Me miró fijamente y con gestos me ofreció acercarme a los plásticos y cartones que ella colocaba en el cemento, por el que durante el día, iban y venían otras vidas y que estaba tan duro como húmedo. La amanecida desprende un aroma que se toca, quienes sabemos de ella y sin que neón y el ruido ensordecedor de los lugares despiertos nos impida sentirla, apreciamos su lenguaje y entendemos de sus caricias, penetra hasta en lo profundo y no solo de nuestro cuerpo y nos hace necesitarla, cuando todo sobra. A ella le quedaba lugar para compartir, su rostro arrugado y cansado dejaba ver una belleza no muy lejana, sus labios grandes y rojos, mitad por el frío, mitad por genética, eran capaces de regalarme una sonrisa tan generosa y entregada, que a veces en los sueños me la hago mía, para encontrar en el día lleno de todo y a la vez vacío las ganas de empezarlo que no tengo.
Terminé hablando más de mí que de ella, que sí se había dado cuenta de mis anteriores visitas. Después de pasar tiempo hablando, apretó su mano con la mía, increíblemente suave y de dedos finos y largos, a los que te imaginas capaces de escribir las historias más bellas del mundo o crear melodías llenas de la magia que no le dio la vida. Tuvo hijos, marido de los buenos y la llamaban señora, pero se cruzó en el destino un hombre que sólo vio en ella belleza, le prometió todo y allí estaba ella sin nada. La abandonó el marido, los hijos la rechazaron y por supuesto mucho antes, el causante de todos sus males…De repente no quiso continuar y yo aprendí a no preguntar. A veces el dolor hay que dormirlo y quién era yo, para buscar lo contrario. Empezó de pronto a gritar y recogió todo con una rapidez y fuerza, que no pude evitar su marcha. Llegó el día, cruel, lleno de prisas y quehaceres, olor a gasolina y a pisadas rápidas de “las que por las mañanas no miran” y con él me marché. Intenté encontrarla muchas noches y en muchos bordillos y no lo conseguí. Mientras quise conseguirle un lugar donde vivir y recorrí para lograrlo todos los lugares posibles.

Ayuntamiento, Diputación, Consejerías, Cáritas y demás. Como la mayoría de las cosas que se hacen a esas horas, también estas están controladas por la burocracia, largas colas, cientos de papeles que no valen para nada, pero que hay que duplicar y complicar, para que parezca que quien lo decidió era muy listo. Además de ser atendidas por antipáticos rostros que lo hacen más difícil todavía y que no había vuelto a padecer hasta el tiempo “aquel” que me tocó estar “de cara a la pared” y entonces, lo comprendí. Y es que cuando dependes de un Director “engreído y analfabeto”, jefecillo de cortos vuelos, “de esos” que no están en el grupo del que les manda, pero al que le sirven de alfombra con tal de continuar conservando su “plus” y su carguito, sin más que hacer que el de “controlar” a los otros, creerse imprescindible y escaquearse lo más posible entre los días morosos, para así asegurarse un buen sueldo durante mucho tiempo.
Hoy creo que “ella” hizo bien desapareciendo y no permitiendo que ninguna administración ni yo, tratase su “locura”, pese a que me perdí de aprender muchas cosas y me quedé sin compañera de bordillo.

domingo, 26 de julio de 2009

Y SI SUENA LA FLAUTA...

No cabe duda: somos un país y un paisanaje definitivamente crédulos. No hemos perdido la esperanza de que la Suerte, con mayúscula, nos visite el día menos pensado para sacarnos de pobres para los restos, cancelar las hipotecas, enjugar las trampas y saldar con un rotundo golpe de talonario todas nuestras deudas acumuladas. Inasequibles al desaliento, practicamos con tozuda insistencia una semana tras otra los repetitivos rituales de los juegos de azar que el día menos pensado nos harán multimillonarios, quien dice que ese día no sea hoy. Por si lo es, ahí están las colas de ilusionados (o desesperados, que también) jugadores, aguardando turno para que les sellen su boleto. Cualquier boleto de los de curso legal puestos en circulación por el Estado, pero preferentemente el de la Primitiva, y en especial cuando hay acumulado un bote sustancioso, de esos de varios ceros que hacen soñar hasta las paredes.
Junto a la entrada de la Administración de Loterías Bello, en la Plaza del Ayuntamiento de Valencia, tiene plantada su paraeta Amparo, que lleva vendiendo cupones de la ONCE desde el año 89, o sea 20 años. Y dice Amparo que antes, “cuando estaban en lo suyo las pesetas”, ella vendía mucho más que ahora, vamos, dónde va a parar, que la mayoría de los días a las 11 de la mañana ya había vendido el completo, recogía los bártulos y se iba para su casa como una reina. ¿Ahora? Pues ahora, que se viene ella colocando sin falta en su punto de venta desde las 9,30 hasta las 13, 30 y desde las 17,30 hasta las 20,30, tiene que apurar el tiempo hasta el final y, aún así, raro es el día que termina de venderlo todo.
El promedio de edad de su clientela, dice, va desde la mediana edad hacia arriba con especial incidencia en los abuelos, tanto hombres como mujeres, que aprovechando su paso o paseo por tan céntrica Plaza, se arriman pasito a pasito a tentar a la suerte, como atraídos por un potentísimo imán.
Según anden de “cash” en los bolsillos (que casi siempre, obviamente, es mal) trasponen la puerta de la Administración de Loterías o se quedan fuera, en la paraeta de Amparo, comprando dos o tres “rascas” que son, con diferencia, los esperanzados papelitos que más venta tiene entre los abuelos; porque son los más baratos mayormente, y más que nada porque los premios se pagan sobre la marcha. Eso sí, los susodichos premios rarísima vez alcanzan a pasar de 5 euros (por lo común son de 0,50, es decir, el reintegro de lo invertido) y aún eso de Pascuas a Ramos, lo corriente es perder todo lo que se ha pagado porque los jodidos sietes o no salen, o no están los tres en raya. Pero, ea: menos da una piedra y además, ¿y si suena la flauta y por un eurico de nada caen esos 10.000 que una vez nos encontramos al rascar el espacio del premio, aunque a sabiendas de que no íbamos a poder cobrarlos por los dichosos sietes fuera de sitio?
Basta quedarse unos minutos contemplando el trasiego de personal para comprobar que los jóvenes, salvo excepciones, no se dejan caer por aquí. En cambio proliferan las amas de casa clásicas, los hombres solos y las parejas de la tercera, o cuarta, o quinta edad. ¿Y la pensión les da para jugar tanta lotería, oigan? Pues mire usted, la verdad es que dar no da, pero venimos ya más por desesperación que por otra cosa, a ver si cae algo y podemos echarles una mano a los hijos, que los han mandado al paro con criaturas pequeñas y están con el agua al cuello, ¿sabe usted? Sí señor que sé, no he de saber.
Dentro de la Administración la clientela aguarda su turno con paciencia franciscana, aunque de media fila para fuera el sol sahariano amenaza con licuarle los sesos al personal. Y es curioso (o bien mirado, no) pero con esto de la crisis la gente, en lugar de retraerse por el aquél del gasto, acude más. Gastan cantidades pequeñas; una columna en vez de seis; un décimo de la lotería del jueves o la del sábado de vez en cuando, en lugar de cada semana; el gordo de la Primi, o el Euromillón cuando hay bote; la Bono Loto, lo mismo; los caballos, sólo si al leer sus nombres algunos nos llama de forma especial.
Pasado el verano volveremos a soñar con el pleno al quince de la quiniela de toda la vida, a poder ser con un 1 en el Valencia contra otro. Ah, y para que a nadie le pille el toro por falta de previsión, la lotería de Navidad ya está a la venta. ¿Qué las probabilidades de que, entre tanta y tan variada apuesta, nos toque algo medianamente jugoso son de una contra no sé cuantísimos millones? Pues ya lo sabemos. Pero si perdemos también la última esperanza, apaga y vámonos

viernes, 3 de julio de 2009

PERDÓNAME, LO LAMENTO.

Hijo mío, por favor,
de tu blando lecho salta.
Déjame dormir, mamá,
que no hace ninguna falta.

Hijo mío, por favor,
levántate y desayuna.
Déjame dormir, mamá,
que no hace falta alguna.

Hijo mío, por favor,
que te traigo un vaso de leche.
Mamá, deja que en las sábanas
un rato más me aproveche.

Hijo mío, por favor,
que España entera se afana.
¡Que no! ¡Que no me levanto
porque no me da la gana!

Hijo mío, por favor,
que el sol está ya en lo alto.
Déjame dormir, mamá,
no pasa nada si falto.

Hijo mío, por favor,
que es la hora del almuerzo.
Déjame, que levantarme
me supone mucho esfuerzo.

Hijo mío, por favor,
van a llamarte haragán.
Déjame, mamá, que nunca
me ha importado el qué dirán.

Hijo mío, por favor,
¿y si tu jefe se enfada?
Que no, mamá, déjame,
que no me va pasar nada.
Hijo mío, por favor,
que ya has dormido en exceso.
Déjame, mamá, que soy
diputado del Congreso
y si falto a las sesiones
ni se advierte ni se nota.
Solamente necesito
acudir cuando se vota,
que los diputados somos
ovejitas de un rebaño
para votar lo que digan
y dormir en el escaño.
En serio, mamita mía,
yo no sé por qué te inquietas
si por ser culiparlante
cobro mi sueldo y mis dietas.
Lo único que preciso,
de verdad, mamá, no insistas,
es conseguir otra vez
que me pongan en las listas.
Hacer la pelota al líder,
ser sumiso, ser amable
Y aplaudirle, por supuesto,
cuando en la tribuna hable.
Y es que ser parlamentario
fatiga mucho y amuerma.
Por eso estoy tan molido.
¡Déjame, mamá, que duerma!

Desde lejos veremos el paro
la crisis y la inflación.
Yo mamá lo tengo muy claro
Y a ti te pido resignación.

Será un sueldo para toda la vida
y me haré hombre de provecho.
No nos faltará nunca buena comida
aunque me acusen de cohecho

Bueno, te dejo, hijo mío.
Perdóname, lo lamento.
¡¡Yo no sabía de la fatiga
que produce el Parlamento!!

miércoles, 6 de mayo de 2009

EN EL DÍA DE LA MADRE...

El día de la madre de éste año ya es el suyo. Aún no han parido, pero las criaturas que llevan dentro tensándoles las paredes del vientre y cargándoles las piernas les hacen ocupar el papel protagonista de la festiva fiesta. Se sienten raras todavía, aún hay momentos en los que inevitablemente, creen que la nueva responsabilidad les viene grande. Tienen miedo al hecho físico del nacimiento también, y a ello contribuye esa costumbre moderna de proporcionarles en las clases de preparación al parto deuvedés con imágenes explícitas y sangrientas, incluso de cesáreas. ¿Es necesaria realmente esa información exhaustiva? Y sobre todo, ¿es útil? ¿Acaso antes de una operación de apendicitis o de resección de mama se muestra al paciente la carnicería quirúrgica a la que será sometido? Tal vez habría que reconsiderarlo.
Esas madres primerizas, sólo por el hecho de decidirse a traer un hijo al mundo en estos momentos ya son dignas de admiración. Son auténticas madres coraje, con más valor que el Alcoyano. Se atreven a echar sobre sus espaldas la carga (dulcísima, pero carga) de una nueva vida que tendrán que sacar adelante contra viento y marea, en tiempos duros de crisis. En más casos de los que imaginamos su preñez les ha supuesto perder el trabajo precario que desarrollaban, muchas veces con contratos renovados semanalmente, sobre todo si trabajaban en la hostelería. Así que se enfrentan a la maternidad a cuerpo limpio, sin cobertura económica, sin los meses de baja maternal, agarrándose al clavo ardiendo de los 2.500 euros de Zapatero como si esa cifra fuera de goma y pudiese estirarse hasta el infinito.
Si tienen suerte y su compañero no ha ido a engrosar las listas del paro, que en estos tiempos casi es un prodigio, lo más común es que ese compañero sea mileurista. Y que, confiados en los parcos sueldos que los dos sumaban antes del embarazo, la familia recental esté lastrada por los pagos mensuales de las compras que habían ido realizando a plazos, para que la casa cobrase forma cálida de hogar común. Así que las nuevas madres se pasan horas con un boli en la mano intentando cuadrar cuentas imposibles, calculando de dónde podrán detraer unos euros para la hipoteca, la comunidad, la luz, el agua, el teléfono, la gasolina del coche…
Con tanto problema acumulado, a ratos hasta se les olvida lo principal: el glorioso milagro que transportan. Les angustia completar a tiempo el ajuar del aún no nacido, la canastilla, la cuna, el cochecito, el marsupio para transportar al bebé sujeto al cuerpo cuando tengan que subir y bajar con él los ochenta escalones de su cuarto piso sin ascensor. Así que a ratos a estas madres corajes se les viene el mundo encima y desearían volver a ser sólo hijas. Volver, incluso, a ser niñas que preparan en el colegio un primoroso dibujo florido para llevar a casa en el Día de la Madre.
Y por si les faltaba algo, ha venido a aterrarlas más el fantasma sombrío de una pandemia mundial que amenaza la salud de sus hijos, aún antes de nacer. Todavía no han parido y ya saben lo que es desvelarse por un hijo, sentir pánico por su seguridad, desear que el mundo se detenga para que a su bebé no le haga daño nada. Acaban de aprender a marchas forzadas lo que duele el amor. Lo que duele ser madres. Por eso es necesario transmitirles que no hay nada más bello, ni más gratificante, ni más absoluto que ese dolor de amor. Por eso, cada vez que nos las crucemos por la calle caminando un poquito entorpecidas por el peso de su redondez, hay que hacerles sentir con un guiño cómplice que ellas son el centro del universo, la raíz del futuro, la simiente de la alegría, la puerta sumiso de la esperanza del mundo. Todas ellas. Y en especial vosotras dos, Marisol y Mari Ángeles, hija y nuera, que también habéis parido a dos de mis tres preciosos nietos en tiempos de crisis.

sábado, 25 de abril de 2009

ASÍ ES MI ESPOSA...

Éste pretende ser un pequeño homenaje a la persona más importante de mi vida, mi esposa, en nuestro treinta y ocho aniversario de bodas, y digo pequeño porque así lo es con respecto a todo lo que ella se merece. Gracias a ella tengo a mis hijos y mis nietos, mi mayor riqueza, todo lo que en la vida alguien hubiese podido soñar. Espero que Dios nos conserve la vida durante mucho tiempo a ambos, para poder seguir celebrando aniversarios juntos, junto a los nuestros.

Dios creador de todo el universo,
con sus propias manos quiso construir,
una flor maravillosa...Y crear el verso
para yo en versos su obra describir.

Quiso hacerla única...Bañada de nobleza
que como ella en el mundo no existieran dos
derramó sobre ella, virtud, amor, belleza...
Una obra creada por el mismo Dios.

Con un rayo de sol confeccionó su pelo
y para hacer su obra aún más bella...
Alargó su brazo y desprendió del cielo
para hacer sus ojos...Dos mágicas estrellas.

Quiso darle de las noches el encanto
y de los días su mágico esplendor...
Que fueran como perlas las gotas de su llanto
y hacer de su figura un símbolo de amor.

Que quien mire a sus ojos descubra en ellos
la luz de un cirio que brilla intensamente,
irradiando como el sol los mágicos destellos
de un faro que brilla con luz incandescente.

