Me gustaría volver a perder la noción del tiempo y del espacio en plena calle, calles de tierra, con mis amigos de canicas y pedradas, de columpios y vaivenes, de miedos y de colegios de rezo diario. Volver a sentarme en el mismo banco, aquel banco de madera en La Glorieta y comentar con mi pandilla nuestras cosas del día a día, nuestros sueños, nuestras esperanzas. Comenzaba mi pubertad empezando a nacer dentro de mi, sensaciones hasta entonces desconocidas donde un simple roce con alguna de mis amigas, sofocaba la tarde y erizaba todos mis sentidos. Volver al vacío de la soledad, angustioso como todos los vacíos, pero donde te encuentras a ti mismo, frente al espejo (ojalá me mire sin miedo y reconduzca mi camino). Volver a mi inocencia; y ahora sé que no era inocencia sino pureza, era yo, antes de verme enterrado por las experiencias. La vida vivida diluye la esencia de uno y sólo cuando recuperas algo original de ti eres realmente feliz.
Me gustaría volver a cuidar de mi hermana pequeña mientras mi madre trabajaba,compartir con ella juegos, confidencias y sueños de cantantes, intentando imitar a los que entonces estaban de moda. Allí estábamos nosotros subidos a la mesa camilla de nuestra casa, y enfrente estaban sentados en sillas alrededor, nuestros amigos y conocidos, los cuales aplaudían a pesar de que les había costado una peseta la entrada.
Me gustaría volver a colaborar en aquella churrería La Buena Marcha, creo que así se llamaba. Allí acudía todas las mañanas a las siete, me ponía mi delantal blanco, me llenaban la cesta de paquetes de churros y yo me iba a venderlos por las calles voceando el producto, algunos de mis clientes eran los padres de mis compañeros de colegio, sirviendo de desayuno para los mismos. A las ocho y media vuelta a casa, ducha, cambio de ropa y al colegio. Volver a colaborar en las tardes de verano en la heladería El Olivero, despachando los cortes y los “chambis”. Con ello intentaba ayudar a la sostenibilidad del hogar, aprendiendo al mismo tiempo, a saber valorar las pequeñas cosas.
Me gustaría volver a ver a los amigos, a los que están y a los que se marcharon, a compartir con ellos en el bar Eduardo (ya desaparecido, en su lugar hay un Banco) una partida de billar. Amigos de sueños, de esperanzas, de ilusión en el futuro; estaba todo por hacer pero el mundo era nuestro. Como los echo de menos a los que no están y a los que están, pero tristemente lejanos, por el desgaste del tiempo y las ausencias. ¡¡Que sólo me dejaron!!
Me gustaría volver al respeto por las ideas diferentes a las mías, al diálogo. Volver, volveremos a ver caer el muro, ese muro de las dos Españas. España, camisa blanca de mi esperanza, volver.
Me gustaría volver a iniciar el camino de la vida, de mi vida, o al revés, el camino que me volviese a hacer a mí, porque es él el que te hace a ti, te moldea, te renueva, te hace más humilde. Volver a ver la luna iluminando el camino; y es ahí cuando el cielo y la tierra se ven más unidos que nunca, en la oscuridad, donde cualquier piedra parece una estrella y cualquier estrella parece una piedra. Tú estás flotando en medio del infinito, y el mundo que pisas (que parece tan importante) se convierte en un pequeño grano de arena de la gran playa universal. Volver a encontrar a otras personas que caminan como yo, hacía el conocimiento interior. Un viaje de emociones, un viaje de nuevos amigos, amigos de verdad.
Me gustaría volver a pasear tranquilamente por mi pueblo, por sus calles, por sus parques y por sus huertas, y allí sentarme a contemplar los frutos de sus viñas, protegidos por los saquitos de papel. Esa uva Aledo que es la esencia y alma de mi pueblo; sol, tierra, sudor y lágrimas, que han convertido a mis paisanos en hombres y mujeres fuertes que miran a la cara, que no se arrodillan ante nada, que se enfrentan a la vida con pasión, imaginación y trabajo. Y los veré nuevamente crecer, nunca se rendirán. Fueron capaces de levantar un pueblo donde no había nada, donde la naturaleza pasó de largo. ¿Cómo no van a ser capaces ahora de superar las dificultades del camino? Superaremos este bache juntos, como tantas veces lo hemos hecho en la historia, y lo haremos a pesar de los políticos actuales y de su inoperancia.
Me gustaría volver a ver en los jóvenes la ilusión en sus rostros, la emoción por encontrar su primer trabajo, por empezar a construir su independencia, la ilusión de verse útiles, de que la sociedad está con ellos, de que no les abandonamos, porque ¿Cómo vamos a abandonar nuestro futuro?. Volver a mirar las golondrinas, como el poeta, a volar con sus vuelos, a escuchar su música celestial. Sus ecos en la Plaça Vella vuelven cada año, pero muchas primaveras yo estaba sordo; ¡cuantas primaveras perdidas, cuanta nostalgia despreciada! Volver a volar con ellas, volver a disfrutar de su melancolía.
Me gustaría volver para leer cuentos, a dormirme antes que ella o él, a verlos despertar con olor a sueño y biberón, a morder su pies redondos, a comprobar que la felicidad de otro es más que tu propia felicidad. Volver al amor incondicional de mis padres, al amor incondicional a mis hijos. Ahora sólo necesito tiempo, tiempo para volver.
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