domingo, 8 de junio de 2008

CICLOS LABORALES

Para muchos, levantarse prontito cada mañana para ir a trabajar supone una auténtica faena. Sin duda, para todos ellos el trabajo tiene que ser un auténtico castigo, o como se suele decir "un mal necesario". Esto no deja de ser un tópico que para mi no tiene cabida ya que el trabajo es mucho más que esa actividad que realizamos a cambio de una remuneración, el trabajo tiene una función; es una actividad social de primer orden y una fuente innegable de posibilidades de crecimiento personal.
El panorama que ofrece el mercado de trabajo actual es sencillamente desalentador en este aspecto, ya que la mayor parte de los puestos de trabajo no solo no dan respuesta a su función de garante del sustento personal y familiar, sino que además tampoco son capaces de favorecer el desarrollo personal y profesional de los empleados.
A pesar de ello, el trabajo continúa contemplándose como una actividad necesaria para el ser humano por su capacidad para generar nuevos objetivos y facilitar las relaciones personales. Sin embargo, la realidad hace que se cuestione que esto se tenga que dar siempre, y el sentido común sugiere una teoría en la cual todo trabajador en cualquier empresa pasa por un ciclo que le lleva desde la adaptación al puesto de trabajo, hasta la salida de la empresa para volver a comenzar el ciclo. Este ciclo incluiría fases de satisfacción, desencantamiento e insatisfacción. Llegado a este punto se buscaría la salida de la empresa.
El ciclo propuesto se iría repitiendo una y otra vez a lo largo de la vida de los profesionales en un periodo aproximado de unos cinco años.
Cierto que hay casos en los cuales el trabajador se estanca en la fase de insatisfacción y es capaz de permanecer en ella durante mucho tiempo, aunque esto sea únicamente por la ausencia de oportunidades de cambio o de mejora.
Esta realidad ha sido constatada a lo largo de mi vida profesional, aunque ello no quiere decir que las empresas no puedan hacer nada. Existen alternativas que en la práctica totalidad de los casos pasan por ofrecer nuevos caminos para los empleados -ya sea dentro de la organización o fuera- y que nos permitirán poner freno a una dinámica tan destructiva como esta. Como propuesta concreta, la mejor alternativa que tenemos en nuestras manos consiste en disponer de un plan de carrera en el que se fijen los objetivos que debería alcanzar el empleado para dar el salto a un nuevo puesto de una responsabilidad superior. De esta forma estaríamos truncando este ciclo tan negativo y pasaríamos del punto de mayor satisfacción y motivación, al punto de partida de adaptación a otro puesto que supusiera nuevos retos y nuevas oportunidades de desarrollo profesional y personal.
Evidentemente, para entrar en esta nueva dinámica sería necesario que el trabajador estuviera dispuesto a ello pero, por encima de todo, es necesario que el trabajador espere de su trabajo algo que vaya mucho más allá de una mera remuneración. La empresa además, debería pensar menos en los beneficios inmediatos y un poquito más en garantizar a largo plazo el continuo desarrollo de sus recursos humanos, ya que sin ellos difícilmente alcanzará un modelo de negocio basado en el crecimiento sostenido.
Dicho de otra forma: el trabajador y la empresa deben entrar en una dinámica de compromiso mutuo y desarrollo de los objetivos de cada una de las partes ya que en ausencia de este acuerdo tácito la empresa no solo perderá el rumbo y a sus principales activos, sino que todo su conocimiento se irá a un puesto similar en una empresa de la competencia.

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