sábado, 29 de mayo de 2010

EL SEXTO CUMPLEAÑOS DE PAU

No descubro nada nuevo al constatar aquí que la percepción del tiempo es cambiante: a más viejos, más deprisa, casi vertiginosamente, se nos antoja que pasa; y sin embargo, a más jóvenes, y qué decir ya de la infancia, acostumbra a transcurrir con una lentitud que llega a impacientar. Quizá por eso muy raramente se le oirá decir a un viejo "me aburro", esa expresión tan común en edades tempranas. Y es que a partir de ciertas edades adquirimos una conciencia clarísima de que la vida tiene fecha de caducidad y nosotros, si es que no la hemos rebasado ya sin enterarnos, debemos de andar raspándola. Así que cada minuto, cada presencia, cada risa, cada paisaje, cada página de libro, cada atardecer, cada aleteo de pájaro, cada nueva luna llena, cada inesperado chaparrón rematado por la gloria total de un arco iris, se convierten en valiosos tesoros.
Lo que pasa es que en esta percepción, como en todo, se mezclan los matices propios del carácter de cada cual. Y hay quien se empeña en vivir su propia vejez solo como una etapa de reposo conquistado a pulso tras largos años de vida laboral; y se autocoloca fronteras y limitaciones, se va cerrando puertas y constriñendo espacios, se empecina en negarse a cualquier cambio que signifique aventurarse en lo novedoso, en lo desconocido y no digamos ya en lo arriesgado. Hay quien no sabe afrontar cada nuevo despertar de otra manera que quejándose de algo: del insomnio que le ha impedido descansar, del dolor de artrosis que le ha desvelado de madrugada, del mosquito que no ha parado de zumbar destruyendo su tranquilidad, de la jaqueca que le amenaza de buena mañana porque está nublado y hay bajas presiones, del cansancio muscular que le producen los primeros calores del año. Son "personas-Jeremías" que sin ser conscientes de ello se autovampirizan, neutralizando y abortando cualquier posible conato de alegría y felicidad. Y que, como consecuencia directa de su actitud, viven acobardadas y a la defensiva en una perpetua situación de miedo, de desconfianza y de prevención.
Curiosamente son éstas las personas que más se suelen obsesionar por su salud, por su batería de pastillas y su galería de médicos con que afanosamente buscan la forma de prolongar sus vidas lo más posible. Y uno no puede evitar preguntarse: ¿para qué, si en realidad nunca se han atrevido a disfrutarlas plenamente, si siempre han vivido atemorizadas vaticinando catástrofes, acumulando resquemores, pasando factura eterna de viejos agravios reales o imaginarios, sin determinarse jamás a hacer algo irresponsable, loco y rabiosamente divertido de lo que no hayan calculado y medido las posibles consecuencias?
Si os fijáis, las personas más amargadas no suelen ser las que más verdaderos motivos tienen para estarlo. Hay quienes, habiendo sufrido sobre sus carnes y su alma todos los golpes, cataclismos y derrumbamientos imaginables, han sabido conservar la capacidad de volver a ilusionarse por la vida, de emocionarse con las pequeñas cosas de todos los días, y sobre todo de seguir creyendo, contra viento y marea, en el ser humano. Porque, oírme, tiene que ser muy triste y muy jodido vivir esperando siempre de los demás un sarmentazo. Es mucho menos doloroso (os lo aseguro) creer que la gente, por naturaleza, no es tan mala como cuentan y cuando te den el sarmentazo, que por descontado te lo dan, tomártelo con filosofía y, en cuanto recuperes las fuerzas, con su mijita de sentido del humor también.
Aunque es cierto que para vivir, a partir de ciertas edades, es imprescindible echarle muchas ganas. Porque miras el tapiz de tus amigos, tejido a base de años de complicidades, y lo encuentras cuajado ya de agujeros, apolillado de ausencias definitivas. Porque sigues mirando a los/as amigos/as vivos/as, y ves que quienes más ríen, y más se implican, y más arriman el hombro, y más optimismo y apoyo transmiten y reparten son justamente aquellos a quienes la vida ha golpeado y sigue golpeando sin piedad. Porque piensas en el año en “blanco” que pasé en mi trabajo, debido a la incompetencia y a los celos profesionales de un directivo, que no merecía ni siquiera estar en nómina. Y lo peor no fue lo que yo sufrí con mi enfermedad, lo peor fue lo que le hice pasar a los míos con la situación que se planteo con mi baja laboral y la repercusión que podría haber tenido. Y piensas entonces que si has sobrevivido a todo eso, es por que sigues haciendo falta aquí para seguir ayudando a los tuyos.
Es entonces cuando te das cuenta de que sí, de que siempre quedan faenas pendientes. Por ejemplo, traspasarle el testigo de la alegría de vivir a mis nietos Pau, David y Xavi. Pau ya está hecho un hombrecito, próximamente cumplirá los seis añitos. Así que el domingo que viene, qué queréis que os diga, por mí ya pueden venirse abajo el Gobierno central, y el autonómico y el municipal y hasta el norteamericano, que yo tengo algo más importante a lo que dedicarme. Por supuesto, a celebrar el sexto cumpleaños de Pau como es menester celebrarlo. Los demás cuando llegue el día, y todo lo demás, que espere.

1 comentario:

Antonio dijo...

Bien me acuerdo de todo aquello Sr. Gómez, intentaron hacerle un boicot para quitarselo de encima. Pero claro no contaron ellos que usted pesaba mucho a nivel nacional y los jefes principales, no accedieron a despedirle y quedarse sin alguien tan valioso como usted. Aunque el director que había entonces lo intentó por todos lo medios, hiza campaña contra usted, le desposeyó de todas sus funciones, le tiró a la basura toda su documentación, le anuló el despacho y por último le hizo coger la baja laboral. Pero usted en vez de amilanarse le hecho un par de c... y aún volvió al hiper estando él de director, convivió con el mismo durante catorce meses y lo que es más curioso, la fuerza de su perseverancia y de su profesionalidad hizo que un día y trás mucho tiempo, fuera paulatinamente recobrando su confianza y hasta le pidio perdón por todo lo que le había hecho, (congelación de salario durante tres años, perdida de su prima de gestión e intento de desprestigiarle a nivel personal), pero nada de ello consiguio y usted, una vez mas salió ganador de ese invite. Nosotros sabe usted que le echamos mucho de menos, porque usted tiene un estilo de mando diferente al resto, que si es verdad que mandan, pero sin estilo ninguno. Aunque ya se sabe, son los mejores los que se tienen que ir.
UN ABRAZO Y HASTA SIEMPRE