martes, 13 de diciembre de 2011

IÑAKI Y LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA.

Apareció después de un cuñado como salido de un cuadro de El Greco. Con excentricidades estéticas en su look y un careto que no era como suele decirse la alegría de la huerta precisamente. Iñaki era como el yerno perfecto. Guapo, rubio, cuerpo de atleta, de buena familia, vasco de origen, catalán de adopción y estrella del deporte. Totalmente compenetrado con su pareja. Y tuvieron hijos rubios, majos e imagino altos en un futuro en un país de morenos, bajitos y cabreados.

Ahora una investigación judicial por corrupción amenaza con alcanzarle. Y este fenómeno de chicos relativamente jóvenes, exitosos en la vida por azares diversos, con buena planta y que gozan de poder se mire por donde se mire, al parecer, no se conforman con eso, que ya es bastante y lo quisieran muchos. Quieren más, y más, pero mucho más. Ignoro si es la avaricia, la soberbia o las amistades peligrosas las que le les hacen cometer, presuntamente o no, acciones delictivas, verdaderas locuras en un auténtico delirio de grandeza, dirigidas a amasar más dinero del que tienen, una posición más prestigiosa de la que ya poseen, y no hay límites. Involucran a todo quisqui desde altos cargos políticos, grandes fortunas, nobles y hasta cierto punto salpican a la Corona. Para ellos el dinero tiene otro color, y encima han sido bendecidos por ciertas administraciones, ciertos altísimos cargos, juegan con dinero público, cometen delitos pero nunca aparece el dinero.

Con lo fácil que es devolverlo y vivir, si es que pueden seguir viviendo. Suelen salirles canas y sus rictus cambia por la que se les viene encima. Conocí a uno, abogado del Estado, número uno de su promoción. Y se quiso meter con ayudas a banquero. Y se puso gomina, y se enfundó en un status impensable e impecable, el presidente más joven de un banco de familias aunque él quería otra Presidencia... Pero quiso también más, intrigas palaciegas políticas aparte, y se acercó a grandes fortunas y hasta la nobleza más alta de España. Alto, moreno, guapo, con planta y era el hijo que querían todas las madres, el nieto que querían todas las abuelas. El ejemplo del joven triunfador español.

Sería curioso analizar a estos hombres jóvenes de raza que no se conforman con lo que tienen, sino que aspiran a más, sea al precio que sea, incluso al precio del talego. Luego resurgen como aves fénix y son reconocidos, amados, queridos y para más inri escriben sus memorias como fascículos pero a base de libros con lomos como El Quijote. Y hay muchas ediciones de los mismos. Un poco coñazo ya son. Desde la presunción de inocencia, por supuesto, no sé qué carajo les pasa a estos muchachos que un día se llamaron Mario, ahora Iñaki y luego vaya usted a saber cómo. Los hay en política pero estos suelen ser de medio pelo. Se conforman con el carguito político y algunos relojes muy caros y un tanto horteras. Y es que no vienen de alta cuna, digo.

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