Diáfana como el agua de una fuente
que ni al calor del fuego la rebosa…
¡Así es ella! Fuente de luz intermitente
un astro del cielo, así es mi esposa.

¡Así es ella! Dulce, Sensual, Sutil...
Con carácter fuerte e ingeniosa,
flor primaveral del mes de Abril
¡Así es ella!...Así es mi esposa.

¡Así es ella!...Sutil...Dulce...Sensual
Romántica...Seductora...Cariñosa,
como ella...No...No hay otra igual
sólo hay una...Una sola...Mi esposa.

¡Así es ella!...Venus con Minerva combinada
ella es para mí especial...Es mi mujer primorosa…
Una princesa...Una Reina... Quizás un Hada
Si...¡¡Sólo hay una...!!Y ésa es MI ESPOSA.

sábado, 18 de abril de 2009

NOS ENAMORAMOS PORQUE...

No nos enamoramos de alguien por casualidad, el enamorarse responde a una serie de estructuras mentales donde ubicamos a las personas que nos atraen. Para aprender a amar y dejar de sufrir debemos entender los principios psíquicos y orgánicos de este sentimiento. Generalmente cuando tratamos de entender por que nos enamoramos o porque nos sentimos así, solo logramos unir el corazón con la mente llegando a racionalizar el sentimiento. Las afirmaciones más usuales nos dicen que el amor no se entiende, solo se siente, que no se debe analizar, sino disfrutar, que no existe la lógica en el romanticismo. Más bien se inclina a pensar que el amor es como un juego de azar, donde a cada uno le toca o no, enamorarse. Cuando nos sometemos a esta última afirmación, comenzamos a entender al amor como un sentimiento que se genera de la nada y que desaparece de la misma manera, todo lo dejamos librado al azar y es ahí cuando nos sometemos a sus caprichos y nos resignamos a ser felices o no, según la suerte que hayamos tocado. Cuando entendemos al amor como un juego de azar dejamos de lado los complejos procesos mentales que hacen que nos enamoremos. Esta idea mágica de los sentimientos se torna peligrosa, y es una de las causas principales del mal de amores. Generalmente vivimos el amor como mártires, siendo víctimas de nuestros propios sentimientos, disfrutando a pleno cuando las cosas salen bien o sufriendo terriblemente cuando las cosas no salen como queremos.
Para lograr mantener vínculos sanos y poder amar sin sufrimientos, debemos comprender el amor, lo que significa, lo que representa, como se produce, como se experimenta y como funciona. Debemos tener en cuenta que la emoción y la razón no son nociones enfrentadas sino que se complementan si se las mezcla adecuadamente.
El amor aparece tras una reacción de nuestra mente ante la presencia de otra persona, a partir de una serie de vivencias de nuestra historia personal, edad, gustos, formas de vida, valores aprendidos y otras estructuras psicológicas que nos permiten cómo, por qué y de quién nos enamoramos. Si bien cada uno siente de determinada manera frente a una persona, producto de un complejo condicionamiento, podemos analizar algunas variables en las cuales podemos conseguir algunas respuestas a nuestra forma de amar.

Psicología del amor:
Para la psicología el enamorarse de una persona y no de otra, está prefijado en un mapa mental que elabora cada persona. Para Freud lo que mide el grado de enamoramiento es el instinto de ternura, que no se dirige a la satisfacción sexual directa. También dice que todos los objetos de los cuales nos enamoramos se basan en algunos rasgos de nuestras primeras relaciones, de manera tal, que la persona elegida es idealizada y no se la somete a ninguna crítica. Otros psicoanalistas consideran que el enamoramiento es un proceso de maduración, que sucede al encontrarnos con alguien que nos ayuda a crecer. Cuando un hombre se enamora debe existir un malestar presente, una lenta acumulación de tensión, gran energía vital y un estímulo adecuado en el camino que este hace para edificar su identidad, donde una mujer perdida queda en el inconsciente y ansía encontrarla. En el caso de una niña que se enamora, es que ha perdido al príncipe de sus cuentos infantiles y aparece representando el hombre de sus sueños. Según otras opiniones, antes de que aparezca el verdadero amor, ya se han elaborado las características esenciales de ese ser a quien vamos a amar. Esto se debe a que entre los 5 y 8 años, se realizan asociaciones con amigos, miembros de la familia, con experiencias o hechos accidentales, que hacen desarrollar los mapas mentales que permiten clasificar a las personas que luego amaremos. Estudios sociológicos han demostraron que ciertos patrones se repiten en personas de distintas culturas. Se han estudiado también, los componentes del deseo y se ha comprobado que toda la gente busca en su pareja la comprensión, la amabilidad, la inteligencia, la confiabilidad, la estabilidad emocional, que sea atractiva, poco exigente y sana. En otras culturas se especifican rasgos especiales para establecer un vínculo amoroso, para los chinos es indispensable la virginidad, mientras que para la mayoría de los holandeses y suecos es una condición irrelevante. También se repiten en distintas culturas diferencias universales entre el hombre y la mujer a la hora de elegir una pareja. Las mujeres buscan hombres ambiciosos con una buena posición económica o por lo menos con el potencial para llegar a ella, una posición social decente y generalmente que sean unos años mayores. El hombre, en cambio, busca el atractivo físico, la juventud, características de fertilidad y reproducción. Aparece también el problema que no todas las personas cuentan con una lista completa de las cualidades deseadas, es aquí cuando surge decir que el amor es ciego. Existe también la ley del equilibrio, donde las personas deseables buscan personas con las mismas características, como las persona inteligentes y eruditas, buscan personas con estas características para poder compartir con ellas sus ideas y sus conocimientos.

La admiración:
A pesar de lo que creemos la admiración está muy cerca del amor. Esta se aproxima a la fascinación, y cuando encontramos un atributo que admiramos en una persona inmediatamente dirigimos nuestra atención a ella. Esta admiración nos hace dejar de lado el aspecto físico, ir a un nivel más íntimo y menos superficial. Decimos que nos estamos enamorando cuando superamos esa admiración, que casi siempre es a nivel inconsciente, y comenzamos a profundizar nuestros sentimientos.
La admiración es más firme que la sola atracción física, ya que además del deseo, implica la amistad y la afinidad. Cuando aparece la admiración, el sexo deja de ser lo más importante y pasa a se un complemento. Es así como una persona brillante, que no es bella físicamente, puede llegar a deslumbrarnos por su intelecto de tal manera, que nos resulte atractiva, no garantizando el deseo, pero, crea una fuerte posibilidad.
La afinidad es otra condición que hace atractiva a una persona, permite la comprensión mutua, no exige explicaciones, ni causa malentendidos. Una buena base para el amor es el entendimiento mutuo y los gustos similares. La persona se hace más atractiva cuando se crea una simbiosis entre la persona y el placer de la afinidad.

El aspecto físico y el amor:
A pesar que la afinidad y la admiración son esenciales para el amor verdadero, también lo es el aspecto físico. Cuando la admiración y la afinidad se presentan sin deseo sexual no se supera más que una muy buena amistad, es cuando sentimos ser hermanos del alma. Los desencuentros amorosos y las frustraciones surgen cuando una de las personas siente amor verdadero y la otra no se siente atraída de la misma manera. Si bien el aspecto físico es lo primero que nos atrae de una persona, nos enamoramos profundamente de la personalidad más que de un cuerpo. La atracción física depende de numerosos factores que se vinculan a la experiencia social de cada sexo. Así se da que una mujer con gran atractivo físico, para escalar en su imagen social, suele buscar un hombre con muy buena posición económica. Lo mismo ocurre para el hombre, logrará escalar en el mundo social si conquista a una mujer atractiva. Estas relaciones se tornan peligrosas cuando se llega a los extremos, por ejemplo, una mujer no conseguirá el amor verdadero si no mira más allá del contexto en que se presenta un hombre, y un hombre no sentirá más que frustraciones y rechazos, si solo le atraen mujeres jóvenes, delgadas, altas, con imagen de modelos. Hay que tener en cuenta que si bien, es importante el atractivo físico y las apariencias, estas no nos aseguran el amor.

