martes, 20 de diciembre de 2011

lA VIEJA DEL VISILLO

Las hay. Las hay así. José Mota parodia a una mujer cotilla de pueblo, esa que va de aquí para allá intrigando, que hace muecas cuando se entera de algo gordo, o cuando no puede enterarse, chismes que luego exagera, propaga, y por supuesto tergiversa. La hora de José Mota el viernes último consiguió su segundo mejor dato de audiencia. Parodió a Mariano Rajoy, que a su vez parodió a Raphael concursando en Tu cara me suena, se vistió de Frank Cuesta y como Frank de la jungla cazó al Aberroncho, se amorró en un tapial como el cardenal Richelieu, y alzándose los hábitos cardenalicios defecó como un bellaco, y lanzó piedras con gana de pelea al gañán que le recordaba que con tantos palacios, el cardenal cagaba en cualquier sitio, se recogió el pelo en rodete, se remangó el delantal, se puso gafas de pasta, y se puso a malmeter como las chafarderas.

El humorista atina en ese personaje, que no es sólo de pueblo, ni es sólo mujer, ni tiene que ser viejo. Ese tipo de especímenes existe en pueblos y ciudades, y te los encuentras en la panadería, en la calle, o en la escalera. El viernes, la Vieja`l visillo se fue a comprar al Eroski, y la lió. A una vecina la llamó roñosa por llevarse sólo 150 gramos de salami, ella preguntó por el precio del jamón de bellota, que costaba 125 euros el kilo, pero lo quiso probar, "porque a veces sale picado". Ponme 20 gramos. Marchando 20 gramos de ibérico, dijo el charcutero. No, dijo ella, de mortadela. No me digan que no es bueno el retrato. Luego descubrió que el charcutero estaba liado con una que no era del barrio, y al extrañarse dijo que eso tenía que escarbarlo. La cosa acabó en una trifulca monumental. Las viejas del visillo de Sálvame hacen lo mismo, pero pierden.

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