lunes, 21 de julio de 2008

¡¡Y TU COMO TE LO MONTAS!!

Si no tienes un mueble montado por ti mismo es que no estás a la última en decoración
Hace años, pongamos cincuenta, las tiendas de muebles eran unos establecimientos amplios, muy mal iluminados, donde se almacenaban dormitorios, comedores, salas de estar, tresillos, percheros, butacas, etc. Entrabas, observabas el género acompañado por el vendedor que te asesoraba y si algo te interesaba lo pagabas al contado, a plazos (o pagabas a la entrega) y al día siguiente lo tenías en casa, protegido de cualquier golpe con mantas. Montado, como es lógico, por unos profesionales del ramo. Aquello desapareció y hoy esas tiendas, sin apenas espacio, te presentan un catálogo sobre el que escoges, encargas el mueble elegido, entregas una señal generosa y con un poco de suerte dos meses después lo recibes.
Ante este panorama apareció, en plan competitivo total, el diseño y el montaje Ikea, una compañía sueca dedicada a solucionar todas las necesidades de acomodo en un hogar de nuestros días, cuyo nivel de implantación queda confirmado con los 145 millones de ejemplares que publican de su catálogo. Compras el artículo, te lo llevas tú mismo (como puedas, ése es tu problema) y lo montas tú mismo (como puedas: mitad hoja de instrucciones, mitad intuición). Bajo estos principios es como la compañía se ha introducido en el mercado de todo el mundo. Cualquier hogar cuenta con algún elemento de esta empresa, pero hasta poder disfrutarlo y ser apreciado por las visitas (que además tienen otro igual o muy parecido) hay que someterse a un proceso que se aproxima mucho al masoquismo.
Lo de estar jubilado tiene ventajas pero también inconvenientes como el que alguno de tus hijos te involucre para que le acompañes a comprar en Ikea. ‘Es que a la niña ya le hace falta una cuna y un armario para su habitación y como tu coche es más grande caben mejor’. Y tú cedes aún sabiendo lo que te espera porque ya lo has experimentado y has jurado, en falso, que no serías reincidente. Son sacrificios que se hacen por los hijos aunque, no obstante, tengo entendido que en muchos casos se crea adicción. Es el llamado ‘ikeadictismo’.
Antes de llegar al centro elegido y que tratas de que no sea alguno de los conocidos anteriormente para no repetir los inconvenientes de la experiencia, te encuentras con el gran atasco de la carretera -Ikea siempre está en las afueras- ya que el propio comercio, en su publicidad, te sugiere que llegues pronto para evitar aglomeraciones. Refiriéndose a las de dentro, debe ser, pero no a las de fuera ya que es cuando todo el mundo se dirige a sus respectivos trabajos. Una vez que consigues aparcar, a una distancia considerable de las puertas de acceso al inmenso local, penetras en él sintiéndote como debió sentirse Jonás al ser engullido por la ballena. ‘Coge una bolsa -te aconseja tu hija- por si vemos algo’. Una enorme bolsa que, efectivamente, se va llenando poco a poco de cosas que para nada te hacen suponer su necesidad dado que ya forman parte del ajuar casero y creo que están en buen uso. Unos manteles individuales, un sacacorchos, unas bombillas, unas cucharas de madera. “Pero si ya tienes / Ya, pero están muy bien de precio, total por un euro”. Ante semejante ganga la esposa no se queda atrás: “Coge otro juego porque las nuestras están ya muy viejas”. El peso de la bolsa va aumentando y el departamento de cunas no aparece en ninguno de los pasillos recorridos que se me antojan laberintos, trampas instaladas para que te quedes allí eternamente. Alguna de las dos sugiere tomar un café porque “además, como es entre semana, te invitan a desayunar, me parece”, y debe ser cierto porque la cafetería está a rebosar de gente. Por tanto hay que soportar una enorme cola para conseguir un café, en un vaso de plástico, tras haber aguantado otra para obtener el ticket que te permite solicitar el café. Otro aspirante a comprador tropieza levemente y te derrama el café; no pasa nada grave pero hay que enfrentarse de nuevo a la cola para conseguir otro o renunciar a entonar el cuerpo. Qué se le va a hacer.
La información de los vendedores no es muy precisa ya que mientras uno considera que ya hemos pasado el departamento de ¡¡Albricias, ahí están!! observo, suponiendo que Rodrigo de Triana tuvo una alegría similar cuando descubrió la primera tierra americana. las cunas, otro nos recomienda que sigamos la línea de flechas hasta encontrarlas. Y además, los armarios y estanterías están a continuación. Por fin se va a acabar la odisea de sentirse privado de libertad, pero no pasa de ser una ilusión porque es en ese momento cuando comienza la verdadera odisea.
Ahora que nos hace falta no encontramos ningún vendedor y si te desplazas te expones a perderte y no volver a ver a la familia nunca más. Vislumbro uno relativamente cerca y me lanzo, literalmente, sobre él, del mismo modo que lo hacen otra media docena de clientes que, por la foto finish, se comprueba que han formulado antes su pregunta. Veinticinco minutos después se dispone a atenderme. “Pues queríamos esta cuna y este armario”. El dependiente, que me supone instruido en las normas de la casa me pregunta el código. “Pues…no le puedo decir… es esta cuna y ese armario”. Me mira haciéndome sentir insignificante por desconocer el código y él mismo lo consulta y anota. El dependiente se aleja y creo que ha decidido dejar de atenderme. “¡¡Eh, oiga…!!” No me da tiempo a terminar mi reclamación. “Un momento voy a consultar si hay existencias”. Teclea ante la pantalla del ordenador, insiste haciendo gestos extraños y se vuelve a mi que observo atentamente el proceso. “El armario sí, pero la cuna no hay ese modelo, creía que había pero se han agotado; este otro modelo es prácticamente igual y tenemos existencias”. Se da cuenta de que en la pantalla no aprecio sus características y me indica que le acompañe a donde está en exhibición. Mi hija no está conforme con el cambio y considera si hacer o no la compra, cosa que mientras ocurre, facilita la fuga del vendedor para atender los problemas de otros clientes abandonados a su suerte. Mi hija decide que el nuevo modelo ofrecido también le sirve y opta por la compra, pero el vendedor ya no está. Veinte minutos después vuelve a aparecer y le confirmo la compra además de, en esta ocasión, facilitarle el código. Me extiende un recibo. “Tienen que pasar por caja para pagarlo y recogerlo, con este ticket en el departamento de entregas, en caja les dirán donde se encuentra”. Llegar hasta la caja no es fácil ya que todavía queda medio establecimiento por recorrer y en el camino hay muchas trampas en forma de jarrones, pinzas para la ensalada, tazones, cojines, saleros, cuchillos de cocina… Hay que hacerse con otro bolsón donde introducir las nuevas e inútiles adquisiciones.
Por fin llegamos a las cajas, muchas cajas, pero pocas cajeras, lo que equivale a que multitud de personas deseando pagar para poder salir a la luz y el aire libre, se amontonen de forma más o menos ordenada. O sea, otra cola. Empujando un poco no consigues que pase el tiempo más deprisa pero te ilusionas pensando que estás más cerca de la caja y de la cajera hasta la que, por fin, llegas y exhibes ante ella todas las menudencias adquiridas además del ticket que demuestra tu interés por la cuna y el armario. Todo parece haber terminado. “Un momento, por favor, es que hoy van muy los datafonos y las tarjetas se tardan en leer”. Los que me suceden en la cola se inquietan, se les oye murmurar, creo que contra mi, no contra la compañía telefónica. El pago es aceptado y me entregan el justificante de pago. “Con este ticket tiene que ir a recepción de compras para que le entreguen su compra; está al fondo”. Vuelta a empezar; el nuevo departamento posee un dispensador de tíckets con la intención de mantener un orden, pero no deja de ser otra cola. Además el ticket en cuestión hay que entregarlo en el mostrador, junto al comprobante de pago y para ello hay que ponerse tras de quienes intentan la misma operación. Diez minutos de nada. Una vez conseguido, me indican que debo esperar unos veinte minutos para que preparen el pedido, pero que puedo acudir al bar para hacer tiempo. “Cuando su pedido esté preparado su número aparecerá en la pantalla”. Ni bar ni nada, me quedo observando la pantalla, sin pestañear, para que cuando aparezca mi número –que no paro de repetir mentalmente- no me encuentre ausente y tenga que volver a esperar quién sabe cuánto tiempo más. No son veinte los minutos esperados hasta que mi número aparece en la pantalla, sino treinta y cinco. Entrego el ticket y me entregan un voluminoso paquete. “Oiga, que son dos cosas, una cuna que debe ser esto y un armario”. El empleado verifica los datos y se aleja desapareciendo en las interioridades del departamento. No me queda más remedio que esperar acontecimientos. Esta vez la cosa ha sido más rápida; a los cinco minutos el empleado que me dejó con la palabra en la boca aparece empujando un carromato. “Su armario, es que se había traspapelado el pedido, como eran dos artículos, puede llevarse el carrito hasta el coche, gracias”. Estoy tratando de cubicar el espacio de mi coche para ver la manera de introducir en él las compras, pero no me salen los cálculos. Decido, no obstante, intentarlo y me dirijo a él empujando el carrito que se va de un lado para otro a la vez que los bultos me impiden ver cuanto me rodea. “¿A dónde vas?, el coche está aquí”. Al coche, le bajo los asientos traseros y lo convierto en furgoneta, aún así, se me antoja mínimo el espacio. Es imposible que consiga introducir en él aquella compra. Lo intento de una manera, de otra, saco un paquete para introducir otro pero, entonces, el sacado no hay donde colocarlo. Al final y con grandes sudores consigo colocar los dos bultos más grandes. “Ahora. ¿Qué hacemos con todo esto?, además vosotras tampoco tenéis sitio”. A grandes males grandes remedios: “Bueno, eso no importa, cogemos un taxi y las cosas pequeñas las llevamos con nosotras”. A todo lo padecido hay que añadir, ahora, el importe del taxi con lo que los muebles se alejan del inicial precio razonable.
Una vez trasladado todo hasta la casa de mi hija, me comprometo con ella: “el sábado vengo y os ayudo a montarlo”, mi mujer no lo cree ya que sabe lo manitas que soy. El sábado me presentó dispuesto a, en un santiamén, dejar todo en orden para su uso. Lo de la cuna no ha sido difícil, aunque con la ayuda de mi yerno. Pero el armario… ¡¡Ay, el armario!! Aquello es un rompecabezas donde, a simple vista, nada coincide entre sí. Todos los tableros son aparentemente iguales y ni siguiendo el papel en que están indicadas las instrucciones de montaje hay forma de organizarse. Paso 1: ensamblar la pieza 17 con la 22 utilizando el tornillo 5. Pero es que el tornillo 5 es igual que el 6, o a mi me lo parece. Como buenamente podemos vamos avanzando en el montaje, pero no conseguimos terminarlo; debemos continuar el día siguiente, el domingo. Más que continuar, empezar, ya que no comenzamos el montaje a partir de la base y resulta imprescindible. De tanto poner y quitar los tornillos equivocados, la llave allen pierde sus ángulos y menos mal que nos queda la de la cuna, apenas usada. La conseguimos terminar y me lo quedo mirando con cara de odio. Lo que nos ha hecho padecer. Mi hija lo contempla sin que asome en ella ningún atisbo de emoción: “Está bien, para salir del apuro; el año que viene a ver si compramos un dormitorio más en serio porque esto de Ikea, además, lo tiene todo el mundo”.
El año que viene, o cuando sea, que le traslade los muebles un transportista y se los monte un profesional. Yo, después de la experiencia de Ikea, que no cuenten conmigo, me haré el sueco y me quedaré esperando en el coche mientras escucho a Abba, que también son suecos, igual que los dueños de Ikea.

lunes, 7 de julio de 2008

EL ABURRIMIENTO DE LOS MAYORES

La vida es demasiado corta para pasar tiempo aburriéndonos.
Por definición, el aburrimiento es de por si un estado emocional de insatisfacción por una existencia que se percibe como insulsa, vacía y sin sentido. El aburrimiento se asocia a la apatía, la desmotivación y, a menudo, al víctimismo que hace que responsabilicemos a los demás de lo que nos pasa o deja de pasar.

Todos nos hemos aburrido de vez en cuando a lo largo de nuestra vida. Personalmente, se trata de momentos que no quiero recordar, en particular si yo mismo había sido la causa de esta situación.

Al hacernos mayores, el aburrimiento se hace todavía más peligroso, en particular, si se inserta en una situación de insatisfacción, desmotivación, frustración, etc. que nos viene del sentirnos marginados de las actividades a las cuales estábamos
acostumbrados.

La vida nos ofrece en cada momento una gran cantidad de posibilidades de disfrutar y de aprender como hacerlo. Después de la jubilación, si nos mantenemos en buena forma, nosotros podemos escoger las actividades que más nos motivan y llevarlas a cabo sacándole el mayor provecho.

Alguien dijo que del aburrimiento viene la tristeza, de la tristeza se deriva la melancolía, con la melancolía llegan las depresiones, con la depresión aparecen las tensiones y con las tensiones se producen el malhumor, el estrés, la agresividad, el insomnio, la minus-valoración, el conservadurismo a ultranza, la inseguridad, el infantilismo y todo tipo de conductas insatisfactorias. Nuestra salud física en estos casos se deteriora rápidamente.

Una reflexión por parte nuestra sobre la existencia de este peligro, nos puede ayudar a implicarnos para no asumir una actitud de aburrimiento y para que nos mantengamos activos y motivados en actividades y proyectos internos y externos a la familia, que nos permitan sentirnos cómodos con nuestra propia realidad diaria.

Como consecuencia del sentirse aburridos, muchas personas mayores han dejado de tomar las riendas de su vida y malviven haciendo algo que no les interesa ni motiva suficientemente. Como consecuencia, a menudo acaban dando muestras de impotencia, terquedad, intransigencia, alienación, vacío existencial, irritación, apatía y muchas otras anomalías que interfieren en su convivencia con su familia y con su entorno.

Cada uno de nosotros podemos hacer mucho al respecto generando situaciones de apertura a una mejor comunicación y dialogo dentro de la familia y entre amigos y sobre todo, con nosotros mismos, sobre lo que cada uno podemos hacer para crear una vida llena que nos lleve a una convivencia eficaz y participativa por parte de todos.

Cuando dejamos de trabajar, tenemos tiempo disponible y es importante que busquemos la forma más interesante de utilizar este tiempo del que por fin disponemos en beneficio nuestro y de los demás. Hay una gran cantidad de formas de hacerlo para la propia promoción personal, de grupo y comunitaria.

Descubrir lo que somos capaces de hacer y buscar respuestas críticas y creativas ante los problemas que afectan a nuestra edad y como aprender a envejecer mejor es la mayor de las sabidurías y uno de los más difíciles capítulos del gran arte de saber envejecer.

Se empieza a envejecer cuanto se deja de amar y de ser amado. Dar y recibir amor es el mejor antídoto al aburrimiento. Se aburre y envejece quien va perdiendo amigos de toda la vida. Por ello, es importante luchar contra la soledad que causa aburrimiento y toda la secuela de sentimientos y situaciones que la acompañan. Se envejece cuando uno deja de participar en la dinámica social del propio entorno. Envejecer es aislarse de la vida, desvincularse de cuanto nos rodea, reduciendo el campo vital o vivenciál propio de la persona. Podemos escoger entre un gran abanico de cosas; entre otras: salir a la calle, mezclarse con los demás, ir al cine y al teatro, al ballet a la zarzuela, al fútbol, a los conciertos, a la verbena popular, a las fiestas callejeras, a los museos, a la panadería, a la cafetería, a los restaurantes, a la iglesia y a los centros culturales.

Es importante tomar parte en las manifestaciones públicas contra el racismo, la guerra, la xenofobia, la pobreza, el terrorismo y otras lacras sociales y en pro de la justicia, la libertad, la solidaridad, la fraternidad, la paz, el medio ambiente. Colaborando con las instituciones democráticas, asistir a los plenos del ayuntamiento, y participar en la crítica de lo que no funciona a nuestro alrededor, conscientes de que si efectivamente ponemos nuestra experiencia y sabiduría acumulada en búsqueda de una sociedad más justa más libre y más humana, podemos continuar o, en algunos casos, empezar a marcar una diferencia con nuestra presencia y colaboración.

Estar presentes en todos aquellos sitios y reuniones donde se toman decisiones que afecten a nuestro bienestar personal, buscando la forma de participar en los medios de información colectiva para presentar una nueva imagen y una nueva realidad de los mayores y pensionistas en una sociedad democrática, con el fin de destruir los perjuicios, los estereotipos, los mitos y los tópicos peyorativos que existen en el tejido social sobre la vejez y la ancianidad como sinónimos de enfermedad, pobreza, inutilidad, fealdad, abandono, marginación, decrepitud y conjunto de todos los males.

A través de actividades sociales y culturales podemos desarrollar mejor nuestra personalidad y las capacidades, habilidades y destrezas que nos distinguen en cuanto personas. Haciéndolo desde el espacio de ser personas mayores, se defienden los derechos de los ancianos y su papel en la sociedad; se les permite estar presentes en el tejido social, en las instituciones democráticas, en los medios de comunicación, en la cultura, en el ocio creativo y en el tiempo libre que tenemos ganado después de trabajar tantos años.

jueves, 3 de julio de 2008

EL ARTE DE ESCRIBIR


Escribir es una tarea de júbilo, a veces de dolor, angustia y sosiego.
Cuando se escribe, la mente la tienes ocupada en lo que escribes y olvidas por unos instantes la realidad de la vida
Cuando se toma ese camino se echan al viento las cartas, esperando ser aceptados, esperando que un alma noble las recoja y aprisione en su pecho.
Se siente necesidad de saber llegarle a alguien sin eliminar un verso, sin quitar una palabra, se busca ser alquimista de las letras y construir un mundo bello, obviando la tristeza, tratando de acallar la congoja del momento.
El riesgo de hacerlo es hermoso, se siente un gozo infinito, y la obra pasa a manos del público convirtiéndose en un acto social, ya no es propiedad del escritor, ahora es de todos.
Como decía Rimbaud..."quisiera llegar a ser poeta para convertirme en vidente, llegar a lo desconocido por el desbarajuste de los sentidos".
Es emocionante sentir un alma que destila calidez,
tanteando entre la ruinas de la vulgaridad existente y sacar con ello lo máximo.
Sintiendote en cada instante al lado de la persona amada, no haría falta el libro de poemas, rompiendo el frágil velo de la aurora, mirando de nuevo con anhelo el agua, abierta la piel a la mirada, sintiendo que es amor lo que acompaña.
Extender la mano con las letras y sentir que entre nosotros no hay distancia.

sábado, 14 de junio de 2008

NO, TÚ NUNCA SERÁS...

Iba yo caminando sin rumbo fijo, cuando me encontré con una pequeña manifestación, no era muy grande ni tampoco muy habitual, pero no por ello menos importante, y de pronto me fijé en ti. No sé tu nombre ni cuantos años tienes, aunque con seguridad son pocos porque tu cuerpo es aún pequeñito; tanto, que tus ojos quedan a la altura de las piernas de la gente, sin alcanzar siquiera su cintura. La gente que se mantiene en posición erguida, me refiero, la que anda dando pasos instintivamente sin darse cuenta que los da, primero un pie, después el otro, ahora levanto el derecho, ahora el izquierdo, ahora me paro a ver un escaparate, ahora echo a correr para alcanzar el autobús. Tú también andas. Pero para hacerlo necesitas un aparato muy grande y muy negro, todo de hierro, con unas barras rígidas y gordas a las que te aferras desesperadamente porque sin ellas te caes de bruces.
No sé tu nombre, ya digo. Sí sé que tienes el pelo de un rubio pálido como las gavillas de trigo de los campos sin sol, y que se te desploma sobre la frente cuando te cansas de mantener levantada la cabeza. Me pareció que te cansabas demasiado. Más de lo que tus fuerzas podían soportar. Pero te empeñaste durante mucho rato en someter al cansancio y te vi negarte varias veces, con resuelta firmeza y hasta con rabia, creo, a que tu padre te cogiera en brazos. A mí la delgadez extrema de tus piernas blancas, abrazadas también por dos hierros muy negros para que no se te doblaran con el liviano peso de tu cuerpo, se me metió corazón adentro y me lo apretó tanto que se me encogió. Entonces miré tus ojos. Y descubrí que en ellos llevabas enganchado todo el azul del cielo.
Tu formabas parte de un escuadrón sin armas que se había echado a la calles de la ciudad para reclamar justicia. No caridad, ni compasión, ni lástima: justicia. Ibas con tus padres y un hermanito o hermanita todavía bebé, dentro de un cochecito. Alrededor tuyo había coches más grandes, sillas de ruedas las llaman, con personas de las que no se mantienen erguidas ni pueden andar echando primero el pie izquierdo y luego el derecho, o al revés. Y habían más niños, unos pequeños como tú, otros mayores, sujetos a sus sillas rodantes por correas dulcificadas con almohadillas, con el cuello vencido hacia un lado y los ojos muy abiertos, la mirada colgada en las fachadas de los edificios y las copas de los árboles, sin entender nada. Pero yo, desde que te vi, no sé qué me pasó que ya no pude dejar de mirarte. Por eso, ¿sabes?, estoy seguro de que sonreíste en varias ocasiones, coincidiendo con el trueno rabioso que los chavales de la colla musical, esos del peinado con rastas a lo Bob Marley, arrancaban de sus instrumentos de percusión buscando agujerear los oídos empecinadamente sordos de nuestros políticos. Y los de la gente que iba por las aceras tan contenta, también.
Como la manifestación fue bajando y subiendo por plazas y calles y se paró delante de la Subdelegación del Gobierno, antes de llegar a la torre vacía e indiferente de la Generalitat, el recorrido se alargó en exceso y en algún momento tu padre te alzó del suelo, aunque tú no querías. Te recostaste sobre su cuello, casi vencido por el agotamiento, y desde aquella altura lo contemplabas todo con tus ojos azules desmesuradamente abiertos, como queriendo abarcar la ciudad entera. Tu padre necesitaba los dos brazos para sujetarte bien, y tu madre no podía empujar sola el carrito de bebé y tus negros hierros de andar. Una señora se acercó y empuñó tu andador. Entonces tú te enfadaste mucho. Mirabas a tu padre, mirabas tu andador y con tu puñito cerrado empezaste a golpearte el pecho. Tu padre explicó: dice que es suyo y quiere llevarlo él. De repente comprendí que tampoco hablabas. Y me fijé en que tus brazos, frágiles como alas de mariposa, se movían con esfuerzo, desmayo y cierta descoordinación. Está claro, lo tuyo no es polio. Puede que sea parálisis cerebral de nacimiento. O una enfermedad degenerativa, una de esas distrofias bordes que día a día, con empecinamiento silencioso, se van apoderando de los cuerpos hasta transformarles la carne y los huesos en algodón.
O sea que tú, niño con ojos de cielo, nunca serás capitán del equipo de futbito de tu barrio. Nunca correrás detrás de una pelota, ni treparás por las piedras persiguiendo una lagartija, ni les harás ahogadillas a tus compas en la Malvarrosa, ni te subirás a un árbol buscando nidos, ni tampoco podrás participar en una maratón, ni serás campeón de judo en el cole. Supongo que todavía no lo sabes. O sí. A lo mejor ya te has dado cuenta de tu diferencia, a pesar del cariño con que en casa tratan de paliar tus limitaciones. Y por eso eres tan fuerte en tu debilidad, tan firme en tu determinación, tan gigantesco en tu pequeñez. Por eso obligaste a tu padre a bajarte, y volviste a agarrar con tus bracitos de junco el andador de hierro para seguir la manifestación andando. Con un esfuerzo titánico, pero andando.
Tú no sabías que tu figura pequeñita y vacilante era la estampa de la dignidad. Y un bofetón sobre la cara de los políticos que racanean la aplicación de la Ley de Dependencia. Tú no sabes que vives en una tierra jacarandosa donde importan más los eventos deportivos, los banquetes, las alharacas y los halagos a los ricachones, que los derechos básicos de las personas. Tú no sabes que tu alcaldesa se gasta los millones que hagan falta en competiciones de vela, en circuito urbano para la competición de formula uno, y no encuentra cuatro euros de mierda para rebajar las aceras y que los que van en sillas de ruedas puedan transitar por la ciudad sin depender de nadie. Tal vez por eso, viéndote, me acordé de un padre, Miguel se llamó, que como el tuyo quería otra España para el hijo. Y supe que lo que él escribió para el suyo te sirve lo mismo a ti: “¡No te derrumbes! No sepas lo que pasa ni lo que ocurre”.