La química del amor:
Se debe establecer que, además de las estructuras mentales que hacen que nos enamoremos, existe en el amor un componente químico. El estado de enamoramiento está determinado por descargas neuronales, reacciones emocionales y hormonales. Cuando nos encontramos con la persona indicada, el sistema nervioso comienza a enviar mensajes a todas las glándulas del cuerpo, por medio del hipotálamo. Inmediatamente aumenta la producción de adrenalina por intermedio de las glándulas suprarrenales. Es así como empezamos a sentir numerosos cambios, aumenta la presión arterial, se incrementa la capacidad muscular, liberándose grasas y azúcares, la frecuencia cardiaca comienza a aumentar llegando a 130 pulsaciones por minuto, se mejora el transporte de oxígeno a través de la sangre, ya que hay aumento en la producción de glóbulos rojos. Muchos consideran al amor como una enfermedad, porque provoca en el organismo una reacción tan intensa que se asemeja a otras patologías. Cuando aparece el amor, el sistema nervioso comienza a enviar órdenes a todo el organismo y el intelecto no puede hacer nada, es así como se ven afectados los folículos pilosos, las glándulas sudoríparas y las lagrimales, el músculo intestinal, la vejiga y los genitales.
Hay determinados compuestos químicos que produce el organismo y éstos se combinan entre sí de tal manera que los enamorados no sienten cansancio o sueño cuando están juntas. Científicamente está comprobado que, cuando nos enamoramos en el cerebro se produce una sustancia llamada feniletilamina, que es un compuesto que proviene de las anfetaminas, también el cerebro segrega dopamina, responsable de desear algo y de repetir cualquier acción que nos provoque placer, además de norepinefrina y oxiticina, que maneja el deseo sexual. La feniletilamina disminuye cuando aparece una desilusión amorosa, y es así que se produce un síndrome de abstinencia, que lleva en muchos casos, al consumo de chocolates que es el alimento más rico en feniletilamina. Mientras dura el amor, la actividad de esta sustancia permanece en el cerebro durante dos o tres años o en algunos casos un poco más. Cuando se termina este proceso es cuando se termina el amor. Sabemos también que tras el enamoramiento sobreviene la etapa donde el compañerismo el respeto, la tolerancia, la admiración, pasan a ser las bases de una relación que puede durar muchos años y ser muy feliz.

El amor y sus tres elementos:
En una pareja que se une coexisten tres elementos o factores emocionales que se relacionan con el deseo, definido por Eros: es el amor pasional, el deseo sexual, el enamoramiento, la posesión. Aquí se desarrolla la faceta egoísta, donde se manifiesta el Yo que desea, que quiere poseer, que anhela ser el único. Por condición natural, Eros es conflictivo y dual, ya que en el mismo instante nos puede elevar al cielo o al infierno; con la ternura, definida por Ágape: es la ternura, el amor que no pide nada a cambio, la suavidad. Es el amor de entrega, libre de egoísmos, es el amor de la bondad. No se trata de un amor irreal o ideal, sino todo lo contrario, es capaz de amoldarse a la otra persona sin que esto sea un sacrificio; y la amistad, definida por Philia: trasciende el Yo, para formar la pareja Tú y Yo, donde la emoción principal es la alegría de compartir, la reciprocidad para estar tranquilos y pasarla bien. No aparece el placer como un sentimiento egoísta. Los momentos de felicidad, de esta pareja que se ha formado, se deben al equilibrio de estos tres elementos. Cada una de estas partes es primordial en el desarrollo del amor verdadero y es imprescindible para el comienzo de la atracción y la posterior relación basada en la afinidad y el amor.