domingo, 18 de octubre de 2009

LAS INTERRUPCIONES

A menudo me asombro de poder acabar cualquier texto, de tener la casi imposible tranquilidad necesaria para concentrarme en su desarrollo y llegar al final. En cierta medida, la historia de la escritura consiste en la historia de los esfuerzos del escritor por conseguir aislarse de todos aquellos elementos que amenazan con no dejarle escribir. Una verdadera vocación literaria también es la aptitud para saber dejar a un lado los mil estímulos, las mil tentaciones, las mil molestias que pretenden que una vocación literaria no se cumpla. Sin necesidad de caer en la paranoia (pero sí en una cierta hipérbole muy veraz), se podría decir que el universo conspira contra el arte, contra el artista. El mundo, aunque los disfruta y los reclama, jamás facilitará la tarea del artista y del arte, porque está acostumbrado a que ambos obren contra los elementos, a pesar de las dificultades, frente a las adversidades.
Se diría que los escritores, que por lo común trabajan robándole el tiempo que no tienen a su misma vida, deben defenderse de la vida misma, que conspira para robarles ese escaso tiempo.
A veces he soñado con el imposible de conocer la intrahistoria de la redacción de algunas obras maestras; es decir, con estar al tanto de las interrupciones que las retrasaron, que las molestaron, que a punto estuvieron de conseguir que no existiesen (pero que a la vez, por paradójico que parezca, también contribuyeron a su existencia, porque la literatura también supone una forma de sobreponerse a todo lo que significa su obstáculo, su perdición). ¿Cuántas veces, por ejemplo, abandonó Dostoievski sus novelas para abismarse en los garitos de juego de San Petersburgo (y que por otra parte lo obligaban a escribir a destajo para pagar las deudas contraídas)? ¿Cuántas borracheras de Faulkner, cuántas resacas, le hicieron levantarse de la mesa y dejar su vieja Underwood a un lado (esas resacas y borracheras que, por otro lado, dotan a su fraseo, a su estilo y a su visión del mundo de una cierta pátina alucinada y alucinatoria que le son tan sustanciales)?
A mi manera, practico una variedad muy modesta de la escritura interrupta. En realidad, vivo permanentemente interrumpido, y de vez en cuando consigo escribir algo, para ser justos con la proporción, esa magnitud que suele convertir nuestra vida en desproporcionada. Me interrumpen mis hijos, que siempre tienen una necesidad inaplazable, que da paso a otra no menos urgente, y así hasta el infinito. Me interrumpen los ruidos: ¿Por qué siempre hay una vecina que conoce todos los éxitos del verano de todos los veranos? ¿Por qué siempre hay un vecino de obras en su casa?, ¿Por qué siempre en la finca hay una niña que practica escalas con el clarinete? Me interrumpe el teléfono: si ya sé que lo podría descolgar, pero entonces me interrumpiría la preocupación de estar incomunicado. Me interrumpe mi mujer para planificarme el día y recordarme cien obligaciones: ya sé que me podría divorciar, pero entonces me interrumpiría la peor de las interrupciones: la infelicidad. Me interrumpo yo; la conciencia es una fábrica de estorbos: ya sé que me podría suicidar, pero en este caso me interrumpo y prefiero estar vivito para seguir escribiendo el tiempo que me dejen.

LA RUTINA

La mayoría de personas vivimos nuestro día a día acompañados por la rutina y, sobre todo, sometidos al totalitarismo impuesto por un reloj, que como buen tirano, nos impide pensar. Y es que la reflexión no sólo necesita de libertad, sino también de tiempo. Así las cosas, las prisas se han convertido en las cadenas de nuestros días; y, paralelamente, la dependencia de la agenda, del teléfono móvil o de Internet, en una nueva forma de esclavitud. Nos levantamos a la misma hora (aunque no tengamos nada importante que hacer a esa hora), fijamos un tiempo para comer, para cenar e incluso para leer, y programamos nuestro ocio con tanto tiempo de antelación que, en muchos casos, llegado el momento, las apetencias iniciales ya han pasado a mejor vida.
Al final, la tiranía del tiempo impone una planificación de las cosas más cotidianas, de aquellas pequeñas cosas que diría Serrat, y hasta una comida familiar o un café con un viejo amigo, se ven obligados a pasar por el sesgo de una agenda y, por tanto se transforman en rutina y nos convierten en seres muy predecibles a corto e incluso a largo plazo.
Sin embargo, un buen día el olor a tierra mojada y la imagen de varios niños jugando frente al cobertizo de una vieja casa de campo, te devuelve a ese tiempo en el que no existían ni relojes, ni agendas, ni teléfonos móviles, ni Internet. Eran tiempos en los que tampoco eran necesarios porque la luz del día marcaba los tiempos, la programación de la jornada se improvisaba sobre la marcha, sin necesidad de acudir a un aburrido dietario y sólo la lluvia tenía la capacidad de frustrar los planes, las voces de los abuelos y de los padres hacían las veces del teléfono móvil, y no había ningún tipo de dependencia hacia la pantalla del ordenador porque un par de ramas caídas de los árboles y cuatro piedras tenían la capacidad de recrear un mundo de corsarios, de princesas y de dragones. Es entonces cuando te das cuenta de que las hojas del calendario han ido cayendo poco a poco, apenas sin darte cuenta, y que la obsesión por el futuro se ha impuesto en su particular batalla contra el presente, pero también contra el pasado.

viernes, 16 de octubre de 2009

VOLVER A EMPEZAR...

He esperado cerca de dos meses intentando que la depre pos-vacacional pasara, para entretenerme con estos comentarios, y es que quien más y quien menos, “todos volvemos al cole”, no solamente los más pequeños y los jóvenes; cada uno tiene su septiembre particular a la vuelta de las vacaciones. Para una gran parte de la población, no son estas las mejores fechas para mantener arriba el ánimo. A ello ayuda, y no poco, la crisis (esta crisis está en todas partes), las cartas de la entidades financieras que nos recuerdan los gastos diferidos del verano, la vuelta al trabajo si es que aún lo conservamos…
Es un buen momento para volver a nuestros mejores propósitos, empezando por los más pequeños, porque la esencia de la vida está hecha de mucho pocos.
Fijémonos en un día cualquiera que hayamos sentenciado a priori, al levantarnos por la mañana. En el transcurso de las horas, aparece el apoyo de un compañero del trabajo, la inesperada llamada de alguien que siente nuestra ausencia y quiere saber de nosotros en forma de compartir un café… Signos pequeños, pero imprescindibles que hablan un lenguaje que estamos perdiendo, abrumados por tantas cosas que impiden el disfrute de la sonrisa dibujada en los ojos de nuestro interlocutor, la ausencia de juicios de valor donde esperábamos un reproche o una simple palabra amable cuando más la necesitábamos. Cualquiera puede reescribir una jornada que habíamos tachado anticipadamente.

Ningún periódico ha publicado recientemente que un marido llamó a su mujer para preguntarle cariñosamente qué tal le va en su primer día de vuelta al trabajo. Ni tampoco que una madre agotada tras una dura jornada, le leyó un cuento a su hija para que se durmiera rodeada de cariño. Ni tampoco el efecto que tuvieron estos gestos en los destinatarios…
La actitud generosa en el trato con los próximos educa nuestros menguados límites impuestos, quizá porque toda generosidad, por pequeña que sea, aumenta la autoestima.
Nadie nos va a ahorrar el esfuerzo por recuperar la normalidad en medio de la vorágine cotidiana que nos ha tocado en suerte, pero es posible hacerlo menos difícil cuando se afronta con un ojo puesto en los demás. Y septiembre suele ser un mes propicio para agrandar fantasmas en nuestras relaciones cotidianas en la medida que nos vemos como agentes pasivos sin capacidad para influir en nuestro alrededor.
Sin embargo, a pesar del tiempo glacial en que nos ha tocado vivir, influimos en los otros más de lo que sospechamos. Nuestro contacto con los demás transforma a otras personas. Para bien y para mal. En el curso de nuestra vida cotidiana, tenemos la oportunidad de influir en los demás y en nosotros mismos, y por consiguiente, de cambiar el mundo, el pequeño mundo que podemos abarcar cada día. Nadie está excluido de esta posibilidad (tan ligada a la autoestima) mientras pueda despertarse cada mañana ¿Qué otra cosa es triunfar sino acertar en nuestra respuesta? No me parece una mala lección para el nuevo curso que acaba de empezar.

jueves, 1 de octubre de 2009

COMO TODOS LOS SEPTIEMBRES...

Puntuales y exactas, como todos los años se han presentado las lluvias en nuestra comunidad reclamando una vez más sus caminos reales, antiquísimo derecho que la madre tierra les reconoció desde tiempo inmemorial, firmándolo a perpetuidad con tinta indeleble de violentas espumas desbocadas. Y, como todos los septiembres, las aguas han ido dejando a su paso un reguerón de destrozos, un desconsuelo de cimientos arrancados de cuajo, una infinita angustia de viviendas inundadas, garajes convertidos en lagos, calles condenadas al desastre por la irresponsable construcción de muros que se transforman en diques suicidas, encajonando el caudal de la lluvia y haciéndolo subir de nivel hasta cotas de verdadero pánico.

Como todos los septiembres, miles de ojos temerosos han pasado horas pendientes del cielo, siguiéndoles el rastro lívido a los zurriagazos terribles de los rayos, calculando la distancia del núcleo central de la tormenta por el tiempo transcurrido entre la fogarata del relámpago y el estallido tremendo del trueno, más largo y rodante cuanto más lejano, más breve y espantoso cuanto más inmediato. Miles de agricultores han estado calculando el tamaño y la fuerza de las gotas con el estómago encogido y el corazón en un puño, temblando ante la posibilidad de una mutación repentina en la que la lluvia, de golpe y sin avisar, se vistiera de pedrisco inclemente con su larga cola de encajes destructores bordados de miserias. Miles de mujeres que tenían fuera de casa a alguien de la familia, han sentido estrujárseles la garganta por un dogal áspero de inquietudes difusas, las mujeres ya se sabe, en habiendo un peligro que pueda amenazar a los suyos ellas lo presienten tal que si fueran brujas, esos puentes subterráneos, esos túneles, esos vados modernos, esas vaguadas…

Porque lo malo de las lluvias violentas, esas como las recién pasadas que llegan de septiembre en septiembre, es que su potencial de destrucción se nos olvida de una año para otro. A lo mejor por eso se nos caen los palos del sombrajo, de pura desesperación, a los que no tenemos capacidad de decisión alguna a la hora de trazar las infraestructuras que ciegan barrancos y bloquean las salidas naturales del agua, que permiten la construcción de viviendas en avenidas donde a poco que llueva rápidamente se anegan. Pero aún no ha pasado septiembre. Aún estamos en plena época de riadas, de lluvias torrenciales, de gotas frías, de tormentas rabiosas… Aún no ha pasado “la Sanmiguelá”.

De la Sanmiguelá podéis preguntarle a cualquier huertano de la ribera, y que os cuente lo que es ir con los chiquillos subidos en el carro, la mujer y la agüela empujando, la burra con las patas empantanadas en el engrudo del barrizal, y el rugido, más ronco y profundo que el de un dragón infernal, de la riá que viene bajando en la oscuridad, a media tarde pero con el cielo ennegrecido de tempestad, la riá que viene, que rula sierras abajo que ya está encima mismo, Virgencica, que llega, y el carro con la burra que no hay forma humana de desatrancarlo, y donde estará Santa Bárbara, con estos rayos y estos truenos y este miedo, ahora que tanta falta nos hace su protección.

No, aún no ha pasado la Sanmiguelá. Ni tampoco es menester que se presente para que corran riesgo, riesgo de muerte, los que alegremente se aventuran por carreteras comarcales, y hasta por autovías, cuando se rompen los cielos y desploman toda su fuerza sobre la tierra, ya incapaz de absorber más liquido, las aguas desmadradas, buscando sus caminos reales. Porque el agua, y eso la sabe el labrador más analfabeto, no entiende de escrituras. No sabe, ni quiere saber, de contratos con urbanizadoras, ni de promotores, ni de planos, ni de ingenieros. El agua busca siempre sus caminos. Y siempre acaba encontrándolos para ir por ellos. Por las buenas, o por las malas.

Tal vez por eso, a los del campo (y a los de ciudad), nos da tanta lástima y tanta rabia el empecinamiento de los que mandan en cerrar los ojos a la realidad, empeñándose año tras año en proyectar y construir sin respeto ninguno hacia los caminos reales del agua. Porque no habría que gastar ni un euro de los fondos públicos en reparar, año tras año, los destrozos del agua: con dejarle libre su espacio natural, todo resuelto. Y encima, gratis.

viernes, 18 de septiembre de 2009

LAS BOLSAS "CACA"

No seré yo quien me descuelgue poniendo a parir a esa cadena comercial que, a su vez, se ha descolgado con la encomiable iniciativa (publicitada a bombo y platillo, por supuesto) de ir suprimiendo una parte de esos plásticos que, bajo las más diversas formas, contribuyen poderosamente a envenenar un poco más nuestro sufrido planeta, a punto ya o casi de reventar definitivamente de una indigestión de mierda enconada.
Y no la voy a poner a parir (a la cadena comercial, digo) porque siempre es de agradecer que alguien empiece a plantearse ir suprimiendo porquería, sobre todo si es de las que tardan la friolera de de 400 años en desintegrarse; que parece ser que es lo que viene tardando en desaparecer una bolsa de plástico de esas que nos dan cuando compramos algo, lo que sea, en cualquiera de los grandes (o pequeñas) superficies comerciales sin las que ya no somos capaces de vivir.
Y siempre es de agradecer, digo, aunque se antoje meridianamente claro que semejante decisión tan ecológicamente beneficiosa no ha sido tomada basándose en parámetros de ética medioambiental, por así decir, sino posiblemente la misma sea debida a la “iluminación” de algún gran directivo (los grandes directivos jamás descansan) que en alguno de sus paseos por el campo, en su segunda, tercera o cuarta residencia, vio una bolsa de plástico colgando de un árbol y clamó al cielo al deducir que eso era la causa real del cambio climatológico. Automáticamente pensó, “aquí hay negocio vamos a darle publicidad al tema”, porque verdaderamente los criterios que sustentan esta publicidad con tan drástica decisión son meramente económicos. Vamos, que no suena mucho lo que se dice a casualidad que sea justamente ahora, coincidiendo con la crisis que aprieta a las empresas comerciales amenazando con mermar el capítulo de sus esplendorosas ganancias, cuando se les haya despertado una aguda conciencia ecológica a los mandamases de sus consejos de administración, llevándoles a decidir de un plumazo que hay que quitar de la circulación, pero ya mismo, esas bolsas tan contaminantes que se venían proporcionando al cliente (de forma gratuita, téngase bien en cuenta ese detalle) a la hora de pagar la compra en las cajas registradoras de los establecimientos. Que si a eso vamos las dichosa bolsitas tampoco nos salían gratis, porque su precio ya se nos cargaba por otra parte y bajo otros conceptos en los que comprábamos, lo mismo que se nos cargan las pérdidas (mejor dicho las no-ganancias) fruto de hurtos, deterioros y mermas, que así son las leyes del comercio, pero ésa es otra historia.
Decía, y digo, que no seré yo quien vaya en contra de la supresión, siquiera sea mínima, de guarrísimos elementos altamente contaminantes; pero digo al mismo tiempo que no se nos pretenda vender esa iniciativa como consecuencia directa de un acto de concienciación medioambiental, ni se nos presente a los “padres” de la idea como ángeles benefactores, sinceramente preocupados por la salud de nuestro muy martirizado y preagónico planeta. (Por cierto: no se me tache de tremendista por llamar preagónico al estado de salud de la Tierra). Nada menos que Miguel Delibes, hace ya bastantes años, fue más lejos que yo titulando un estremecedor libro suyo (que debería ser de lectura obligatoria) así: “El mundo en la agonía”.
Decía que iniciativas del tipo de lo de las bolsas siempre tienen recámara; en este caso, suprimir gastos y, ya que estamos, forzar al público a que se deje las perricas comprando otro tipo de bolsas mucho más ecológicas; que pone a la venta, faltaría más, la misma cadena que retira las gratuitas. Cadena que sigue vendiendo, faltaría más también, cientos, si es que no miles, de productos de plásticos tan contaminantes, o si me apuran hasta más, que las repajoleras “bolsas caca” que con tanta alharaca publicitaria uno de estos días se van a retirar de la circulación.
Y es que a mí, con perdón, desde que empecé a recibir el machacón mensaje publicitario de la “caca” bolsífera no se me va de la cabeza esa frase típica que estamos todos hartos de oír, poniéndola más o menos metafóricamente en boca de los angelitos en edad infantil, y que encadena ingenuamente las palabras feas que jamás debe decir en público un-a, niño-a como Dios manda. Ya sabéis aquello tan archiconocido de: caca, culo, pedo, pis. De manera que, me parece a mí, si queremos ser medianamente consecuentes no podemos quedarnos en las bolsas caca, sino que hay que arremeter también contra todos los otros productos culo, y pedo, y pis que emponzoñan el medio ambiente y nos envenenan cada vez que abrimos la boca para respirar, y que no es que tarden 400 años en desintegrarse sino que muchos ni se sabe si llegarán a desintegrarse nunca, léase los residuos nucleares, sin ir más lejos.
Bienvenida se pues la iniciativa de retirar bolsas de plástico… pero sin hacerles el juego a las cadenas comerciales. Sin comprarles después a ojos cerrados lo que ellos quieran vendernos.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

A MI QUERIDO AMIGO ALFONSO

Hoy te fuiste viejo amigo
no dejo de recordar,
los momentos que contigo
tuve para disfrutar.

Tantos tiempo compartido
unidos por la amistad,
tu pérdida la he sentido
en mi alma de verdad.

Recuerdo cuando decías
esto debe de durar,
lo que duren nuestras vidas
y así ha sido en realidad.

Pero yo me quedo solo
sin mi amigo mas leal,
quién escuchó mis problemas
y compartió mi soledad,
en los peores momentos
a mi lado supo estar.

Hoy te has ido viejo amigo
y con pena te digo adiós,
labraré con letras de oro
tus consejos que ya añoro,
forman parte de la razón
por la que fuiste mi amigo,
mi gran amigo del corazón.

En la lápida yo te lloro
te lo pido te lo imploro,
que donde quiera que estés
me guíes aquí en la tierra,
y me lleves hasta tu diestra
que quiero contigo compartir,
si es que la vida es eterna.

martes, 18 de agosto de 2009

LAS PERSEIDAS

Me estoy planteando más que seriamente apostatar de esta tierra, de gran parte de la gente que la puebla y de la mayoría de los valores que actualmente se cotizan en su ámbito autonómico, provincial y local. Y reconozco que es triste llegar a semejante planteamiento, sobre todo porque es una provincia donde no nací sino que vine de fuera, de lo que se desprende que en principio no me atan a ella raíces antiguas, de esas que son difíciles de arrancar, sólo lo hacen mis hijos, a los que yo arrastré hasta aquí por motivos laborales hace ahora diecisiete años, mis nietos y mis buenos amigos. De manera que no sé dónde habría que firmar mi desvinculación con el espíritu actual de la Comunidad Valenciana, ni si ello sería factible, pero repito que mis ganas de apostatar de ella van increscendo. Con perdón para aquellas personas que se despegan de la pauta comunitaria, que algunas quedan. Aunque que sepa Dios por cuánto tiempo, ni cuanto van a tardar en quitarlas de en medio para que no desentonen del paisaje (y sobre todo del paisanaje) general.
Valga decir que estoy cada día más hastiado y más harto de lo que veo alrededor mío. Que el desmoronamiento general de los más elementales valores, y todo lo que ese desmoronamiento arrastra consigo y tras de sí, me revuelve las tripas. Que las prepotencias, las desvergüenzas, las insolencias y las burlas descaradas a la ciudadanía me han acabado produciendo un cansancio tan absoluto que ya casi no creo en nada y mucho menos en nadie; y eso supongo que es lo peor que le puede pasar a alguien. Porque es un estado de, digamos, “nirvana negativo” que te vampiriza las energías, te agosta las ilusiones, te pulveriza las fuerzas. Te neutraliza, te incapacita, te deja fuera de combate. ¿Para que luchar, si sabes que la batalla está perdida de antemano? ¿Para qué defender causa justas, si la justicia misma se encarga, cuando es menester, de amoldar sus planteamientos para encajarlos como mejor acomoden? Cuando ya no queda nada a lo que agarrarnos, cuando lo más (teóricamente) sagrado y respetable le falla de plano al pueblo que le entregó su confianza, y encima de ese fallo hace jactancia y escarnio, apaga y vámonos.
Los últimos acontecimientos jurídico-políticos de esta nuestra Comunidad (y los que siguen saliendo y los que quedan por salir) estaban tan cantados, se conocía con tanta seguridad cuál iba a ser el resultado, que hasta casi era un aburrimiento seguir las noticias diariamente. Para qué, si ya nos sabíamos el final. Llevamos años (y lo que te rondaré morena, que esto va para largo) en que no cabe sorpresa alguna: las cartas están repartidas y la partida no admite cábalas, señores, hagan juego sin miedo que ya saben ustedes que van a ganar. Son los mismos nombres, las mismas caras, las mismas impunidades, los mismos repartos de beneficios, los mismos enriquecimientos opacos.
Así que yo estos días, que se conoce que ando algo depre, no paro de acordarme de Jorge Manrique y su celebérrimo “si juzgamos sabiamente daremos lo non venido por pasado”. Y ya puestos a recordar, su “Non se engañe nadie, non, pensando que ha de durar lo que espera más que duró lo que vio, pues que todo ha de pasar por tal manera”. O sea, que no hay cambios ni los va a haber: cetrería, amiguismo, enchufes, apaños, untes, lo que haga falta. Y si algún incauto intenta tirar de cualquier manta creyéndose, el muy iluso, que esto es EE UU y que por estos lares también se puede montar un Watergate de andar por casa, ahí está la pura y dura realidad para apearlo de su burra: pon los pies en la tierra, amiguito, que esto es España y más aún: esto es la Comunidad Valenciana, ahí es ná. De la cual como al principio decía, me estoy planteando la manera de apostatar. Por ética, pero mayormente por estética. No me preguntéis para donde pienso tirar, si es que al fin puedo acabar apostatando y, en consecuencia, emprendiendo el voluntario camino de un exilio cuanto más lejano mejor, pero desde luego lejos. Lo más lejos posible.
Estos días, he estado tirándome por el bancal cara al cielo cada vez que las nubes han dejado un resquicio, para tratar de encontrarme un año más con mis viejas amigas las Perseidas. Que mantengo yo con ellas un prologadísimo idilio, inasequible al desaliento y refractario a cualquier desengaño, que me pienso llevar hasta el mismísimo cementerio, cuando me toque irme. Porque qué mejor que poner tu confianza en el polvo de estrellas que cruza los cielos en las madrugadas cálidas alrededor del día de San Lorenzo.
Esas Perseidas refulgentes que no hay dinero en el mundo para comprarlas y por tanto son y seguirán siendo intrínsicamente limpias. Qué descanso, algo realmente incorruptible por fin, menos mal.

jueves, 13 de agosto de 2009

EL BORDILLO

Hubo un tiempo en el que cuando no podía más o “me podían”, me escapaba a un bordillo que estaba, justo, en una plaza por donde los coches pasaban a cierta distancia, ya que enlazaba con las avenidas que juntaban y separaban la ciudad. Allí estaba yo, pequeño, triste y sólo, pero en aquel lugar me era imposible escapar hasta de mi, e hincharme a llorar sin poner excusas. Además mis lágrimas me impedían ver a los otros y me permitían creerme “invisible”, lo que de vez en cuando es saludable si es por decisión propia. Ya que lo duro es cuando eres el “auxiliar” de las necesidades cotidianas o no se comparte nada más que las cosas y empiezas a dialogar con ellas y las haces tus amigas.
Una noche, fría como casi todas en ese lugar, pero no más que en otros en donde la temperatura de los termómetros marca máximas, después de la llantina habitual y las mil dudas unidas al miedo (maldito sentimiento que solo me daba valor, para quitarme el mío) ante lo que tocaba por delante, me di cuenta de que mi bordillo tenía una ocupa, justo en la parte interior donde un árbol centenario se encargaba de resguardarnos de los malos vientos. Entre cartones, plásticos y bolsas de Carrefour medio rotas, algo se movía. Era alguien tan invisible que ni la vi. y digo “la”, porque volví y ya no sólo para lamentarme por las indecisiones que habían dirigido mi vida, sino también por la curiosidad. Esta vez me acerqué. Era noche cerrada y no facilitaba el encuentro, por lo que tuve que aproximarme bastante.
Una mujer de pelo blanco desgreñada y completamente envuelta con ropas de abrigo, seguramente mucho más viejas que ella, era mi vecina. Al principio se cubrió del todo, tapándose el rostro con las manos, como si se protegiera o esperase ser agredida, pero, al poco tiempo, me dejó ver sus ojos. Profundos, grandes, azules y ausentes, tanto que por unos instantes olvidé mi “yo”. Me miró fijamente y con gestos me ofreció acercarme a los plásticos y cartones que ella colocaba en el cemento, por el que durante el día, iban y venían otras vidas y que estaba tan duro como húmedo. La amanecida desprende un aroma que se toca, quienes sabemos de ella y sin que neón y el ruido ensordecedor de los lugares despiertos nos impida sentirla, apreciamos su lenguaje y entendemos de sus caricias, penetra hasta en lo profundo y no solo de nuestro cuerpo y nos hace necesitarla, cuando todo sobra. A ella le quedaba lugar para compartir, su rostro arrugado y cansado dejaba ver una belleza no muy lejana, sus labios grandes y rojos, mitad por el frío, mitad por genética, eran capaces de regalarme una sonrisa tan generosa y entregada, que a veces en los sueños me la hago mía, para encontrar en el día lleno de todo y a la vez vacío las ganas de empezarlo que no tengo.
Terminé hablando más de mí que de ella, que sí se había dado cuenta de mis anteriores visitas. Después de pasar tiempo hablando, apretó su mano con la mía, increíblemente suave y de dedos finos y largos, a los que te imaginas capaces de escribir las historias más bellas del mundo o crear melodías llenas de la magia que no le dio la vida. Tuvo hijos, marido de los buenos y la llamaban señora, pero se cruzó en el destino un hombre que sólo vio en ella belleza, le prometió todo y allí estaba ella sin nada. La abandonó el marido, los hijos la rechazaron y por supuesto mucho antes, el causante de todos sus males…De repente no quiso continuar y yo aprendí a no preguntar. A veces el dolor hay que dormirlo y quién era yo, para buscar lo contrario. Empezó de pronto a gritar y recogió todo con una rapidez y fuerza, que no pude evitar su marcha. Llegó el día, cruel, lleno de prisas y quehaceres, olor a gasolina y a pisadas rápidas de “las que por las mañanas no miran” y con él me marché. Intenté encontrarla muchas noches y en muchos bordillos y no lo conseguí. Mientras quise conseguirle un lugar donde vivir y recorrí para lograrlo todos los lugares posibles.

Ayuntamiento, Diputación, Consejerías, Cáritas y demás. Como la mayoría de las cosas que se hacen a esas horas, también estas están controladas por la burocracia, largas colas, cientos de papeles que no valen para nada, pero que hay que duplicar y complicar, para que parezca que quien lo decidió era muy listo. Además de ser atendidas por antipáticos rostros que lo hacen más difícil todavía y que no había vuelto a padecer hasta el tiempo “aquel” que me tocó estar “de cara a la pared” y entonces, lo comprendí. Y es que cuando dependes de un Director “engreído y analfabeto”, jefecillo de cortos vuelos, “de esos” que no están en el grupo del que les manda, pero al que le sirven de alfombra con tal de continuar conservando su “plus” y su carguito, sin más que hacer que el de “controlar” a los otros, creerse imprescindible y escaquearse lo más posible entre los días morosos, para así asegurarse un buen sueldo durante mucho tiempo.
Hoy creo que “ella” hizo bien desapareciendo y no permitiendo que ninguna administración ni yo, tratase su “locura”, pese a que me perdí de aprender muchas cosas y me quedé sin compañera de bordillo.

domingo, 26 de julio de 2009

Y SI SUENA LA FLAUTA...

No cabe duda: somos un país y un paisanaje definitivamente crédulos. No hemos perdido la esperanza de que la Suerte, con mayúscula, nos visite el día menos pensado para sacarnos de pobres para los restos, cancelar las hipotecas, enjugar las trampas y saldar con un rotundo golpe de talonario todas nuestras deudas acumuladas. Inasequibles al desaliento, practicamos con tozuda insistencia una semana tras otra los repetitivos rituales de los juegos de azar que el día menos pensado nos harán multimillonarios, quien dice que ese día no sea hoy. Por si lo es, ahí están las colas de ilusionados (o desesperados, que también) jugadores, aguardando turno para que les sellen su boleto. Cualquier boleto de los de curso legal puestos en circulación por el Estado, pero preferentemente el de la Primitiva, y en especial cuando hay acumulado un bote sustancioso, de esos de varios ceros que hacen soñar hasta las paredes.
Junto a la entrada de la Administración de Loterías Bello, en la Plaza del Ayuntamiento de Valencia, tiene plantada su paraeta Amparo, que lleva vendiendo cupones de la ONCE desde el año 89, o sea 20 años. Y dice Amparo que antes, “cuando estaban en lo suyo las pesetas”, ella vendía mucho más que ahora, vamos, dónde va a parar, que la mayoría de los días a las 11 de la mañana ya había vendido el completo, recogía los bártulos y se iba para su casa como una reina. ¿Ahora? Pues ahora, que se viene ella colocando sin falta en su punto de venta desde las 9,30 hasta las 13, 30 y desde las 17,30 hasta las 20,30, tiene que apurar el tiempo hasta el final y, aún así, raro es el día que termina de venderlo todo.
El promedio de edad de su clientela, dice, va desde la mediana edad hacia arriba con especial incidencia en los abuelos, tanto hombres como mujeres, que aprovechando su paso o paseo por tan céntrica Plaza, se arriman pasito a pasito a tentar a la suerte, como atraídos por un potentísimo imán.
Según anden de “cash” en los bolsillos (que casi siempre, obviamente, es mal) trasponen la puerta de la Administración de Loterías o se quedan fuera, en la paraeta de Amparo, comprando dos o tres “rascas” que son, con diferencia, los esperanzados papelitos que más venta tiene entre los abuelos; porque son los más baratos mayormente, y más que nada porque los premios se pagan sobre la marcha. Eso sí, los susodichos premios rarísima vez alcanzan a pasar de 5 euros (por lo común son de 0,50, es decir, el reintegro de lo invertido) y aún eso de Pascuas a Ramos, lo corriente es perder todo lo que se ha pagado porque los jodidos sietes o no salen, o no están los tres en raya. Pero, ea: menos da una piedra y además, ¿y si suena la flauta y por un eurico de nada caen esos 10.000 que una vez nos encontramos al rascar el espacio del premio, aunque a sabiendas de que no íbamos a poder cobrarlos por los dichosos sietes fuera de sitio?
Basta quedarse unos minutos contemplando el trasiego de personal para comprobar que los jóvenes, salvo excepciones, no se dejan caer por aquí. En cambio proliferan las amas de casa clásicas, los hombres solos y las parejas de la tercera, o cuarta, o quinta edad. ¿Y la pensión les da para jugar tanta lotería, oigan? Pues mire usted, la verdad es que dar no da, pero venimos ya más por desesperación que por otra cosa, a ver si cae algo y podemos echarles una mano a los hijos, que los han mandado al paro con criaturas pequeñas y están con el agua al cuello, ¿sabe usted? Sí señor que sé, no he de saber.
Dentro de la Administración la clientela aguarda su turno con paciencia franciscana, aunque de media fila para fuera el sol sahariano amenaza con licuarle los sesos al personal. Y es curioso (o bien mirado, no) pero con esto de la crisis la gente, en lugar de retraerse por el aquél del gasto, acude más. Gastan cantidades pequeñas; una columna en vez de seis; un décimo de la lotería del jueves o la del sábado de vez en cuando, en lugar de cada semana; el gordo de la Primi, o el Euromillón cuando hay bote; la Bono Loto, lo mismo; los caballos, sólo si al leer sus nombres algunos nos llama de forma especial.
Pasado el verano volveremos a soñar con el pleno al quince de la quiniela de toda la vida, a poder ser con un 1 en el Valencia contra otro. Ah, y para que a nadie le pille el toro por falta de previsión, la lotería de Navidad ya está a la venta. ¿Qué las probabilidades de que, entre tanta y tan variada apuesta, nos toque algo medianamente jugoso son de una contra no sé cuantísimos millones? Pues ya lo sabemos. Pero si perdemos también la última esperanza, apaga y vámonos

viernes, 3 de julio de 2009

PERDÓNAME, LO LAMENTO.

Hijo mío, por favor,
de tu blando lecho salta.
Déjame dormir, mamá,
que no hace ninguna falta.

Hijo mío, por favor,
levántate y desayuna.
Déjame dormir, mamá,
que no hace falta alguna.

Hijo mío, por favor,
que te traigo un vaso de leche.
Mamá, deja que en las sábanas
un rato más me aproveche.

Hijo mío, por favor,
que España entera se afana.
¡Que no! ¡Que no me levanto
porque no me da la gana!

Hijo mío, por favor,
que el sol está ya en lo alto.
Déjame dormir, mamá,
no pasa nada si falto.

Hijo mío, por favor,
que es la hora del almuerzo.
Déjame, que levantarme
me supone mucho esfuerzo.

Hijo mío, por favor,
van a llamarte haragán.
Déjame, mamá, que nunca
me ha importado el qué dirán.

Hijo mío, por favor,
¿y si tu jefe se enfada?
Que no, mamá, déjame,
que no me va pasar nada.
Hijo mío, por favor,
que ya has dormido en exceso.
Déjame, mamá, que soy
diputado del Congreso
y si falto a las sesiones
ni se advierte ni se nota.
Solamente necesito
acudir cuando se vota,
que los diputados somos
ovejitas de un rebaño
para votar lo que digan
y dormir en el escaño.
En serio, mamita mía,
yo no sé por qué te inquietas
si por ser culiparlante
cobro mi sueldo y mis dietas.
Lo único que preciso,
de verdad, mamá, no insistas,
es conseguir otra vez
que me pongan en las listas.
Hacer la pelota al líder,
ser sumiso, ser amable
Y aplaudirle, por supuesto,
cuando en la tribuna hable.
Y es que ser parlamentario
fatiga mucho y amuerma.
Por eso estoy tan molido.
¡Déjame, mamá, que duerma!

Desde lejos veremos el paro
la crisis y la inflación.
Yo mamá lo tengo muy claro
Y a ti te pido resignación.

Será un sueldo para toda la vida
y me haré hombre de provecho.
No nos faltará nunca buena comida
aunque me acusen de cohecho

Bueno, te dejo, hijo mío.
Perdóname, lo lamento.
¡¡Yo no sabía de la fatiga
que produce el Parlamento!!

miércoles, 6 de mayo de 2009

EN EL DÍA DE LA MADRE...

El día de la madre de éste año ya es el suyo. Aún no han parido, pero las criaturas que llevan dentro tensándoles las paredes del vientre y cargándoles las piernas les hacen ocupar el papel protagonista de la festiva fiesta. Se sienten raras todavía, aún hay momentos en los que inevitablemente, creen que la nueva responsabilidad les viene grande. Tienen miedo al hecho físico del nacimiento también, y a ello contribuye esa costumbre moderna de proporcionarles en las clases de preparación al parto deuvedés con imágenes explícitas y sangrientas, incluso de cesáreas. ¿Es necesaria realmente esa información exhaustiva? Y sobre todo, ¿es útil? ¿Acaso antes de una operación de apendicitis o de resección de mama se muestra al paciente la carnicería quirúrgica a la que será sometido? Tal vez habría que reconsiderarlo.
Esas madres primerizas, sólo por el hecho de decidirse a traer un hijo al mundo en estos momentos ya son dignas de admiración. Son auténticas madres coraje, con más valor que el Alcoyano. Se atreven a echar sobre sus espaldas la carga (dulcísima, pero carga) de una nueva vida que tendrán que sacar adelante contra viento y marea, en tiempos duros de crisis. En más casos de los que imaginamos su preñez les ha supuesto perder el trabajo precario que desarrollaban, muchas veces con contratos renovados semanalmente, sobre todo si trabajaban en la hostelería. Así que se enfrentan a la maternidad a cuerpo limpio, sin cobertura económica, sin los meses de baja maternal, agarrándose al clavo ardiendo de los 2.500 euros de Zapatero como si esa cifra fuera de goma y pudiese estirarse hasta el infinito.
Si tienen suerte y su compañero no ha ido a engrosar las listas del paro, que en estos tiempos casi es un prodigio, lo más común es que ese compañero sea mileurista. Y que, confiados en los parcos sueldos que los dos sumaban antes del embarazo, la familia recental esté lastrada por los pagos mensuales de las compras que habían ido realizando a plazos, para que la casa cobrase forma cálida de hogar común. Así que las nuevas madres se pasan horas con un boli en la mano intentando cuadrar cuentas imposibles, calculando de dónde podrán detraer unos euros para la hipoteca, la comunidad, la luz, el agua, el teléfono, la gasolina del coche…
Con tanto problema acumulado, a ratos hasta se les olvida lo principal: el glorioso milagro que transportan. Les angustia completar a tiempo el ajuar del aún no nacido, la canastilla, la cuna, el cochecito, el marsupio para transportar al bebé sujeto al cuerpo cuando tengan que subir y bajar con él los ochenta escalones de su cuarto piso sin ascensor. Así que a ratos a estas madres corajes se les viene el mundo encima y desearían volver a ser sólo hijas. Volver, incluso, a ser niñas que preparan en el colegio un primoroso dibujo florido para llevar a casa en el Día de la Madre.
Y por si les faltaba algo, ha venido a aterrarlas más el fantasma sombrío de una pandemia mundial que amenaza la salud de sus hijos, aún antes de nacer. Todavía no han parido y ya saben lo que es desvelarse por un hijo, sentir pánico por su seguridad, desear que el mundo se detenga para que a su bebé no le haga daño nada. Acaban de aprender a marchas forzadas lo que duele el amor. Lo que duele ser madres. Por eso es necesario transmitirles que no hay nada más bello, ni más gratificante, ni más absoluto que ese dolor de amor. Por eso, cada vez que nos las crucemos por la calle caminando un poquito entorpecidas por el peso de su redondez, hay que hacerles sentir con un guiño cómplice que ellas son el centro del universo, la raíz del futuro, la simiente de la alegría, la puerta sumiso de la esperanza del mundo. Todas ellas. Y en especial vosotras dos, Marisol y Mari Ángeles, hija y nuera, que también habéis parido a dos de mis tres preciosos nietos en tiempos de crisis.

sábado, 25 de abril de 2009

ASÍ ES MI ESPOSA...

Éste pretende ser un pequeño homenaje a la persona más importante de mi vida, mi esposa, en nuestro treinta y ocho aniversario de bodas, y digo pequeño porque así lo es con respecto a todo lo que ella se merece. Gracias a ella tengo a mis hijos y mis nietos, mi mayor riqueza, todo lo que en la vida alguien hubiese podido soñar. Espero que Dios nos conserve la vida durante mucho tiempo a ambos, para poder seguir celebrando aniversarios juntos, junto a los nuestros.

Dios creador de todo el universo,
con sus propias manos quiso construir,
una flor maravillosa...Y crear el verso
para yo en versos su obra describir.

Quiso hacerla única...Bañada de nobleza
que como ella en el mundo no existieran dos
derramó sobre ella, virtud, amor, belleza...
Una obra creada por el mismo Dios.

Con un rayo de sol confeccionó su pelo
y para hacer su obra aún más bella...
Alargó su brazo y desprendió del cielo
para hacer sus ojos...Dos mágicas estrellas.

Quiso darle de las noches el encanto
y de los días su mágico esplendor...
Que fueran como perlas las gotas de su llanto
y hacer de su figura un símbolo de amor.

Que quien mire a sus ojos descubra en ellos
la luz de un cirio que brilla intensamente,
irradiando como el sol los mágicos destellos
de un faro que brilla con luz incandescente.

Diáfana como el agua de una fuente
que ni al calor del fuego la rebosa…
¡Así es ella! Fuente de luz intermitente
un astro del cielo, así es mi esposa.

¡Así es ella! Dulce, Sensual, Sutil...
Con carácter fuerte e ingeniosa,
flor primaveral del mes de Abril
¡Así es ella!...Así es mi esposa.

¡Así es ella!...Sutil...Dulce...Sensual
Romántica...Seductora...Cariñosa,
como ella...No...No hay otra igual
sólo hay una...Una sola...Mi esposa.

¡Así es ella!...Venus con Minerva combinada
ella es para mí especial...Es mi mujer primorosa…
Una princesa...Una Reina... Quizás un Hada
Si...¡¡Sólo hay una...!!Y ésa es MI ESPOSA.

sábado, 18 de abril de 2009

NOS ENAMORAMOS PORQUE...

No nos enamoramos de alguien por casualidad, el enamorarse responde a una serie de estructuras mentales donde ubicamos a las personas que nos atraen. Para aprender a amar y dejar de sufrir debemos entender los principios psíquicos y orgánicos de este sentimiento. Generalmente cuando tratamos de entender por que nos enamoramos o porque nos sentimos así, solo logramos unir el corazón con la mente llegando a racionalizar el sentimiento. Las afirmaciones más usuales nos dicen que el amor no se entiende, solo se siente, que no se debe analizar, sino disfrutar, que no existe la lógica en el romanticismo. Más bien se inclina a pensar que el amor es como un juego de azar, donde a cada uno le toca o no, enamorarse. Cuando nos sometemos a esta última afirmación, comenzamos a entender al amor como un sentimiento que se genera de la nada y que desaparece de la misma manera, todo lo dejamos librado al azar y es ahí cuando nos sometemos a sus caprichos y nos resignamos a ser felices o no, según la suerte que hayamos tocado. Cuando entendemos al amor como un juego de azar dejamos de lado los complejos procesos mentales que hacen que nos enamoremos. Esta idea mágica de los sentimientos se torna peligrosa, y es una de las causas principales del mal de amores. Generalmente vivimos el amor como mártires, siendo víctimas de nuestros propios sentimientos, disfrutando a pleno cuando las cosas salen bien o sufriendo terriblemente cuando las cosas no salen como queremos.
Para lograr mantener vínculos sanos y poder amar sin sufrimientos, debemos comprender el amor, lo que significa, lo que representa, como se produce, como se experimenta y como funciona. Debemos tener en cuenta que la emoción y la razón no son nociones enfrentadas sino que se complementan si se las mezcla adecuadamente.
El amor aparece tras una reacción de nuestra mente ante la presencia de otra persona, a partir de una serie de vivencias de nuestra historia personal, edad, gustos, formas de vida, valores aprendidos y otras estructuras psicológicas que nos permiten cómo, por qué y de quién nos enamoramos. Si bien cada uno siente de determinada manera frente a una persona, producto de un complejo condicionamiento, podemos analizar algunas variables en las cuales podemos conseguir algunas respuestas a nuestra forma de amar.

Psicología del amor:
Para la psicología el enamorarse de una persona y no de otra, está prefijado en un mapa mental que elabora cada persona. Para Freud lo que mide el grado de enamoramiento es el instinto de ternura, que no se dirige a la satisfacción sexual directa. También dice que todos los objetos de los cuales nos enamoramos se basan en algunos rasgos de nuestras primeras relaciones, de manera tal, que la persona elegida es idealizada y no se la somete a ninguna crítica. Otros psicoanalistas consideran que el enamoramiento es un proceso de maduración, que sucede al encontrarnos con alguien que nos ayuda a crecer. Cuando un hombre se enamora debe existir un malestar presente, una lenta acumulación de tensión, gran energía vital y un estímulo adecuado en el camino que este hace para edificar su identidad, donde una mujer perdida queda en el inconsciente y ansía encontrarla. En el caso de una niña que se enamora, es que ha perdido al príncipe de sus cuentos infantiles y aparece representando el hombre de sus sueños. Según otras opiniones, antes de que aparezca el verdadero amor, ya se han elaborado las características esenciales de ese ser a quien vamos a amar. Esto se debe a que entre los 5 y 8 años, se realizan asociaciones con amigos, miembros de la familia, con experiencias o hechos accidentales, que hacen desarrollar los mapas mentales que permiten clasificar a las personas que luego amaremos. Estudios sociológicos han demostraron que ciertos patrones se repiten en personas de distintas culturas. Se han estudiado también, los componentes del deseo y se ha comprobado que toda la gente busca en su pareja la comprensión, la amabilidad, la inteligencia, la confiabilidad, la estabilidad emocional, que sea atractiva, poco exigente y sana. En otras culturas se especifican rasgos especiales para establecer un vínculo amoroso, para los chinos es indispensable la virginidad, mientras que para la mayoría de los holandeses y suecos es una condición irrelevante. También se repiten en distintas culturas diferencias universales entre el hombre y la mujer a la hora de elegir una pareja. Las mujeres buscan hombres ambiciosos con una buena posición económica o por lo menos con el potencial para llegar a ella, una posición social decente y generalmente que sean unos años mayores. El hombre, en cambio, busca el atractivo físico, la juventud, características de fertilidad y reproducción. Aparece también el problema que no todas las personas cuentan con una lista completa de las cualidades deseadas, es aquí cuando surge decir que el amor es ciego. Existe también la ley del equilibrio, donde las personas deseables buscan personas con las mismas características, como las persona inteligentes y eruditas, buscan personas con estas características para poder compartir con ellas sus ideas y sus conocimientos.

La admiración:
A pesar de lo que creemos la admiración está muy cerca del amor. Esta se aproxima a la fascinación, y cuando encontramos un atributo que admiramos en una persona inmediatamente dirigimos nuestra atención a ella. Esta admiración nos hace dejar de lado el aspecto físico, ir a un nivel más íntimo y menos superficial. Decimos que nos estamos enamorando cuando superamos esa admiración, que casi siempre es a nivel inconsciente, y comenzamos a profundizar nuestros sentimientos.
La admiración es más firme que la sola atracción física, ya que además del deseo, implica la amistad y la afinidad. Cuando aparece la admiración, el sexo deja de ser lo más importante y pasa a se un complemento. Es así como una persona brillante, que no es bella físicamente, puede llegar a deslumbrarnos por su intelecto de tal manera, que nos resulte atractiva, no garantizando el deseo, pero, crea una fuerte posibilidad.
La afinidad es otra condición que hace atractiva a una persona, permite la comprensión mutua, no exige explicaciones, ni causa malentendidos. Una buena base para el amor es el entendimiento mutuo y los gustos similares. La persona se hace más atractiva cuando se crea una simbiosis entre la persona y el placer de la afinidad.

El aspecto físico y el amor:
A pesar que la afinidad y la admiración son esenciales para el amor verdadero, también lo es el aspecto físico. Cuando la admiración y la afinidad se presentan sin deseo sexual no se supera más que una muy buena amistad, es cuando sentimos ser hermanos del alma. Los desencuentros amorosos y las frustraciones surgen cuando una de las personas siente amor verdadero y la otra no se siente atraída de la misma manera. Si bien el aspecto físico es lo primero que nos atrae de una persona, nos enamoramos profundamente de la personalidad más que de un cuerpo. La atracción física depende de numerosos factores que se vinculan a la experiencia social de cada sexo. Así se da que una mujer con gran atractivo físico, para escalar en su imagen social, suele buscar un hombre con muy buena posición económica. Lo mismo ocurre para el hombre, logrará escalar en el mundo social si conquista a una mujer atractiva. Estas relaciones se tornan peligrosas cuando se llega a los extremos, por ejemplo, una mujer no conseguirá el amor verdadero si no mira más allá del contexto en que se presenta un hombre, y un hombre no sentirá más que frustraciones y rechazos, si solo le atraen mujeres jóvenes, delgadas, altas, con imagen de modelos. Hay que tener en cuenta que si bien, es importante el atractivo físico y las apariencias, estas no nos aseguran el amor.

La química del amor:
Se debe establecer que, además de las estructuras mentales que hacen que nos enamoremos, existe en el amor un componente químico. El estado de enamoramiento está determinado por descargas neuronales, reacciones emocionales y hormonales. Cuando nos encontramos con la persona indicada, el sistema nervioso comienza a enviar mensajes a todas las glándulas del cuerpo, por medio del hipotálamo. Inmediatamente aumenta la producción de adrenalina por intermedio de las glándulas suprarrenales. Es así como empezamos a sentir numerosos cambios, aumenta la presión arterial, se incrementa la capacidad muscular, liberándose grasas y azúcares, la frecuencia cardiaca comienza a aumentar llegando a 130 pulsaciones por minuto, se mejora el transporte de oxígeno a través de la sangre, ya que hay aumento en la producción de glóbulos rojos. Muchos consideran al amor como una enfermedad, porque provoca en el organismo una reacción tan intensa que se asemeja a otras patologías. Cuando aparece el amor, el sistema nervioso comienza a enviar órdenes a todo el organismo y el intelecto no puede hacer nada, es así como se ven afectados los folículos pilosos, las glándulas sudoríparas y las lagrimales, el músculo intestinal, la vejiga y los genitales.
Hay determinados compuestos químicos que produce el organismo y éstos se combinan entre sí de tal manera que los enamorados no sienten cansancio o sueño cuando están juntas. Científicamente está comprobado que, cuando nos enamoramos en el cerebro se produce una sustancia llamada feniletilamina, que es un compuesto que proviene de las anfetaminas, también el cerebro segrega dopamina, responsable de desear algo y de repetir cualquier acción que nos provoque placer, además de norepinefrina y oxiticina, que maneja el deseo sexual. La feniletilamina disminuye cuando aparece una desilusión amorosa, y es así que se produce un síndrome de abstinencia, que lleva en muchos casos, al consumo de chocolates que es el alimento más rico en feniletilamina. Mientras dura el amor, la actividad de esta sustancia permanece en el cerebro durante dos o tres años o en algunos casos un poco más. Cuando se termina este proceso es cuando se termina el amor. Sabemos también que tras el enamoramiento sobreviene la etapa donde el compañerismo el respeto, la tolerancia, la admiración, pasan a ser las bases de una relación que puede durar muchos años y ser muy feliz.

El amor y sus tres elementos:
En una pareja que se une coexisten tres elementos o factores emocionales que se relacionan con el deseo, definido por Eros: es el amor pasional, el deseo sexual, el enamoramiento, la posesión. Aquí se desarrolla la faceta egoísta, donde se manifiesta el Yo que desea, que quiere poseer, que anhela ser el único. Por condición natural, Eros es conflictivo y dual, ya que en el mismo instante nos puede elevar al cielo o al infierno; con la ternura, definida por Ágape: es la ternura, el amor que no pide nada a cambio, la suavidad. Es el amor de entrega, libre de egoísmos, es el amor de la bondad. No se trata de un amor irreal o ideal, sino todo lo contrario, es capaz de amoldarse a la otra persona sin que esto sea un sacrificio; y la amistad, definida por Philia: trasciende el Yo, para formar la pareja Tú y Yo, donde la emoción principal es la alegría de compartir, la reciprocidad para estar tranquilos y pasarla bien. No aparece el placer como un sentimiento egoísta. Los momentos de felicidad, de esta pareja que se ha formado, se deben al equilibrio de estos tres elementos. Cada una de estas partes es primordial en el desarrollo del amor verdadero y es imprescindible para el comienzo de la atracción y la posterior relación basada en la afinidad y el amor.

PORQUE NOS EMPEÑAMOS EN QUERER CAMBIAR AL OTRO?

Los seres humanos siempre queremos cambiar aquellas cosas que nos enamoraron del otro: la actitud seductora –que en un principio nos atrapa pero después nos parece peligrosa-, la rebeldía –que luego pretendemos que se convierta en burguesía-, la sobre protección afectiva –que al principio nos hace sentir queridos y luego de un tiempo nos ahoga-, y muchas otras conductas que vemos como virtudes durante el enamoramiento y como defectos cuando se va el efecto “anestésico” del romance.
Esto lo explica la psicología al afirmar que siempre elegimos aquello que se nos opone, porque nos complementa, pero que cuando se cierra la puerta a intimidad, en la convivencia diaria, y cuando se diluyen las idealizaciones, empiezan los problemas reales.
Los terapeutas siempre hablan de la posibilidad de “negociar” para lograr una mejor calidad de relación. Ahora, si lo que hay que negociar, si lo que hay que ceder es parte de nuestra esencia, entonces no es a nosotros a quien quieren, sino a una ilusión.
¿Cambiar por amor?
¿Hasta dónde?
Estar abierto al cambio es un signo de inteligencia.
Porque nuestra personalidad no viene de fábrica, sino que se va construyendo a lo largo de la vida y de acuerdo a las circunstancias que nos toca vivir.
Pero, eso si, tampoco es cuestión de dejarla libre a la voluntad de otros.
Tener una personalidad dinámica y flexible también es una manera de reforzar la propia identidad. Si nos sentimos interiormente seguros de nuestras convicciones, no será un conflicto estar abiertos a las señales del afuera para saber cuándo es necesario una pequeña corrección del rumbo.
Siempre podremos ir hacia donde nosotros queremos, si es que lo tenemos claro.
Y tal vez no sea tan importante la ruta que tomemos, si nos lleva hasta la puerta de aquel que amamos.

sábado, 4 de abril de 2009

¿SOMOS RICOS LOS MAYORES?

Los mayores de 60 estamos llenos de riqueza… ¿O no?:

Tenemos Plata en los cabellos.

Oro en los dientes.

Piedras en los riñones.

Azúcar en la sangre

Plomo en los pies.

Hierro en las articulaciones.

Y una fuente inagotable de gas natural.

La verdad es que nunca pensamos en acumular tanta riqueza…

domingo, 29 de marzo de 2009

HABRÁ POESÍA

Habrá poesía…
Mientras el sol caliente la tierra
y este lejos del hombre la guerra.
Mientras las aves acaricien el cielo
en su majestuoso y delicado vuelo.

Habrá poesía…
Mientras la luna sea de tus sueños
la cuna innata de su libertad.
Mientras el mar secretos tenga
en su inmensa oscuridad.

Habrá poesía…
Cuando no haya más,
cuando la luz sea sombra,
cuando el silencio eternidad.
Y el sol de la mañana
no vuelva más a brillar.

Habrá poesía…
En una suave brisa
en el corazón alado.
En la mente del hombre
En el universo inexplorado.

Habrá poesía…
Porque poesía es libertad.
Porque las mujeres son vida,
y los hombres realidad.
Porque tú eres el aire
que mi ser quiere respirar.

sábado, 21 de marzo de 2009

DIA INTERNACIONAL DE LA POESÍA

Me gustaría a través de éste humilde blog, escribir un pequeño y muy sencillo comentario, para homenajear a todas aquellas personas que utilizan la escritura para expresar sus sentimientos y sus emociones. En el tiempo en que vivimos esto puede considerarse como algo cursi, para mí no lo es, y así lo exteriorizo públicamente. La persona que escribe poesía, normalmente está dotada de una gran sensibilidad, tiene buenos sentimientos y es una persona enamorada, si encima tiene la habilidad para “enganchar” al lector a través de sus escritos, ha conseguido su objetivo primordial.

LA CRISIS

Dónde están esos hombres creadores
que tejen los sueños con fe e ilusión,
que siembran ideas como labradores
en fértiles mentes con el corazón

Donde están las personas renovadoras
que luchan con garra por una nación,
cuando hay una crisis y en aciagas horas,
para encontrar siempre la gran solución.

La crisis es propia de la incompetencia
de gente que vive cual camaleón,
mostrando una cara cuando el sol calienta
y otra diferente cuando hay chaparrón.

La crisis es propia de pueblos cual ostras
que viven rutinas sin gran dirección,
que siguen a jefes pegados cual moscas
sin tener ideas y faltos de imaginación.

No importa que ruja en los cielos tormenta
si existe personas con suficiente garra y pasión,
que afrontan los retos con inteligencia
y miran a la crisis con ánimo de superación.

viernes, 20 de marzo de 2009

RECUERDO A M PADRE

Un padre es un modelo a seguir, lo quieran o no. La figura del padre tiene mucha importancia como apoyo y guía de los hijos. Los niños miran mucho qué hacen los padres y cómo lo hacen. El padre da seguridad, tiene que dar protección a la familia. El padre demuestra su amor con la estima y el respeto, la escucha y la aceptación.
El primer deber de un padre con sus hijos es amar a su esposa. Sin amor es imposible sostener por mucho tiempo las exigencias de la vida familiar.
En la pareja y en los hijos es fundamental un acuerdo profundo, una unión íntima que promueven el crecimiento y la seguridad.
Es muy importante enseñarles a formar criterios verdaderos y firmes, para que sepan librarse de los engaños del consumismo, libertinaje, vida nocturna, diversiones incontroladas, el abuso de la tele… Y sobre todo, lo más importante, educar en virtudes humanas desde pequeños, esto es imprescindible.
Ser padre es una gran vocación, no sólo una elección personal. Y vaya desde aquí mi felicitación y agradecimiento a mi padre, del que he sacado estas conclusiones con el ejemplo de su vida y aunque por desgracia, ya hace años que nos dejó, para mí, siempre estará cerca, ayudándome en todas mis decisiones.
¡Gracias papá!

miércoles, 18 de marzo de 2009

¿SON LAS CORRIDAS DE TOROS UNA ARTE?

Tal vez hayas oído que la fiesta de los toros es un arte, pero no lo es....
Es una Ciencia...
La ciencia de La Tortura
Nada en la fiesta brava es genuino, solo el dolor.
Se cree valiente pero no lo es; no tiene carácter fuerte
24 Horas antes de entrar en la arena, el toro ha sido sometido a un encierro a oscuras para que al soltarlo, la luz y los gritos de los espectadores lo aterren y trate de huir saltando las barreras, lo que produce la imagen en el publico de que el toro es feroz, pero la condición natural del toro es huir NO atacar.
También se le han recortado los cuernos para proteger al torero. Le colgaron sacos de arena en el cuello durante horas. Lo golpearon en los testículos y los riñones Le indujeron diarrea al poner sulfatos en el agua que bebió. Todo esto es con el fin de que llegue débil al ruedo y en completo desorden. Se le ha untado grasa en los ojos para dificultar su visión y en las patas se le puso una sustancia que le produce ardor y le impide mantenerse quieto, así el torero no desluce su actuación.
Los caballos de los picadores
Se eligen a caballos que ya no tienen valor comercial, por que el animal muere en 3 o 4 corridas a lo mucho, es muy habitual que el animal sufra quebraduras múltiples de costillas o destripamientos. Se les coloca un peto simulando que se les protege, pero en realidad se trata de que el público no vea las heridas al caballo que con frecuencia presentan exposición de vísceras.
El trabajo del picador
Si el torero percibe que el toro embiste con mucha energía, ordena al picador hacer su trabajo: Consistente en desangrar al toro para debilitarlo, clavándole en el lomo una lanza que destroza músculos (trapecio, romboideo, espinoso y semiespinoso, serratos y transversos de cuello) Lesiona, además, vasos sanguíneos y nervios.
Esto es para que el torero pueda brindar la expresión artística que se supone debe tener este espectáculo.
Un solo puyazo podría destrozar al toro, por eso se hace en tres tiempos para mayor goce de la afición.
Las banderillas
Las banderillas aseguran que la hemorragia siga; se intenta colocarlas justo en el mismo sitio ya dañado con los ganchos de metal. El gancho se mueve dentro de la herida con cada movimiento del toro y con el roce de la muleta, el peso de las banderillas tiene precisamente esa función.
Algunas banderillas tienen un arpón de 8 CM, y se les llama de castigo, a las cuales es sometido el toro cuando ha logrado evadir la lanza del picador. Las banderillas prolongan el desgarre y ahondamiento de las heridas internas. No hay límite al número de banderillazos: tantos como sean necesarios para desgarrar los tejidos y piel del toro.
"Demostrando Valor"
La pérdida de sangre y las heridas en la espina dorsal impiden que el toro levante la cabeza de manera normal, y es cuando el torero puede acercarse
Con el toro ya cerca del agotamiento, el torero no se preocupa ya del peligro y se puede dar el lujo de retirarse del toro después de un pase especialmente "artístico", echando fuera el pecho y pavoneándose al recibir los aplausos del público
Cuando el toro alcanza este estado lastimero, el matador entra en el ruedo en una celebración de bravura y machismo, a enfrentarse a un toro exhausto, moribundo y confundido.
La Espada
El toro es atravesado con una ESPADA de 80 cm de longitud, que puede destrozarle el hígado, los pulmones, la pleura, etc., según el lugar por donde penetre en el cuerpo del animal; de hecho, cuando destroza la gran arteria, el toro agoniza con enormes vómitos de sangre.
A la hora de matar, si el toro corre con un poco de suerte muere de una estocada, pero no como se piensa de una estocada al corazón si no que la espada penetra pulmones y diafragma, a veces una arteria mayor, y de ahí la hemorragia que se aprecia del hocico y de la boca. A veces mueren ahogados en su propia sangre
La Tortura sigue
El toro, en un intento desesperado por sobrevivir, se resiste a caer, y suele encaminarse penosamente hacia la puerta por la que lo hicieron entrar, buscando una salida a tanto maltrato y dolor. Pero entonces lo apuñalan en la nuca con el DESCABELLO, otra larga espada que termina en una cuchilla de 10 cm.. A pesar de estos terribles tormentos, el animal no suele morir de inmediato por su gran fuerza, pero finalmente cae al suelo, porque la espada a ido destrozando sus órganos internos.
Lo 'rematan' con la PUNTILLA de 10 cm.. con lo que intentan seccionarle la médula espinal, a la altura de las vértebras 'atlas' y 'axis'. El toro queda así paralizado, sin poder siquiera realizar movimientos con los músculos respiratorios, por lo que muere por asfixia, muchas veces ahogado en su propia sangre, que le sale a borbotones por la boca y la nariz.
El Arrastre
DESPUÉS QUE LE DESTROZAN LAS VÉRTEBRAS, EL TORO PIERDE CONTROL SOBRE SU CUERPO DESDE EL CUELLO HACIA ABAJO, SIN EMBARGO HACIA ARRIBA SE MANTIENE INTACTO, POR LO QUE ESTA CONCIENTE DE TODO EL HORROR Y DE CÓMO ES ARRASTRADO FUERA DEL RUEDO.

NO SEAS INDIFERENTE A SU DOLOR
¿Alcanzas a ver la lágrima escurriendo?




Reflexiona
La conmiseración con los animales está íntimamente unida con la bondad de carácter, de tal manera que se puede afirmar de seguro, que quien es cruel con los animales no puede ser buena persona.
Solo los sicópatas se gozan tu eres uno de ellos reflexiona renuncia! esta es una tradición que NO debe continuar
¿Cómo puedes Ayudar?
No asistas a corridas de toros
No apoyes a políticos, artistas y comunicadores asociados a esta barbarie.
No consumas productos de empresas que los patrocinen.
Pero lo mas importante... Enseña a tus hijos el respeto por los seres vivientes.

jueves, 12 de marzo de 2009

ORGANIZACIONES INUTILES

¿Alguna vez nos hemos parado a pensar sobre la inutilidad de muchas de las organizaciones que hemos creado? La sociedad del bienestar, esa ficción sobre la que se sustenta gran parte de la incapacidad para hacer cosas útiles, pare toda una serie de chupaeuros que dejaría en pañales la fantasía de cualquiera de los más imaginativos creadores. El jardín de las delicias es la historia de Blancanieves cuando estos imaginativos ponen su ideario a funcionar para sacar pasta de las arcas del estado.
Existe una asociación para la defensa del pato andaluz que no sé si tendrá mucho trabajo pero sí tiene subvenciones de la Junta de Andalucía. Pocos conocerán la sociedad para la investigación de las apariciones de "Perros Negros"; ¡genial, buscan perros infernales por todo el mundo! Pero existen organizaciones de buscadores de extraterrestres, que encima nos auguran el fin del mundo desde el espacio por no hacerles caso. Hay en España un Ministerio de igualdad que usurpa las competencias del Ministerio de Asuntos sociales porque además no tiene competencias propias, y no olvidemos el Ministerio de Vivienda, otra entelequia española, que no decide ni determina nada sobre la vivienda que se rige por el precio del mercado.
Ahora existe una nueva forma de sacar dinero del bote añadiendo dos palabras mágicas que abren casi cualquier puerta: Cambio Climático. Insto a cualquiera a que intente crear una organización que no pierda de vista estos apellidos porque le lloverán subvenciones seguras. Puede ser la asociación para la defensa de las ardillas del Congo en el cambio climático (ignoro por completo si en el Congo hay ardillas) o la junta de estudios sobre la disminución de la cópula del saltamontes de cuello apaisado por el cambio climático (ni qué decir que me acabo de inventar este bicho). Aquí lo importante es ser de izquierdas, tener conexiones con el poder o asustarlo con huelgas por no tener conciencia social ante el fin del mundo, pero de que algún dinerillo caerá, eso es una verdad como que la tierra es redonda.
Pero vayamos más a lo universal. ¿Me puede decir alguien para qué sirve el Movimiento de los Países no alineados. Esta baba surgió como un invento del comunismo castrista cubano para intentar atraer, de manera indirecta, a los países más pobres del mundo contra el capitalismo –¡nada más y nada menos! Estos se reúnen todavía cada cierto tiempo y gastan dinero, electricidad, petróleo y resuelven: NADA.
¿Les recuerda algo? Eso es, la ONU. Alguna vez tuvo razón de ser, cuando el mundo se dividía entre países que no dudaban un segundo en arrebatarle un trozo de territorio a otro. Hoy es una de las que más dinero recibe del bote y resuelve menos que nada. Ha quedado como una repartidora de alimentos y medicinas (que no está mal pero podrían hacerlo otras organizaciones sin quitarnos tanto el dinero). Cada vez que se presenta un problema grave en algún lugar del mundo la ONU tiembla, se reúne, dicta condenas y apoyos mientras en el país del problema la gente se mata a machetazos. Al final siempre sale a resolver el problema el mismo de siempre: el pérfido imperio norteamericano, sin el cual Hitler hubiera podido triunfar o, cuando menos, habría cometido más fechorías antes de desaparecer, o Japón no sería hoy el país dinámico y poderoso que compite de igual a igual con Estados Unidos, ni se habría terminado la guerra de Bosnia con menos muertos de lo que se preveía. ¡Malditos norteamericanos!
Javier Rupérez, quien fuera responsable del directorio antiterrorista de la ONU y del cual dimitió en 2007, estuvo recientemente en Herrera en la Onda, de la cadena de radio Onda Cero, a propósito de la publicación de su libro El espejismo multilateral, por editorial Almuzara. Ante una pregunta sobre los motivos de su dimisión habló de frustración personal por ver lo poco qué hacía y podía hacer desde el puesto que ostentaba. Lo lamentable es que sus compañeros en la organización le recriminaron dimitir por ello cuando a todos les pasaba igual, estaban igual de frustrados. En fin, si el comité antiterrorista está así de inútil, qué esperamos de la asociación para la defensa del grillo de la pampa en la era del cambio climático. ¡Estamos perdidos!

CRISIS, CRISIS, CRISIS...

Voy a comparar la vida de tres generaciones enfrentadas a sus crisis: la de nuestros padres, que abarca de la posguerra a la Transición. La mía, que es la que va de Fórmula V hasta la entrada de España en el Mercado Común, y la actual, que abarca desde entonces hasta Internet.
La generación de la posguerra daba gracias por todo porque lo había perdido todo. Tener un trabajo era una bendición, como lo era poder comer tres veces al día y vivir sin la cartilla de racionamiento. Era la generación de los sobres: un sobre para la letra del piso, otro para la cesta de la compra, para el colegio de los chicos... El coche llegó tan tarde que la gente se sacaba el carné a la edad en la que ahora pensamos en el plan de pensiones. El televisor había que pagarlo en cinco años o más. Los recién casados se iban de vacaciones a Madrid o Barcelona, y casi nadie conocía otro país que el suyo propio.
Era una generación que quería dejar algo a los hijos, pues cualquier día podría sobrevenir una catástrofe: el piso, las acciones de Telefónica y el álbum de sellos. Para aquella generación, la vida consistía en trabajar mucho, gastar lo justo, salir pronto de las deudas y ahorrar por si las moscas. Vivieron unos años tan duros, que ahora se les reconoce en la calle porque, cuando hay huelga de transportistas, corren al mercado a por lentejas, latas de atún y leche porque “esto es como en la Guerra”.
Gracias a ellos, mi generación conoció las mesas llenas de comida y la frase más común era: “Cómete todo porque tú no sabes lo que es pasar hambre”. Nos jartaron de sopa cubierta, pescadillas, filetes de ternera, cocidos de todas las regiones (madrileño, lebaniego, y mucho “guisaico”). Pero no tres, sino ¡cuatro veces al día! Porque a la hora de la merienda nos enchufaban bocadillos de sobrasada, de chorizo, de pan con leche condensada (había una versión a la que se le añadía Cola-Cao), y había gente que merendaba unos bocadillos como el antebrazo de un albañil.
Comer, comer, comer... Había que dejar el plato limpio y los pescados en las raspas, porque de lo contrario uno estaba insultando la memoria de la Guerra Civil, y se iba a la cama con tantos remordimientos que se imponía ya tres avemarías automáticos.
Mi generación conoció lo que es salir con la familia a los restaurantes los domingos después de misa, (“al nene, una tortilla francesa o filete con patatas”). En verano, uno visitaba Benidorm y sentía como si hubiese estado en el extranjero.
Esa misma generación mía fue la que, mientras sufría la crisis económica en la Transición, se rebeló en las universidades, pegó carteles, gritó consignas, discutió con sus padres de política, atacó a Estados Unidos mientras compraba discos de Crosby, Stills, Nash & Young, pero, al final de esa larga jornada de lucha, siempre nos esperaba una mesa llena de calamares, sobrasada, filetes de lomo y Casera, como muestra la serie Cuéntame cómo pasó.
Nuestros padres, en su mayoría, no eran de una generación rebelde porque tener un piso donde caer muertos y un caldo calentito ya era una gran rebeldía contra el hambre de la posguerra. “¡Burgueses! ¡Reaccionarios! ¿Dónde están los ideales?”, exclamábamos nosotros. “En la olla exprés, bonito, acompañados de esa morcilla que tanto te gusta”, decían ellos.
Como estos argumentos nos revolvían el estómago, al final huíamos de esa dictadura gastronómica, viajábamos a otros países, trabajábamos de camareros en verano, ¡que sabrán nuestros viejos lo que es currar duro!, y nos curtíamos en la escuela de la guerra de la vida. Luego nos casábamos y pasábamos la luna de miel en Portugal para traer la cubertería de plata ¿Benidorm? Puaj. Y a la hora de comprar un piso, bueno sí, una ayudita de los padres o los suegros, pero pequeña, ¿eh? “Y que conste don Manuel que se la voy a devolver con el sudor de mi frente”.
Ah, y nosotros sí educaríamos a nuestros hijos con los valores de la libertad y el diálogo, nos confesarían todo y seríamos sus colegas, eso que nunca fueron nuestros padres. Dictadores.
Si la generación de nuestros padres fue la de los sobres, la de ahora es la de las sobras. Sobran platos de comida que se tiran al cubo de basura sin el remordimiento por el hambre de la posguerra. Sobran coches en las casas. Sobran salidas de copas, porque los fines de semana comienzan los jueves por la noche. Y sobra coca cola a la hora de comer.
Ya cuando eran críos, uno iba al restaurante, y en lugar de tortilla francesa, los mocosos exclamaban: “A mí, una ración de pata negra. Y la carne, lomo alto argentino, por supuesto, al punto si puede ser”.
Lo del diálogo con los hijos salió torcido porque no les interesa hablar de política pero sí del Madrid o del Barça. No está mal. Menos peleas. Hay tanto diálogo que los chicos no se van de casa ni aunque pierdan el Madrid o el Barça 100 veces seguidas.
Es una generación que se casa y viaja a Bali o a Punta Cana. Cosa inexplicable, pues el piso en el que se meten cuesta, en proporción, más que el de sus padres. En los años 50 se tardaba en pagar los pisos entre 10 y 15 años. En los 80, entre 15 y 20 años. Y ahora, les hacen firmar una hipoteca de 35 a 50 años. Por eso, para compensar gastos, se van a Ikea y MediaMarkt, llenan la casa de trastos en un día y, en lugar de un niño, tienen dos periquitos.
Ahora, a esa generación también le ha llegado la crisis. A los de la posguerra, con sus pensiones y sus casas ya pagadas, esto les parece grave, pero no tan grave como las cartillas de racionamiento. Para mi generación, esto nos recuerda los años del paro y la crisis en la Transición, que parecían no tener fin.
Como es la primera vez que esto pilla a la generación del móvil e Internet, se han quedado traspuestos. No hay empleo, no hay dinero, no hay futuro. Así de pronto. ¿Es el fin? No, porque dos generaciones ya la conocieron a su modo. Bienvenidos a la mesa. Os estábamos esperando para cenar.

martes, 17 de febrero de 2009

ME GUSTARÍA...

Me gustaría ser la sombra que te sigue
y andar por los caminos que tú andas...
Me gustaría ser como la planta que recibe
la lluvia que en tu cuerpo se resbala.

Me gustaría ser como el aire que respiras
que registra tu cuerpo en sus entrañas...
Me gustaría ser las cosas que tu miras
y ser el cristal que tu aliento empaña.

Me gustaría ser la cosa que tu tocas
y ser el sobre que tu saliva sella.
Me gustaría ser el aliento de tu boca
y ser tu ropa cuando estás dentro de ella.

Me gustaría ser como tu quieras que yo sea
no importa que me consideres esclavo o dueño,
creer en todas las cosas que tu creas
no ser tus pesadillas, ser siempre tu sueño.

Me gustaría ser el espejo en que te miras
la toalla que al secarte lo hace con delicia
la mota de tus talcos, las cosas que tu tiras
y el jabón que al bañarte tu cuerpo acaricia.

Me gustaría ser de tu casa el cubo basurero
donde en él toda la basura depositas,
ser para ti lo que tú quieras-sólo quiero-
porque sólo por ti mi corazón palpita.

Me gustaría que tus ojos al mirarme
derramen sobre mi tu amor tan puro...
Y a cambio de tu amor y siempre amarme
amarte para siempre yo te lo juro.

Me gustaría ser y siempre habré de ser
lo que tú quieras que para ti yo sea...
A nadie como a ti jamás he de querer
y he de creer en todas las cosas que tú creas.

Me gustaría ser el cepillo de tus dientes
y ser el peine que tus cabellos peina,
morder ansioso tus labios tan ardientes
y ser la brisa que al acariciarte te despeina.

Me gustaría ser el plato de tu mesa...
La cuchara que te llevas a tu boca,
el vaso con que bebes que tus labios besan
quiero ser esas cosas y aún son pocas.

Me gustaría estar en tu risa cuando ríes
y estar en tus rezos cuando imploras...
Ser el hielo que en tu boca se deslíe
y la lágrima que viertes cuando lloras.

Ser la ola del mar que te acaricia
y ser la brisa que tu cuerpo arrulla...
Y en medio de toda mi avaricia
quisiera ser cualquier cosa tuya.

Amarte siempre sin que existan frenos
que frenen las ansias de amarte más y más...
Dormitar a tu sombra a veces al menos
y de este hermoso sueño no despertar jamás.

Me gustaría ser para ti lo que tú quieras
y besar tus labios o besar tus pies...
Ser sólo para ti...y ser a tu manera...
Sin pasado...con presente...sin después.

sábado, 24 de enero de 2009

AQUELLA POBRE NIÑA...

Aquella pobre niña
que aún no tenía senos...

Y la niña lloraba:
¡Yo quiero tener senos.
¡Señor, haz un milagro:
un milagro pequeño.

Pero Dios no la oía,
allá arriba, tan lejos...

Y cogió dos palomas,
se las puso en el pecho...
Pero las dos palomas
levantaron el vuelo.

Y cogió dos estrellas,
se la puso en el pecho...
Las estrellas temblaron
y se apagaron luego.

Y cogió dos magnolias,
se las puso en el pecho...
Las dos magnolias blancas
deshojaron sus pétalos.

Y cogió dos panales,
se los puso en el pecho...
Y la miel y la cera
se helaron en el viento.

¡Un milagro, Señor,
un milagro pequeño!

Pero Dios no la oía,
allá arriba, tan lejos.

Y un día fue el amor;
se le entró pecho adentro
¡y se sintió florida!
Le nacieron dos senos
con pico de paloma,
con temblor de luceros,
como magnolias, blancos;
como panales, llenos.

¡Igual que dos milagros...
pequeños!

jueves, 22 de enero de 2009

MENOS QUE NADA...PORQUE YA NADA SOMOS

No…no pasarás por mi, porque nunca llegaste
ni nadie sabrá nunca si te vi…o no te vi…
no se si a mi puerta algún día llamaste
porque si llamaste…nunca la puerta abrí.

Nadie sabrá nunca si yo te conocí…
ni tampoco sabrán de mi dolor ingente
quizás si fue el viento quien te empujó hacia mí
pero a mi…el viento y tu me son indiferentes.

Yo no le hago caso a lo que habla la gente
porque hace tiempo ya que hablan de los dos…
mi vida es como un río de aguas transparentes
y mi conciencia limpia como lo manda Dios.

Somos menos que nada…porque ya nada somos
fuimos parte de un puente que unían dos caminos…
por donde nos cruzamos y no sabemos como
ni como fué tampoco que nos conocimos.

Te acuerdas de aquel brujo del camino
que nos habló del futuro de nosotros?…
que la vida haría cambiar nuestro destino
que yo sería de otra y tu serías de otro.

Fuimos como dos gotas de un rocío de invierno
que convertir en hielo la noche fría quiso…
y fuimos empujados los dos hacia el infierno
cuando los dos soñabamos entrar al paraiso.

Lo que fácil empezó…más fácil se deshizo
y fácil se nos fue el amor de nuestras manos…
pues por arte de magia…¡quizas algún hechizo!
nos empujó a los dos al fondo del pantano.

martes, 20 de enero de 2009

CARTA A USTED, SEÑORA.

Según dicen ya tiene usted otro amante.
Lástima que la prisa nunca sea elegante.
Yo sé que no es frecuente que una mujer hermosa,
se resigne a ser viuda, sin haber sido esposa.

Y me parece injusto discutirle el derecho
de compartir sus penas sus goces y su lecho,
pero el amor señora, cuando llega el olvido
también tiene el derecho de un final distinguido.

Perdón... Si es que la hiere mi reproche... Perdón
aunque sé que la herida no es en el corazón
Y para perdonarme... Piense si hay más despecho
que en lo que yo le digo, que en lo que usted ha hecho.

Pues sepa que una dama con la espalda desnuda
sin luto en una fiesta, puede ser una viuda.
Pero no como tantas de un difunto señor
sino para ella sola, viuda de un gran amor.

Y nuestro amor recuerdo, fue un amor diferente
al menos al principio, ya no, naturalmente.

Usted será el crepúsculo a la orilla del mar,
que según quien lo mire será hermoso o vulgar.
Usted será la flor que según quien la corta,
es algo que no muere o algo que no importa.

O acaso cierta noche de amor y de locura
yo vivía un ensueño y... y usted una aventura.
Si... usted juró cien veces ser para siempre mía
yo besaba sus labios pero no lo creía.

Usted sabe y perdóneme que en ese juramento
influye demasiado la dirección del viento.
Por eso no me extraña que ya tenga otro amante
a quien quizás le jure lo mismo en este instante.

Y como usted señora ya aprendió a ser infiel
a mí así de repente me da pena por él.

Sí es cierto... alguna noche su puerta estuvo abierta
y yo en otra ventana me olvidé de su puerta
O una tarde de lluvia se iluminó mi vida
mirándome en los ojos de una desconocida.

Y también es posible que mi amor indolente
desdeñara su vaso bebiendo en la corriente.
Sin embargo señora... Yo con sed o sin sed
nunca pensaba en otra... si la besaba a usted.

Perdóneme de nuevo si le digo estas cosas
pero ni los rosales dan solamente rosas.
Y no digo estas cosas por usted ni por mí
sino por... por los amores que terminan así.

Pero vea señora... que diferencia había
entre usted que lloraba... y yo que sonreía.
Pues nuestro amor concluye con finales diversos
usted besando a otro... Yo escribiendo estos versos.

SOÑAR DESPIERTO.

Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y tú te irás borrando lentamente de mi sueño.
Un año y otro año caerán como hojas secas
de las ramas del árbol milenario del tiempo,
y tu sonrisa, llena de claridad de aurora,
se alejará en la sombra creciente del recuerdo.

Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y quizá, poco a poco, dejaré de hacer versos,
bajo el vulgar agobio de la rutina diaria,
de las desilusiones y los aburrimientos.
Tú, que nunca soñaste mas que cosas posibles,
dejarás, poco a poco, de mirarte al espejo.

Acaso nos veremos un día, casualmente,
al cruzar una calle, y nos saludaremos.
Yo pensaré quizá: "Qué linda es todavía."
Tú quizá pensarás: "Se está poniendo viejo"
Tú irás sola, o con otro. Yo iré solo o con otra.
o tú irás con un hijo que debiera ser nuestro.

Y seguirá muriendo la vida, año tras año,
igual que un río oscuro que corre hacia el silencio.
Un amigo, algún día, me dirá que te ha visto,
o una canción de entonces me traerá tu recuerdo.
Y en estas noches tristes de quietud y de estrellas,
pensaré en ti un instante, pero cada vez menos....

Y pasará la vida. Yo seguiré soñando;
pero ya no habrá un nombre de mujer en mi sueño.
Yo ya te habré olvidado definitivamente
y sobre mis rodillas retozarán mis nietos.
(Y quizá, para entonces, al cruzar una calle,
nos vimos frente a frente, ya sin reconocernos.

Y una tarde de sol me cubrirán de tierra,
las manos para siempre cruzadas sobre el pecho.
Tú, con los ojos tristes y los cabellos blancos,
te pasarás las horas bostezando y tejiendo.
Y cada primavera renacerán las rosa,
aunque ya tú estés vieja, y aunque yo me haya muerto.

¡QUÉ LÁSTIMA MUCHACHA, QUE LÁSTIMA!

Qué lástima muchacha,
que no te pueda amar.
Yo soy un árbol seco que sólo espera el hacha,
y tú un arroyo alegre que sueña con el mar.

Yo eché mi red al río…
Se me rompió la red…
No unas tu vaso lleno con mi vaso vacío,
pues si bebo en tu vaso voy a sentir más sed.

Se besa por el beso,
por amar el amor…
Ese es tu amor de ahora, pero el amor no es eso,
pues sólo nace el fruto cuando muere la flor.

Amar es tan sencillo,
tan sin saber por qué…
Pero así como pierde la moneda su brillo,
el alma, poco a poco, va perdiendo su fe.

¡Qué lástima muchacha,
que no te pueda amar!
Hay velas que se rompen a la primera racha,
¡y hay tantas velas rotas en el fondo del mar!

Pero aunque toda herida
deja una cicatriz,
no importa la hoja seca de una rama florida,
si el dolor de esa hoja no llega a la raíz.

La vida, llama o nieve,
es un molino que
va moliendo en sus aspas el viento que lo mueve,
triturando el recuerdo de lo que ya se fue…

Ya lo mío fue mío,
y ahora voy al azar…
Si una rosa es más bella mojada de rocío,
el golpe de la lluvia la puede deshojar…

Tuve un amor cobarde.
Lo tuve y lo perdí…
Para tu amor temprano ya es demasiado tarde,
porque en mi alma anochece lo que amanece en ti.

El viento hincha la vela, pero la deshilacha,
y el agua de los ríos se hace amarga en el mar…
¡Qué lástima muchacha,
que no te pueda amar!

ELLA, SIEMPRE ELLA.

Ella no fue, entre todas, la más bella,
pero me dio el amor más hondo y largo.
Otras me amaron más; y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.

Acaso fue porque la amé de lejos,
como una estrella desde mi ventana...
Y la estrella que brilla más lejana
nos parece que tiene más reflejos.

Tuve su amor como una cosa ajena
como una playa cada vez más sola,
que únicamente guarda de la ola
una humedad de sal sobre la arena.

Ella estuvo en mis brazos sin ser mía,
como el agua en cántaro sediento,
como un perfume que se fue en el viento
y que vuelve en el viento todavía.

Me penetró su sed insatisfecha
como un arado sobre llanura,
abriendo en su fugaz desgarradura
la esperanza feliz de la cosecha.

Ella fue lo cercano en lo remoto,
pero llenaba todo lo vacío,
como el viento en las velas del navío,
como la luz en el espejo roto.

Por eso aún pienso en la mujer aquella,
la que me dio el amor más hondo y largo...
Nunca fue mía. No era la más bella.
Otras me amaron más... Y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.

viernes, 5 de diciembre de 2008

¿EL UNDÉCIMO?: ¡NO AGOBIAR!

Rubios o morenos, fortachones o enclenques, con los ojos azules o marrones, tímidos o ‘echaos p’adelante’: hay muchos elementos de nuestro ser (y de nuestro ‘estar’) que no podemos elegir. Nacemos con ellos y, de hacer caso al refranero, “genio y figura, hasta la sepultura”. Cito una característica innata más con la que tenemos que pechar: unos vienen al mundo agobiados y, otros, con más cara que espalda.
Me hacen muchísima gracia los nombres que eligieron para sí algunos grupos musicales españoles en las últimas décadas: ''No me pises, que llevo chanclas'', ''Dinamita pá los pollos'',"Mojinos Escozíos"… No me digan que no hay un derroche de ingenio… Provocador, tal vez; pero a mi mente burguesa y adocenada no se hubieran ocurrido jamás esos nombres.

Sin embargo, hay un grupo cuyo bautismo, más que hacer reír, obliga a pensar un poco: ''Hijos del agobio''… ¡Exacto!: los vástagos de nuestros tiempos, de estos tiempos, vivimos con el agobio montado en la chepa independientemente de nuestra idiosincrasia. ¿O es que usted no ha oído decir alguna vez hasta a ese 'vivalavirgen' al que lo mismo le da ocho que ochenta lo de ''¡no puedo más: estoy agobiadísimo!''?

Y como yo soy un 'sufridor' frecuente de las presiones, los empujones, las angustias del agobio, he dedicado algunos ratos a pensar cuáles son las causas de esa sensación opresiva, como de falta de aire para respirar y de espacio para moverte…

Lo primero que se le viene a uno a la cabeza –creo, vamos- es que el agobio está directamente relacionado con las prisas… ¡Que no es lo mismo viajar pausadamente en diligencia, haciendo largas paradas en las posadas –que, por mucho que estuviesen pobladas de chinches, ofrecían jergón y almohada al viajero- que plantarte en Nueva York desde Madrid de una sentada de avión! Médicamente demostrado está, por el llamado jet-lag, que esos súbitos cambios de horarios, de estación, de ritmo de sueño y de alimentación son nefastos para el cuerpo; y, en mi humilde opinión, también para el espíritu… Pero como sarna con gusto no pica y todo acaba por hacernos callo, hemos asimilado que los nuestros son tiempos raudos, veloces, apresurados y eso ya no parece agobiarnos. Lo hemos incorporado, lo traemos debajo del brazo, como dicen que ocurre con el pan y los bebés…

¿Entonces?: entonces uno puede sentirse agobiado por exceso, por los excesos… A veces me imagino a las mujeres y los hombres de hoy como a esos prodigiosos malabaristas del maravilloso Circo del Sol: tratamos de mantener bajo nuestro control una veintena de pelotitas de todos los colores porque no nos queda más remedio… La familia, el trabajo, los puntos del carné de conducir, los ingresos, los gastos, el consumo de televisión, los niños, los padres que van envejeciendo, mantener al día nuestro cuerpo y nuestra mente, no perdernos nada, estar en todo… Y no, no es posible: como no nos transformemos en pulpos, nuestras manos no serán capaces de acudir a tanta pelotita. Así, no quedan más cáscaras que elaborar un férreo orden de prioridades: hacer gimnasia –por ejemplo- es estupendo; pero, evidentemente, no tan imprescindible como permanecer una noche en vela cuidando de un niño o un señor enfermo; cenar en un restaurante de moda es apetecible, incluso recomendable, pero no tan urgente como poner al día los documentos que necesitaremos para hacer una declaración de la Renta impecable… Y todo así, en ese plan.

Sin embargo, también es característico de nuestros tiempos el agobio por defecto… ''La soledad me agobia mucho'', oyes con frecuencia… Y es bien cierto: la opulencia material de nuestras sociedades desarrolladas enmascaran grandes carencias afectivas, de compañía, de compasión… Y esas carencias nos agobian, nos pesan en el alma como si lleváramos un yunque colgado del cuello.

¡Y lo que nos falta para el duro es que nos toque convivir – en casa, en el trabajo, en el círculo de amigos, en el viaje de fin de semana – con uno de esos 'plastas' cuyo programa de vida es dar órdenes a los demás, recordar constantemente a los otros lo que no se ha hecho y se tiene que hacer, dar la vara con requerimientos fútiles! ¡Hasta ahí podíamos llegar, hasta semejante sobredosis! En tales casos y circunstancias, yo suelo decir tajantemente al 'plasta': ''Recuerda el undécimo mandamiento, majo: ¡no agobiar!'' Y me quedo más ancho que largo, sin ningún agobio.

¡ALEGRA ESA CARA!

“Mustia la tez”, “ojos velados por melancolía”, “labios de hastío”, “taciturno”, “se aburre”… Este es el retrato que hace Antonio Machado, en su poema “Del pasado efímero”, del “hombre del casino provinciano”… No me extraña que el autor concluya esto, tan triste y patético, sobre el protagonista de sus versos: “No es el fruto maduro, ni podrido: es una fruta vana”. En efecto: el ‘hombre del casino provinciano’ amarga su vida –y se la amarga a los demás- ¡porque no sabe lo que es la risa!
Hacía mucho tiempo –demasiado…- que no cenaba con un grupo de amigos de esos que llamamos, con razón, ''de verdad''… O sea: amigos entre los que impera la buena educación, pero ante los que uno puede –y debe- comportarse con naturalidad, no con la rigidez de quien ''está de visita'', como dice mi santa madre… Amigos a los que no hay que dar demasiadas explicaciones sobre nada porque se comparten con ellos recuerdos, penas, felicidad… Y, también, ¡sentido del humor!
Recientemente, un viernes por la noche, volví a experimentar el regocijo de asistir a una de esas cenas de ''amigos de toda la vida'' y el recuerdo más grato y especial que guardo de esa velada –además del gusto que me dio volvernos reunir, por supuesto- es que reímos a carcajadas, hasta que se nos saltaban las lágrimas… Y no nos desternillamos por nada especialmente cómico sino, sencillamente, al evocar algún suceso simpático del que todos los presentes en la cena habíamos sido testigos: un gesto, una metedura de pata, una frase memorable… Y también soltamos nuestras grandes risas al aire gratísimo del salón por chistes inocentones… En resumen: todos nos sentíamos alegres por habernos reunido y cualquier pretexto, por nimio que fuese, era bueno para expresar nuestra alegría.
Más tarde, recordando esa cena, me di cuenta –casi con pavor- de la enorme cantidad de tiempo que había pasado sin que yo me riese con tanta fuerza, con tantas ganas, con tanto placer…
Y es ¡mira que los seres humanos, además de ''animales racionales'', somos ''animales raritos''!…
Porque me juego la uña del dedo meñique derecho a que cualquiera de nosotros puede recitar de un tirón, sin pararse siquiera a respirar, las múltiples razones que tiene para quejarse de esto, de lo otro, de lo de más allá (y de lo de más acá)… Las listas de 'ayes' y lamentos tienden a ser más largas que un día sin pan… En cambio, ¿podríamos dar tan inacabable nómina de razones por las que estamos alegres, por las que 'deberíamos' estar alegres?... Me temo lo peor… O sea: que no; que, habitualmente, no tenemos tan frescas en la mente las razones para las quejas como aquellas para la alegría, lo que nos lleva a fruncir el ceño con amargura como lo que sería causa sobrada para esbozar una amplia sonrisa…
Obviamente, tampoco es cuestión de ir por la vida con una 'chuleta', con una lista de los más que sobrados motivos que todos tenemos para mantener, al menos, una chispa de alegría en nuestro ánimo –aún en los peores momentos-… Pero, vamos, si hay que hacerla, se hace: porque nos hemos despertado con vida un día más… Porque, si nos duele algo al despertarnos, la farmacopea es capaz de aliviar nuestras molestias… Porque existen esas cosas tan ricas para desayunar que se llaman ''café'', ''fruta'', ''mermelada'', ''galletas-maría-fontaneda''… Porque disponemos de ropa para soportar el frío o aguantar el calor… Porque una parte de nuestro trabajo –aunque sea infinitesimal- nos gusta muchísimo… Porque las calles están llenas de gentes diversas y atractivas: niños, jóvenes, maduros, ancianos (y de árboles: no nos olvidemos de los árboles)… Porque podemos conocer a fondo el mundo en el que vivimos y no vegetar en la envilecedora ignorancia gracias a los medios de comunicación… Porque hemos querido, queremos y querremos… Porque nos han querido, nos quieren y nos querrán… Porque existen la Medicina y los médicos… Porque podemos disfrutar de inventos tan maravillosos como la radio, la televisión y -¡¡¡por favor!!!- los libros…
¿A qué seguir?... En cuanto conseguimos quitarnos de los ojos, de la inteligencia y del ánimo –con realismo, sin optimismos idiotas ni risitas de conejo- ese ''velo de melancolía'' del hombre del casino provinciano, que tanto se parece a una pegajosa, asquerosa y gris telaraña, comprobaremos –estoy seguro- que, incluso en momentos crudos, triste y difíciles, es posible mantener ardiente una chispa de alegría que impida el derrumbamiento total.

¿Que las risas provocan la aparición de arrugas, de patitas de gallo? Eso dicen… ¿Y qué?: son arrugas pícaras, atractivas… Y, en cualquier caso, más valen esas arrugas que ''una triste expresión, que no es tristeza, sino algo más y menos: el vacío del mundo en la oquedad de su cabeza'', como escribió Machado del deprimente y deprimido hombre del casino provinciano…

jueves, 27 de noviembre de 2008

A TI, MUJER MALTRATADA.

¿Por qué detienes el tiempo
en el reloj de su ausencia,
porqué pides clemencia
con palabras que se lleva el viento.
Porqué dices lo siento
cuando agotas tu paciencia,
cumpliendo una sentencia
cruel y sin fundamento?
¿Llora su arrepentimiento,
se esconde de su impotencia,
le golpea en su conciencia
el dolor de tu lamento?
Te dice que no es violento
pero exige tu obediencia,
y somete tu existencia
humillando el sentimiento.
Abre mujer ese cerrojo
pues tu vida no termina,
que donde alcanzan sus ojos
tu camino se ilumina.
Y ciérralo al salir,
ponte un traje de esperanza
que aun hay vida para ti;
has ganado en la balanza...

viernes, 24 de octubre de 2008

PODRÁS

Podrás tener a tu antojo otros amores,
que bajo la luna de plata creas que te llenarán.
Podrás tener mil ramos de falsas flores,
que en días felices por algo te regalarán.

Pero el fiel y eterno amor verdadero,
que sentías en tu alma junto a mí nacer.
Ése, lo dejaste consumir en el cenicero
y ya no lo volverás a tener.

Podrás guardar avariciosa otros besos robados,
amparada por la oscuridad de la noche.
Podrás disfrutar de tiernos abrazos enamorados,
en el asiento trasero de cualquier otro coche.

Pero las llamas que te abrasaban a mi lado
y que en tu lecho te lograban enloquecer.
Ésas, las apagaste en un océano olvidado
y ya no las volverás a tener.

Podrás sentir suaves caricias en tu piel,
que imagines soñadora que nunca cesarán.
Podrás escuchar dulces palabras de miel,
que finalmente los vientos se llevarán.

Pero el romanticismo puro que yo te regalaba
y que tú tanto miedo tenías a perder.
Ése, lo rechazaste mientras yo te amaba
y ya no lo volverás a tener.

Podrás suspirar creyéndote querida,
confiando ciegamente en que no te abandonarán.
Podrás tener cientos de alegrías en tu vida,
que con los años tristemente se esfumarán.

Pero la felicidad plena que fue tuya cada día
y que con tanto esmero para ti logré tejer.
Ésa, la perdiste tú sola, vaya ironía
y ya no la volverás a tener.

Podrás dormir en ásperas camas ajenas,
que con impostores hombres grises compartirás.
Podrás desear los latidos de sus corazones en tus venas,
mientras los ecos del más implacable de los silencio gritarás.

Pero el hombre que sin condiciones te dio su corazón
y al que le robaste sin piedad su única razón de ser.
Ese loco enamorado que en tus pupilas tenía su habitación,
ya nunca jamás lo volverás a tener.

LA UTOPÍA SIGUE AHÍ...

"Aún hoy recuerda los tiempos oscuros, llenos de nubes grises y de vientos que destruían todo.

Recuerda como se sentía años atrás, cuando parecía que nada tenía sentido, cuando buscaba una salida que no conseguía encontrar.

Aún no ha olvidado las miradas ansiosas, que esperaban verlo caer. Las miradas que lo empujaban a meter la pata, las palabras que lo hacían retroceder.

A veces incluso recupera aquellos episodios de rabia, de odio contenido, que tampoco le permitían avanzar.

Ahora, en ocasiones, se mira el espejo y ve quién era: observa a aquel niño con granos, que soñaba con cazar mariposas, que soñaba con ser cogido de la mano por aquella inalcanzable Venus de Milo, que lo llevaría a un lugar mejor... Recuerda a aquel niño, y mira las cicatrices que dejaron sus heridas...

Entonces le vuelve la tristeza. Y piensa que vuelve a sus poco añorados quince años. Y se siente tan solo, tan perdido, tan inexistente... como lo estaba entonces.

Pero las heridas acaban convirtiéndose en cicatrices. Y, al fin y al cabo, son marcas de guerra, que nos dicen lo fuertes que podemos llegar a ser, que nosotros tenemos la capacidad de llevar la luz a esas tardes grises.

Hoy, delante del espejo del baño, recuerda sus tardes grises. Y sí, por qué negarlo, es posible que la tristeza le invada, pero sólo por un instante. Porque enseguida recuerda todo... Recuerda que las heridas han cicatrizado, y que no hay razón para preocuparse. Y recuerda que ya caza mariposas, y que ya abraza a la Venus de Milo.

Y sabe, además, que aunque las heridas se puedan volver a abrir, aunque desaparezcan las cicatrices, aunque el hombre del traje gris le vuelva a alcanzar... nunca dejará de haber un rayo de luz, que se cuele entre los nubarrones oscuros, y que nos indique que la utopía sigue ahí, a un paso, y que nos está esperando...".