domingo, 8 de junio de 2008

CICLOS LABORALES

Para muchos, levantarse prontito cada mañana para ir a trabajar supone una auténtica faena. Sin duda, para todos ellos el trabajo tiene que ser un auténtico castigo, o como se suele decir "un mal necesario". Esto no deja de ser un tópico que para mi no tiene cabida ya que el trabajo es mucho más que esa actividad que realizamos a cambio de una remuneración, el trabajo tiene una función; es una actividad social de primer orden y una fuente innegable de posibilidades de crecimiento personal.
El panorama que ofrece el mercado de trabajo actual es sencillamente desalentador en este aspecto, ya que la mayor parte de los puestos de trabajo no solo no dan respuesta a su función de garante del sustento personal y familiar, sino que además tampoco son capaces de favorecer el desarrollo personal y profesional de los empleados.
A pesar de ello, el trabajo continúa contemplándose como una actividad necesaria para el ser humano por su capacidad para generar nuevos objetivos y facilitar las relaciones personales. Sin embargo, la realidad hace que se cuestione que esto se tenga que dar siempre, y el sentido común sugiere una teoría en la cual todo trabajador en cualquier empresa pasa por un ciclo que le lleva desde la adaptación al puesto de trabajo, hasta la salida de la empresa para volver a comenzar el ciclo. Este ciclo incluiría fases de satisfacción, desencantamiento e insatisfacción. Llegado a este punto se buscaría la salida de la empresa.
El ciclo propuesto se iría repitiendo una y otra vez a lo largo de la vida de los profesionales en un periodo aproximado de unos cinco años.
Cierto que hay casos en los cuales el trabajador se estanca en la fase de insatisfacción y es capaz de permanecer en ella durante mucho tiempo, aunque esto sea únicamente por la ausencia de oportunidades de cambio o de mejora.
Esta realidad ha sido constatada a lo largo de mi vida profesional, aunque ello no quiere decir que las empresas no puedan hacer nada. Existen alternativas que en la práctica totalidad de los casos pasan por ofrecer nuevos caminos para los empleados -ya sea dentro de la organización o fuera- y que nos permitirán poner freno a una dinámica tan destructiva como esta. Como propuesta concreta, la mejor alternativa que tenemos en nuestras manos consiste en disponer de un plan de carrera en el que se fijen los objetivos que debería alcanzar el empleado para dar el salto a un nuevo puesto de una responsabilidad superior. De esta forma estaríamos truncando este ciclo tan negativo y pasaríamos del punto de mayor satisfacción y motivación, al punto de partida de adaptación a otro puesto que supusiera nuevos retos y nuevas oportunidades de desarrollo profesional y personal.
Evidentemente, para entrar en esta nueva dinámica sería necesario que el trabajador estuviera dispuesto a ello pero, por encima de todo, es necesario que el trabajador espere de su trabajo algo que vaya mucho más allá de una mera remuneración. La empresa además, debería pensar menos en los beneficios inmediatos y un poquito más en garantizar a largo plazo el continuo desarrollo de sus recursos humanos, ya que sin ellos difícilmente alcanzará un modelo de negocio basado en el crecimiento sostenido.
Dicho de otra forma: el trabajador y la empresa deben entrar en una dinámica de compromiso mutuo y desarrollo de los objetivos de cada una de las partes ya que en ausencia de este acuerdo tácito la empresa no solo perderá el rumbo y a sus principales activos, sino que todo su conocimiento se irá a un puesto similar en una empresa de la competencia.

sábado, 7 de junio de 2008

SOY UN DESEMPLEADO, QUE TRABAJO.

Dada mi situación de “sujeto pasivo” converso más con cierto nivel de ciudadanos, los desempleados, ya que obviamente el resto está ocupado en sus menesteres diarios, “disfrutando” más o menos, en función de sus aspiraciones, prioridades y nivel de exigencia. Dichas conversaciones me llevan a emitir un juicio que creo se ajusta a la realidad, o a la triste realidad, del peor mal de nuestros días y de nuestros jóvenes, que lejos de mejorar va en aumento día tras día sin visos de mejora.
Distintos estudios señalan que el desempleo involuntario se sitúa entre uno de los principales estresores a los que puede verse sometido un ser humano, y más o menos al mismo nivel que la muerte de un familiar o el cambio de casa.
Y realmente, el gran problema que tiene el desempleo es que, con el tiempo, va deteriorando nuestra autoestima y supone un fuerte mazazo a nuestra red social de apoyo. Si partimos de un enfoque bio-psicosocial de salud, el desempleo afectará de una forma directa a dos de los tres factores más importantes para el individuo, y por lo tanto, el paro debe contemplarse como un auténtico problema de salud pública.
En el plano social, los efectos del desempleo se centran en la reducción de interacciones sociales. El trabajo es una importante fuente de relaciones personales. Además de esto, se producen a nivel social una serie de situaciones que van desde la falta de seguridad que provoca la incertidumbre que se tiene con respecto al futuro, hasta la inhibición social provocada por la “vergüenza” y el estigma social que supone para el propio individuo encontrarse en una situación de desempleo. Si a todo esto, le sumamos Las dificultades económicas que suelen acompañar al desempleo y la forma en que estas dificultades afectan a nuestras relaciones sociales, tenemos como resultado un serio golpe a nuestra red social de apoyo. En lo referente a los aspectos psicológicos, los resultados no son mucho mejores. En primer lugar, al perder el empleo se produce un fuerte shock, se produce una sensación de desamparo y nos sentimos muy mal.
Sin embargo, en este momento, el trabajador todavía conserva su autoestima profesional, y por ello comienza una etapa activa de búsqueda de empleo. La cuestión, es que esa actividad no se va a mantener siempre a menos que tengamos una metodología de búsqueda de empleo a largo plazo. El tiempo es nuestro enemigo, y pese a mantener el mismo perfil profesional que unos meses atrás, nuestra percepción de las posibilidades de encontrar empleo son mucho más limitadas. Y es que, los esfuerzos infructuosos no dejan de ser percibidos como “pequeños fracasos”, cada candidatura no contestada se transforma en una pedrada contra nuestra autoestima, porque pensamos que lo normal es que nos llamen, y una vez nos han llamado para la entrevista pensamos que lo normal es quedarnos con el puesto. Nada más lejos de la realidad. Muchos de los contactos que se establecen, no dejan de ser contactos para averiguar la disponibilidad del trabajador, o para indagar en algún aspecto de cara a perfilar el currículo de cara a futuras disponibilidades de personal. Sin embargo, como digo, cuando los esfuerzos no dan frutos, el individuo se vuelve pesimista, experimenta ansiedad y sufre malestar: éste es el resultado crucial.
Pero este “bajón” no es lo peor. Tras el viene una etapa en la que el individuo se vuelve fatalista, se siente “gafado” e incapaz de sentirse útil para la sociedad. Pese a lo drástico que parece lo que he expuesto hasta el momento, es una situación que se produce cotidianamente, pero que es muy fácil de evitar. Simplemente hemos de ser capaces de plantearnos la búsqueda de empleo como nuestro trabajo. Igual que éramos capaces de levantarnos a las siete de la mañana para ir a trabajar, incluso cuando no apetece, hemos de ser capaces de levantarnos a las siete para ir a buscar trabajo, para relacionarnos con nuestro círculo social, para no escondernos y decir por todas partes que estamos buscando trabajo. De ésta forma, al incrementar el número de interacciones sociales, se incrementan nuestras posibilidades de descubrir alguna oferta de trabajo, y al mismo tiempo, nuestra eficacia es mayor, por lo que podemos huir de esa situación de fatalismo que he comentado anteriormente.

viernes, 30 de mayo de 2008

LAS ARDILLAS Y LOS DIOSES

Y lo sabes. Lo sabes en cuanto le ves ahí sentado en el salón con los pies encima de la mesa, mientras tú te mueves silenciosa por la cocina. Ya lo sabías antes; lo sabías desde que llegó a la casa sin saludar: Lo sabías ya oyéndole moverse por el pasillo, en el baño, bajo la ducha, buscando la ropa para vestirse. Y lo sabes ahora, cuando sigue ahí sentado en silencio, con la mirada turbia y los músculos tensos bajo la ropa. Eres capaz de oler su rabia como él es capaz de oler tu miedo. Y también sabes que necesita una excusa, pero que si no se la das la va a encontrar igual. Así que te arriesgas, y te acercas andando como una geisha, y dejas la bandeja de la cena sobre la mesa, y no quita los pies, y te sientas a su lado ¿ni demasiado lejos ni demasiado cerca?, con los nervios de punta y la tensión en el cuello, y miras sin ver la televisión. Notas el latido en las sienes, y empiezas a oír el sonido del corazón, y el no tardará en oírlo. Le miras de reojo. Ese silencio, todo ese silencio, va dejando sin oxígeno la habitación.
Y lo deberías de haber sabido desde que conociste a su madre, con su perfecto andar silencioso, con su inquietud de ardilla, con su sonrisa entre tímida y miedosa. Lo deberías haber sabido en esa primera comida en casa de sus padres de la que saliste entre incrédula y avergonzada pensando cómo puede aguantar eso.
Lo deberías haber sabido en esa primera comida, cuando no entendías por qué su madre no terminaba de sentarse y no empezaba a comer; ¿qué estaba esperando? Entonces, los dos pequeños dioses indolentes sentenciaron: le falta sal. Y la pequeña ardilla acepta: otra vez saldrá mejor. Y la imaginabas multiplicada toda la mañana entre el mercado, los tres pisos de interminables escaleras de un edificio sin ascensor; los tres platos de alta cocina y las exigencias continuas de su pequeño dios entronizado en un sillón del salón.
Los indolentes enseñaban al cielo sus botellines de cerveza vacíos, y la pequeña ardillita preguntaba: “¿Qué quieres, otra cerveza?” Y uno u otro, daba igual, ya se confundían, decían: “No, espero a que venga sola desde la nevera”. Y la ardillita se levantaba y traía más cerveza que nunca estaría suficientemente fría, pero ella ya sabíamos que no hacía nada bien… porque después de tantos años relacionándose con un dios, la obicuidad casi ya la dominaba, pero aún tenía serias dificultades con la omnisciencia.
Y lo sabías todos y cada uno de los días que siguieron. Pero hoy, mientras sigue en silencio rumiando su rabia, y tú sigues pensando en cuál puede ser el problema: el trabajo, el jefe, un compañero o todos, el coche, las camisas si planchar o el universo todo que confabula contra él, y concluyes que no tienes ni idea, porque, porque sí, tú también tienes muchas dificultades con la omnisciencia… Hoy, precisamente hoy, no tienes ninguna duda. Sabes perfectamente cuál es el lenguaje que entienden los dioses. Y entonces te levantas y en un perfecto castellano le dices: voy a recoger tus cosas que te vas.

ESPOSA, QUE NO ESCLAVA.

La melena le cubre parte del rostro, mientras metida de lleno entre los fogones cocina, con cansancio, la cena de su marido y sus hijos.
No es precisamente con agrado que lo hace, sino envuelta en miedo, dudas y desidia.
Su rutina consiste en ser perfecta ama de casa, esposa, madre y no malhumorar, ni alterar, el agrio y rudo carácter que, en ocasiones, tiene su marido; cada vez con más frecuencia y peligrosidad.
En más de una ocasión le puso la mano encima y le cruzó la cara. Ella, temiendo por sus hijos, prefería tragarse su rabia e impotencia, sin ningún ruido; no fuera que los vecinos supieran y fuera aún peor.
Siempre acababa dando la razón a todos esos desatinos, pensando que ella era la culpable de todo, por torpe e ignorante, y por no haber sabido hacer las cosas de otro modo.
No es un mal hombre –pensaba- después de todo, sólo se enfada y tiene un “mal pronto”, nada más; pero en el fondo sigue creyendo que los quiere bien.

Sin embargo, juega con fuego, sólo está echando una palada más de tierra sobre su propia fosa; teme que, antes o después, un mal golpe puede llegar cualquier día.
Pero se calla, porque cree que así protege mejor…

Hasta ahora nunca ha tocado a sus hijos, aunque les grita constantemente y el maltrato psicológico empieza ya a hacer mella en ellos.

Pedro, de siete años, ha vuelto a orinarse en la cama y la profesora de Alba, la mayor de diez años, le ha dicho que se pelea constantemente con otros niños y que roba algunas cosas de sus compañeros.
Hasta ahora nunca ha dejado de darles dinero para la comida y otras cosas; aunque ella había pensado ir uno de estos días a la peluquería, pero como le enfadó tanto la noche anterior, mejor si no lo pensaba, ni lo decía.

Su madre, que sabe sólo una parte de la verdad, está cansada de decirle que se busque un trabajo y lo abandone; pero ella, como tantas otras antes de ella, no tiene ninguna preparación ni experiencia laboral, además está completamente segura de que él los seguiría hasta la muerte, si hiciera falta; claro, que así ella, también, muere un poco más cada día.
Teme por sus hijos, sobre todo; cualquier día les pega a ellos también.
Pero ella, una anónima mujer más, continúa planchando como si nada, no sea que él necesite alguna de esas camisas para mañana…
Mejor no pensar, mejor no…

lunes, 26 de mayo de 2008

CIUDAD TRISTE, TRISTE CIUDAD.

Recuerdo una ciudad triste y una noche de frío
y las iluminadas ventanillas de un tren.
Y aquel tren que partía se llevaba algo mío,
ya no recuerdo cuando, ya no recuerdo quien.

Pero sí que fue un viaje para toda la vida
y que el último gesto, fue un gesto de desdén,
porque dejó olvidado su amor sin despedida
igual que una maleta tirada en el andén.

Y así, mi amor inútil, con su inútil reproche,
se acurrucó en su olvido, que fue inútil también.
Como esas ciudades tristes, donde llueve de noche,
como esas ciudades tristes, donde no para el tren.

miércoles, 7 de mayo de 2008

LOS HOMBRES

Dicen que, a cierta edad, los hombres nos hacemos invisibles, que nuestro protagonismo en la escena de la vida declina, y que nos volvemos inexistentes para un mundo en el que sólo cabe el ímpetu de los años jóvenes
Yo no sé si me habré vuelto invisible para el mundo, es muy probable, pero nunca fui tan consciente de mi existencia como ahora; nunca me sentí tan protagonista de mi vida, y nunca disfruté tanto de cada momento de mi vida.
Descubrí que quizá no soy el héroe que me hubiese gustado ser; descubrí al ser humano que sencillamente soy, con sus miserias y sus grandezas.
Descubrí que puedo permitirme el lujo de no ser perfecto, de estar lleno de defectos, de tener debilidades, de equivocarme, de hacer cosas indebidas, de no responder a las expectativas de los demás. Y, a pesar de ello, quererme mucho.
Cuando me miro al espejo ya no busco al que fui en el pasado… sonrío al que soy HOY…. me alegro del camino andado, y asumo mis contradicciones.
Siento que debo saludar, al joven que fui, con cariño, pero dejarlo “a un lado”, porque ahora me estorba. Su mundo de ilusiones y fantasía ya no me interesa.
¡Qué bien no sentir ese desasosiego permanente que produce correr tras los sueños!
La vida es tan corta y el oficio de vivirla es tan difícil, que cuando uno comienza a aprenderlo, ya hay que morirse.
El ser humano tarda mucho en madurar, ¿verdad? TENER-RETENER. Las realidades más grandes y más bellas tanto más las tendrás cuanto menos las poseas y retengas.
Si quieres tener el mar, contémplalo, y abre tus manos en sus aguas, y todo el mar estará en ellas. Porque si cierras tus manos para retenerlo, se quedarán vacías.
Si quieres tener un amigo peregrino, déjalo marchar y lo tendrás… porque si lo retienes para poseerlo, lo estarás perdiendo, y tendrás un prisionero.
Si quieres tener el viento, extiende tus brazos, abre tus manos y todo el viento será tuyo, porque si quieres retenerlo, te quedarás sin nada.
Si quieres tener a tu hijo, déjalo crecer, déjalo partir y que se aleje… lo tendrás maduro a su regreso, porque si lo retienes poseído, lo pierdes para siempre.
Si quieres tener el sol y gozar de su luz maravillosa, abre los ojos y contempla… porque si los cierras para retener la luz que ya alcanzaste, te quedarás a oscuras.
Si quieres vivir el gozo de TENER, libérate de la manía de poseer y RETENER. Goza de la mariposa que revolotea, goza del río que corre huidizo.
Goza de la flor que se abre cara al cielo. Goza teniendo todo, sin poseerlo y sin retenerlo.
Sólo así gozarás de la vida, sabiendo que la tienes sin poseerla, y dejándola correr sin retenerla.

jueves, 24 de abril de 2008

CUANDO LLEGUE EL MOMENTO

Cuando llegue el momento...
de encontrarme con Dios...
sumiso y callado...
... le diré...
como me fue en la vida
con toda mi sensatez,
de lo que fui capaz
y lo que la vida me enseñó.
Antes de llegar el día,
tengo mucho que hacer...
...mucho que aprender.
Cuando llegue el momento,
de estar con Dios...
quisiera que los lazos
que me han atado a ésta vida
se acerquen mas a mí;
...sigo... sembrando todavía...
... antes de partir.
Amo demasiado a la vida,
con todo mi ser...
tanto... que no quiero pensar,
en que este día llegue
y tener que llorar;
quiero vivir en paz,
no quiero ahora...
atormentar mi alma,
y dejar de soñar.
Soy sincero conmigo mismo,
me prolifero todo lo que puedo,
aunque los años pasen
llevados de la mano
por la vida...
sigo mi ritmo, sin prisas...
en sosiego.
Cuando... llegue el momento...
de pasar cuentas con Dios...
deseo que sea benevolente conmigo,
quiero ser eterno,
en la otra vida...
imploro... su perdón.

martes, 22 de abril de 2008

MI AMIGO ES AQUEL…

Aquel cuyo apretón de manos es un poquito más firme.
Aquel cuya sonrisa es un poquito más luminosa.
Aquel cuyos actos son un poquito más diáfanos.
Ese es a quien yo llamo un amigo.
Aquel quien más pronto da que pide.
Aquel quien es el mismo hoy y mañana.
Aquel quien compartirá tu pena igual que tu alegría.
Ese es a quien yo llamo un amigo.
Aquel cuyos pensamientos son un poquito más puros.
Aquel cuya mente es un poquito más aguda.
Aquel quien evita lo que es sórdido y mísero.
Ese es a quien yo llamo un amigo.
Aquel quien, cuando te vas, te extraña con tristeza.
Aquel quien, a tu retorno, te recibe con alegría.
Aquel cuya irritación jamás se deja notar.
Ese es a quien yo llamo un amigo.
Aquel quien siempre está dispuesto a ayudar.
Aquel cuyos consejos siempre fueron buenos.
Aquel quien no teme defenderte cuando te atacan.
Ese es a quien yo llamo un amigo.Aquel quien es risueño cuando todo parece adverso.
Aquel cuyos ideales nunca has olvidado.
Aquel quien siempre da más de lo que recibe.
Ese es a quien yo llamo un amigo.

lunes, 21 de abril de 2008

ELLOS/NOSOTROS, LOS ABUELOS.

La burocracia oficial, desde hace muchísimos años ya, tiene para ellos/nosotros, una calificación que como poco podríamos tildar de desafortunada: clases pasivas. Desafortunada y a más inexacta, porque no encaja con la realidad que pretende recoger. El concepto de pasividad, la misma palabra lo expresa, se sitúa exactamente en las antípodas de la actividad, por lo que se suele asociar a todo lo pasivo la idea de algo, o alguien encastrado en una postura quieta, receptiva, recibidora podríamos decir; contrapuesto, por tanto, a cualquier idea de movimiento, acción o productividad.
La burocracia oficial, con su definición, a lo que se refiere mayormente es a lo último, o sea: a la productividad. Los abuelos ya no están en condiciones de contribuir con su trabajo a reforzar las arcas del Estado. Ya no pueden subirse a un andamio, bregar con las artes de pesca en una barca o bajar al vientre oscuro y húmedo de una mina. Ni tampoco fregarse en un pis pas las escaleras de un edificio de diez pisos sin dejar de cantar “La bien pagá” o “Mi jaca galopa y corta el viento”. Después de cuarenta o cincuenta años de dejarse la piel en el tajo por un salario de mierda, han entrado en la etapa de la jubilación. Ahora cobran del Estado sin tener que mover un dedo. Pensiones que casi siempre, por los escuetas, hay que mirar con lupa para que parezca que se agrandan, pero pensiones al fin. Y con la jubilación han alcanzado también un tiempo distinto, con perspectivas diferentes del tiempo de los jóvenes, en el que el pasado es un terreno amplísimo salpicado de accidentes orográficos variopintos (penas, alegrías, sueños, amores, desencantos, proyectos, logros y fracasos), y el futuro apenas un huertecito pequeño y recogido, manejable, limitado por la valla siempre a tiro de piedra de la muerte.
Tradicionalmente, los viejos que llegaban a esa etapa en condiciones aceptables se dedicaban a ayudar en la casa, a guisar, quitar el polvo de los muebles, hacer las camas, bajar a hacer la compra al mercado, llevar al colegio y al parque a los nietos para que la mamá pudiera estar tranquila en su puesto de trabajo. Los abuelos, cuando les quedaba un rato, se iban despacito, apuntalados en su gayato si era menester, a echarse una partida de petanca o jugarse un dominó con los antiguos conocidos. Las abuelas, más caseras, se quedaban en el sofá delante de la tele, pegando cabezaditas al amor del culebrón con la aguja del ganchillo entre los dedos artríticos. Abuelos y abuelas tenían en su mesita de noche, tan pimpante en su marco, la foto de la mujer o del marido que les había tomado la delantera en lo de irse para el otro barrio, y de vez en cuando le echaban una ojeada teñida de nostalgia: mira tú que joven te conservas, anda que si me vieras a mí. Y enseguida volvían a la faena, a hacer cualquier cosa que se notara para que los hijos vieran que en casa eran de más utilidad que en el asilo.
Sin embargo, de unos años acá esos esquemas han cambiado. Se inventaron el Inserso, los viajes baratos y los paquetes turísticos para la tercera edad en los hoteles. Y a los abuelos, de repente, se les abrió un horizonte inesperado de maravillas. A partir de ese momento sus vidas cambiaron, y un latigazo inesperado de ilusiones casi juveniles les recorrió las carnes amojamadas: más allá del cristal de sus gafas de vista cansada se extendía un paisaje de infinitudes de alegres colores. Y los viejos metieron en su maletica cuatro prendas de ropa, un tarro de loción para el sol, las pastillas limpiadoras de la dentadura postiza y una batería de píldoras, pastillas y linimentos para la tensión, el corazón, el azúcar y el reuma, y se subieron la mar de felices en el autobús de Benidorm.
Es una gloria verlos disfrutar. Bailan como peonzas, hacen gimnasia en la arena mostrando sin falsos pudores sus mollas y sus arrugas, se ponen rojos como gambas por quedarse dulcemente dormidos bajo la sombrilla, sin pensar que los rayos del sol van mudando de sitio y acaban cebándose en sus frágiles pieles desnudas. Luego, cuando llega la noche, los viejos se trasmutan en faunos y ninfas, desentierran del fondo del olvido el deseo carnal y hacen secretos cambios de habitación para entregarse al furor del sexo. Incluso se enamoran y hacen planes: casarnos no, que perdemos una de las dos pensiones; quita, quita de casorios, buenos se iban a poner los hijos. Alguna vez un abuelo se pasa con la viagra, le da un jamacuco en mitad de un polvo glorioso y se queda tieso con cara de éxtasis, ¿habrá forma más hermosa de morir? Y a la mañana siguiente su ocasional pareja, por no estropearle las vacaciones a nadie, explica discretamente: lo llamó su familia, que había no se quien malo, y se fue anoche deprisa; ah, que lo despidiera de todos, dijo.

lunes, 14 de abril de 2008

EL OTOÑO DE NUESTRAS VIDAS

Ni tu amor ni el mío tienen arrugas, están limpios, claros a la luz de nuestros ojos. Tu cuerpo y el mío hace mucho que dejaron de ser niños; pero tienes los ojos alegres de niña traviesa, y mi alma corre todas las tardes hacia donde tu estás resistiéndose día a día a madurar, para poder volver pasear juntos, e ir caminando serenamente contemplando lo bonita que es la vida. Pero no recuerdes, no quiero recordar el pasado, ni el bueno, ni el malo. Quiero vivir el ahora, el ya, contigo abrazados.
Vivir nuevas emociones, inventar nuevos besos, recorrer nuevos senderos. Antes para mí solamente existía el trabajo, pensaba que el mismo conduciría a mi familia a una mejor forma de vida. Es cierto que sin ese sacrificio posiblemente hubiésemos tenido otro tipo de problemas, pero no habríamos perdido tanto tiempo aunque yo creo que aún estamos a tiempo de recuperarlo. Por todo ello ahora tú eres mi faro, mi razón única, mi esencia. Quiero volver a pasear mis dedos por tu pelo, a que vuelvas a sonreír con mis tonterías, a tomar un helado compartido, a acariciarnos en la oscuridad y abrazarnos hasta el amanecer.
No me hables de los años pasados y perdidos, el único tiempo para mi baldío es el que pasa sin estar a tu lado, sin poder decirte que te quiero, sin querer amarte, sin amar hasta querer morir en tus brazos, sin morir por tu querer, sin querer que me ames como yo te quiero, y te amo, y muero. Y sé que me quieres; porque la luz de tus ojos es la misma de siempre y tus ojos nunca han mentido.
El tiempo ha pasado y nuestras vidas han corrido y tropezado muchas veces. Maldigo a la parca que ha jugado con los hilos de nuestro destino. Pero ahora volvemos a unirnos, no en nuestra hora final, sino en una nueva hora primera.
Que digan lo que digan nuestros hijos y nietos, que puede que lleven nuestra sangre; pero no nuestros sentimientos. Que a tus años y a los míos vamos a amarnos hasta el último suspiro.

martes, 8 de abril de 2008

MIS AÑOS

Aquellos días pasados
correteando por mi calle...en mi niñez...
donde la huella del tiempo
va borrando los años...
mis recuerdos se estremecen...
cuantos recuerdos añorados!
Mi piel perdió tersura...
unos pliegues le acompañan
mis cabellos blancos...
esas huellas que te va dejando la vida
esas añoranzas que te hacen sentir
esas pisadas...en tu corazón
en el día a día...y
con tesón.
Aportas sabiduría en la rueda de la vida y,
yo quiero decir
que no me asustan los años...
más triste es sentir
algunos desengaños.
Voy llegando a mi vejez...
con calma y sosiego
puedo decir y digo
que... todavía sueño...
son sueños distintos,
pero siguen siendo hermosos.... y tiernos.
Con el amor de los míos
que me cuidan con amor
quizás... recuerden, que por aquel entonces
les entregué todo mi ser...
sin egoísmos ni condición.
Ahora... cuando va llegando
...el ocaso de mi vida...
me veo recompensado
por este amor que me profesan,
cuando... orgulloso recuerdas que has cumplido en la vida...
con fuerza y entereza.

lunes, 7 de abril de 2008

GRACIAS, TE DOY MIL GRACIAS.

Gracias por todos los momentos
que hemos compartido
momentos llenos de sentimientos
y pensamientos compartidos,
sueños y anhelos,
secretos, risas y lágrimas,
y sobre todo, amistad.
Cada preciado segundo quedará atesorado
eternamente en mi corazón.
Gracias por dedicarme tiempo
tiempo para demostrar tu preocupación por mí,
tiempo para escuchar mis problemas
y ayudarme a buscarles solución,
y sobre todo,
tiempo para sonreír y mostrarme tu afecto.
Gracias por ser lo que eres
una persona maravillosa.
Pude contar contigo
cuando necesitaba en quien confiar
y pedir consejo.
Gracias a ti comencé
a conocerme
e incluso a apreciar lo que soy.

A MIS AMIGOS

Los amigos, a veces
no necesitan palabras,
solo con mirarse
se dicen mil cosas
y comparten, una manera
especial de ver la vida.
Los amigos, a veces,
se dicen palabras duras,
se discuten, se hieren
y se reconcilian con un abrazo.
Los amigos
siempre dicen la verdad,
aunque duela,
aunque no sea sencillo.
Los amigos
son dos almas
que aprenden juntas
la sinceridad,
la solidaridad, la alegría.

LA LOCURA DE QUERERTE

Tus ilusiones se esfuman
como niebla con la brisa
Abrazada a la soledad
como tu única amiga.

Maraña de pensamientos
tu mente abriga.

Quieres correr tras el amor
pero te alcanza la fatiga.

Tu corazón se descompone
por la espera que te castiga.

Envuelve tus pesadumbres
con el manto del olvido.

Mírame, yo estoy aquí
para suplir tus ausencias.

Soy el extraño que mira
con calma y con paciencia
el devenir de tu vida.

Rogando que algún día
me regales tu mirada
y también veas en la mía
este amor que me desangra.

Anímate y emprende el vuelo
desde lo alto
de la cima de tus miedos.

Yo estaré con pie firme
y con los brazos abiertos.

Para darte mi calor, mí ternura
y mi afecto
pensaras que es locura
solo se... que te quiero

A TODA PRISA

Acaso el defecto más notorio de muchos de nosotros, es ir tan aprisa que no podemos detenernos a mirar, a respirar, a sentir la vida infinita que se refleja en cada detalle, en cada pequeño guijarro, en cada extraña flor. Es preciso un descanso para meditar, para tomar aire.
A toda prisa se llega también al destino, pero una vez allí hay que regresar de nuevo, desandar los pasos, para encontrarle sentido a la aventura. Lo prematuro pasa pronto, el paso del tiempo no es tan fugaz en lo que dura.
Para seguir escribiendo hay que arder, volverse brasa y cenizas y esperar que esas cenizas se las lleve la brisa, para que un día cualquiera la simple luz de una luciérnaga vuelva a encender los dormidos carbones.
Amando el principio y el fin, sin cambiar para nada las cosas que ya existen, rosas, sonrisas, labios encendidos, ansias de verdad, estrellas fugaces. Encontrar ese gratísimo lugar, propicio para escuchar nuestras voces, sencillas pero... tan gratamente humanas!.

sábado, 5 de abril de 2008

EGO PERSONAL

Nuestro sentido del "yo" nos da una exagerada complacencia en relación con nuestra persona, con nuestra forma de comportarnos.
Cuantas veces decimos " tengo ese modo de ser, reaciono así" y mostramos con mucho orgullo, casi con un sentimiento de satisfacción, nuestro desprecio inconfesado por los que piensan o actuan diferente a nosotros. Como si por diferentes fuesen menos importantes o inferiores.
Quien está centrado en sí mismo, en sus propios sentimientos, en las propias necesidades, no puede comprender a los otros. No puede olvidarse de sí , no sabe superar el egocentrismo, no sabe comprender..."es necesario entrar en el corazón de nuestro hermano, identificándonos con él".
Evitar esa incapacidad de salir de nosotros mismos . Cuando nos olvidamos de nuestro ego , cuando necesitamos comprender a otra persona, ir en su ayuda, percibimos cual es la verdadera naturaleza de lo que significa la fusión de la mente y el corazón.
Comprender conlleva también la buena voluntad de amar y ayudar, ese es el amor del alma. Para ello es necesario que la mente y el corazón colaboren.
La mente sirve para entender y el corazón para sintonizar, identificarse con la otra persona.
Comprender es tratar de superar las barreras de la separatividad y convertirnos en verdaderos canales para la felicidad de todos.

jueves, 3 de abril de 2008

AMOR SIN FECHA DE CADUCIDAD

Han cumplido ya los ochenta y llevan queriéndose desde los catorce, ayer como quien dice. El noviazgo duró más de diez años y era de los de entonces, guiñarse un ojo desde lejos, asomarse con disimulo a la ventana o decirse una palabreja al vuelo cuando se cruzaban por las calles de La Gineta, su pueblo. La costumbre antigua era que el mozo cargara al hombro una escalera para apoyarla en la pared de la casa de ella y así, sin posibilidad de más proximidades, echar una plática. Ellos no lo hicieron porque muy pronto, en cuanto estuvieron seguros de que lo suyo era amor de ley, él pidió entrada en la casa y como demostró llevar buenas intenciones, se la concedieron. Así que a partir de entonces ya pudieron verse y hablarse más de cerca aunque solos nunca, que siempre estaba la madre, o la abuela, o una tía o un familiar encargado de que el aire corriera entre los enamorados. Sentarse uno junto al otro, vamos, ni por pienso, que ya se sabe que el hombre es fuego, la mujer estopa, se acerca el diablo y sopla.
Ayer hizo sesenta años que se casaron y lo van a celebrar en Valencia con un convite de postín justo el sábado, que por ser festivo al día siguiente toda la familia puede acudir sin problemas. Saturnino Iniesta y Ramona Romero tuvieron cuatro hijos, uno detrás del otro porque entonces no había tele con que ocupar las noches, y al más chiquitico con siete meses apenas se lo llevó al cielo Dios, la pena más grande que ha tenido en su vida, dice Ramona. Los partos fueron como eran entonces, en casa con doña Enriqueta la comadrona, y les dio la teta a los cuatro, al Miguelito sólo siete meses porque se quedó preñada otra vez y se le amargó la leche, pero a la Maria Dolores y a la Josefina dos años largos, y como rosa se criaron. Menos el pequeñín, que se les fue.
Pero el sábado, que es de fiesta grande, a la mesa se sentarán los tres que viven, y sus parejas, y sus seis nietos, uno varón y el resto hembras, y el biznieto, que cumplió dieciocho años y da gloria el verlo, ¡Que buen mozo! Saturnino anda una miaja duro de oído y a Ramona el corazón le da algún susto que otro porque se le desmanda sin avisar, pero vaya, cosa sin mayor gravedad, se comprende que con los años algo habrá que tener.
Ramona se casó de blanco y de largo como una princesa, que ahí están los retratos, y aún se acuerda de los zapatos de novia con madroños que Saturnino vio en el escaparate y dijo: ésos, para ella. Lo cual que cuando iban a ir juntos a comprarlos, a una semana de la boda, su tía se le encaró: ¿Qué te pensabas, ir sola con tu novio?, no, no lo verán tus ojos. Y los acompañó, más faltaría. Lo mismo que el día que echaban en el cine una de Manolo Escobar y la tía se sentó abajo con la sobrina y a Saturnino lo mandó arriba, al gallinero, que quien quita la ocasión quita el peligro. Alguna vez, de refilón, llegaron a cogerse un dedo por una ventanica aprovechando un descuido de la vigilancia, para lo otro hubo que esperar a que les echaran las bendiciones. Y es viaje de novios no fue uno, sino dos: el segundo cuando las bodas de oro, que se fuero ocho días a Palma y otros ocho a Tenerife; el primero más corto, a la finca de unos tíos que está a doce kilómetros de Albacete, primero a lomos de caballería hasta la finca El Toscal y luego a pie por la carretera, con los zapatos de tacón en la mano.
O sea que la señora Ramona no ha conocido más hombre que el señor Saturnino, ni falta que le ha hecho: en siendo bueno con uno sobra, dice. Y dice lo mismo el marido, que no le ve mayor con qué a seguir queriéndose los dos después de setenta años como el primer día que empezaron a festear, ya que eso no es otra cosa que prueba de que acertaron. La vida la han dedicado a su familia y a darle una situación a los hijos, hasta carrera a una, que es médico y de las buenas. Y dicen que, a lo mejor por eso, no los dejan ni a sol ni a sombra, siempre ocupándose de que estén y no les falte un capricho, si se les tercia. En el 61 se vinieron por delante de La Gineta el padre, a trabajar en la construcción y el Miguelito, que con trece años entró en una fabrica de prendas deportivas. Y a los nueve meses, no más volvieron al pueblo con un camión, lo cargaron con los bártulos de la casa y se vinieron todos para Valencia. Nunca tuvo el matrimonio una mala palabra con nadie así que enemigos, ni en La Gineta ni aquí. Y dice la señora Ramona que ella sin su marido no sale ni a la puerta de la calle; y él tan conforme, que los que están hechos a ir juntos, por lo suelto se sienten en desamparo. Eso ahora ya no pasa, le señalé. Y me contestó: porque como cuando se casan ya van hartos, no se quieren como hay que quererse.

miércoles, 2 de abril de 2008

DESPUÉS DE QUE?

Nos convencemos a nosotros mismos que la vida será mejor después…
Después de terminar la carrera, después de conseguir trabajo, después de casarnos, después de tener un hijo y entonces… después de tener otro.

Luego nos sentimos frustrados porque nuestra carrera no tiene la salida laboral que nosotros presentíamos, porque tardamos demasiado en encontrar trabajo y cuando lo hacemos no es el que a nosotros nos hubiese gustado.
Y cuando llegan los hijos nos quejamos porque no son lo suficientemente grandes, y pensamos que seremos más felices cuando crezcan y dejen de ser niños, después nos desesperamos porque son adolescentes, difíciles de tratar.

Pensamos: seremos más felices cuando salgan de esa etapa.

Luego decidimos que nuestra vida será completa cuando a nuestro esposo o esposa le vaya mejor, cuando tengamos un mejor coche, cuando nos podamos ir de vacaciones, cuando consigamos el ascenso, cuando nos retiremos, cuando…

La verdad es que. NO HAY MEJOR MOMENTO PARA SER FELIZ QUE AHORA MISMO.

Si no es ahora, ¿Cuándo? La vida siempre tiene alicientes más que suficientes, bien sea de noche o hasta el domingo por la mañana; hasta la primavera, el verano, el otoño o el invierno, o hasta que te mueras, para decidir que no hay mejor momento que justamente ÉSTE, PARA SER FELIZ…

LA FELICIDAD ES UN TRAYECTO, NO UN DESTINO.

TRABAJA COMO SI NO NECESITARAS DINERO.

AMA COMO SI NUNCA TE HUBIERAN HERIDO, Y BAILA COMO SI NADIE TE ESTUVIERA VIENDO.

Este mensaje va dirigido a todas las personas que considero amigas, a las cuales deseo toda LA FELICIDAD DEL MUNDO.

martes, 1 de abril de 2008

POLÍTICAS DE EMPRESA

Va a hacer ya dieciocho meses que me prejubilé y aún creo que tengo el “mono”, siento nostalgia de los buenos momentos que he pasado a lo largo de mi vida profesional y los malos, si es que los ha habido, apenas si me acuerdo de ellos, no obstante, uno que ahora tiene tiempo, visita periódicamente a sus amigos en los centros donde están y los mismos le cuentan anécdotas y vivencias del día a día. Sin quererlo uno se preocupa por las situaciones tan curiosas, que seguramente no serán distintas a las vividas en mi tiempo laboral y en la misma empresa, pero que ahora y desde fuera, se ven magnificadas, por todo ello, a mi me gustaría hacer alguna que otra consideración con el fin de intentar mejorar las relaciones laborales, con lo que todo ello redundaría en una mayor productividad y un mejor ambiente laboral y social, porque estamos en los tiempos modernos y tenemos unas practicas ancestrales dentro de las empresas y si no decirme si os suena a chino lo que a continuación os detallo.
¿Cuándo fue la última vez que vuestra empresa se preocupó por la formación y que no fuera para conseguir los beneficios fiscales que se tienen por tal concepto? ¿Cuántas veces te has sentido incentivado por ser mejor profesional? ¿En cuantas ocasiones te han pedido opinión para una decisión importante para la empresa? Lamentablemente, ante todos estos interrogantes, la respuesta más habitual es “pocas” o, en el peor de casos “ninguna”.
El modelo organizativo tradicional, y que además es el más utilizado en las empresas de nuestro entorno, se basa en el control exhaustivo del trabajo que realizan los empleados y donde la limitación de las tareas a realizar por un determinado empleado es, cuanto menos, difusa. La mayor parte de los empleados son “chicos para todo” y deben “currárselo porque las cosas están muy mal y si no realiza bien su trabajo posiblemente haya que cambiarlo de sección y pasarlo a frescos”. Difícilmente una empresa en la que los empleados viven siempre bajo la amenaza de la espada de Damocles y en la que todos sus movimientos son fiscalizados por el ojo inquisidor del Gran Hermano puede ser productiva. Y es ahí precisamente donde toma fuerza la sombra de la desaceleración económica y va ganando terreno la constante amenaza de la recesión. Los empleados que también son consumidores, han visto y llevan mucho tiempo viendo, que las cosas no pueden continuar de esta forma. La práctica totalidad de los empleados ven la situación económica de una forma negativa y es así, entre otras cosas, porque no han experimentado mejoría alguna año tras año, para ellos todos los años son iguales sin importar si se han conseguido objetivos o no. Cuando las cosas iban bien, a los trabajadores les iba mal. Así que ahora que pintan bastos, la confianza de los consumidores --que también son trabajadores- está bajo mínimos.
Al margen de que la situación macroeconómica sea una u otra, lo cierto es que el modelo de organización de nuestras empresas debe de cambiar si queremos que nuestra economía sea alguien en el mercado global. Mientras nuestros empleados siguen conviviendo con los informes de actividad que apenas sirven para cumplimentar unos gráficos para evitar salir mal en la fotos, con la responsabilidad por los objetivos que se imponen y tragándose las decisiones estratégicas, casi todas ellas, bajando los gastos o lo que es lo mismo, reduciendo la plantilla, tomadas por algún mandamás “iluminado”, nuestros competidores se dedican a formar a sus trabajadores, a potenciar su talento y a hacerlo partícipe de la dinámica de la empresa. Quizá algún día dejemos de tener miedo al tránsito de la información en el seno de nuestras empresas y nos atrevamos a hablar, a dejar opinar, a contar con nuestros colaboradores y escuchar sus propuestas. Quizá en ese momento, dejemos de tener gerentes y supervisores en nuestras empresas –entendidos como profesionales que se limitan a la gestión administrativa de la organización y al control de las tareas- y comencemos a tener Directores coordinadores-entendidos como profesionales que se encargan de crear equipos de trabajo y organizarlos para obtener un rendimiento óptimo-. Quizá en ese momento las frases como “políticas de igualdad”, “formación continua”, “integración de la vida personal y profesional”, “dirección por competencias”, “gestión del talento”, “autonomía en la toma de decisiones”, “responsabilidad social corporativa” o “ecorresponsabilidad”, dejen de tener ese tufillo populista y al mismo tiempo poco realistas que tienen en la actualidad para convertirse en la piedra angular sobre la que gire cualquier política de la organización. Y no olvidemos que un empleado contento posiblemente nunca exteriorice su bienestar a su familia, amigos y vecinos, aunque siempre habrá comentarios agradables, pero si es un empleado descontento, rápidamente lo sabrá todo su entorno con todo lo que ello conlleva.

viernes, 14 de marzo de 2008

Cuando nos enamoramos

Cuando nos enamoramos ;) queremos tener una misma voz, las mismas ideas, y hasta nos sentimos llevar por otros brazos, vemos el mundo de diferente manera.
Empleamos palabras nuevas para las cuales no estamos preparados, que merecen ser escuchadas.
Resumimos recuerdos y hacemos piruetas intelectuales, mientras solo esperamos vivir, se acaba la prisa, nos dejamos abrazar, como si quisieramos convencernos de que ya no existe la soledad, deseando alcanzar con las manos el cuerpo de todas las dudas.
Aparece la ternura , nos olvidamos de las lágrimas. No nos importa la brevedad de los instantes , lo que nos importa es la comprensión, idealizamos el amor y nuestro mundo se llena de ilusiones, buscando una llave, para que no se escape el presente.
El amor consiste en repetir eternamente el eco de otras palabras oídas... las hacemos nuestras, deteniendo el tiempo! .

LA TAREA DE ESCRIBIR

Escribir es una tarea de júbilo, a veces de dolor, angustia y sosiego.
Cuando se toma ese camino se echan al viento las cartas, esperando ser aceptados, esperando que un alma noble las recoja y aprisione en su pecho.
Se siente necesidad de saber llegarle a alguien sin eliminar un verso, sin quitar una palabra, se busca ser alquimista de las letras y construir un mundo bello, obviando la tristeza, tratando de acallar la congoja del momento.
El riesgo de hacerlo es hermoso, se siente un gozo infinito, y la obra pasa a manos del público convirtiéndose en un acto social, ya no es propiedad del escritor, ahora es de todos.
Como decía Rimbaud..."quisiera llegar a ser poeta para convertirme en vidente, llegar a lo desconocido por el desbarajuste de los sentidos".
Es emocionante sentir un alma que destila calidez,
tanteando entre la ruinas de la vulgaridad existente y sacar con ello lo máximo.
Sintiendo en cada instante que si estuviera la persona amada no haría falta el libro de poemas, rompiendo el frágil velo de la aurora, mirando de nuevo con anhelo el agua, abierta la piel a la mirada, sintiendo que es amor lo que acompaña.
Extender la mano con las letras y sentir que entre nosotros no hay distancia.

lunes, 10 de marzo de 2008

A ti Esperanza

Este día me he dado cuenta que estas conmigo, y que a pesar de la distancia me ayudas sin que te lo pida, siempre me dices que soy importante para ti, y si alguna vez me he sentido triste me haz ayudado...
Gracias a ti he comprendido que solo hoy, es un día especial porque te tengo conmigo sin importar la distancia, sin importar las dificultades, como tu un día lo dijiste lo importante es vivir el presente y saber disfrutarlo al máximo, porque no sabes si vivirás el mañana...
Gracias amiga mía...

Especialmente para aquellos que me han hecho sentir que soy importante...

domingo, 9 de marzo de 2008

EL TIEMPO

Dicen que el tiempo "todo lo cura", yo más bien creo, que lo entretiene envejeciéndole para al final deshacerse de él, por lo que yo saco mis propias conclusiones y digo que:
El tiempo hace nacer y crecer a las plantas para al final terminar secándolas.
El tiempo hace florecer las rosas, las dota de una fragancia única y termina marchitándolas.
El tiempo hace brotar las frutas, las madura, las estropea y al final las seca.
El tiempo es demasiado lento para los que esperan. Demasiado rápido para los que tienen miedo.
Demasiado largo para los afligidos. Demasiado corto para los alegres. Demasiado impreciso para los inquietos.
El tiempo es eterno para los que aman y es la muerte para los que odian.

jueves, 6 de marzo de 2008

TE DIGO ADIOS

Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.
Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No se si me quisiste… No se si te quería...
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

Este cariño triste, y apasionado, y loco,
me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No se si te amé mucho… No se si te amé poco;
pero si se que nunca volveré a amar así.

Me queda tu sonrisa dormida en el recuerdo,
y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,
tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.

Te digo adiós, y acaso, con ésta despedida,
mi más hermoso sueño muere dentro de mí…
Pero te digo adiós para toda la vida,
aunque toda la vida siga pensando en ti.

DOCE PASOS FÁCILES HACIA EL ESTRÉS Y LA DESMOTIVACIÓN

¡¡Ahora, tú también puedes conseguir sentirte realmente mal!! ¡¡Es tan fácil!! (Esto por supuesto, es en líneas generales, luego influyen pequeñas cosas como pueden ser, nivel de exigencia de uno mismo, nivel de presión de los demás, modo de decir las cosas de los otros, el foro donde te las dicen, cuantos directores tienes, si es por la mañana o por la tarde , lo mejor es que cada uno lo aplique a su circunstancia).

PASO 1
COMIENZA LA SEMANA CON TERROR

Despierta cada mañana con la sensación de que es lunes.
La idea de tener toda una semana por delante, con todo lo que ello conlleva (briefings, reuniones imprevistas y no programadas, visita de algún alto ejecutivo, etc. etc.) preparará a tu corazón para sufrir un ataque.
No te atormentes demasiado pensando en que ésta es tu peor semana simplemente es un poco peor que la anterior, pero seguro que muchísimo mejor que la que viene.
CONFUSO DICE:
“Evita la depresión del lunes por la mañana: trabaja en turnos de noche.
La depresión del lunes por la mañana también se puede evitar fácilmente trabajando los siete días de la semana”.

PASO 2
VENDE TU ALMA

Ocupa plenamente tus ratos libres.
Si ya tienes un segundo empleo, acepta un tercero.
CONFUSO DICE:
“La salud y la felicidad son el mismo lado de una moneda diferente”.

PASO 3
VETE DE COMPRAS EN HORAS PUNTA

Si tiene algún día libre vete de compras a un hipermercado, y procura hacerlo en horas punta, ello puede ser una buena ayuda para incrementar tu estrés.
Elige un carro de compras con una rueda insegura (no tendrás que buscar mucho).
Así conseguirás cambios súbitos de dirección.
Paga en la caja rápida (menos de diez artículos) y argumenta que no “tienes tiempo para contarlos”.
CONFUSO DICE:
“Una comida rápida precisa de 60 segundos para cocinarla y 60 minutos para comprarla”.

PASO 4
OLVIDA LO QUE ES LA PAZ
Cuida niños.
CONFUSO DICE:
“Los niños son la respuesta a todos tus problemas y el problema a todas tus respuestas”.


PASO 5
FÍJATE EXPECTATIVAS MUY ALTAS
Lucha por la perfección en todo lo que hagas.
La más pequeña imperfección será un fracaso total.
CONFUSO DICE:
“Sólo alcanzarás las estrellas si estás en la nómina de la NASA”.

PASO 6
PREOCUPACIONES SIN FIN

Las cosas que te preocupan probablemente no sucederán.
Por lo tanto, hay cosas más serias por las que preocuparse.
Esfuérzate por conocer las que puedan intensificar tu angustia y tus sentimientos de pánico.
CONFUSO DICE:
“No busques la respuesta hasta que no hayas encontrado el problema”.

PASO 7
SUFRE EN SILENCIO

Obtén el máximo estrés de un problema sufriéndolo en solitario.
Confiarlo a otros reduce tajantemente la presión.
CONFUSO DICE:
“El tiempo es infinito, pero a todas las semanas les faltan 20 horas”.

PASO 8
¡SE IDIOTA! ¡LLEVATE A TODOS LOS NIÑOS!
En un soleado día de verano, llena tu coche de niños (propios, familiares e incluso los de la misma comunidad) y llévatelos a la playa.
Durante el largo y caluroso viaje, mantén la excitación de los pequeños estimulándoles con una pelota y cantando desaforadamente << ¡en la vieja factoría, ia, ia, ho>>!
CONFUSO DICE:
“Si necesitas más estrés ¡¡¡Visita a tus parientes!!! (Cuanto más lejanos mejor).

PASO 9
COMPRATE UN ORDENADOR

Especificaciones mínimas:
Dúo t56oo, 19 WXGA, DVD dual, Memory 4096MB
Wireless 802.11a/b/g +BT, HD360GB y OS WINXP HOME.
CONFUSO DICE:
“Los ordenadores pueden solucionarte los problemas que previamente no tenías”.

PASO 10
ESTRATEGIA DE COMBATE

Con tu pareja hacer una lista con los hábitos negativos e irritantes que tiene el otro.
Luchar juntos para vencerlos.
Semanalmente, marcar en un tablero los resultados para ver quién está haciendo mayores progresos.
CONFUSO DICE:
“Por cada ganador siempre hay un perdedor planeando la siguiente batalla”.


PASO 11
FRENESI DE CAMBIO

Cambia de casa. Cambia de trabajo. Cambia de casa y de trabajo a la vez.
Cambia de pareja. Cambia de casa, de trabajo y de pareja a la vez. Si puedes hacerlo frecuentemente, no lo dudes: hazlo.
CONFUSO DICE:
“La experiencia es la habilidad para reconocer un error cuando lo cometes de
nuevo”.

PASO 12
FIN
No hay fin.
Tus preocupaciones siempre estarán ahí.
CONFUSO DICE:
“Lo único seguro en la vida es que nunca te beneficiarás de tú seguro de vida”.


domingo, 24 de febrero de 2008

EL FINAL

Nadie puede volver atrás para cambiar el principio, pero cualquiera puede empezar a partir de hoy a cambiar el final.
Con esta premura la verdad es que uno tiene que intentar cambiar su final, hacerlo más cómodo y más confortable, pero el verdadero final, ese, no está en nuestra manos el poder cambiarlo.
Como podéis comprobar no es el principio lo que me preocupa, sino el final. Y es que uno sabe donde empieza, pero no dónde ni como acaba, pues es al final donde lugares y terceros irrumpen para perfilar destinos finales. Acostumbrado al pasar de los años y a muchos avatares, se fue uno tejiendo la vida profesional. Y la otra también. Pero jamás se acostumbró ninguna de ellas a la pérdida de familiares y amigos, que fueron jalonando la propia existencia de recuerdos imborrables. Tantos he visto morir, y los que quedan, que -excepto un par de cosas- ya no tomo nada muy en serio, y al hacerlo asumo el humor como estrategia contemplativa de la vida, pues es la misma un entreacto, más o menos longevo, de la obra suprema, bufa y eterna representada por la muerte; a pesar de que nunca tendrá mucha estima y que jamás recibirá aplausos, pues vacía queda la platea en cuanto avisa de su llegada por el foro, vestida como para actuar en dilatado carnaval.
Cuando llegue mi final -y siempre llega- a no ser que la muerte me espere súbita en algún lugar no pactado, querré irme como en sueños, sin espasmos, sin agonía, sin dolor. Más rápido que lento, pues no considero buenas las estancias largas en la vida que, con padecimiento, se termina, ni el daño que inflinge a aquellos cuyo sufrimiento se prolonga innecesariamente. No para mí, ya que lo único que desearé prolongar es el contacto cálido de los recuerdos, de las manos y de las miradas de mi mujer, de mis hijos, de mis nietos, de mis amigos. Esa es la única cadena que extenderá mis recuerdos hasta el último instante y añadirá otro eslabón a sus vidas. Al fin y al cabo solo deseo para ellos la misma dignidad que yo les exigiré para mí en el acto final de la vida, pues considero que así se equivoca la muerte en su fatal envite; cuando llegue, ya no pienso estar, pero cruelmente acertará si vivo la soledad infame del dolor gratuito y la miseria infinita que conlleva.
Sí, querré que alguien capacitado, y previo acuerdo conmigo, o con los míos cumpliendo mi voluntad, me separe de otras categorías diferentes, y que siendo capaz de no transferir actitudes de un grupo a otro, considere que mi tiempo se ha agotado y me ayude a despedirme de mi vida de la forma más humana y digna posible.
Lo que a mí me importa en la realidad de la muerte, es la lectura que hace la inteligencia sensible y no los paternalismos políticos o profesionales que son mezcla de beneficencia y poder. Y que de forma incorrecta, y a través de la dominación, se niegan a aceptar los deseos, opciones y acciones de otras personas y, además se atreve a denunciar, demonizar y escarniar a otros profesionales que cumplen con las últimas voluntades de un ser humano en momentos de sufrimiento terminal. El paternalismo es una especie de dominación, de un poder sobre otras personas, que es la seña de identidad y la característica formal de algunos políticos, que en el empeño de su profesión no han sido capaces de olvidar o relegar el rol sacerdotal, y que de forma equivocada les hace colocarse en el terreno de la autoridad moral, para de ésta forma, decidir que nadie ha alcanzado la mayoría de edad suficiente para decidir sobre sí mismo, relegando y anulando la competencia o la capacidad de los individuos para tomar sus propias decisiones. Este paternalismo duro que intenta imponer limitaciones en la autonomía moral de los individuos es rechazable, sobre todo sí esconden otros intereses más terrenales y privados a costa del miedo generado en la sociedad. Ejemplo directo y preclaro es el Hospital Severo Ochoa de Leganés; paradigma, santo y seña, de las acciones de políticos contrarios a que cualquier médico pueda entender que su acción, en pacientes terminales, debe basarse -sobre todo- en la autonomía del moribundo, en sus voluntades explicitas y no en la beneficencia impuesta sobre el mismo que a todos hace aguantar su dolor. Porque algunos médicos ya no deben ni pueden ni quieren ejercer esa beneficencia de modo paternalista y absoluto. Médicos que -como Luís Montes- nunca han renunciado al criterio moral de beneficencia, sino que lo han entendido como un principio que debe articularse con los propios de las otras partes de la relación médico-paciente. Muchos profesionales sanitarios han aprendido y otros lo harán en un futuro, a no dar la espalda a la autonomía. El 21 de enero de 2008- fecha en que la Audiencia Provincial de Madrid ratificó el sobreseimiento de los cargos impuestos al Doctor Montes- quedará en la memoria de los que queremos morir -cuando toque- con dignidad, gratitud y reconocimiento humano.

martes, 12 de febrero de 2008

SE EMPIEZA A ENVEJECER

Se empieza a envejecer, y no se sabe
por qué se empieza a envejecer:
Es como abrir la mano y encontrarla vacía,
Y no saber, de pronto, que cosa se nos fue.

Se empieza a envejecer, y es como un río
cuya corriente fresca ya no calma la sed;
como andar en otoño sobre las hojas secas,
y pisar la hoja verde que no debió caer.

Se empieza a envejecer, como quien deja
de andar por una calle, sin razón, sin saber;
y es hallar un diamante brillando en el rocío,
y que al recogerlo, se evapore también.

Se empieza a envejecer, y es como un viaje
detenido en la sombra, sin seguir ni volver;
y es cortar una rosa para adornar la mesa
y que el viento deshoje la rosa en el mantel.

Se empieza a envejecer, y es como un niño
que ve como naufragan sus barcos de papel;
o escribir en la arena la fecha de mañana
y que el mar se la lleve con el nombre de ayer.

Se empieza a envejecer, y es como un libro
que, aún abierto hoja a hoja quedó a medio leer,
o como el anagrama que me quité del pecho
y solo así pude comprobar como se me marcó en la piel.

Se empieza a envejecer, y no se sabe
por qué se empieza a envejecer…

Para Toñi, mi querida y siempre amada esposa.

No envidiéis mi alegría, mi fidelidad ni mi sentimiento;
No envidiéis lo que sueño, no envidiéis mi forma de ser,
pues todo eso no vale ni una gota de llanto.
Pero envidiadme todos el amor de mi mujer…

Ah, sí, envidiad la gloria de esta firme confianza,
cuyo sentir profundo ni en mal ni en bien se altera,
porque yo siento mío lo que su mano alcanza
y en ella es permanentemente mi dicha duradera.

Envidiadme a esta mujer que no envidia mi goce,
compartiendo igualmente mí entusiasmo y hastío.
Nada puede importarle si nadie lo conoce,
porque mi pensamiento es suyo y su silencio es mío.

Envidiadme a esta mujer que me mira de frente,
que es alegre en mi triunfo y es triste en mi fracaso,
porque en ella es espiga lo que en mí es simiente,
y yo le cuento mis cosas, ella me escucha, yo descanso.

No importa si estoy solo, pues siempre esta conmigo,
y mis propias vivencias la van haciendo madura.
Ah, sí, envidiadme todos el amor que aún percibo
y que en el presente y en el futuro siempre perdura.

Todo esto, sólo representa una mínima parte,
de lo que mi corazón siente para poderte decir,
sólo espero tener tiempo suficiente para demostrarte,
que son pocos treinta y siete años de compartir.




.

¡¡ Y JAMÁS LO SABRÁS !!

Pasarás por mi vida sin saber que pasaste.
Pasarás en silencio por mi amor, y al pasar,
fingiré una sonrisa, como un dulce contraste
del dolor de quererte… y jamás lo sabrás.

Soñaré con el nácar virginal de tu frente;
soñaré con tus ojos de esmeraldas de mar;
soñaré con tus labios desesperadamente;
soñaré con tus besos… y jamás lo sabrás.

Quizás pases con otro que te diga al oído
esas frases que nadie como yo te dirá;
y, ahogando para siempre mi amor inadvertido,
te amaré más que nunca… y jamás lo sabrás.

Yo te amaré en silencio, como algo inaccesible,
como un sueño que nunca lograré realizar;
y el lejano perfume de mi amor imposible
rozará tus cabellos… y jamás lo sabrás

Y si un día una lágrima denuncia mi tormento,
- el tormento infinito que te debo ocultar -,
te diré sonriente:, “No es nada… Ha sido el viento”.
Me enjugaré la lágrima… ¡ y jamás lo sabrás ¡

TÚ DICES QUE YO HE VIVIDO...

Tú dices que yo he vivido, quizás. Puede ser cierto.
No importa si soy joven o voy camino de la vejez.
Haber vivido, a veces significa haber muerto,
aunque a veces los hombres mueren más de una vez.

La vida es poca cosa. Que más da su medida,
si el que vive más años no siempre vive más;
porque un instante, a veces, llena toda una vida,
y a veces ese instante no se vive jamás.

Tú dices que yo he vivido, quizás. Yo no se nada.
No se lo que me queda del tiempo que se fue.
Y acaso en el misterio de una noche estrellada,
te encogerás de hombros sin preguntarte por qué.

Lo demás llega y pasa: Pobres cosas de un día,
fantasmas de su sueño, formas de mi ilusión;
nada más que hojas secas en mi mano vacía,
nada más que hojas secas en mi corazón.

Sin embargo, no importa. Ya llegará el olvido.
Después de un gran silencio, como un punto final.
Y me sabrá a ceniza lo poco que he vivido,
cuando pasen mil años y todo siga igual.

Cada día se nos mueren muchas ilusiones
algunas irreparables, otras vuelven a renacer,
dame Dios mío fuerza en estas situaciones
para que mi estado de ánimo, no llegue a desfallecer.

viernes, 8 de febrero de 2008

TENEMOS

Edificios más altos, pero templos más pequeños;
autopistas más anchas, pero puntos de vista más estrechos;
gastamos más dinero y tenemos cada vez menos.
Tenemos casas más grandes y familias más pequeñas;
cosas más convenientes pero menos tiempo;
más educación y menos sentido;
más conocimiento y menos juicio;
más expertos y más problemas;
más medicinas y menos bienestar;
tomamos mucho, fumamos mucho,
gastamos sin medida, reimos muy poco,
manejamos muy rápido, nos enfurecemos demasiado rápido,
nos acostamos muy tarde, nos levantamos muy cansados,
casi no leemos, vemos demasiada T.V. y casi nunca rezamos.
Hemos multiplicado nuestras posesiones,
pero reducido nuestros valores,
hablamos demasiado,
amamos muy poco y mentimos casi todo el tiempo,
hemos aprendido a ganarnos la vida,
pero no a disfrutarla,
le hemos sumado años a la vida y no vida a los años.
Hemos ido y vuelto a la Luna,
pero no podemos cruzar la calle para saludar a un vecino,
hemos conquistado el espacio exterior pero no el espacio interior,
hacemos cosas más grandes, pero no mejores,
hemos limpiado el aire, pero no el alma;
hemos dividido el átomo, pero no a nuestros prejuicios,
escribimos mucho, pero aprendemos poco,
planeamos todo, pero no conseguimos casi nada.
Hemos aprendido a hacer las cosas más rápido,
pero no atener más paciencia;
tenemos ganancias más altas, pero moral más baja;
más alimento y menos paz.
Construimos más computadoras para guardar más información,
para producir más copias que nunca, pero nos comunicamos menos;
cada vez tenemos más cantidad y menos calidad.
Esta es la época de la comida rápida y la digestión lenta;
hombres altos de carácter bajo;
profundas ganancias y relaciones superficiales.
Esta es la época de la paz mundial y la guerra domestica;
más tiempo libre y menos diversión;
más tipos de comida y menos nutritivas.
Ahora tenemos ingresos conjuntos y más divorcios,
casas más bellas pero más hogares rotos.
Este es la época de viajes rápidos, pañales desechables,
moralidad en decadencia, pasiones de una noche,
cuerpos con sobrepeso, pastillas que hacen todo,
desde alegrarte, hasta calmarte y matarte.
Esta es la época donde tenemos todo en la exhibición y nada en el inventario.

domingo, 3 de febrero de 2008

FILOMENA, UNA DEPENDIENTE

A Filomena le sobra el saber lo que cuesta un café. Cumplió ochenta años en enero
aunque si se le pregunta dirá una edad distinta en cada ocasión. A malas penas recuerda el nombre de sus hijos y mucho menos el de sus nietos. Padece Alzheimer pero todavía mantiene la mirada limpia como el que no debe nada a la vida. Emigró de su tierra manchega hace un lustro para sacar adelante a sus hijos; el olvidado pueblo ya no daba de comer. Nunca pidió nada y nada se le dio. Una mano delante y otra detrás; lo único que sacó de su origen, y un poco de dinero de la venta de su negocio impróspero, con el que <>, junto a su marido, una nueva vida. Jamás recibió ayuda de los “amos”; de los que veía mandando y de los que mandaban sin ser vistos, ni una ayuda oficial, ni un préstamo a bajo interés, ni ningún interés por parte de gobernantes aunque fuese bajo. Aprendió a leer sola usando una amarillenta cartilla sobre la que mal apuntaba letras con “cachicos” de carbón apagado, terminando por juntarlas y silabear con sentido. Y los números, escasos, como escasos eran los dedos, como escasas las escuelas y prósperos los dueños del terreno donde nació,
Casorio tuvo con buen hombre; su único hombre, porque más hubiese sido pecado, como casi todo en su tiempo. Buen hombre que jamás dejó su papel machista aprendido desde la realidad vivida y compartida. Era así, Y aunque la realidad cambió, el papel continuó siendo el mismo porque ya no había ni tiempo ni ganas, ni nada que aprender. Pero el mozo era bueno y a Filomena, con eso le sobraba, aunque jamás supo si con eso faltaba. Y siguió la vida. Nunca le sobró sueldo, ni vacaciones pagadas por oficialidad ninguna ni con su dinero, porque nunca lo tuvo. Jamás recibió recompensa económica alguna por tener hijos, ni descuentos por caridad o justicia, ni quejas. Solo tuvo responsabilidades. Buena madre, buena esposa y ama de casa, buena abuela, mejor vecina. Cuando alguien le preguntaba ¿Filomena como estás? siempre respondía: <>. Hasta hoy.
Cándida Filomena, lista analfabeta. El mañana ya es hoy pero ya no te acuerdas. Ni tuviste muchos derechos ni algunos tienes todavía y aunque no te sobran tampoco los echas en falta. Saben que estás domada por la vida y la enfermedad y nunca te vas a quejar porque el Alzheimer te impide ver que todavía hay dueños prósperos de tu terreno, solo que ahora no necesitan esconderse para seguir negándote lo que te pertenece. Si alguna vez volvieses de tu involuntario limbo y los contases, te darías cuenta de que te sobran dedos y te faltan muchos derechos. La vida te enseño a no esperar demasiada ayuda. Y hoy que en justicia la mereces, vuelves a equivocarte de terreno.
Filomena cumplió años en enero, curiosamente el mismo día en que la ley de Promoción de la Autonomía personal y Atención a la Dependencia cumplió también su primer año de vigencia. Filomena todavía no tiene acceso a la ayuda que esa ley le concede. Y es que ambas nacieron con impuesta mala suerte; tanto Filomena como la Ley están relacionadas con el territorio donde se vive. Elegir el territorio conlleva entrar en el sorteo de los derechos, incluso en un país moderno y democrático. Porque vivir aquí es no tener derecho a la misma Ley a la que otros ya han accedido en regiones y comunidades que lindan entre sí y con la justicia social. En la Comunidad Valenciana todavía no. No hay prisa entre los que gobiernan sin respeto al presente y futuro a base de excusas que niegan lo perentorio. Filomena nunca sabrá de multimillonarios circuitos urbanos para carreras ni de otros tantos y fáusticos eventos portuarios. Tampoco sabe que sobrevive en un Estado de Derecho que pugna por un nuevo pilar del bienestar, al que ella, de momento, acceso porque le tocó, en suerte vivir en territorio comanche: lleno de políticos haciendo de indios dedicados a desenterrar hachas de guerra e incapaces de fumar ninguna pipa de la paz social porque les va en ello su sueldo y su futuro. Y mucho menos por ella a la que nunca echarán en falta.
Así que Filomena aguanta con la escasa pensión del marido y con la ayuda de sus hijos. De sus hijos con hijos con gastos y en tiempos de vacas flacas y de impuestos y préstamos de interés creciente. Ella sonríe, no sabe que la Ley que le podría aportar un poco de ayuda está tan paralizada como viciada de contenido y forma. Paralizada por falta de arrojo y consenso político de los que gobiernan, cojoneros e incapaces de activar convenios de colaboración que terminen con la espera y permitan aplicarla. Viciada desde su título, porque no solo es de la dependencia sino también de la promoción de la autonomía, algo que apenas se desarrolla en la misma. Porque a las claras está que no incluye más asistencia sanitaria de ningún tipo sino que se apoya en los recursos ya existentes. Está bien relacionar dependencia y discapacidad a problema social, pero ya es raro de cojones y exasperante no considerar para nada el incremento de los recursos sanitarios, que debería ser prioritario, ya que como mínimo el 85% de las dependencias están motivadas por una enfermedad crónica.
La Ley tiene más lagunas que la memoria de Filomena y no muestra ningún camino abierto al respecto. Es más, en ésta Comunidad ya se han cerrado las puertas para nuevas solicitudes a plazas de residencia. Así que al final todo se quedará en un poco de calderilla. Pensarán que con esto a Filomena le sobra, aunque ésta nunca sabrá si le falta, porque si lo pudiese entender no dudaría en <¡mandarlos al pijo!>

jueves, 17 de enero de 2008

EL ASESINO DE LA CATANA

Cualquiera puede encontrárselo en ese impaciente trance verbenero donde se aguarda que el semáforo cambie el ámbar por el verde. También podemos cruzarnos con él en mitad de la calle o ser ese desconocido contiguo de nuestra localidad en el cine. En todo caso es un prójimo, o sea un próximo, pero la verdad es que se diferencia algo de los otros. El juez de Menores ha ejercido con él un tipo de piedad que consiste en aumentar el riesgo del resto de sus compatriotas. Hablo de ese enérgico perturbado conocido como el asesino de la catana.
Cualquiera puede tener un mal momento. El muchacho mató a su padre y a su madre con esa espada japonesa que pincha un pelo en el aire. No satisfecho con esa poda en su árbol genealógico, se cargó a su hermana pequeña. Ahora este chico conflictivo que en la actualidad tiene 24 años, ha sido puesto en libertad y no tiene vigilancia policial.
¿Cómo reprobar el perdón? Todos, o casi todos, menos los que lo otorgan, aspiramos a él. La misericordia está un escalón más alto que la justicia, pero no deja de ser algo inquietante que ese plusmarquista del crimen, ahora que tanto se habla de la familia como institución sagrada, pueda estar suelto después de haberse cargado a la suya.
El chico debe de estar como una cabra, pero las cabras no usan catana. Tiran al monte, pero no tiran a degüello. Los señores jueces le han perdonado ocho meses de internamiento terapéutico, pero eso no hace al caso. Da igual ocho que ochenta.
El problema consiste en no saber si el agresivo majara va a volver a tener un mal momento y va a volver a llevarse por delante a todo el que tenga a su lado. A ver si tenemos suerte y no se le ocurre entrar al mismo bar en que estemos nosotros tomándonos una cerveza. Si no es de su agrado la marca de dicha cerveza, lo mismo vuelve a sacar la catana.