miércoles, 22 de febrero de 2012

VERDADES Y MENTIRAS

Los cínicos están convencidos de que la frontera entre la juventud y la madurez se cruza en el momento en que se descubre que la vida no es larga, sino corta; que la bella muchas veces es una bestia; que a la fea nunca la llaman a las entrevistas de trabajo; que el amor no es como en las películas; que la ley es una maraña que beneficia a los espabilados; que el trabajo es en su inmensa mayoría es monótono y aburrido; que el sueldo no depende del esfuerzo sino de quién es tu amigo.

Y así podríamos seguir. En resumen, que eres adulto una vez que te convences que para "triunfar" necesitas mentir. Al pobre desgraciado que llega a tu oficina, le dices que ese trabajo asqueroso es "un reto". Te acostumbras a dorar la píldora. Y así se puede llegar a pensar, que las cosas que marcan el destino de una persona están determinadas por un azar ciego y absurdo, por "la suerte". Por ejemplo, ¿por qué algunos tienen una inteligencia privilegiada que hace que estudiando poco tengan unas notas brillantes y otra que trabajando el doble no pase de aspirante a subempleos ridículos? ¿Qué gen del ADN determina que los ojos de una mujer estén un poco más a la derecha que los de otra y den al rostro una simetría y belleza que harán que esa chica sea demasiado mona, es decir que su destino sea el de florero perfecto para decorar la oficina? O al contrario, que ese chico o chica sea fea como la noche y acabe en un trabajito sin progresión. O también, que ese chico o chica tenga una apariencia física "correcta", es decir, con un aspecto físico determinado por la cultura social del momento, perfecto para encajar en la sociedad y ascender en la escala social sin muchos problemas.

Lo que está claro es que con la crisis toda esa visión cínica de que todo depende de la apariencia y la suerte, está en entredicho. Hay que revisar la bola de cristal, los valores con los que hemos tamizado la realidad estos últimos veinte años. La apariencia, alimentada por deudas gigantescas, la confianza en la suerte, antes o después se cae. Es lo que tiene la ley de la gravedad. La realidad es tozuda. La chica fea, resulta que era buena persona y trabaja bien. El guaperas, resulta que es gilipollas. La suerte no mata la realidad, sino que es la realidad la que antes o después se impone a la suerte. El azar es como un viento que mueve la hojarasca, pero la realidad es tozuda, tiene raíces: la vida, es corta, pero sobre todo para los que tiranizan a los demás; la bestia, acaba entre bestias, devorada por otras fauces; la bella, depende de cómo administre esa flor de pocos días. Al final, la bola de cristal de los valores verdaderos, sólo muestra el camino para aquellos que los buscan con honradez. Los que engañan, acaban siempre atrapados por su fantasía. Los verdaderos valores son como un ojo interior, que se ensucia fácilmente con el orgullo. Y ahora, el orgullo, no está de moda. Don fanfarrón, murió con la crisis. Ahora toca remangarse y hacer examen. Y eso es sanísimo.

No hay comentarios: