martes, 12 de febrero de 2008

Para Toñi, mi querida y siempre amada esposa.

No envidiéis mi alegría, mi fidelidad ni mi sentimiento;
No envidiéis lo que sueño, no envidiéis mi forma de ser,
pues todo eso no vale ni una gota de llanto.
Pero envidiadme todos el amor de mi mujer…

Ah, sí, envidiad la gloria de esta firme confianza,
cuyo sentir profundo ni en mal ni en bien se altera,
porque yo siento mío lo que su mano alcanza
y en ella es permanentemente mi dicha duradera.

Envidiadme a esta mujer que no envidia mi goce,
compartiendo igualmente mí entusiasmo y hastío.
Nada puede importarle si nadie lo conoce,
porque mi pensamiento es suyo y su silencio es mío.

Envidiadme a esta mujer que me mira de frente,
que es alegre en mi triunfo y es triste en mi fracaso,
porque en ella es espiga lo que en mí es simiente,
y yo le cuento mis cosas, ella me escucha, yo descanso.

No importa si estoy solo, pues siempre esta conmigo,
y mis propias vivencias la van haciendo madura.
Ah, sí, envidiadme todos el amor que aún percibo
y que en el presente y en el futuro siempre perdura.

Todo esto, sólo representa una mínima parte,
de lo que mi corazón siente para poderte decir,
sólo espero tener tiempo suficiente para demostrarte,
que son pocos treinta y siete años de compartir.




.

No hay comentarios: